Un sobreviviente de un intento de suicidio y un familiar de un joven que se quitó la vida reflexionan sobre los temas que expone El Oso, la producción de Star+ que narra el cambio que se produce en la vida de un chef tras el suicidio de su hermano
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A Sebastián le hace bien hablar de su hermano, Juan Pablo. Lo recuerda como el anfitrión perfecto, el que siempre encontraba un motivo para reunir a la familia, cocinar y ver cómo los demás disfrutaban de esos momentos que él fomentaba. Juanpa, como lo llaman, también pintaba mucho y tenía una vida social activa. Fue el primero de los seis hermanos Arce en independizarse en su Córdoba natal a los 17 años, en irse a vivir solo, en viajar, en conseguir trabajo y “darse todos los gustos”.
Sebastián compartió algunos de esos viajes, aquellos en los que notaba algo que siempre estuvo latente: un hermetismo por parte de Juan Pablo, quien en 2014 pateó el tablero, llegó a un acuerdo en la empresa en la que estaba y apostó todo lo que tenía en un emprendimiento de delivery de comida y organización de eventos. El sueño que tanto había planeado, para el que se sentía listo, no prosperó. Cinco meses más tarde, Juan Pablo tuvo que bajar la persiana. “Se enfrentó con una realidad que nunca había pasado en su vida”, le cuenta Sebastián a LA NACION, vía Zoom.
Su hermano tenía 39 años cuando se suicidó, el 2 de junio de 2015, un mes y medio después de cerrar su negocio y después de asistir a dos eventos familiares: un casamiento y el cumpleaños de Sebastián.
“Él siempre fue un misterio para mí. Llegaba a conocerlo, pero hasta cierto punto porque era una persona muy cerrada. Nunca fuimos como esos hermanos amigos. Él era muy hermético, muy callado”, añade Sebastián, quien, a sus 48 años, trabaja en una empresa de tecnología en ciudad de Córdoba.
Semanas atrás, se sentó con su esposa a ver El Oso, la serie de Star+ que tiene como puntapié el cambio que se produce en la vida de su protagonista, el chef Carmy Berzatto (Jeremy Allen White), cuando su hermano Mike (Jon Bernthal) se quita la vida y él regresa a Chicago, más precisamente al microcosmos de su hermano, una tienda de sándwiches de la que se hace cargo con cierta aprensión, pero en cuyo bullicio encuentra el mecanismo que necesita para revestir el dolor.
La ficción aborda la puesta en marcha de ese local gastronómico (con nuevo nombre e impronta) como excusa para hablar de otra reconstrucción: la de Carmy, quien debe asumir la angustia, tratarla en terapia, hablar sobre ella. Solo que él no está acostumbrado a hablar de lo que le pasa porque nunca supo cómo hacerlo, como tampoco Mike, ese hermano al que empieza a conocer cabalmente cuando ya no está.
En Argentina, el 80% de los suicidios registrados en 2021 fueron de varones, según números oficiales del Ministerio de Seguridad de La Nación, que los cataloga como muerte violenta. “La cifra de suicidios de 2022 es de 3.955 casos, aunque todavía no está desglosado por género, pero seguramente la brecha haya aumentado aún más”, pronostica Ariana Villarreal, licenciada en acompañamiento terapéutico y creadora de la cuenta de Instagram Un punto y coma, espacio donde habla de suicidio (su hermano se quitó la vida hace ocho años) y salud mental.
Por su parte, Cintya Castañeda, psicóloga y directora de Empesares, espacio que ofrece grupos de terapia gratuita para sobrevivientes al suicidio de familiares, informa cómo en ese contexto el 98% de las personas que piden ayuda son mujeres y cómo, en los 12 de grupos que coordinan diferentes profesionales, solo hay un hombre participando activamente. Ese hombre es Sebastián.
