Fueron familia de tránsito y ahora construyen un hogar para niños y niñas sin cuidados parentales: “Con un poco más de ayuda, en marzo lo abrimos”
Sofía Paz y Hernán Álvarez son un matrimonio que durante varios años albergaron chicos en su casa; como conocen la necesidad de que haya más lugares de cuidado, empezaron a construir en Don Torcuato un espacio para 20 niños de 0 a 8 años; para poder terminarlo necesitan apoyo económico y voluntarios que quieran donar su tiempo
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“Yo tenía simplemente un gran deseo. Pero no tenía casa, no tenía plata, no tenía nada. Lo que no me faltaba era ese deseo muy fuerte”, asegura Sofía Paz, una psicóloga social que durante muchos años y junto a su familia hicieron de su casa un hogar de tránsito para chicos y chicas sin cuidados parentales.
En Don Torcuato, la localidad bonaerense de la Sofía es vecina, ese “deseo” se materializó en un proyecto de vida bajo el nombre de “Una posta en el camino”. Se trata de un futuro hogar convivencial en el que podrán vivir unos 20 niños y niñas de 0 a 8 años que, tras pasar por distintas violencias o tienen derechos vulnerados, son separados de sus familias. Esos chicos y chicas estarán en ese espacio hasta que se resuelva su situación: es decir, si regresan con su familia de origen o ampliada (tíos o abuelos, por ejemplo) o son declarados en situación de adoptabilidad.
El hogar, en la última etapa de reformas, estará ubicado en una casona que había sido jardín de infantes, luego centro de estimulación temprana y, por último, un estudio de danza para niños. En el parque de los casi 1200 metros cuadrados que ocupa el terreno, Sofía habla con LA NACIÓN y está acompañada por su marido Hernán Álvarez, el arquitecto a cargo del emprendimiento. De fondo, los albañiles arman la mezcla, colocan materiales donados y pican paredes.
“Vamos a construir dormitorios para que entren mínimamente cuatro chicos por dormitorio. Tendremos cuatro dormitorios de un lado y otro más del lado opuesto de la casa, que será para los bebés”, describe Hernán. “Todo el mundo en Don Torcuato sabía que estábamos buscando una casa. Hasta que un día me llamó una vecina que conocía a la dueña de esta casona, le conté el proyecto y acordamos un alquiler por 18 meses con opción a compra”, agrega Sofía. “A mí me donaron una casa y la tenemos en venta. Cuando se venda, ese dinero nos servirá para comprar, a nombre de la sociedad civil que creamos, la propiedad donde estará el hogar”, completa.
Como señala un informe de las licenciadas en psicología e investigadoras Laura Virga y Nazarena Suarez, de la UBA, “los hogares convivenciales son lugares de residencia socioeducativos, de puertas abiertas, que aseguran el cuidado del crecimiento y desarrollo integral de las niñas, los niños y los adolescentes alojados, conforme a su nivel evolutivo. Brindan atención integral personalizada garantizando las condiciones para la restitución del pleno ejercicio de sus derechos”.
Sofía y Hernán cuentan que lo más difícil fue obtener la figura legal para ser reconocidos como hogar convivencial. “Debimos constituir una asociación civil sin fines de lucro, pero fue muy difícil.
De acuerdo a un relevamiento de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia de la Nación (Senaf) y Unicef, en la Argentina hay 9.154 menores privados de cuidados parentales, de los cuales 2.199 tienen su situación de adoptabilidad decretada. Del total de chicos, el 88% (8.588) están en hogares u otras instituciones y el 12% (1.166) se encuentra en familias de acogimiento, solidarias o de tránsito (su nombre varía de acuerdo a cada jurisdicción).
Fabiana Alejandra Isa es psicóloga, docente de la UBA y se ha dedicado a estudiar las problemáticas y soluciones en cuanto a infancia y adopción. Según ella, existen dos poblaciones bajo este tipo de circunstancias. “Por un lado, los bebés, cuya adopción tiende a ser más buscada. Pero, por otro lado, están los niños más grandes expuestos a situaciones de abuso, maltrato y abandono cuya adopción se torna más compleja. Que ese niño entré a una familia saludable y bien plantada por añadidura es sanador, ya que la abre la posibilidad que no todo padre y madre daña”.
“Hay muchos matrimonios que están 10 años para adoptar y después quedan muchos niños sin familias. Esto está directamente ligado a los tiempos de la Justicia, que no acompaña los tiempos de crecimiento de los chicos. La mayoría de los padres que buscan adoptar quieren bebés de menos de un año. La adopción cae abruptamente cuando ya tienen 4 o 5 años”, expone Sofía.
Según los últimos datos de la Dirección Nacional del Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (Dnrua), hay 2354 legajos de personas y parejas inscriptas para adoptar en el país. De ellos, casi el 90% están dispuestas a ahijar a pequeños de hasta tres años
Isa añade: “A veces no hay postulantes para un niño más grande. Además, en el caso de las familias de tránsito, la ley pone plazo 180 días de máxima que muchas veces no se cumple y un niño no puede crecer en una familia de tránsito”, indica. La especialista, además, explica que una familia que falla “históricamente no es por situaciones socioeconómicas sino en el 90% de los casos por adultos negligentes, consumidores, violentos”.
La experiencia previa como familia de tránsito
Hernán cuenta que la idea del hogar fue de Sofía, quien de adolescente tuvo como punto de partida ser modista, algo que con el correr del tiempo entrelazó con “lo social”, que se convertiría en su mayor vocación. “En los 2000, me puse a dar talleres textiles con movimientos piqueteros en La Matanza, luego en fundaciones con niños, y finalmente trabajé ocho años en el hogar Familias de Esperanza, de San Isidro. Por eso conozco la problemática de la falta de hogares”, remarca. Por entonces, comenzaron a barajar la posibilidad de ser una familia de tránsito para chicos y chicas en proceso de adopción o restitución.
