Frente a un caso de grooming, una jueza optó por la figura de “abuso sexual simple” para condenar a un joven de 23 años que amenazaba en redes sociales a una chica de 17; según los especialistas, el hecho sienta jurisprudencia al jerarquizar el delito y dimensionar la magnitud de su impacto en las víctimas
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El primer contacto entre M, una adolescente de 17 años, y V.A, un joven de 23, fue por Instagram. Comenzaron mandándose mensajes en el chat de esa red social y después fotos y videos eróticos.
Al principio, era consentido. Pero unos días después todo cambió abruptamente. M le dijo que ya no quería seguir con el intercambio. A partir de allí, empezó para la adolescente una pesadilla que duraría desde el 24 al 31 de enero de 2021: fue una semana entera en que el joven la extorsionó y amenazó de forma constante para que la chica siguiera enviándole imágenes de contenido sexual explícito.
Las notificaciones no paraban de llegar al celular de M. Eran una catarata de mensajes de un nivel de violencia tan enorme, que la adolescente se sentía completamente atrapada, sin salida: “Ahora cumplime, porque va para peor, te voy a hacer que te arrepientas de no haberme hecho caso”, “Es tu problema, no el mío, 10 min, si pasás de eso por no responder mis msjes, castigo, para que aprendas a ser una puta obediente, el dolor te va a ayudar”, “Ese castigo es que un familiar tuyo se entere”, “Me mentiste siempre, soy bueno, en cambio vos mala, quiero buenos videos, que tu amiga te grabe y que participe, y conteestame cada vez que te hablo, no me importa lo que estés haciendo”.
Desesperada ante las amenazas, la adolescente intentaba dar respuesta a los pedidos del hombre, pero la extorsión no tenía fin. Al contrario, era cada vez mayor: “Ves de lo que soy capaz? Puedo hacerte la vida imposible, mentiste siempre, tengo el insta [en referencia a las cuentas de Instagram] de todos”, “Voy a publicar los videos que me pasaste para que lo vean tus amigos”, “Te tengo en mis manos, cuando vuelvas a hablarme, vamos a hablar bien enserio, y muy enojado, más tardás, peor es el castigo”, “Puta contesta, se entera tu mamá”, “Ves que no aprendes, última vez, hacelo como dije, leé el chat, o le cuento a tu papá”.
Tras pasar días sometida a esa violencia psicológica, sexual y física (a la hora de filmar los videos, el hombre la obligaba a hacerse tocamientos con pedidos específicos), la adolescente pudo pedir ayuda y le contó todo a sus padres. Fue entonces cuando su papá hizo la denuncia, poniendo el celular de M. a disposición de la Justicia y sumando 57 capturas de pantalla que daban cuenta del infierno que atravesó su hija.
Hace 10 días y en un fallo inédito en un caso de grooming, la jueza Karina Andrade, responsable del Juzgado en lo Penal, Contravencional y de Faltas N°15 de la ciudad de Buenos Aires, condenó a V.A por el delito de “abuso sexual simple”, sentenciándolo a un año de prisión en suspenso. Es decir que no irá a la cárcel siempre que cumpla durante dos años con una serie de “reglas de conducta”: tiene prohibido comunicarse por cualquier medio con M o su familia; debe fijar residencia en su domicilio actual; tiene que ir a las citaciones que le haga el juzgado o el Patronato de Liberados; tiene que realizar durante un año un taller sobre violencia sexual y redes sociales; y debe concurrir a una entrevista en la dirección de medicina forense y, en caso de que los especialistas lo establezcan, realizar un tratamiento psicológico o psiquiátrico.
Además, la magistrada exigió que al hombre se le realice una extracción de muestras biológicas para ser almacenadas en el Registro Nacional de Datos Genéticos vinculados con delitos contra la integridad sexual.
“Es un fallo inédito”, afirman las especialistas en infancias y adolescencias consultadas por LA NACION, subrayando que “sienta jurisprudencia” y que le otorga a ese ciberdelito la magnitud que realmente tiene. “Es clave porque permite visibilizar que la violencia sexual cometida a través de medios digitales efectivamente es abuso sexual. Pone en evidencia que en Internet, las personas agresoras son tan reales como los niños, las niñas y adolescentes víctimas del delito, reconociendo que lo único virtual es el medio”, sostiene Soledad Fuster, psicóloga y directora del postítulo Prevención y Abordaje del Grooming de la Universidad Abierta Interamericana.
Y es que si bien la Argentina cuenta desde 2013 con una ley de grooming (la N° 26904) que incorpora al Código Penal la pena de seis meses a cuatro años de prisión para quien por cualquier medio tecnológico se contacte con una chica o chico para cometer un delito contra la integridad sexual, los expertos coinciden en que a nivel social sigue prevaleciendo la idea errónea de que si ocurrió a través de Internet, es “menos grave”.
En esa línea, Macarena Cao Gené, psicóloga y profesora de la UBA con mucha trayectoria acompañando a víctimas de violencia sexual en la infancia y adolescencia, agrega que la decisión de la jueza Andrade “marca un antes y un después porque incorpora una perspectiva diferente a la hora de considerar este delito”.
