“Está lejos de haber sido erradicada”: de los barrios populares a los talleres clandestinos, por qué crece la tuberculosis en los sectores más vulnerados
Los casos aumentan desde 2014; la ciudad de Buenos Aires y el Conurbano bonaerense concentran el 65% de los casos; las poblaciones atravesadas por la pobreza, el hacinamiento y la mala alimentación, son las más afectadas
- 11 minutos de lectura'
En enero, Jaqui empezó con los primeros síntomas. Eran dolores fuertes en su costado izquierdo, debajo de las costillas. De a poco, se volvieron más frecuentes: cuando se agachaba, al reír, bostezar o levantar los brazos. A eso se sumaba una sensación de falta de aire y tos recurrente.
La mujer recorrió varias guardias sin tener una respuesta y finalmente consultó con un gastroenterólogo, quien sospechó que su cuadro podría estar vinculado con algo pulmonar y le indicó una tomografía con contraste. Tres meses después, en abril, le dieron el diagnóstico: tenía tuberculosis.
“Fue shockeante: nunca pensé que podía ser eso. Como mucha gente, al principio creía que era una enfermedad erradicada, de la prehistoria, por decirlo de alguna manera, pero la verdad es que a nosotros nos tocó muy de cerca”, cuenta Jaqui, que tiene 49 años y vive en la villa 21-24 de Barracas. Uno de sus hijos, con quien convive, había tenido tuberculosis en 2020, a los 22 años, pero los estudios que ella se había hecho le dieron siempre negativos. “El médico me explicó que si uno tiene contacto con la bacteria, puede quedarse como ‘dormida’ y activarse cuando le bajan las defensas”, cuenta Jaqui, que comparte una casa con dos de sus tres hijos y una nieta.
Al contrario de lo que creen muchas personas, la tuberculosis está lejos de estar erradicada en nuestro país. No solo viene creciendo desde hace más de una década, sino que se relaciona de forma directa con las condiciones materiales de vida y con la vulneración de derechos: vivir o trabajar en lugares hacinados, estar mal alimentado y tener un sistema inmune débil son factores que potencian las posibilidades de contagio. En otras palabras, pobreza y tuberculosis se encuentran muy relacionadas.
“Argentina es considerada un país de mediana a baja incidencia de la tuberculosis, pero los casos vienen aumentando. Es una enfermedad que está estrechamente ligada a las condiciones de hábitat. La infección se transmite por el aire: el hacinamiento y la mala ventilación, por ejemplo, favorecen muchísimo el contagio”, resume Domingo Palmero, director del Instituto Vaccarezza, centro de referencia de la tuberculosis de la Facultad de Medicina de la UBA y de gran prestigio en todo el país. Comparte predio con el Hospital Muñiz, donde Palmero es además jefe de la División de Neumonología.
Según los últimos datos del Ministerio de Salud de la Nación, en 2021 hubo 11.884 casos de tuberculosis en el país, el número más alto desde 2004, cuando se registraron 12.079. Desde ese año hay un leve descenso hasta 2014, cuando la tendencia se revierte y empiezan a crecer los casos hasta el día hoy.
Los contagios notificados en 2021 representan una tasa nacional de 25,9 cada 100.000 habitantes (y un aumento del 15,3% en relación a 2020). Las personas que fallecieron por la enfermedad ese año fueron 734 (11% más que en 2020). Si se pone el foco en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, las tasas trepan a 36,8 y 37,3 cada 100.00 habitantes, respectivamente.
¿Cómo explica Palmero el crecimiento en los contagios? “Se relaciona con el aumento de la vulnerabilidad socioeconómica de la población, que a su vez genera dos cosas: que haya un retardo en el diagnóstico y menor conciencia de la enfermedad. La población vulnerable tiene tantos problemas que la tuberculosis es uno más. Muchas veces consultan cuando la salud está muy deteriorada. Y, cuando la consulta se retrasa, la enfermedad es más grave y el periodo de infecciosidad se prolonga”.
El médico agrega que la enfermedad “está distribuida de manera irregular”: el 65,5% de los casos se concentran en la CABA y el Conurbano; el 13,5% en las provincias de Salta, Jujuy, Chaco y Formosa; y 21% en el resto del país. Según un informe epidemiológico presentado por el Ministerio de Salud porteño en julio de este año, en 2022 los centros de salud de la Ciudad atendieron 3355 casos: el 53% eran residentes de la provincia de Buenos Aires y el 46% vivían en CABA.
