Qué es la depresión y cómo diferenciarla de otros trastornos
Se trata de una problemática que creció de forma exponencial durante la pandemia y afecta tanto a chicos como grandes; lo que hay que tener en cuenta para identificarla y por qué es clave consultar siempre a un especialista
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El impacto que tuvo la pandemia del Covid-19 en la salud mental de la población fue enorme. Desde el comienzo de la emergencia sanitaria, la dimensión de esta problemática se está volviendo cada vez más evidente: en los consultorios de psiquiatras y psicólogos −tanto de niñas, niños y adolescentes, como de adultos−, las consultas se dispararon y un gran número se vincula a un trastorno en particular: la depresión.
¿De qué hablamos cuando hablamos de depresión? Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas, explica que los trastornos depresivos son trastornos del estado de ánimo y afectan a personas de cualquier edad, condición económica, nivel educativo o cultural. Además, comprenden un grupo de formas clínicas. “Hablamos de depresión como un estado cuando es transitorio y su expresión es circunstancial; también de cuadro depresivo, cuando se manifiesta por un duelo o por algún detonador que implica esa respuesta emocional, mientras que un trastorno depresivo se refiere a una forma persistente de ese estado de ánimo que afecta todas las áreas de una persona y se prolonga durante mucho tiempo”, señala la especialista.
¿Qué tan frecuente es esta problemática? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión afecta a más de 300.000.000 de personas en el mundo y es la principal causa de discapacidad. Por otro lado, un estudio internacional publicado en The Lancet durante el año pasado, reveló que la depresión aumentó un 28% a nivel mundial con la llegada de la crisis sanitaria. En los casos más graves, puede llevar al suicidio, que es el segundo motivo de muerte por causas externas (como los homicidios o los siniestros viales) entre los adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años de la Argentina.
Ignacio Brusco, vicedecano de la Facultad de Medicina de la UBA y director del Departamento de Salud Mental del Clínicas, sostiene que la depresión es una problemática global, un síndrome que tiene como características fundamentales la angustia y la falta de motivación. Distingue entre:
- Depresión mayor o grave: se vincula con trastornos afectivos graves que son repentinos y producen mucha angustia. Suele estar acompañada por una sensación de no tener ganas de vivir. “Otra de sus características es el ritmo diario de la angustia, que generalmente suele ser matutino; es decir, por la mañana es claramente mayor que durante la noche”, sostiene Brusco. Y describe: “Además de un ritmo circadiano (alrededor del día), en este tipo de depresión hay otro ritmo que es circanual: en general, se da más en primavera y en verano, a pesar de lo que uno pensaría que es que cuando sale el sol estas personas mejorarían”.
- Distimia, depresión menor o leve: no trae aparejada grandes angustias y la intensidad de la falta de motivación también es menor que en el caso de la depresión mayor. “Son depresiones más ansiosas que a veces se confunden con trastornos de la ansiedad y que en general son nocturnas: es decir, las personas se angustian más a la noche”, detalla Brusco.
Sobre la distimia, Guillermo Thomas, jefe de sección de Psicología Clínica de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano, agrega: “Es mucho más frecuente que la depresión grave y se da, por ejemplo, en una persona que venía con un estado anímico determinado y que empieza a caer imperceptiblemente: los demás pueden no advertirlo o hacerlo a lo largo de las semanas. Hay padres o madres que dicen: ‘Este chico ya no es el mismo de antes’”. En ese sentido, marca una diferencia: “Cuando hablamos de depresión grave, en cambio, nos referimos a una persona que venía con un determinado estado de ánimo y de golpe uno ve una caída abrupta: no quiere salir de la cama, se encierra, deja de disfrutar, de comer, aparecen problemas en el sueño, entre otros.”
¿Hay personas que son más vulnerables que otras a desarrollar una depresión? Brusco explica que sí, y que esto depende de factores culturales, sociales, idiosincráticos y genéticos. “Tener familiares con depresión aumenta mucho el riesgo. Al mismo tiempo que hay personas vulnerables por haber padecido traumas vitales importantes −detalla el médico, que además es especialista en neurociencia cognitiva− Sin embargo, puede haber personas que no hayan atravesado ningún trauma vital pero que desencadenen una depresión por una cuestión biológica en algún momento de la vida, que puede relacionarse con la edad, cambios hormonales o medicamentos, por ejemplo”.
Entre las personalidades más vulnerables, Thomas dice que se encuentran aquellas que son “muy autoexigentes”, que están muy bien mientras les va bien en la vida, pero cuando las cosas no son como ellos planificaron empiezan a sentirse deprimidos. Y agrega: “En general, detrás de cada depresión, lo que hay es una pérdida, sea algo real, como un trabajo, la salud o un ser querido, o algo imaginario: yo me creía el rey de la batata, las circunstancias me hicieron dar cuenta que no lo soy y me deprimo. Ahí hablaríamos más de una depresión más narcisista”.
En todos los casos, esta problemática de salud mental incluye un abanico de síntomas que van desde la tristeza hasta la pérdida de motivación, el insomnio o las alteraciones en la conducta alimentaria. Los especialistas subrayan que no hay que subestimar las señales de alerta y que es clave consultar a un profesional para poder intervenir a tiempo. “El gran riesgo que tienen estos cuadros depresivos es el padecimiento y las ideas de suicidio que no es infrecuente que aparezcan”, advierte Thomas.
Lo que no es depresión
Para los especialistas, es importante diferenciar la depresión de otras cuestiones que no lo son. Por ejemplo, Brusco advierte que hay personas que presentan apatía o falta de motivación, pero sin una angustia intensa (que es lo característico de la depresión mayor). Esto puede ocurrir por distintos motivos: desde estar cansados de la pandemia hasta atravesar una separación. “Lo que más tienen es falta de motivación y ahí intervienen un montón de variantes. Algo que puede hacerse en Internet es el Test de Beck de depresión, que es autoadministrado y muy interesante porque marca todas las pautas de motivación en expresiones de la vida: por ejemplo, si disminuyó el apetito sexual, los gustos por realizar hobbies, las relaciones sociales o las ganas de trabajar. Sirve para que muchas veces la gente se acerque a la consulta, que es fundamental”, señala el vicedecano de la Facultad de Medicina de la UBA.
El médico explica que también suele confundirse la depresión grave con los trastornos de ansiedad con angustia, como las fobias, la ansiedad generalizada (preocuparse por todo), el trastorno obsesivo compulsivo (preocuparse por cosas específicas) o los ataques de pánico. Sin embargo, en estos casos los tratamientos son diferentes. “Otra confusión que suele darse con los adultos mayores cuando presentan apatía, pero sin angustia. Se da fundamentalmente en personas con trastornos cognitivos como el Alzheimer: se preocupan poco por todos y cambian la forma de ser, pero no hay que confundirlos”, diferencia Brusco.
En síntesis, las y los especialistas consideran que no sólo es necesario tomar conciencia del enorme alcance que tiene la depresión, sino que también es clave poder identificarla para actuar a tiempo. Derribar los estigmas que siguen arraigados entorno a esta problemática y entender que siempre es importante acudir a la consulta con un especialista, es fundamental. “Es como el Covid: le puede tocar a cualquiera”, concluye Thomas.
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de “Hablemos de depresión” una guía de Fundación La Nación que incluye las voces y las recomendaciones de algunos de las y los principales referentes en esta temática de la Argentina, así como testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil. Contó con la curaduría de Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas.