Gerard Mallon: “Trabajar con jóvenes LGTBQ+ requiere mucha contención y respeto”
Ser niño o adolescente gay, bisexual o transgénero no demanda, de los adultos, recursos extraordinarios. Tampoco competencias muy diferentes a las que requiere el resto de los adolescentes. Apenas bastante flexibilidad y, sobre todo, respeto. Eso es lo que cree Gerard Mallon, investigador y docente norteamericano, quien lleva más de cuatro décadas comprometido con la protección de los derechos de niños y adolescentes que viven sin cuidados parentales, en los diferentes tipos de hogares de los Estados Unidos.
La investigación académica y el trabajo de campo durante más de cuarenta años llevó a Mallon a concluir que la sexualidad adolescente continúa siendo un tabú en muchísimas instituciones, a pesar de todos los avances a nivel mundial en cuestiones de género. En nuestro país, la situación de niños, niñas y adolescentes LGTBQ+ es un enigma, aunque comienzan a tener espacio algunas iniciativas que apuestan por la inclusión. De hecho, a principios de este año comenzó a funcionar en La Plata la primera escuela primaria para estudiantes trans.
–Las instituciones que trabajan con niños y adolescentes ¿cuentan con la flexibilidad necesaria para adaptarse a los nuevos tiempos?
–Pienso que en todas las organizaciones que trabajan con niños, ya sean escuelas, hospitales u hogares, no hay muchos profesionales que tengan experiencia y trabajen de forma competente para adaptarse a los tiempos y trabajar, por ejemplo, con población LGTBQ+. Hay leyes, pero la práctica no refleja el espíritu de esas leyes. Cuando se trabaja con niñas y niños LGTBQ+ no se requieren recursos completamente diferentes, lo que se requiere es contención, respeto, trabajo con la familia, confidencialidad algunas veces. En definitiva, la presencia de alguien que le diga: "No te preocupes, cuando tengas algún problema, podés hablar conmigo. Yo voy a escucharte sin juzgarte".
–¿Las organizaciones cuentan con profesionales debidamente capacitados en cuestiones de género y sexualidad?
–Algunas organizaciones cuentan con trabajadores preparados, pero muchísimas organizaciones no saben mucho. En muchas instituciones, la sexualidad adolescente es tabú. Pero todo adolescente tiene una identidad sexual. Es natural. Del total de los adolescentes, se supone que un 10% tiene una identificación homosexual. Estos muchachos y muchachas están en riesgo si tienen que vivirla en secreto.
–¿Cuáles son esos riesgos?
–Al vivir su identidad en forma aislada, piensan que nadie en el mundo es como ellos. Y eso es horrible para un muchacho o muchacha. Viven una vida falsa, marcada por la mentira. Sienten que tienen que esconderse permanentemente, sin poder hablar con su familia o sus maestros. A veces, ni siquiera con sus amigos. El nivel de estrés es tremendo. Cuando se tiene una vida tan poco auténtica, a menudo se siente que no vale la pena vivir. Todo esto les genera depresión y ansiedad y esto, con el tiempo, trae consecuencias. También es terrible cuando los chicos no están preparados para hablar con sus padres y son descubiertos.
–Debe de ser una situación muy violenta…
–Para los chicos, la confianza y la propia seguridad es lo más importante. Una cosa es que un muchacho diga que quiere hablar con su familia. Otra es que lo descubran. Y aún cuando quieren hablar, conviene previamente saber cómo es el escenario familiar: si hay otros miembros LGTBQ+, saber si los padres, abuelos y otros hermanos son de mente abierta o no, cómo es la cultura familiar. En cualquier caso, conviene no improvisar. Practicar previamente, y no descartar que sea otra persona la que hable con la familia, sobre todo cuando se supone que van a necesitar apoyo. Y eso hay que tenerlo en cuenta. No es salir del clóset y nada más, hay que pensar en la familia. A veces todo el mundo sabe que ese muchacho es gay, pero la mamá no lo sabe o no lo quiere saber.
–¿Qué ocurre en el caso de identidades transgénero?