Los hospitales Muñiz, Piñero y el Instituto Vaccarezza son los que recibieron la mayor cantidad de pacientes el año pasado: sumaron el 43% de los casos notificados. Coinciden en un mismo territorio, el sur porteño. Pero Palmero aclara que reciben personas “de todos lados”: “Poblaciones vulnerables hay en toda la Ciudad”.
“Me da miedo que me discriminen”
Jaqui toma cuatro medicamentos diarios desde hace casi cuatro meses y hace vida normal. “En mi caso, la tuberculosis está alojada en la membrana pleural, que es la que recubre el pulmón, y por suerte no contagio, porque sino tendría que estar aislada. El médico me dijo que me quede tranquila, que no voy a contagiar a nadie”, cuenta la mujer, que trabaja como personal de limpieza en un sanatorio día por medio y como portera en un jardín de infantes de lunes a viernes.
“En el trabajo, mis jefes saben, obviamente, pero al resto me da cosa contarlo. Tuve mis días de bajón, porque tenés miedo de que la gente se entere y te mire mal, te discrimine. Me costó mucho asumir el diagnóstico”, agrega. No sabe cómo fue que su hijo se contagió en primer lugar. En ese momento el joven estaba desocupado y, según su mamá, “muchas veces por no cocinarse tomaba mate cocido con galletitas”, con lo cual piensa que eso puede haber incidido en una baja en sus defensas.
En la villa 21-24 los casos de tuberculosis son frecuentes. En la zona hay cuatro Centros de Salud y Acción Comunitaria (Cesacs), que dependen del Hospital Penna, muy cercano al barrio. Juan Calvetti es médico y jefe del Cesac N°8: por mes, allí reciben dos casos nuevos: “No todos los diagnósticos los hacemos nosotros, muchos los hacen en los hospitales Muñiz o Penna y nos avisan para hacer un relevamiento de toda la familia”.
Por su parte, Emiliano Muñoz, que es pediatra en el mismo Cesac y trabaja en el área de epidemiología del Penna, subraya que “la tuberculosis es la primera marcadora de desigualdad”. Desde el hospital, que tiene un área programática que abarca parte de las comunas 1, 4 ,5 ,7 y 8, realizaron un estudio entre enero de 2019 y abril de 2022 en el que registraron 306 casos, la mayoría entre los 15 y 39 años.
“Si ahondás en las tasas de fallecimiento y de pérdida de seguimiento de los pacientes, la mayoría de esos casos se agrupan en torno al Cesac 10, que incluye el barrio de Constitución, a la zona de Parque Patricios y a los Cesac de la villa 21-24 y sus alrededores. Allí notás patrones vinculados a la desigualdad: problemas habitacionales, sociales y de consumo de sustancias”, resume. De las 26 personas que fallecieron durante ese período, hubo seis de las que no pudieron obtener ningún dato, pero del resto se sabe que el 73% tenía vulnerabilidad habitacional y casi el 40% era HIV positivo.
Un contacto estrecho y prolongado
Para que una persona se contagie es necesario que haya un contacto prolongado (varias horas por día la mayor parte de los días) con alguien que tenga una tuberculosis de tipo bacilífera, es decir, que elimine la micobacteria a través de la tos, los estornudos y las secreciones respiratorias; y, por otro lado, que haya una predisposición individual: las enfermedades inmunodepresoras influyen mucho. Palmero detalla que la patología tiene dos estadíos: infección y enfermedad. “Podés estar infectado toda la vida y que no te pase nada. Pero, si disminuye tu nivel inmunológico, se puede activar: es una infección que se llama latente, está ahí esperando su oportunidad”.
En 2022, el 81% de los casos de tuberculosis en Argentina fueron de localización pulmonar. Es el modo más frecuente en la que se presenta la enfermedad y contra la cual no protege la vacuna BCG, que evita únicamente las formas graves como la meningitis y osteomielitis. Al tener un tratamiento prolongado (de seis meses a dos años, dependiendo el caso), la adherencia no suele ser buena en los pacientes. A eso hay que sumarle otro problema: “Hay médicos, especialmente del sector privado, que al igual que mucha gente piensan que la tuberculosis no existe, que es una enfermedad rara o que no es importante”, subraya Palmero. Un paciente promedio puede llevar seis meses infectado antes de que lo diagnostiquen.
