Estudiar en prisión: cómo es aprender a leer después de los 30 y tras las rejas
El aula es como la de cualquier primaria pública del conurbano bonaerense. Atadas con un nudo, las cortinas rojas dejan pasar un sol frío de otoño, que cae de lleno sobre la primera hilera de bancos. Con fibrones o lapicera, todos tienen escritos nombres, frases y dibujos: son las cicatrices que dejaron en la madera el paso de los alumnos.
En las paredes de ladrillos celestes hay láminas pegadas con cinta scotch: una tiene una h en el centro y, a los costados, una veintena de palabras desperdigadas que comienzan con esa letra: huevos, harina, huelga, húmedo, huella. Sobre el pizarrón verde, hay tres carteles: "Alfabetizar para la libertad", dice uno. En los otros, se advierte: "Mantener el orden y la limpieza en el aula" y "Prohibido fumar".
Sentado en el fondo, entre sus nueve compañeros que asistieron a clase esa mañana, Hugo González Coria muestra lo que con enorme esfuerzo escribió en su cuaderno, en imprenta mayúscula y con prolijidad de alumno aplicado: "El mono come banana. Las mariposas son libres. El yacaré está quieto".
Hugo tiene 35 años y es parte de los 120 alumnos de la Escuela de Educación Primaria de Adultos (EEPA) 721, una de cuyas tres sedes está ubicada en el corazón de la Unidad 46 del Complejo Penitenciario San Martín, una cárcel de máxima seguridad y régimen cerrado en la localidad de José León Suárez, a metros de la entrada del Ceamse. El colegio tiene, además, presencia en las otras dos unidades que alberga el lugar: la 47 y la 48.
Allí, detrás de los altos muros recubiertos con alambres de púa, entre garitas de seguridad y puertas con candado, 86 internos participan del programa "Analfabetismo Cero", que se propone que todos los privados de la libertad sepan leer y escribir.
"Cuando era chico, dejé el colegio en 2º grado porque estaba mucho en la calle. No sabía lo que era una letra, escribir mi nombre ni me apellido", recuerda Hugo, que es de José C. Paz y está detenido desde hace más de una década. "Hoy, sé escribir mi nombre y leer un poco: no soy un gran lector, pero me defiendo con las letras".
El programa de alfabetización es una iniciativa articulada entre la Justicia de San Martín (a través de audiencias públicas coordinadas por la jueza de Ejecución Penal, María del Carmen Rodríguez Melluso y el defensor oficial, Andrés López), el Ministerio de Justicia y la Dirección General de Cultura y Educación bonaerenses.
Funciona con dos metodologías: formal y no formal. La primera, tiene lugar en el primer ciclo del nivel primario y está cargo de los docentes de las escuelas que están dentro de los penales; la segunda, se desarrolla a contraturno de la primaria y se caracteriza porque los instructores son detenidos que cursan el último año de la secundaria o la universidad y fueron capacitados para ser alfabetizadores.
Uno de ellos es Mario López Sosa (47). Hace cuatro años que está en el penal y tres y medio que es alfabetizador en los talleres que tienen lugar de 12 a 14, para los internos que actualmente no tienen cupo en la escuela.
"En la cárcel terminé la primaria y vi que había chicos a los que les costaba mucho aprender a leer y escribir. Los fui ayudando hasta que tuve la posibilidad dar clases", cuenta Mario, que actualmente cursa el segundo año del secundario. "Acá encontré la mejor manera de darle una mano a otras personas".
Cuando deje el penal, le gustaría capacitarse en inyección electrónica. "Entiendo mucho de autos y creo que es mi fuerte", asegura con una sonrisa.
Empezar de cero
Para identificar a los internos que no saben leer ni escribir, los docentes y los penitenciarios del complejo de San Martín realizaron un censo. En la Unidad 46, son alfabetizados 29 detenidos, en la Unidad 47, 42, y en la Unidad 48, 15. Pero son más de 1.300 los presos que actualmente participan del programa de en los 12 complejos penitenciarios de la provincia.
De pie frente al aula, está Alberto Albelo, maestro de ciclo. Sobre el guardapolvo cubierto de tiza –su "mameluco" de trabajo, dice– , lleva una campera verde. "Hace 35 años que soy docente y siempre tuve la inquietud de trabajar en contextos de encierro: quería saber qué había más allá de los umbrales de la cárcel. Este año, me tocó estar en el ciclo de alfabetización", sostiene.
Explica que los docentes trabajan en parejas pedagógicas con internos alfabetizadores. De sus 17 alumnos –que tienen entre 25 y 56 años–, la gran mayoría o no fueron nunca a la escuela o la abandonaron en 1º o 2º grado.
"Cuando empezamos con el curso, solo dos sabían escribir su nombre y apellido: los demás eran analfabetos puros, no conocían las letras", detalla el docente. "Mi primera función es enseñarles las cinco vocales, que cuesta bastante que las aprenda. Después, vamos a las consonantes básicas, como la R , T, L, P y la C. Las demás son más complicadas".
A esta altura del año, consiguieron que todos los alumnos aprendan a escribir su nombre y apellido. "En el adulto, el proceso de alfabetización es distinto que en los chicos: pasa por una maduración social y espiritual, más teniendo en cuenta el lugar en el que están", afirma el maestro.
"La libertad se puede privar pero el conocimiento no se le puede quitar a nadie: aquello que incorporan para siempre es suyo, por ello celebramos la educación que apunta a sacar lo mejor que cada uno tiene dentro", subraya Gustavo Ferrari, ministro de Justicia de la provincia, sobre el programa de alfabetización en cárceles.
Hugo dice que en el aula se siente bien: "Voy aprendiendo y estoy más capacitado. Ya sé leer un cartel y saber dónde estoy parado. Me trajo una alegría: antes estaba en una oscuridad, no entendía nada".
Confiesa que el día de mañana, cuando recupere la libertad, su sueño es seguir estudiando: "Acá adentro vi pibes que se capacitaron, siguieron el estudio y se convirtieron en abogados. La educación te abre la mente. Le digo a los pibes que tienen que estudiar, que ya van a aprender. Yo pude".
Alberto asegura que ve un gran compromiso de parte de sus alumnos: "Trabajamos para que no vuelvan a la cárcel: esa es la alegría. Porque muchos, lamentablemente, vuelven".
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