#MomentoOrgullo. Cuando el jugador de vóley profesional pudo hablar con sus compañeros de equipo, dejó atrás una doble vida que lo lastimaba; sin saberlo, marcó un precedente que iba a servir de inspiración para muchos otros deportistas
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Tenía 22 años. Rubio, más de 2 metros de alto, ojos almendrados, sonrisa contagiosa. En apariencia, se parecía mucho al de ahora. Pero cuando se piensa o se ve en las fotos de hace una década, al jugador de vóley profesional Facundo Imhoff le cuesta reconocerse. Durante casi un año había sostenido una doble vida. Y en ese aparentar ser alguien que no era, el desgaste fue enorme. “Para mí, el verdadero Facu empieza a partir de la aceptación”, asegura hoy. En ese entonces, no podía imaginar que iba a convertirse en el primer deportista hombre, de alta competencia y en actividad, en contar públicamente que era gay. Su historia iba a abrir las puertas de muchas otras, pero lo ignoraba. Faltaban un par de años para que integrara la selección masculina de vóley que ganó la medalla de Oro en los Juegos Panamericanos de Lima en 2019 y para que su nombre llegara a los medios del mundo y se volviera viral.
¿Cómo era ese “otro” Facundo? Introvertido, reservado −“Nada que ver con lo que soy hoy”, aclara−, evitaba hablar de “ciertos temas”. “Fingía ser heterosexual, salía a los boliches con mis amigos y estaba con chicas para que ellos me vean, lo cual es tristísimo”, recuerda Facundo. En la cancha, se lesionaba todo el tiempo y su rendimiento en el Lomas Volley no era bueno. El cuerpo y la psiquis le estaban diciendo “basta”. “Pagué costos físicos y emocionales altísimos con el silencio y el ocultamiento”, asegura.
Cuando conoció a su primer novio, llegó el momento bisagra. Al principio, la relación sucedía en la clandestinidad, en el secreto. “Parecía que estaba haciendo algo ilegal, era horrible. Por respeto a mi pareja, por respeto a mí mismo y por empezar a aceptar mi vida, decidí dar el paso”, recuerda Facundo. Los cambios llegaron rápidamente. “Después de blanquear que era gay, sobre todo en el ámbito deportivo, dejé de lesionarme y mi rendimiento deportivo se potenció. Mi cuerpo me lo agradeció y mejoró la relación con los otros jugadores, los equipos técnicos, con todos. Se modificó completamente mi personalidad”, dice Facundo. Esta semana y en el marco del Mes del Orgullo, el jugador publicó un video en su Instagram invitando a sus seguidores a reflexionar sobre cuántas veces reprimieron hacer algo que tenían ganas a causa de “la mirada de los demás”.
Dar el paso
Antes de hablar con otros, aceptarse a él mismo fue el primer paso. “Al principio obviamente hubo negación; cerrado, pensaba: ‘No puede ser, yo no soy gay’. Evidentemente, lo negué toda mi vida, tuve novia y hasta llegué a pensar que era impotente”, detalla Facundo. Los fantasmas sobre qué iba a pasar le pesaban. “La mirada del otro es durísima y cuesta”, subraya.
Hoy, cuando se le pide que piense en su “momento orgullo”, ese en que sintió que era hora de dejar atrás una doble vida que lo lastimaba, responde sin dudas que fue cuando habló con sus entonces compañeros del Lomas Volley (antes, lo había hecho con su familia). Ese día, como cualquier otro de entrenamiento, Facundo pasó a buscar en su auto a dos de sus entonces compañeros de equipo, Leonardo Patti y Nicolás Efrón. Los tres vivían en la ciudad de Buenos Aires, relativamente cerca, así que aprovechaban para viajar juntos hasta su club. Iban escuchando música cuando Facundo, que lo venía “maquinando” desde hacía un tiempo –“En algún momento me voy a animar”, se decía–, pudo hablar con ellos sobre su orientación sexual. Leonardo y Nicolás eran los compañeros más grandes y experimentados que tenía en el club y, aunque con otros había mayor confianza, se sintió contenido y quiso que ellos fueran los primeros en saber que era gay.
Por dentro era una bola de nervios. “Estaba aterrado”, admite. ¿Cambiaría en algo su relación?, ¿cómo se lo tomarían? No recuerda con exactitud las palabras que usó, pero tampoco le parece importante. Lo que sí tiene grabado –y en eso hace hincapié– es el cómo lo contó: sin solemnidades, sin preámbulos, sin dramatizar. “Me inmolé. Las consecuencias en ese momento eran desconocidas para mí. Sentía que podía salir mal pero no podía no hacerlo”, dice mirando hacia atrás.
“Venimos de muchas generaciones que lamentablemente lo cuentan y lo viven con culpa. Desde el primer momento tuve en claro que quería compartirlo como algo positivo, que me cambió la vida para bien”, detalla Facundo. Y amplía: “Le saqué el peso de la salida del clóset. No les dije: ‘Tengo que decirles algo: soy gay’, como si me tuviesen que dar el pésame. Busqué ir completamente por otro lado: ‘Me está pasando esto, que es un motivo de alegría en mi vida. Hoy soy mucho más feliz’”. Las palabras de Leonardo y Nicolás tampoco las recuerda, pero sí cómo tomaron lo que él les estaba contando: “como algo supernatural”. No solo fueron dos grandes sostenes en ese momento, sino también una motivación para hablar con el resto de los jugadores. Está convencido de que la forma en que lo tomaron dirigentes y compañeros tuvo que ver justamente con cómo lo contó él. En un ámbito que sigue siendo uno de los bastiones fuertes del machismo (y donde el odio contra la diversidad suele ser expreso), puso sobre la mesa un tema considerado tabú.
