El realizador audiovisual es cofundador del grupo Privilegiados, una agrupación que busca terminar con la masculinidad machista
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Antes de la primera marcha del Ni una menos, ocurrida en 2015, Andrés Arbit jamás había escuchado las palabras “patriarcado” ni “micromachismos”. Tampoco tenía claro que frases como “si calentaste la pava, tenés que tomarte el mate”, “mirá como me pusiste” o “si te dice que no, es sí”, eran formas maquilladas de avanzar contra la voluntad –y el cuerpo– de alguien más.
“Lo que pasó después de 2015 es que los varones empezamos a escuchar. Ahí empezó a quedar expuesto lo que nosotros podemos hacer en contra de la violencia de género, a favor de la perspectiva de género, teniendo diferentes actitudes, cambiando, militando, activando... Antes, vivíamos en una burbuja privilegiada”, reflexiona este realizador audiovisual que vive en pareja y es padre de un varón y de una niña.
Arbit está convencido de que esta burbuja de privilegios y mandatos de la que gozan muchos varones es completamente funcional a la violencia que padecen mujeres, niños y personas LGBTIQ+. La necesidad de desarmarla cobró fuerza en el debate público, sobre todo en los últimos años: cualquier instancia de asistencia a las víctimas será insuficiente sino se complementa con mecanismos llamados a prevenir la violencia. Pero, ¿cómo hacerlo si, ante cada nuevo asesinato, el común de los varones siente que nada de ese horror tiene que ver con ellos?
Es por eso que, junto a su colega Gustavo Gersberg y la socióloga Lucía Rodríguez, el realizador creó una agrupación que busca refutar esa trama de conductas, complicidades, acciones y omisiones que hacen posible la violencia de género. La llamaron, justamente, Privilegiados. Con diferentes recursos que van desde charlas presenciales, talleres o piezas audiovisuales, Arbit y equipo ponen en evidencia que todos los varones se socializan en la misma cultura machista que ya, desde que son pequeños, arranca diciéndoles: “no llores, no seas maricón”.
“Según los mandatos de la masculinidad machista, los varones tenemos que ser heterosexuales, tenemos que ser cisgénero (N. de la R.: que se identifica con la identidad de género asignada al nacer), tenemos que ser proveedores, protectores, valientes, fuertes, hipersexuados. Te tiene que gustar el futbol, tenés que ser exitoso, saber hacer asado, saber prender el fuego y que te aplaudan en el asado porque cocinás una vez por mes. Tenemos toda esa carga en la espalda y cuando no podemos responder como se espera, empezamos a generar frustraciones. Y en los varones la frustración, muchas veces, sale en forma de violencia contra niños, niñas, mujeres, varones de la diversidad y también contra los varones que sentimos que están por debajo nuestro en la corporación masculina”, explica.
“El femicidio es la punta del iceberg”
“A veces solucionamos un montón de cosas desde la violencia porque está permitida, nos queda bien la violencia a nosotros –continúa–, mientras que una mujer violenta es tildada de loca, de histérica, de descontrolada, de que no puede controlar sus emociones. Los varones violentos somos líderes, tipos aguerridos, valientes, que vamos para adelante, machos.”
Lo cierto es que esa violencia no siempre tiene la contundencia de un golpe. A veces se disfraza de un “es que nadie lo hace tan bien como vos”, o puede tener la forma de un “¡pero che, no puedo estar un rato tranquilo que ya me estás pidiendo que te ayude!”, o camuflarse en un: “¿y si en lugar de salir con las chicas, te quedás en casa y miramos una peli?”.
“Lo que tiene la violencia de género, la violencia machista, es que es muy fácil estereotiparla; porque ninguno de nosotros somos Barreda (N. de la R.: por Ricardo Barreda, el odontólogo que asesinó a su esposa e hijas), o no somos violadores, y es muy fácil despegarnos de ese estereotipo. Pero el femicidio es la punta del iceberg. Debajo tenés violencias más sutiles, o que son invisibles, y te empezás a encontrar ahí abajo. Te empezás a encontrar con los micromachismos, que no quiere decir que son machismos chiquititos que no duelen; quiere decir que son machismos que son más difíciles de observar, de detectar porque están tan implantados en nuestra cultura, en la norma, y como ocurren a veces dentro de los hogares, es difícil marcarlos”, puntualiza.
Con ánimo más reflexivo que punitivista, Arbit propone, con Privilegiados, un espacio para la autocrítica y la transformación. Y él es el primer convidado que se sirve una taza. “No todos los machistas van a ser femicidas, violadores o personas violentas, pero el machismo es una construcción del mismo sistema violento en el que estamos inmersos. El machista no es Gollum que vive abajo de un puente y es un monstruo: soy yo, es mi amigo, es mi viejo, es mi hermano, es mi primo, somos todos machistas”, remarca. Y cierra con una invitación: “¿Por qué no permitirnos escuchar, dudar de quienes somos y transformarnos? Construyamos otras masculinidades que nos permitan repensarnos, dudar, emocionarnos, que nos permitan escuchar y decir ´che, estaba equivocado’”.
Contactate con Privilegiados en Instagram: @privilegiados_rrss
Hablemos de todo
Esta entrevista forma parte de “Hablemos de todo”, una guía de Fundación La Nación que, a través de una serie de notas periodísticas, se propone profundizar en temáticas que continúan siendo tabú o difíciles de abordar, como abuso sexual en la infancia, violencia de género, educación inclusiva, bullying, trastornos de la alimentación y adicciones. Poner en palabras estas problemáticas sociales es el primer paso para visibilizarlas. El objetivo de este especial es derribar mitos y prejuicios, acercar historias inspiradoras y ofrecer un servicio brindando información útil acerca de dónde pedir asesoramiento o buscar más información.