Federico comenzó con su adicción a los 20 años. Se gastaba el sueldo entero en una noche y el celular se convirtió en su “arma letal”. La compulsión a las apuestas en sitios web es una forma de ludopatía que suele pasar desapercibida pero que está en aumento. Los afectados suelen ser varones jóvenes de clase media que saben de fútbol.
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Para Federico, todo empezó como un “hobby”. En aquel tiempo tenía 20 años y trabajaba en un gimnasio. Además, jugaba al fútbol y estudiaba el profesorado en educación física. Cuando le hablaron de un bar “que levantaba apuestas deportivas”, le pareció interesante y, como le quedaba cerca del trabajo, fue. De esas primeras veces, se acuerda que ganó y se sintió con suerte. Siguió yendo y, poco a poco, “la distracción” inicial comenzó a convertirse en algo denso.
“Había pocas páginas de Internet que se dedicaban a las apuestas deportivas, pero cuando se empezaron a volver conocidas, me volqué a lo online. Siempre me gustaron los deportes y eso le daba un plus: saber del tema más que otras personas”, cuenta Federico, que ahora tiene 32 años y cuyo nombre fue cambiado en esta nota para preservar su identidad. Arrancó apostando a los deportes tradicionales, como el fútbol, el básquet o el vóley. “Después, a cualquier cosa. Como en una época trabajaba de noche y a esa hora en la Argentina no se jugaba nada, empecé viendo deportes en otros países, como China o Corea, y apostaba hasta en el ping pong, imaginate”, describe el joven.
La facilidad de poder apostar con un solo click y desde donde estuviera, agudizó cada vez más la problemática: “El celular se convirtió en mi arma letal. Vivía pendiente del teléfono y llegué a gastarme el sueldo entero en una noche desbocada”, dice Federico.
Lo que siguió fue una vorágine que incluyó el derrotero por prestamistas a los que hacía malabares para pagarles (llegando hasta ser amenazado por uno de ellos), el cimbronazo en los vínculos afectivos, sentir que había llegado a un punto sin retorno; y un espiral de noches en las que no lograba pegar un ojo.
“El teléfono me sonaba a cada rato: era gente que me pedía que le devolviera la plata”, recuerda. Hoy, hace un año y medio que no juega. Pero llegar a este punto no fue nada fácil: “Me costó mucho entender que tenía una enfermedad”, asegura el joven.
Una compulsión que ahora encuentra tentaciones locales
La adicción a las apuestas deportivas online es un fenómeno que, según los especialistas, fue creciendo de forma silenciosa en el último tiempo, tomando un envión durante la pandemia de Covid-19. Con el aislamiento social y obligatorio, el acceso rápido y desde la comodidad del hogar a los sitios web que ofrecen la posibilidad de apostarle prácticamente a cualquier disciplina, fue un condimento importante.
Si bien la tendencia comenzó con fuerza años atrás en países como España, en la Argentina está despegando. En las camisetas de los equipos de fútbol local, el lugar que tradicionalmente ocuparon los bancos, las automotrices y las cervezas como sponsors, está siendo desplazado, entre otros, por logos de sitios que se dedican a las apuestas deportivas.
De hecho, recién a fines de 2021 este negocio se habilitó en la ciudad de Buenos Aires y el territorio bonaerense, que se sumaron a otras provincias donde ya eran legales. De esa forma, jugadores como Federico, que habían dado sus primeros pasos en plataformas del exterior, se fueron volcando a las que operaban en territorio nacional.
Sobre el perfil de quienes suelen verse afectados por la adicción a las apuestas deportivas digitales, Débora Blanca, psicóloga, especialista en ludopatía y autora de tres libros sobre esta problemática, explica: “En general, se da en varones jóvenes, muchas veces universitarios, con cierto poder económico, a quienes les gusta y saben de deportes. Esa es una diferencia con respecto a la ruleta o las maquinitas: cuando saben de fútbol se enganchan pensando que desde el conocimiento van a poder ganar y resulta que después empiezan a perder el control”.
Blanca, que además es directora de la organización Lazos en Juego, señala con preocupación que esta tendencia “es lo que se viene”. Entre los grupos vulnerables, dice que muchas veces hay exdeportistas que proyectaban una carrera que quedó trunca, por ejemplo por una lesión, y que encuentran en las apuestas “una especie de sustituto que los vuelven a conectar con el deporte y, además, con la posibilidad de ganar dinero”.
“Un apostador nunca se retira”
Federico vive en la zona sur del conurbano bonaerense. Se crio en una familia de clase media, siempre trabajó y estudió. Cuenta que arrancó apostando “unos pesitos”, pero que su adicción se fue intensificando con el paso del tiempo, cuando iba ganando poder adquisitivo y se abrían las posibilidades, por ejemplo, de recurrir a préstamos.