–Con los muchachos y muchachas transgénero es más difícil, porque no dicen: "Soy diferente". Dicen: "Tengo un género diferente". Por ejemplo, "Soy una chica", cuando los padres lo sintieron toda su vida como un chico. Es más complejo, los padres necesitan más apoyo. Pero hay que darles la oportunidad de aprender.
–¿Qué recomendaciones le daría a una institución que trabaja con adolescentes?
–Les diría que cuando un joven revele su identidad LGTBQ+, se debe responder de manera positiva y ofrecer apoyo. Dejarle en claro que pueden contar con uno. Respetar su privacidad. Permitir que él o ella decida cuándo quiere salir del clóset y frente a quién. Dejar en claro ante todos que no se toleran insultos o chistes basados en género, expresión de identidad de género u orientación sexual. Y bajo ninguna circunstancia se debe obligar o alentar que un joven LGTBQ+ haga una terapia de conversión, porque la conversión no es posible. Sin embargo todavía hoy mucha gente que equipara este tema con la adicción a las drogas. Este es un problema serio en todo el mundo. Por último, buscar recursos y apoyo si se siente la necesidad de profundizar la comprensión en estos temas, porque todo el mundo necesita aprender.
–¿Qué pasa en las instituciones con chicos y chicas transgénero?
–Es muy difícil encontrar casos de instituciones que no basen toda su organización sobre el sexo biológico de los chicos y chicas. En Nueva York, cuando los jóvenes quieren vivir según el género que sienten que los define, es posible. Muchos quieren aplicarse hormonas. Yo no tengo problemas, pero es algo que tiene que definirlo un médico. Es complicado pero no imposible. Lo importante es que el sistema tenga flexibilidad para adaptarse.
–¿Cuándo comenzó a trabajar con adolescencias LGTBQ+?
–Hace más o menos cuarenta años. Yo estaba encargado de un hogar para jóvenes en Nueva York. En ese hogar había muchos jóvenes gays y bisexuales pero todo se vivía en una atmósfera de mucha comodidad. Yo nunca había visto algo así. Los trabajadores ahí trataban a todo el mundo de la misma manera. Cuando empecé a trabajar en mi doctorado, quise investigar más sobre la situación de niños y adolescentes LGTBQ+ en hogares.
–¿Se le presta la debida atención a este tema?
–No. Hay un estigma en torno de la homosexualidad. Pero de lo que se trata aquí es de proteger a los niños. Lamentablemente, a veces las instituciones focalizan excesivamente en la sexualidad y eso termina rodeando a todo este tema con un halo de peligro. A partir del #Metoo se está cambiando la manera de abordar estos temas. A veces las instituciones tienen miedo. Entonces prefieren negarlo y no hacer nada.
–¿Cuál es la ciudad norteamericana que mejor trabaja en este tema?
–Pienso que Nueva York. También California tiene mucha experiencia, pero el país es mucho más grande que Nueva York y California. No es que no haya problemas en Nueva York. Todas las semanas alguien me llama porque surgen situaciones que hay que resolver.
–¿Cómo se maneja esta situación en otros países del mundo?
–Yo trabajé en Holanda, Noruega, Inglaterra y un poco en España. Hay unos pocos profesores que continúan, tomando como base mi investigación. Hablamos de algo que ocurre en todo el mundo, pero no hay muchas investigaciones, al menos que yo sepa. De todas maneras, el interés académico no deja de crecer. Hace 30 años no había nadie investigando estos temas.
Crecer sin estigmas
Un número incierto
En el país se estima que unos 10.000 niños y adolescentes viven en hogares para chicos sin cuidados parentales. Se desconoce cuántos son gays o trans.
ONG que acompañan
La asociación civil Doncel acompaña a los adolescentes que egresan de hogares estatales (www.doncel.org.ar). La Federación Argentina LGBT cuenta con un área especializada (www.falgbt.org). La Asociación Civil Infancias libres también trabaja esta temática (www.facebook.com/infanciaslibres).
También en los hospitales
El hospital Durand cuenta con el Grupo de Atención a Personas Transgénero (GAPET); y en el Hospital Elizalde también hay un equipo especializado.