El pasado diciembre varios de los abusadores de Victoria Mateluna recibieron condenas de entre 15 y 16 años de cárcel, aunque otros siguen libres; hoy la joven intenta reconstruir su vida y busca ayudar a otras mujeres que sufrieron violencias
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Victoria Mateluna estaba trabajando como moza en un bar de Retiro cuando le llegó el mensaje. “Wow. Gané”, pensó con el celular en la mano, sin que los clientes le dieran tiempo para terminar de asimilar la noticia. Martín Grizzuti, secretario del Juzgado de Garantías Nº 6 de Florencio Varela, le anunciaba que diez de los varones que la violaron en grupo en marzo de 2019, habían sido condenados a penas de entre 15 y 16 años de cárcel. “Sufrí cosas que nadie se merece, pero creo que mi victoria fue mostrar la verdad y acceder a la Justicia. A pesar de tanto dolor, eso me dio cierto alivio”, dice la joven sentada en el jardín del juzgado a cargo de Diego Agüero.
Victoria elige contar su historia. Quiere hablar, que su cara se conozca. Cree que es una forma de protegerse (recibió varias amenazas de muerte) y también de llegar a otras chicas que hayan pasado por violencias similares. Hechos recientes, como el de la violación en Palermo, no la sorprenden: “Cada vez se ven más casos. Pero lo increíble es que, cuando aparece uno, se sigue hablando de cómo se vestía la mujer, de la hora en la que andaba ahí, de por qué se pintaba tanto, en vez de decir ‘qué hijo de puta el violador’. Es el mundo del revés”, asegura durante la entrevista con LA NACION, donde reflexiona acerca de los desafíos que pesan sobre una sociedad que todavía “culpa a las víctimas” y una Justicia que, muchas veces, les suelta la mano.
Pero su caso es considerado emblemático, por la perspectiva de género que tuvieron la jueza y los jueces a la hora de la sentencia y por las penas a sus agresores. Sin embargo, decir que llegar hasta ahí fue para ella “un camino plagado de obstáculos” sería caer en un lugar común y quedarse cortos. Aguantó de todo. Amenazas de muerte. El hostigamiento constante de sus abusadores (que le continuaron mandando solicitudes de amistad por Facebook desde la cárcel) y familiares. El pánico de cruzarse en la calle a los violadores que la Justicia no pudo identificar y hoy siguen libres. Los señalamientos que recibió desde que decidió hacer la denuncia y que le atraviesan el alma cuando los recuerda: que era una “loca”, una “mentirosa”, una “puta”.
“Aunque me sienta señalada, juzgada, mal mirada o lo que sea, sé que dije la verdad y eso me hace libre. Eso me levanta todos los días”, dice Victoria. Actualmente, como los abogados de sus abusadores apelaron la condena, la causa espera ser revisada en el Tribunal de Casación de La Plata.
En busca de justicia
En el juzgado a cargo de Agüero hay un pasillo que se llama “de las mujeres”. Con una fila de sillas, es un espacio donde las que sufrieron violencias esperan, alejadas de quienes van a declarar como acusados. En las paredes hay fotos de mujeres que pasaron por allí. Entre ellas, una de Victoria, con un cartel que dice “las verdaderas guerreras no se rinden” y otra de Paula Martínez, con uno donde se lee “no sos lo que los demás dicen que sos, sos lo que querés ser”.
El de Paula fue el otro caso de violación grupal que tuvieron que investigar en Juzgado de Garantías Nº 6: a la joven la drogaron, la secuestraron y la violaron varios hombres. Con 23 años, el pasado diciembre sus familiares la encontraron muerta. Aunque en principio se habló de un suicidio, las circunstancias del fallecimiento aún se investigan. En abril se espera que sus violadores sean juzgados: de los cinco acusados, uno continúa prófugo.
La noche en que Victoria fue a aquella fiesta en una casa del barrio de Santa Rosa, en Varela, tenía 17 años. Conocía a varios de los jóvenes que estaban allí y nunca se imaginó que podía llegar a pasar lo que pasó. Fue violada por al menos diez, que son los que pudo reconocer. El fallo describe cómo se peleaban entre ellos para abusarla de todas las formas posibles. “Dale, me toca a mí”, decían mientras se empujaban, entre los gritos, el llanto y los “no” de Victoria. La golpeaban, se arengaban entre ellos, la filmaban con un celular. Varias personas la vieron indefensa sobre aquel colchón, pero nadie hizo nada para detenerlos. Casi inconsciente por el alcohol, la joven cuenta que llegó un momento en que vio “todo negro”. No daba más, su cuerpo temblaba. Antes de cerrar los ojos, los vio a todos en fila.
Cuando recobró la conciencia era de día. No había música, solo silencio. Estaba desnuda, con el cuerpo atravesado por el dolor y empapado: le había tirado lavandina. La puerta estaba entreabierta y del otro lado un hombre quería entrar. “No, mirá como está”, le decía Alexander Krick, uno de los condenados. Victoria se levantó, se vistió como pudo y fue sola a hacer la denuncia. En el barrio, a esos vecinos que la vieron llegar quebrada, con la ropa rota, no les tembló el pulso para señalarla después como la que “se regaló”, la que “destruyó las familias” de los violadores.