Y amplía: “Nos viene a espabilar dejando bien en claro que el grooming es un delito contra la integridad sexual. Tenemos una ley de avanzada en relación a otros países de América Latina y lo novedoso de esta sentencia es que cae con todo el peso de la ley, marcando que más allá de que haya ocurrido en un medio electrónico, las consecuencias que tuvo la víctima son reales. Es decir, desmitifica la creencia de que si ocurre a través de las pantallas, el daño no es tanto”.
Lo que va cambiando por los avances de la tecnología “son los medios de atrapamiento y de captura de las víctimas, que se van perfeccionando, sin embargo, las secuelas que sufren las niñas, niños y adolescentes a través de Internet, son similares a las que tienen en otros espacios. El atravesamiento y el atropello del cuerpo, está igual”, asegura Cao Gené.
“Que se vea todo tu cuerpo y cara”
“Ya quiero el video, dejá de dar vueltas, pásalo, rápido, que se vea todo tu cuerpo y cara sin ropa”. “Te dije un millón de veces que quiero que permanezcan en el chat los videos”. “Ya, con más ganas, ponele ganas, andá al baño, desnuudate y que se vea toda tu cara”. Fueron otros de las decenas de mensajes que V.A le mandaba por el chat de Instagram de M.
Luego de que el padre de la adolescente hiciera la denuncia, la fiscalía le propuso a V.A llegar a un acuerdo para hacer un juicio abreviado, lo que implicaba que reconociera que había cometido el delito. Entre ambas partes, se consensuó que la calificación del hecho sería la de “ciberacoso sexual contra las infancias y adolescencias” (grooming).
Sin embargo, para que el acuerdo prosperase, se necesitaba el visto bueno de la jueza interviniente, Andrade. A diferencia de lo planteado por la fiscalía y las partes, la magistrada no aprobó la calificación de grooming por considerarla “insuficiente” para el caso y la modificó por “abuso sexual simple bajo la modalidad de abuso coactivo”, sin importar que el medio utilizado hubiese sido Internet.
“Ni el contacto corporal directo del autor sobre la víctima ni la inmediatez física entre los mismos, constituyen requisitos configurativos del tipo penal”, sostuvo Andrade, agregando que “los delitos sexuales no se tratan de delitos de propia mano, sino de dominio sobre la víctima”.
Por otro lado, habló del consentimiento como un concepto clave: “Si bien se podría considerar que, en algún momento del intercambio, la víctima pudo haber dispuesto libremente de su intimidad al consentir la remisión de imágenes sexuales explícitas con otra persona por medios electrónicos, ello no significa que esa libre disponibilidad del bien jurídico se mantenga indefinidamente en el tiempo”.
En ese sentido, Fuster recuerda cómo los groomers (como se conoce a estos delincuentes), a través de la manipulación y las amenazas, controlan las emociones y dirigen las acciones de las víctimas: “Estas jamás prestan consentimiento, ya sea porque no comprenden las características de los hechos o porque se encuentran bajo engaño, amenaza o coerción”.
“El impacto en el psiquismo es enorme”
La violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes puede darse de diversas formas, y algunas de ellas (como en el caso de M.), no implican que exista un contacto físico. Sin embargo, el impacto en el psiquismo y el cuerpo es siempre enorme.
Cao Gené, quien desde hace 20 años trabaja acompañando a chicas y chicos víctimas, no nota “diferencias sustanciales en lo que hace a los daños” entre aquellos que sufrieron grooming u otras formas de violencia sexual: “En todos los casos, las víctimas tienen estrés postraumático, dificultades para hablar de los que les pasa y llegan silenciadas por sus agresores. Lo que cambia es el medio por el cual se las captura y quedan sometidas”.
"El agresor convierte a la víctima en un mero objeto o instrumento de goce y los efectos psíquicos son enormes. La recuperación de alguien que ha sido explotado, chantajeado, lleva su tiempo: hay un desvalimiento psíquico que es lo que el agresor aprovecha"
Macarena Cao Gené, psicóloga
Respecto a otras consecuencias que pueden sufrir, Fuster enumera: “Entre las inmediatas se destaca el aislamiento, la angustia, el bajo rendimiento escolar, el desinterés por actividades de las que antes disfrutaban, pesadillas, huidas del hogar y autolesiones, entre otras. A largo plazo se pueden encontrar dificultades para entablar relaciones afectivas, rechazo por su propio cuerpo, al contacto físico y las relaciones sexuales; ataques de pánico, temor permanente a ser reconocidos por sus fotos, inseguridad, miedo y angustia, incrementando el riesgo de suicidio”.
Volviendo a M., las psicólogas subrayan la importancia de que haya podido recurrir a sus padres, quienes actuaron rápidamente. “En muchas ocasiones eso no pasa y se cometen errores como minimizar lo ocurrido y decir: ‘Bueno, bloquealo, no le hables más, ya está’. Esto no solo destruye la evidencia digital, que es fundamental conservar, sino que todo lo que ya se compartió queda en el psiquismo de la víctima”, explica Cao Gené.