Amor de nona
Facundo es oriundo de Franck, un puntito en el mapa a 25 kilómetros al oeste de Santa Fe donde viven 7000 personas. Para su mamá y papá no fue fácil aceptar que su hijo del medio era gay. “Uno al vivir en la ciudad por ahí no tiene idea, pero en el pueblo se conocen entre todos, se vive mucho de la apariencia, del qué dirán. Vendría a ser como un Instragram pero real, en vivo –cuenta Facundo–. Si para mí fue difícil entender que soy gay y soy de otra generación, ¿imaginate para ellos que siguen estando allá?”. Con su hermana menor y su hermano mayor, el vínculo se volvió más estrecho que nunca. Una persona clave fue Doli, su nona. “Cuando se los conté a mis papás fue una crisis, parecía que se había muerto alguien. Casualmente, después me bajaron las defensas y me enfermé”, recuerda el jugador.
Ahí estaba, volando de fiebre en la cama, cuando Doli entró a su cuarto:
–¿Por qué está llorando tu mamá?
–Porque le conté algo que no le gustó.
–¿Y qué le contaste?
–Que soy gay, que me gustan los chicos.
Doli no dijo nada. Se paró. “Uy, se lo tomó re mal”, pensó Facundo. Pero había ido a cerrar la puerta: “No nos escucha nadie, contáme todo”, le dijo volviendo a la cama.
–No va a cambiar nada, nona, simplemente me gustan los chicos. Voy a seguir siendo el mismo Facu que conocés.
–A bueno, ¿por qué tanto lío entonces?
“Me mató del amor. Es la definición del amor incondicional”, dice hoy Facundo.
En charla con LA NACION por videollamada desde Europa, sonríe cuando menciona su biografía de Wikipedia, que busca condensar en un párrafo su vida y exitosa carrera: “Es un jugador de voleibol argentino. Formó parte de la selección masculina del país. A nivel de clubes jugó para el Lomas Volley. En agosto de 2019 contó públicamente que era gay”. Cree que “ya llegará el momento en que la orientación sexual de una persona no sea ‘el’ tema”. Sin embargo, entiende que mientras tanto hay un paso fundamental, ineludible, que se debe seguir dando: “hablar, hablar y hablar”. Es el primer escalón que nos llevará a la naturalización. “¿O acaso en alguna biografía se aclara cuando una persona es heterosexual? Pero para llegar a eso tiene que haber un primer jugador que cuando entrás a Wikipedia diga que es gay”, plantea Facundo.
En el ámbito deportivo, con el despegue de su rendimiento tras “sacarse esa mochila de encima”, de la selección nacional lo empezaron a convocar de otros equipos del exterior. Se acuerda de su paso por un equipo rumano, donde la temática era tabú. “Cuando llegué y conté que era gay me pusieron una distancia tremenda. Por ejemplo, en el vestuario nadie se quería bañar ni cambiar cuando estaba yo. Hacían toda una logística que no lo podía creer. Duró 15 días hasta que se dieron cuenta de que no les iba a hacer nada”, dice con humor. Pero los prejuicios se fueron cayendo. Al día de hoy, tiene varios amigos que le quedaron de esa liga. “Se volvieron pioneros y activistas, ahí me di cuenta de que en realidad había mucha ignorancia con respecto a este tema”, asegura Facundo.
A fines de febrero el último equipo del que formó parte, el United Volleys de Frankfurt, se convirtió en campeón de la Copa Alemana y él fue elegido MVP (la siglas en inglés de “most valuable player”, el jugador más valioso) en una inolvidable final.
–El cambio tarda, pero llega…
–A todos nos encantaría que el cambio sea de un día para el otro, pero bueno… La generación anterior no podía creer que hubiera gays. Nuestra generación ya no está pudiendo creer que no se naturalice que haya gays y las nuevas generaciones ya lo llevan de taquito. No tengo dudas de que así va a ser. A mí me hubiese encantando tener a algún jugador que haya salido del clóset antes que yo y que le haya ido bien. Me hubiese dado esperanzas y fuerzas para blanquearlo.
Sobre este proyecto
Este artículo forma parte de una serie sobre diversidad sexual y de género que LA NACION publica desde 2020. Este año, el especial se propone poner el foco en el #MomentoOrgullo de los entrevistados, esas situaciones en las que pudieron romper barreras vinculadas a la aceptación de su orientación sexual o identidad de género. El objetivo es a través de historias continuar concientizando sobre algunos de los principales prejuicios entorno a la población LGBTIQA+ que siguen arraigados y se basan en el desconocimiento, desnaturalizar las violencias y vulneraciones en el acceso a derechos de todo tipo y, por sobre todo, contribuir a visibilizar la diversidad que nos enriquece como sociedad.