Aunque diez de los jóvenes que abusaron de Victoria están condenados, esa noche había más. Hay cinco ADN que fueron encontrados en el lugar del hecho y no pudieron ser identificados. Esos abusadores siguen libres: “Podría ser cualquiera. El que va sentado delante mío en el colectivo o alguien que me chatea por redes sociales. Lo puedo tener enfrente y no darme cuenta. Eso es lo que pienso todo el tiempo. Eso y que esas personas, así como me lo hicieron a mí, se lo pueden hacer a alguien más”, dice Victoria.
Con perspectiva de género
Agüero fue el juez a cargo de la instrucción del caso de Victoria, es decir, de la investigación y quien ordenó las detenciones y la prisión preventiva de los entonces acusados, sin hacer lugar a los pedidos de excarcelación cuando las pruebas de ADN dieron negativas para cinco de ellos. Consideró que los elementos con que contaba eran más que suficientes, entre ellos, la declaración de Victoria y de los testigos, los resultados del protocolo médico de delitos sexuales y los peritajes de los psicólogos. “Las pruebas de ADN muchas veces pueden no obtenerse por un montón de motivos. Además, hay que dejar de lado esa idea de que sólo hay abuso cuando hay penetración: ya no va más”, señala Agüero.
Él y otros magistrados del caso recibieron todo tipo de hostigamiento. Agüero no se inmuta. Recuerda que en ese entonces (comienzos de 2019), poco se hablaba de juzgar con perspectiva de género y no existían los cursos obligatorios que dicta hoy la Suprema Corte de Justicia.
En los últimos días de 2021, se realizó el juicio oral contra los abusadores de Victoria. Fue ante el Tribunal en lo Criminal n° 1 descentralizado de Florencio Varela, compuesto por la jueza María Florencia Butiérrez, Jorge Moya Panisello y Santiago Zurzolo Suarez, quienes condenaron a Agustín Emiliano Varela, Octavio Joel Coria, Laureano Martín Coria, Alan Gabriel Lazarte, Nicolás David Barreto, Alexander German Krick, Eric Hernán Krick, Matías Guillermo Lamboglia y Leonardo Ezequiel Silva, por “abuso sexual con acceso carnal agravado por la pluralidad de hombres que participaron y por haber sido gravemente ultrajante para la víctima”. Un décimo agresor, menor de edad, aún debe ser juzgado.
Durante el juicio, Victoria estuvo dos horas respondiendo las preguntas de la decena de abogados defensores: “¿Por qué te quedaste en la habitación?”, “¿Por qué fuiste a esa fiesta y no a otra?”, “¿Por qué pensás te eligieron a vos?”. Uno de ellos, incluso, describió la violación como una “relación sexual intensa”, como si el consentimiento en esas circunstancias hubiese sido posible.
Victoria contó que tras la violación tuvo depresión y ataques de pánico. Dijo que se sentía “olor a muerte en el cuerpo”. Butiérrez fue la primera en resolver la votación de la sentencia. Entre otras cosas, la jueza dijo: “Nadie se atrevió a preguntar sobre ese olor, pero es clara la sensación de muerte que puede tener una niña alcoholizada, vulnerable, sin fuerzas, sola, en una habitación con más de diez hombres desconocidos que la atacaban, que se la repartían como una presa para abusarla en forma simultánea y alternativamente.”
“Quiero conseguir un trabajo y seguir con mi vida”
Agüero cree que para que el caso de Victoria llegase a una condena fue fundamental la difusión en los medios y el acompañamiento de organismos de derechos humanos y de otros como la Asociación de Mujeres Juezas. De hecho, Victoria había tenido otra experiencia con la Justicia: de niña, había sido abusada por su padrastro, padre de la hija que tuvo a sus 15 años. Con una denuncia hecha y un ADN positivo, la causa había quedado cajoneada en la misma fiscalía a la que años después volvería a denunciar la violación en grupo. Finalmente, Carlos Rolando Acosta, el padrastro de Victoria, fue condenado a 17 años de cárcel en 2019.
El año pasado la joven terminó la secundaria y hoy su mayor sueño es conseguir un trabajo en blanco. Hasta hace poco era moza en un bar y antes hizo de todo: estudió peluquería y cocina, trabajó en una carnicería, de limpieza y haciendo pan que luego vendía en la calle. Se entusiasma con la posibilidad de que alguien lea la nota y pueda ayudarla: “Aprendo muy rápido, me pongo las pilas”, dice.
−¿Cómo se reconstruye la vida después de un hecho tan traumático?
−Tenés que levantarte y seguir. Tratar de dejar atrás el pasado. Tengo días en que no puedo hacer nada, que estoy encerrada. Pero trato de salir adelante. Me quiero más, me valoro más, porque hubo un tiempo que me culpaba mucho, que me odiaba todo el tiempo. Me gustaría poder superarme y tener lo que nunca tuve y lo que me merezco, para mí y para mi hija.
−¿Qué le diría a otras chicas y mujeres que están luchando por tener Justicia?
−Que nunca pierdan las esperanzas y vayan por sus sueños, que el dolor siempre va a estar pero que se agarren de ese dolor y se sientan más fuertes, porque pudieron superar eso y seguir. Siempre hay algo que te hace latir al corazón: que vayan por eso y salgan adelante.
Quiero ayudar
Aquellas personas que consideren que puedan ofrecer un trabajo para Victoria o ayudarla de alguna forma, pueden escribir a mesadegenerofv@gmail.com o contactarse por medio de la página de Facebook de la mesa local de violencia de género de Florencio Varela.