Florencio Varela. Vivir sin agua: un drama que se agudiza durante el verano
En el Barrio Luján, cerca de mil familias padecen, desde hace meses, la carencia de ese suministro
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En este verano pandémico, las jornadas de alta temperatura son una maldición para los habitantes del Barrio Luján. Mientras que los vendedores de piscinas del país hablan de un boom en sus ventas, en este rincón de Florencio Varela, armar la pelopincho y llenarla con veinte centímetros de agua es un lujo que muy pocos pueden darse. Aquí el boom es la venta de bidones de agua porque, desde hace meses, ese recurso, históricamente escaso, se volvió casi inexistente.
Refrescarse para soportar el calor en una jornada que supera con creces los treinta grados no está entre las prioridades de los vecinos. Tampoco higienizarse para prevenir el coronavirus. La principal preocupación del barrio, habitado por unas mil familias, es que no falte el agua para lo más elemental: beber, bañarse e ir al baño. No hay lugar, siquiera, para tener plantas.
Pero, en muchas de las viviendas, del caño de suministro salen apenas unas gotas, o directamente aire. Algunas familias privilegiadas lograron costear los treinta mil pesos que vale la perforación de un pozo de agua. Los que no, dependen de la solidaridad de los primeros para llenar tachos y baldes que les permitan cubrir sus necesidades básicas. Y recurren a todo tipo de artilugios para reutilizar ese agua y hacer que dure el mayor tiempo posible.
“Perdimos todo”
Sandra integra el grupo de los que tienen agua gracias a que existe la solidaridad. Esta mujer de 43 años, madre de 7 hijos, asegura que, desde hace meses, el caño que le suministraba el agua está completamente seco. Así que solo cuenta con la buena voluntad de sus vecinos para que le llenen, cada tanto, un tacho grande azul que cuida como oro.
Hace poco más de un mes, a Sandra se le incendió una casilla de madera que hacía las veces de habitación para algunos de sus hijos. No tenía agua para apagarlo, así que el fuego lo consumió todo. La mujer recuerda que los vecinos se acercaron a ayudarla con baldes que, en muchos casos, contenían el agua podrida de la zanja. Pero sólo lograron evitar que el fuego tomara la casa vecina. Los restos de madera quemada todavía permanecen en el terreno que habita.
“Me acuerdo que se cortó la luz y enseguida volvió. Pero ahí nomás vimos el humo y no hubo mucho para hacer. Perdimos todo”, dice con una expresión en el rostro que mezcla impotencia, enojo y desconsuelo. Después del incendio, los tres hijos que dormían en esa vivienda tuvieron que hacerlo, por unos días, en una casa de juguete que le prestaron y que todavía permanece en el terreno. “Con las chapas que me trajo el Gobierno, después del incendio, armamos una casilla y ahora duermen ahí. Pero cuando hace calor, es insoportable. No tenemos ventiladores, nada”, agrega desesperada.
Un problema frecuente en los barrios populares
Según las estimaciones más recientes, como las del Observatorio de la Deuda Social Argentina presentadas hace un año, el acceso al agua de red alcanzaba al 86,7% de la población argentina. A la porción desatendida hay que buscarla, sobre todo, en los barrios populares. De hecho, según un relevamiento del Registro Nacional de Barrios Populares, que aglutina a 4416 barrios, la carencia de agua, un suministro fundamental para la vida, es una problemática presente en el 89% de ellos.
En el Barrio Lujan no existe el agua de red ni el sistema de cloacas. En el sector más desfavorecido del barrio, las calles de tierra están delimitadas por zanjas a cielo abierto repletas de agua podrida, basura y todo tipo de larvas. Todas las casas están conectadas a una red de mangueras que salen de un pozo municipal y que debería proveerles agua. Estas mangueras, en algunos tramos, circulan por el interior de las zanjas. De allí deben tomarlas los vecinos y “pincharlas” para generar la conexión domiciliaria.
LA NACION se comunicó con Aysa, la encargada del suministro desde hace 5 años. La empresa, en un escueto comunicado hizo saber que: “Florencio Varela fue uno de los 9 municipios transferidos a AySA por la gestión anterior en estado de abandono total, problemas de infraestructura y carencia de obras. En este caso, la zona de Barrio Luján se trata de barrios desvinculados, que se encuentran fuera del radio servicio de la empresa, es decir, que no están regularizados”.
La empresa agrega que: “Hoy, se está trabajando en forma mancomunada con el municipio y hay 10 obras en el partido, tanto de agua como de cloaca (…). También, se está asistiendo en un trabajo conjunto al municipio con camiones cisternas a los barrios.” LA NACION también se contactó con el secretario de Andrés Watson, el intendente de Florencio Varela, y lo puso al tanto de esta nota, pero no obtuvo respuesta alguna.
Existe una ley, la 27.453, que garantiza la integración socio urbana de los barrios populares y, con ella, el acceso digno al agua. Sin embargo, Elena, una vecina que vive en el Barrio Lujan desde fines de los 90, asegura que más de un funcionario desconoce la existencia de la mencionada ley, reglamentada a fines de 2019. La mujer también sostiene que, hasta el momento, el Barrio Lujan jamás recibió un camión con agua para los vecinos. “Desde que Aysa se hizo cargo del servicio, tenemos que recordarles permanentemente que existimos. Que somos cerca de mil familias con chicos y personas mayores con problemas con el agua”, agrega Elena.
A su lado, asiente Lucía Bogado, una mujer de 29 años y madre de 5 hijos, quien también depende de su vecina para tener algo de agua en su casa. “Yo vivo en esta casa desde hace 5 años. Antes vivía en otro sector del barrio y el agua siempre fue un problema. Me acuerdo que hubo un tiempo en el que me tenía que levantar de madrugada, que era cuando salía algo de agua, para juntar un poco. Ahora ni eso. Con la pandemia, cuando se supone que hay que higienizarse y lavarse las manos, el problema empeoró. Cuando hace calor me da mucha impotencia que mis hijos no puedan refrescarse. Pero no puedo ni llenarle una palangana a la más chiquita, de 3 años”, se lamenta.
Desde 2014, la organización Techo ha venido acompañando a las familias en diferentes proyectos. Gabriela Arrastúa, directora del Centro de Investigación Social de la agrupación, conoce bien de cerca la problemática del lugar. Y confiesa que le genera mucha indignación escuchar que los vecinos de los barrios populares no quieren pagar por los servicios. “Es un mito sin fundamento. Los vecinos quieren pagar. Pero llenar baldes con gotitas de agua o pinchar una manguera que está en la zanja no califica como servicio”, considera.
En un documento difundido a fines del año último, la organización sostuvo que, según el último Registro Nacional de Barrios Populares, en el municipio de Florencio Varela existen 70 asentamientos en los que viven unas 18.000 familias. El 75% de ellos no tienen acceso formal a la red eléctrica y el 95% a la red formal de agua potable.
En el Barrio Luján el verano es un mal plan para la mayor parte de los vecinos. Cada tanto, desde sus calles, se divisan lonas celestes y azules, estampadas con gotitas de agua, que alguna vez fueron piletas. Hoy son utilizadas para tapar bolsas de arena o para forrar los alambrados de algunas casas a la espera de tiempos mejores.
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