“En Carmy lo vi a mi hermano”
“Cuando vi El Oso, sentí que el duelo por el suicidio de un hermano estaba bien representado porque te mete dentro de la situación. Verla fue un puñetazo en la cara, porque me sentía un personaje más”, afirma Sebastián. “Entendí esa adrenalina de tener que cumplir con el laburo, esa sensación de pasar por el pánico y la ansiedad, que tiene que ver con el duelo, con eso que uno no entiende, que intenta tapar aunque no se pueda”, añade y comparte la fibra más íntima que le tocó la ficción: “En Carmy lo vi a mi hermano, alguien silencioso, que se guarda cosas, que no expresa, eso me interpeló mucho”.
Si Carmy le recordó a Juanpa, Sebas se sintió identificado con Richie (Ebon Moss-Bachrach), mejor amigo de Mike, “primo” de esa familia en duelo. “Él es más emocional, pero su tristeza se nota en todos los estados de ánimo por los que pasa. El no saber por qué está enojado cuando en realidad sí sabe. so me pasó a mí, mi hermano se acababa de matar y yo no entendía nada, hasta que frené”.
“¿Y ahora qué?”. Sebastián se hizo esa pregunta tras el suicidio de su hermano, que se produjo mientras él se estaba mudando con quien ahora es su esposa. “Empezaron a surgir más preguntas que respuestas: qué pasó, por qué motivo lo hizo, si debí haber puesto más énfasis cuando le dije que no largue todo por el nuevo emprendimiento. Pero sé que esa fue la gota que rebalsó el vaso”, cuenta Sebastián.
“La culpa es lo más frecuente”, explica Castañeda. “El ‘¿Cómo no lo vi?’ es lo que distingue al grupo de padres. En el grupo de hermanos vemos el tema de la invisibilidad, el ‘¿Cómo me voy a poner a llorar yo si mamá perdió a un hijo?’. La familia se rompe y se tiene que rearmar”.
En efecto, Sebastián y sus hermanos se unieron mucho más de lo que ya estaban para cuidar a su madre, Mecha, y luego retomaron sus rutinas, sus trabajos, sus compromisos. La vida siguió. Hasta cierto punto.
“Yo siento que a lo largo de esos años fui tapando el tema. Yo nunca dije que no a terapia, pero me fui desviando para otros lados, cubrí y, como también pasa en El Oso, siempre me mantenía ocupado. Tenía dos trabajos. Con la excusa de no tener tiempo, de no tener plata, no buscaba ayuda. Y así fueron pasando los años”.
Una noche, por una simple casualidad, la pareja de Sebastián se fue de viaje y él se quedó solo. Su cabeza se rebeló contra el mecanismo de defensa de “tapar y cubrir”. Mientras dormía, sintió que una mano lo agarraba. La mano de Juanpa. “Había pasado un año y medio, pero nunca se había dado que yo durmiera solo y en ese momento pensé en por qué carajo me estaba pasando eso. Sentía que me dormía y que se me acercaba alguien, que era él, y que me despertaba. Eso después se aceleró y yo nunca dije ‘Voy a pedir ayuda” sino ‘Lo tengo que resolver solo’. Llegaba la noche y decía ‘¿Me vas a dejar dormir?’”. En 2022, su hermana Belén le contó que estaba en uno de los grupos de Empesares, y finalmente Sebastián pudo participar, además de complementarlo con terapia individual.
“No sabemos que necesitamos ayuda”
Villarreal, que perdió a su hermano Mati por suicidio, alude a la reticencia de los hombres a pedir ayuda. “Nosotros crecimos con esto de ‘No llores que es de nena, el varón tiene que ser fuerte’. Mi viejo perdió a su hijo y recién hace unas semanas se acercó para hablar, ocho años después. Al varón le cuesta mostrarse vulnerable, llorar. Y si bien hay una corriente de algo que quiere cambiar, las cifras no cambian tanto. Los hombres que me hablan en la página son muy pocos, dudan de hacerlo por vergüenza, por ser encasillados como ‘’locos’, por el estigma social”.
En este punto, la licenciada rescata cómo El Oso abrió una conversación sobre el duelo en los varones. “Vemos a un protagonista masculino que está tapando lo que le pasa con responsabilidades, y eso puede estar unido a la culpa, al autocastigo, y esto se percibe en la meta de ‘salvar al restaurante es como salvar a mi hermano’”, explica Villarreal.