Fueron hasta ocho chicos los que alojaron en su hogar, entre ellos, dos niñas con síndrome de Down. “Nuestros hijos se criaron con chicos que venían y se iban”, cuentan. Sin embargo, Sofía se emociona de forma especial al recordar a Damián, el primero de todos y cuyo desenlace los marcó para siempre. “Venía de un barrio de San Isidro. Nos veíamos los fines de semana. Una noche nos despertamos con dos llamadas perdidas suyas hasta que nos enteramos de que lo habían matado durante la madrugada en medio de una pelea de bandas”, expresa entre lágrimas.
El rol del vínculo de las familias de acogimiento, coinciden los especialistas, es el de un puente: deben colaborar ya sea para que las niñas y los niños puedan revincularse con sus familias de origen o ampliadas (como tíos o abuelos, que es lo que pasa en la mayoría de los casos) o bien acompañarlos para su inclusión en una nueva familia por medio de la adopción. “Algún significado tuvo nuestra compañía para Damián, pudimos establecer una relación con su madre y lejos de alejarnos, reafirmó nuestra tarea”, reflexiona Hernán.
La cuenta regresiva para abrir
El Ministerio de Desarrollo Social, a través de la Dirección de la Niñez, es el brazo del Estado que trabaja sobre este tipo de establecimientos, en cuyos convenios –además de otorgar certificaciones– se hace cargo del 30 % del financiamiento. Aunque la búsqueda de patrocinadores privados es otra de las patas, Hernán y Sofía destacan la caridad y el compromiso social que tuvieron. “Lo que más nos llamó la atención fueron las donaciones de gente y comercios que se comprometen. Todo el tiempo estamos recibiendo materiales nuevos o para reutilizar”, agradecen.
En cuanto a plazos de apertura, Sofía tiene una meta ambiciosa. “Yo quiero en marzo tener este hogar abierto”, dice esperanzada, aunque también admite que falta muy poco para marzo: “Con un poco más de ayuda, en marzo lo abrimos”. Hernán, por su parte, es más cauto. “Hay mucho para romper y volver a hacer”, indica. “Queremos ser el mejor hogar posible, pretendemos que estos chicos vivan en un lugar con dignidad”, justifica y anticipa que “ya hay un equipo de 10 profesionales, como trabajadores sociales y psicopedagogos”.
La restitución de derechos de los niños bajo resguardo, recomienda Fabiana Alejandra Isa, “no solo hay que pensarla en cuanto a la biología, sino en función de adultos empáticos, preparados, disponibles para cuidar amorosamente, y capacitados para el acceso a la recuperación”. Para Sofía, en el hogar “se construirá una identidad de cuidado, una manera particular de recibir a los chicos”.
Un proyecto con el sello del compromiso social
Para el encuentro con LA NACIÓN, Sofía decidió convocar a sus padres, a dos de sus hermanos y a uno de sus sobrinos, todos con tradición en la acción social. Ya sea en el campo, donde se criaron o en fundaciones u organizaciones. Bautista y Beltrán, los hijos que tuvo con Hernán, por su parte, no pudieron asistir. Uno vive en el exterior y otro trabajaba, pero ambos también han sido pilares en el proyecto de sus padres. Primero, al aceptar el desafío de convertirse en familia de tránsito y luego a la hora de comenzar a diagramar la construcción de Una posta en el camino.
En paralelo, destacan, que la comunidad ha tenido un rol central en el avance de las obras. Desde los vecinos del complejo, que dieron el visto bueno para que allí funcione el hogar convivencial, requisito que por sus características exige la Municipalidad para habilitarlo, hasta la comunidad local en general. Ni bien dieron el puntapié inicial, Sofía y Hernán han recibido donaciones constantes de materiales de construcción, muebles y demás equipamientos necesarios, ya sean nuevos o reciclados.
“De entrada, ni la inmobiliaria ni la dueña nos cobraron el depósito ni ninguno de los trámites administrativos. Después, para dar un ejemplo, uno de los baños fue construido a partir de las donaciones de seis personas que no se conocían entre sí: la canilla una, el bidet e inodoro otra, el marido de una amiga hizo los trabajos de albañilería, la bacha otra persona más y así”, dice Sofía. “La mesada de la cocina la armamos de 7 metros con tres mármoles donados”, agrega Hernán. “Tratamos de ser muy respetuosos en esto, demostrar todo lo que hacemos, ser transparentes y de agradecer”, cierran.
Cómo colaborar
Hay varias formas de acompañar a Sofía y Hernán y la flamante asociación Una Posta en el Camino con el objetivo de que el hogar esté terminado lo más pronto posible:
- Donación materiales. Todavía necesitan comprar chapas, varias canillas y placas de yeso. Pueden ponerse en contacto por mail a unapostaenelcamino@gmail.com
- Donaciones económicas. Tienen cuentas pendientes con algunos de los contratistas que llevan adelante la obra, como por ejemplo quienes instalarán la calefacción, y además pronto iniciarán una campaña para reunir donantes que los ayuden a sostener el funcionamiento del hogar. El alias de la cuenta bancaria es unapostaenelcamino.
- Voluntariado. Esperan conformar un grupo de 200 voluntarios que se ocupen de algunos talleres y tareas vinculadas a la estimulación temprana y la atención psicológica. Pueden ponerse en contacto por mail a unapostaenelcamino@gmail.com