Se recuerda en aquel bar donde empezó todo, acodado a la barra. Las apuestas eran clandestinas y tenía que completar una planilla con los partidos destacados de esa semana, marcando los resultados que, pensaba, tendría tal o cual equipo. Dejaba la plata, le daban un vale y, en caso de ganar, pasaba a retirarla. Pero todo se volvió mucho más sencillo cuando descubrir los sitios web.
“Algunos equipos de fútbol tenían en la camiseta el nombre de una entidad de apuestas deportivas muy conocida. Me metí a la página y empecé ahí”, detalla Federico. Y agrega: “Llegó un momento en el que quería apostar a cualquier cosa: terminaba un partido y tenía que apostarle a otro, no podía dejar ni un huequito libre”.
Las posibilidades que ofrecen los sitios de apuestas deportivas son ilimitadas. En el fútbol, por poner solo un ejemplo (se puede apostar casi a cualquier deporte). Lo “clásico” es jugarle al ganador o perdedor. Pero a partir de ahí se abre un abanico de opciones: cuál será el resultado, cuántos corneres habrá, si sacarán tarjetas amarillas, si al comienzo del partido la pelota se irá a un lateral o si habrá una falta. Mientras más específica la apuesta, mayores son los montos en juego. “Hoy estaba viendo un partido de mi equipo de fútbol y en los 15 minutos del entretiempo, apareció cinco veces la publicidad de esos sitios”, señala Federico.
Él vivía con el celular en la mano, pendiente de los resultados de los partidos. No tenía ganas de nada. Estaba irritable, de mal humor. Dejó la carrera de educación física y empezó kinesiología, pero también la abandonó. A veces, en vez de ir a cursar, se quedaba en un café apostando desde el teléfono. “Mi cerebro estaba descontrolado. Cuando me juntaba con mis amigos, estaba todo el tiempo con el celular, re disperso. Estaba 100% comprometido con las apuestas y me perdí un montón de cosas”, se lamenta.
Cuando ganaba, nunca podía retirarse y volvía a jugarlo todo. “Un apostador no deja de apostar nunca −resume Federico−. Uno no se da cuenta, pero estás enceguecido por el juego”. Cuando se quedó sin plata propia, empezó a pedir prestado. Primero, a sus amigos; después, a conocidos. Hasta que llegaron los prestamistas.
“Estaba tan mal que le pedí a gente que te puede apurar. Agradezco que nunca me pasó nada, pero uno llegó a mandarme una foto de la puerta de mi casa y a decirme: ‘Sé dónde vivís’. Eso hacía que yo le pidiese, a su vez, a otra persona para cubrir a ese que me estaba apurando”, sostiene el joven.
Vislumbrar la salida
Blanca explica que, al igual que sucede con otras formas de ludopatía, quienes tienen una adicción a las apuestas deportivas online necesitan hacerlo “de forma compulsiva y patológica”. “Siempre es alguien al que algo le pasa y encuentra en el acto de apostar un quita penas, una especie de salvavidas de plomo: en ese momento por ahí le saca el dolor, la angustia, el vacío, pero después, se hunde”, asegura.
En esa línea, Adriano Vottero, psicólogo y coordinador del Centro de Prevención y Asistencia de la Ludopatía sede Avellaneda, suma que este tipo de adicción siempre es más complicada de detectar, ya que suele verse menos que otras y recién empieza a notarse cuando arrancan los problemas económicos serios.
“Al ser online, ni siquiera pasa como con el bingo, donde los jugadores suelen volver a su casa con mucho olor a cigarrillo y eso le da una pauta a las familias”, advierte. En el caso del centro que coordina, ante la baja en la edad de consultas vinculadas con los juegos y apuestas online, están trabajando para modificar su normativa y poder recibir a adolescentes, ya que hasta ahora sólo atendían a mayores de 18 años.
Una adicción que empezó en un Mundial
Ignacio, que hoy tiene 56 años, hizo su tratamiento en ese espacio. En su caso, puede identificar el comienzo de la adicción a las apuestas deportivas en el Mundial 2010. Tenía 44 y nunca había jugado de forma online a nada. Cuando llegó a la Argentina una reconocida empresa de apuestas deportivas, se hizo una cuenta en la que cargaba 50 o 100 pesos. “Empecé por divertimento, pero a medida que vas jugando se vuelve muy, pero muy activo. Del fútbol pasé a otros deportes: tenés millones de posibilidades”, detalla Ignacio (su nombre también fue modificado, a pedido suyo, en este artículo).