Castañeda también menciona “el peso del patriarcado” y arroja una cifra concreta: el 97% de los 92.300 mil usuarios que siguen la página de Empesares son mujeres. “Los familiares sobrevivientes de suicidios que son hombres desaparecen, no quieren hablar del tema, y son muy selectivos con la persona a la que eligen para hablar”, remarca. “En mi caso, no es que no quería terapia, sino que ponía excusas”, cuenta Sebastián. “Yo advertí que no es que no queramos hablar sino que no podemos, no sabemos que necesitamos ayuda, no sabemos por todo lo que se supone que significa ser un varón”.
"En El Oso vemos a un protagonista masculino que está tapando el duelo con responsabilidades, y eso puede estar unido a la culpa, al autocastigo, que lo vemos en la meta de ‘Salvar al restaurante es como salvar a mi hermano’"
Ariana Villarrreal, licenciada en acompañamiento terapéutico, creadora de la página Un punto y coma
No solo los hombres que perdieron a un familiar por suicidio no hablan. Del 80% de los varones que se quitan la vida, la franja más comprometida es la de 14 a 24 años, aquellos que “matan el sufrimiento”, como explica Villarreal.
“Son muy pocos los hombres que me hablan para decirme ‘me pasa esto, necesito ayuda’. Cuando mi hermano tuvo su primer intento de suicidio, se quiso hacer un tatuaje para tapar las heridas, y yo a él nunca lo vi llorar. Hay muchas personas que tienen maldad, que piensan que si no es físico, no hay que respetar lo que le pasa al otro. Todo lo que sucede está vinculado con los tabúes por falta de información y de capacitación sobre salud mental”, enfatiza la licenciada.
“Necesitaba volver a mí”
Adolfo fue violentado sexualmente por su profesor de gimnasia entre 1989 y 1991. Hoy, a sus 45 años, desde Santiago de Chile donde reside y trabaja, habla con LA NACION sobre cómo el no hablar de lo sucedido se fue estirando “en una línea de tiempo” que hizo que todo eclosionara el día en que quiso suicidarse. “La consecuencia cristalizada como problema de salud mental es el día en el que te das cuenta de que hay algo que está mal, pero no terminás de entender hasta que de una forma u otra revienta”, explica.
Adolfo no recuerda detalles de ese día, pero sí que lo encontró su hermano. “Me ve ahorcado e inconsciente y termino internado dos meses en una clínica para pacientes psiquiátricos. Me acompañaban para ir al baño, para dormir, para todo. No tenía acceso al mundo, no elegía nada, estaba completamente entregado, pero no pienso en la internación como un melodrama. La primera semana empecé a apreciar esa paz”, recuerda y le viene a la memoria “Tan lejos”, la canción de No Te Va Gustar que tocaba en ese lugar con su guitarra porque buscaba reconectarse consigo mismo. “Necesitaba volver a mí”, subraya.
Adolfo menciona le película Despertares al hablar de ese momento. “Yo también me desperté en mundo en el que la comida tenía gusto, en donde el sol brillaba, en donde el olor de las flores tenía sentido, y con eso viene la realización de qué hice, qué paso”, añade.
En 2014, varios aspectos de su vida empezaron a desmoronarse, y dos años después se produjo el intento de suicidio. No recuerda el instante mismo, pero sí los momentos previos. “Estaba quemado y no me daba cuenta”, recuerda y añade: “Dormía una hora por día. Uno de los elementos que contribuye al desastre psicobiológico que tenía en mi cabeza era el no descansar. El cuerpo se empieza a desorganizar. En ese conjunto de sensaciones, yo me obligaba a no dormir, buscaba estirar haciendo algo que me satisfaga”.
Adolfo sabía lo que estaba haciendo, pero no contemplaba las consecuencias. “Era consciente de que no quería dormir, pero no sabía lo que estaba generando”, explica. “En ese momento de mi vida iba al choque, como diciendo ‘A mí no me van a joder de vuelta’. Tenía como una persona escondida, una persona triste. Ahora elijo otras batallas”, remarca.