“Trabajábamos 16 horas por día y sin ventilación”
La Fundación La Alameda lleva años alertando sobre el impacto de la tuberculosis en los talleres textiles clandestinos. Las personas más vulnerables a caer en estas redes de explotación laboral son las migrantes. Lourdes Hidalgo, de 57 años, conoce bien esa realidad. Es una de las integrantes de la Comisión por la memoria y justicia de los obreros textiles de Luis Viale. Trabajaba en aquel lugar sobre la calle Luis Viale 1269, en Caballito, donde hasta 2006 funcionó el taller ilegal en el que vivían y trabajaban 65 personas llegadas desde Bolivia (más de la mitad, niñas y niños) en condiciones de explotación y hacinamiento. El 30 de marzo de 2006 un incendio mató a seis personas de entre 25 y 3 años.
Pasaron 17 años de la tragedia y Lourdes subraya que hoy continúa invisibilizada la situación en las que se encuentran muchos trabajadores de la industria textil. “Hay una gran cantidad de gente que trabaja en negro, en condiciones terribles”, señala esa mujer. La exposición a enfermedades como la tuberculosis es parte de ese contexto. “Varias veces me acerqué a los hospitales Piñero y Muñiz y me encontré con muchas personas de nuestra colectividad boliviana internadas por la enfermedad. Muchas trabajan en el rubro textil”, agrega.
Cuando los sobrevivientes de la calle Viale fueron llevados al hospital tras el incendio, se supo que toda la familia de Wilfredo, de 15 años y una de las personas que murió, tenía tuberculosis. “Eran de 16 a 18 horas diarias de trabajo. Comíamos sobre las máquinas, había un solo baño para las 65 personas y era un lugar en el que no entraba la luz: cuando se abría la puerta, salía un humo como si fuese una panadería, mezclado con el polvillo de las máquinas”, reconstruye Lourdes.
Desde la Comisión piden la expropiación del inmueble de la calle Viale y que se convierta en un espacio de memoria. “Hubo cosas que mejoraron desde entonces, pero muchos talleres se fueron a provincia y hay gente que sigue trabajando expuesta a todo tipo de cosas”, se lamenta.
Según datos de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX), de las 104 condenas de trata con fines de explotación laboral que hubo desde la sanción de dicha ley, 28 casos se produjeron en talleres textiles.
“Chicos mal abrigados y mal comidos”
La Casa Masantonio es un dispositivo barrial que nació en 2016 junto a la villa 21-24, para brindar un acompañamiento integral a personas con tuberculosis y VIH, la mayoría usuarios de paco y en situación de calle. Un equipo multidisciplinario los acompañan para que puedan sostener su tratamiento. Pero el objetivo es mucho más ambicioso: ayudarlos a reinsertarse socialmente y a que recuperen el sentido de su vida.
Gustavo “Hermanito” Barreiro, uno de sus coordinadores, cuenta que la tuberculosis crece en la población usuaria de paco por la dinámica propia del consumo: “Son chicos que están mucho tiempo en la calle, mal abrigados y mal comidos. En una ranchadita si uno la tiene, se transmite fácilmente al resto, que está inmunodeprimido. La pandemia aceleró toda esa dinámica, porque los hospitales se abocaron al Covid y descuidaron el VIH y la tuberculosis”.
Parte del éxito de su abordaje consiste en que las mismas personas que atravesaron esas problemáticas y lograron salir, se convierten en “acompañantes pares” de quienes las padecen en la actualidad. En Masantonio trabajan en articulación con el Estado Nacional y de la CABA, que los subsidia y les provee la medicación.
En la Casa Masantonio ya acompañaron a unas 400 personas con tuberculosis (70% en situación de calle), y la tasa de éxito de tratamiento fue superior al 90%
Fue el primer dispositivo de su tipo en el país, pero a la luz de su experiencia fueron surgiendo otros similares en la villa 1-11-14, en la 31 de Retiro, en Puerta de Hierro y San Petersburgo de La Matanza y en Pichanal, Salta. “Tiene que haber más lugares como este en todo el país”, concluye Barreiro.
Más información
- Para colaborar con la labor de la Casa Masantonio o recibir más información sobre el proyecto, hacer click aquí.
- La Comisión por la memoria y justicia de los obreros textiles de Luis Viale realiza de forma constante actividades. Lucha porque se expropie el inmueble donde funciona el taller para construir un espacio de la memoria. Además, cuenta con una muestra de fotos itinerante a disposición de la instituciones que la requieran.