Y agrega: “No es que eso se puede cancelar y decir: ‘Listo, bajá la persiana’, como sino hubiese ocurrido. Sigue teniendo un efecto y aparece la culpa, el temor y el no saber cómo correrse de esa extorsión. Por eso hablo de un atrapamiento: un sometimiento desde el vamos, porque el agresor tiene una intencionalidad y hace uso de su poder para conducir a esa niña o niño hacia donde quiere”.
“Nunca hay que minimizar”
“A nivel conceptual y educativo la mirada de esta jueza viene a poner sobre la mesa algo que venimos subrayando desde hace tiempo quienes trabajamos en estas problemáticas, y que implica ir contra la idea de que al no haber contacto físico, se le baja el precio al grooming y a las violencias digitales en general”, resume Lucía Fainboim, licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA), docente universitaria y directora de Educación de la organización social Faro Digital.
Para Fainboim, “es lo contrario a decir: ‘Por suerte no pasó nada, lo agarramos a tiempo’”. Y es que, aunque cada vez sucede menos, se tiende a “menospreciar lo que pasa en los entornos digitales y a sentir que no es real”, cuando en verdad, es un espacio más en el que transcurre nuestra vida. “Muchas veces se habla de ‘la vida real’ como si fuera algo distinto a Internet, cuando las consecuencias que se producen en las personas son reales, ya sea que hablemos de ciberbullying, violencia de género digital o grooming”, señala.
Consejos para madres y padres
Estas son algunas de las recomendaciones que las especialistas dan a las familia para prevenir y abordar las violencias digitales:
- Informarse: “No hace falta jugar Roblox o tener una cuenta en Tik Tok, pero sí googlear y entender mínimamente de qué van las plataformas que usan las chicas y los chicos. A veces decimos ‘no entiendo nada, no tengo nada que hacer ahí’, pero no debemos confundir las habilidades instrumentales que tienen los más jóvenes con habilidades de uso responsable y crítico, porque puede que no estén teniendo en cuenta un montón de cosas. En ese lugar, somos irremplazables”, sostiene la directora de Faro Digital.
- Generar un diálogo cotidiano: “Puede parecer un cliché pero la clave es el diálogo: es la principal herramienta con la que cuentan los padres y no hay esperar a que haya un problema para iniciarlo. Así como en la cena familiar se les pregunta cómo les fue en el cole, hay que incorporar la pregunta de cómo les fue en Internet hoy”, dice Fainboim.
- Compartir nuestras propias experiencias: Las especialistas recomiendan que padres y madres compartan experiencias como “estoy re copado con este canal de Youtube” o “vi esto que me angustió” en Internet. Es decir, que cuenten lo que les gusta y no les gusta, que no sea un tema tabú.
- Hablar desde la empatía: Para Fainboim es clave “no hacer comentarios denigrantes sobre las prácticas de los chicos en Internet”, como tener amigos virtuales, ya que “debemos entender que, nos guste o no, eso forma parte de su vida”. Fuster suma que es clave “expresar y validar las emociones propias y de las demás personas, aún cuando desde una mirada adulta resulten ‘infantiles’”.
- Enseñarles a las chicas y los chicos a reconocer las interacciones adecuadas de aquellas que pueden ser de riesgo. En todos los casos, es fundamental acompañar y advertir también que detrás de los perfiles en Internet, también pueden haber personas que busquen hacerles daño. Esto implica, según Fuster, diferenciar secretos que se pueden guardar de aquellos que pueden resultar peligrosos, acompañarlos en el uso de dispositivos e interesarse por aquello que hacen en Internet.
- Ir actualizando nuestros consejos a las distintas etapas de los chicos. “Algo de que los adolescentes suelen quejarse en nuestros talleres es de que sus familias no actualizan los consejos: les dan una charla una vez a los 11 años y listo. Pero a los 17 las recomendaciones no son las mismas, porque la autonomía es progresiva y va cambiando”, concluye Fainboim.
Más información
- Quiero conocer más: Faro Digital da talleres en escuelas para chicas y chicos, trabaja en formación docente y ofrece charlas de crianza digital para familias. En sus redes y página web se puede encontrar información y una vez por mes organizan talleres gratuitos y abiertos a la comunidad. El próximo será en junio sobre violencia de género digital.
- Necesito denunciar un caso de grooming: •Fiscalía de Cibercrimen de la procuración general de la nación: cibercrimen@mpf.gov.ar • En la ciudad de Buenos Aires, se puede denunciar en la Unidad Fiscal Especializada en Delitos y Contravernciones Informáticas (Ufedyci), que depende del Ministerio Público Fiscal porteño: 0800-3334-7225 / denuncias@fiscalias.gob.ar • En cualquier dependencia policial o fiscalía del país. Tienen la obligación de tomar la denuncia. • Línea 134: información, asesoramiento o denuncias. • En la App de Grooming Argentina, disponible para Androide y Iphone. www.groomingargentina.org Podés encontrár más información sobre esta forma de violencia haciendo click aquí.