Entre esas batallas, está el hablar de su experiencia, el de escribir. Adolfo terminó un libro que distribuye a personas víctimas de abuso que necesitan sentirse menos solas, y que encuentran en su voz una ayuda necesaria.
“¿Cuánta gente estará necesitando ayuda?”
“Este es un momento difícil”, afirma Castañeda. “En este tema en particular son los hombres los que están más vulnerables”. La psicóloga explica que muchos hombres que se quitan la vida no dan señales, si bien hay personas que tienen determinados “indicadores”. “Si una persona fue víctima de bullying, acoso, abuso, violencia física, sexual o psicológica, maltrato extremo, o estuvo expuesta al dolor físico, entonces requiere que estemos con los ojos abiertos; hay que estar atentos a cualquier persona que haya vivido una situación de la que sintió que no pudo defenderse”, comunica.
Respecto a los sobrevivientes y “la fuerte conexión” que los une, Sebastián alude a una clase específica de dolor, “el dolor que nunca va a tener una respuesta”. Años atrás, él se hacía muchas preguntas. Hoy, Sebastián se para en otro lugar. Habla, verbaliza, se reencuentra con su hermano en las pinturas que él dejó, accede a ese lugar que parecía impenetrable. Habla de Juanpa porque le gusta. Habla de Juanpa y sonríe.
“Cuánta gente estará necesitando ayuda”, reflexiona Sebastián, con su propia experiencia como aval. “De repente puede destaparse la olla cuando uno es grande y en una situación que no es agradable. El compartir con gente que pasó con lo mismo que vos es muy importante, no se puede resolver todo solo. Fue duro al principio estar en un grupo, había una resistencia, pero algo también me decía ‘participá’. Luego empecé a sentir que ya era parte de mi vida el compartir con otras personas”, añade y subraya el rol clave que cumplió su hermana Belén en ese proceso.
“En otro momento, sin ese ejercicio, no hubiese podido, por ejemplo, ver El Oso”. En este presente, la serie le brindó un cierto confort. “Me gustó sentirme parte de ese mundo, el verlo a Juanpa en el protagonista, el poder encontrarlo en su mirada”.
Más información
- Hablemos de suicidio: en esta guía elaborada por Fundación La Nación junto con destacados especialistas, podés encontrar información sobre señales de alerta, cómo acompañar a una persona en riesgo de suicidio, dónde pedir ayuda y mucho más.
- Empesares: nació como una cuenta de Instagram donde Jess Browne compartía sus reflexiones luego de atravesar el suicidio de su hijo Nacho. Hoy son una agrupación que ofrece cursos gratuitos para sobrevivientes al suicidio de un familiar, charlas sobre salud mental y prevención del suicidio, y cuenta con grupos para hermanos, padres y personas en riesgo coordinados por profesionales voluntarios de la salud mental. Para más información, se puede visitar su web o su página de Instagram. Para conocer la campaña que lanzaron en el marco del Día Mundial de la Prevención del Suicidio sobre el impacto de estas muertes, hacé click aquí.
- Fundación Kaleidos junto a FUSA lanzaron la campaña “Es de varón”, que busca visibilizar cómo los roles de género enseñan a los varones a naturalizar conductas que dañan su salud y la de las personas que los rodean, y da información para desarmar los estereotipos que les impiden pedir ayuda. En Argentina, casi el 80% de las personas que se suicidan son varones. Se puede ver la campaña en sus redes redes.
- Los que quedaron: padres y madres que perdieron a un hijo o hija por suicidio. Libro de Apoyo para un duelo consciente y reconstructivo (Dunken). Es un libro escrito por la Dra. en Psicología Silvana A. Savio. Está disponible en Mercado Libre. Consultas: silvanasavio1@gmail.com
Dónde pedir ayuda
- Línea 135: El Centro de Atención al Suicida (CAS) atiende de 8:00 a 0:00 (consultar horarios en la web), de forma anónima, gratuita y voluntaria. La técnica que utiliza es la “escucha activa”, con intervenciones orientadas a que el “consultante” hable. La línea 135 es gratis desde CABA o Gran Buenos Aires; y el (011) 5275-1135 o el 0800 345 1435 son para todo el país.