En 2015 o 2016, empezó a jugar más fuerte. Como aquella empresa se había ido de la Argentina, apostaba en dólares en páginas de países como Inglaterra o Suecia. “Era muy sencillo, porque incluso te daban la posibilidad de traducir todo. Llegué a ganar 13.000 dólares y ahí dije: ‘No juego más’. Pero nada de eso pasó. Perdí todo en un día”, cuenta Ignacio, que vive con su esposa y tiene dos hijas.
En ese momento, Ignacio ya trabajaba como encargado en una fábrica y hacía las apuestas con sus tarjetas de crédito. La deuda se hizo enorme. Le pidió plata a familiares y fue tapando huecos, hasta que volvía a endeudarse. “No dormís. No comés. Vas hecho una piltrafa al laburo. No querés salir de tu casa”, cuenta sobre esos años de vorágine. En 2018, pidió ayuda y llegó al centro de Avellaneda en marzo de ese año.
Volviendo a Federico, al igual que Ignacio, asegura que sin el apoyo incondicional de su familia, amistades y de su pareja (con quien está hace cinco años), hubiese sido imposible empezar a vislumbrar una salida. Con la ayuda de su novia (quien le dijo: “Yo sola no puedo ayudarte”), encontró por Internet el centro de Avellaneda. Ese espacio al que se acercó para una primera entrevista junto a su mamá, en 2019, fue fundamental en su proceso de recuperación, que continúa hasta hoy. “Te das cuenta de que no sos el único y vas aprendiendo un montón de herramientas para empezar a salir adelante”, dice Federico, que además está en tratamiento con un psiquiatra al que ve una vez por mes.
Actualmente, Federico e Ignacio (quien hace unos meses recibió el alta) no manejan dinero, sino que sus parejas se ocupan de administrar sus cuentas bancarias. Durante un tiempo, además, dejaron el celular. “La ludopatía es una enfermedad que no tiene cura. Cada día que me levanto digo: ‘Un día más sin jugar’”, dice Ignacio.
Lo que ambos le dirían a quien esté atravesando este tipo de adicción, es que pida ayuda. “Hay que hablar, no guardarse las cosas”, resume Federico. No es fácil, aseguran: hay que vencer la culpa, la vergüenza y el temor a sentirse juzgado. Pero con acompañamiento, salir es posible. “Solo no se puede”, concluye Ignacio.
Más información
Estás son algunas señales de alerta que enumera Débora Blanca, y que pueden indicarnos que una persona está atravesando una adicción a las apuestas online:
- Apuestan a cualquier deporte: muchas veces, empiezan por el fútbol, pero los jugadores compulsivos continúan con otras disciplinas.
- No pueden controlarse: aunque le pongan voluntad, cada vez que pierden o ganan, siguen jugando. “Juegan para perder. Esto parece una contradicción, porque el sentido común dice que uno siempre hace algo para ganar. Sin embargo, en la ludopatía queda claro que el adicto juega hasta que pierde todo. Si jugara para ganar, sería un jugador social”, señala Blanca.
- No logran concentrarse en otras actividades: pierden interés por cosas que antes les daban placer.
- Se vuelven más solitarios: poco a poco, comienzan a aislarse de la familia o amigos.
- Tienen vaivenes en el manejo del dinero: cuando no tienen dinero a pesar de trabajar, los argumentos son variados: robos, atrasos por parte del empleador, préstamos dados a algún amigo o familiar. En el caso de los más jóvenes, los padres suelen ver en sus tarjetas de crédito movimientos que ellos no realizaron, y terminan descubriendo que sus hijos las usaron sin autorización.
- Presentan inestabilidad emocional: irritabilidad, ira, tristeza, desgano, desconcentración, insomnio, ansiedad, abulia.
- Utilizan relatos que se contradicen, mentiras y engaños que comienzan a hacerse más visibles.
Dónde pedir ayuda
Lazos en juego: en su web hay información útil para quienes atraviesan estas problemáticas o sus familias. También están en Instagram.
Centro de Prevención y Asistencia de la Ludopatía sede Avellaneda: forma parte del Programa de Prevención y Asistencia al Juego Compulsivo de la Provincia de Buenos Aires, una iniciativa que surgió en 2005 y que cuenta con otros centros en Bahía Blanca, La Plata, Mar del Plata, Morón, Necochea, Olavarría, Pergamino, Tandil y Vicente López. En Avellaneda, funciona desde 2007 en Mitre 2071. Se puede llamar de 9 a 17 al 4265-0080 o al 4203-2161. Para información sobre todos los centros, comunicarse los siete días de la semana, las 24 horas, al 0800-4444-4000. “Son grupos terapéuticos, no de autoayuda. Es decir, siempre están coordinados por un profesional”, explica Vottero. Actualmente, en Avellaneda tienen unos 200 pacientes y también disponen de espacios para familiares.