¨Estando embarazada, iba en colectivo o a dedo al centro que queda a 30 kilómetros”
Vilma Loto es de esas personas que no le tienen miedo a aprender. Cuando fue madre, aplicó esa misma filosofía a su nuevo rol: recibir de Haciendo Camino toda la ayuda y conocimientos para poder ser la mejor mamá posible.
Vive en Los Tigres, un paraje de Santiago del Estero casi al límite con Chaco y en la posta sanitaria conoció sobre el trabajo y la atención de Haciendo Camino. "Después ellos dejaron de venir", recuerda Loto.
Cuando estaba embarazada de su segundo hijo y una amiga le comentó sobre las actividades la entidad seguía desarrollando en su sede en Monte Quemado, no dudó en cargar a su hija a cuestas para ir a ver de qué se trataba.
"Yo antes iba a la sala de acá pero mi amiga de Monte me dijo que fuera para allá porque te ayudan y participás de los talleres", recuerda Loto, que se tomaba el colectivo o hacía dedo con su hija, en la madrugada, para llegar en horario a los talleres. "Como no tenía en donde parar y no me gusta ir a molestar en la casa, solíamos estar en la plaza o en la terminal hasta que abriera el centro", dice hoy sentada en el patio de su casa, con su hijo Fabrizio de 3 meses en brazo. Ivette, de 5, da vueltas sin parar en su bicicleta.
Para Sebastián Quintana, coordinador regional de Haciendo Camino en Monte Quemado, fue muy emocionante ver el esfuerzo que Vilma hacía para llevar a sus hijos a la fundación "Ahí pudo participar de nuestras charlas sobre temas nutricionales, de higiene y de sexualidad para derrumbar mitos y asegurarnos de que adquieran los conceptos básicos sobre la importancia de la lactancia materna o del cuidado del agua", cuenta.
A Loto enseguida le gustó la fundación y empezó a ir todas las veces que podía: a veces la distancia y el estado de los caminos no se lo permitían. "Aprendí a hacer ropita de bebés. Y me gustaba ir también porque me ayudaban con la leche para él", cuenta Loto, para quien esta ayuda es muy importante porque nunca pudo darle el pecho a su hijo. "Está cara la leche", agrega.
Su marido trabaja en los hornos haciendo carbón, Ivette va al jardín y su sueño es que sus hijos terminan la escuela. "Yo no he podido terminar y me arrepiento. Algo sabemos pero no es mucho. Yo le enseño lo que puedo porque acá la escuela no es muy buena", cuenta con preocupación.
Para Loto la vida es linda y tranquila en Los Tigres. Cobra la AUH por sus hijos, tiene luz, agua que viene del canal y hacen fuego con la leña para cocinar. "Con eso nos arreglamos. Recién compramos unos ladrillos y queremos cerrar la galería para que los chicos tengan un cuarto para ellos", dice.
Gracias al acompañamiento que tuve desde Haciendo Camino, su hijo no tuvo bajo peso y aprendió a estimularlo. Hoy, asiste cada 15 días a los talleres de oficios y también para participar de las capacitaciones. "Ahora estamos haciendo otras cosas como sábanas", cuenta con una sonrisa.
Cuando va a la fundación, aprovecha para llevar a sus hijos al hospital de Monte Quemado, a hacerles el control, porque en la posta sanitaria no siempre hay atención. “Tengo el contacto de una chica que trabaja en la mesa de entrada y me avisa cuando va al médico”, cuenta.