Tienen hasta cuatro veces más posibilidades de sufrir ese tipo de violencia que aquellos niños, niñas y adolescentes que no presentan esa condición, según revela un estudio; sus relatos suelen ser minimizados o descreídos
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Ezequiel tenía 7 años cuando sus docentes y su mamá notaron cambios abruptos en su conducta. Como tiene un trastorno generalizado del desarrollo que impacta en su lenguaje, motricidad y habilidades sociales, iba a segundo grado con una maestra integradora. Lo que advirtieron, fue que no controlaba sus impulsos: en clase, revoleaba cosas, rayaba los cuadernos y “se portaba muy mal”. En la casa, se sumaban los trastornos en el sueño y la alimentación. Además, había empezado a hacerse pis en la cama.
Los padres de Ezequiel estaban separados y él decía que no quería ir a lo de su papá. Y se golpeaba la cabeza contra la pared, algo que nunca había hecho.
La psicóloga del niño le recomendó a su mamá consultar a un psiquiatra infantojuvenil “para ver si había que medicarlo”. Dijo que los cambios en la conducta de Ezequiel “se vinculaban con su discapacidad”. Pero durante la hora de juego con el psiquiatra, el pequeño hizo un dibujo que puso en evidencia lo que estaba pasando: “Era una figura humana, muy clara, de un adulto con el pene, y otra figura más chiquita. Señaló la más grande y dijo: ‘Papá’. Luego la otra y dijo: ‘Eze’, mientras abría la boca y escupía”, recuerda el psiquiatra, que pide reserva de identidad para preservar a su paciente.
“Lo que me pudo decir luego fue: ‘Papá me hace pis en la boca’. Era su forma de poner en palabras que su padre lo obligaba a practicarle sexo oral”, expone el especialista.
Cuando el médico habló con la mamá, la primera reacción de ella fue: “Mi hijo entendió algo mal”. A su vez, el padre del niño dijo que “era sonámbulo”, que seguramente lo había visto levantarse a orinar de noche y que había “inventado todo”.
Para el profesional, este caso pone en evidencia la desmentida que suele haber de los relatos de los chicos con discapacidad: “El dibujo era contundente, pero todos los argumentos del entorno apuntaban a descreer lo que había dicho con frases como: ‘lo soñó’, ‘es un invento’, ‘confunde cosas’. El abusador se escondía detrás de la supuesta incomprensión del niño. Incluso, había psicólogas que dudaban de su relato”.
Los especialistas afirman que la violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes con discapacidad, sobre todo cuando esta es intelectual o impacta en su forma de comunicación, es mucho más frecuente que en aquellos que no la tienen, por encontrarse en situación de mayor vulnerabilidad. A su vez, coinciden en que estos abusos están más invisibilizados, jugando un rol clave los prejuicios y la falta de capacitación de los profesionales.
Si bien en la Argentina no hay estadísticas que reflejen la problemática, una investigación publicada en junio de este año en la National Library of Medicine de Estados Unidos subraya que los niños con discapacidad sufren violencia sexual entre dos y cuatro veces más a menudo que aquellos que no la tienen. Además, los abusos son “más prolongados y severos” debido a factores que dificultan la detección.
“Lo primero que hay que hacer es asumir esta realidad. En segundo lugar, escuchar siempre a la víctima y creerle. En el caso de las personas con discapacidad se ve mucho esto de no tomarlas en serio, lo que contribuye a ocultar situaciones de una violencia abismal”, afirma Pedro Crespi, director ejecutivo de la Asociación de Síndrome de Down de la Argentina (ASDRA).
En esa línea, Juan Pablo Mouesca, jefe de la Unidad de Violencia Familiar del Hospital de Niños Pedro de Elizalde, sostiene: “El abuso en los chicos con discapacidad no sólo es más frecuente, sino que es más difícil hacer el diagnóstico. En la mayoría de los casos no se encuentran lesiones genitales ni enfermedades de transmisión sexual, y hay que basarse en los cambios conductuales y en el juego, pero a veces la misma discapacidad genera un problema en la comunicación”.
En el hospital reciben “un número significativo” de consultas, en general de niños con discapacidad intelectual o condiciones del espectro autista. A ASDRA también llegan “con mucha frecuencia” pedidos de asesoramiento de familias de personas con síndrome de Down.
Más allá de los casos que ocasionalmente llegan a los medios, como el que involucró a niños hipoacúsicos en el Instituto Próvolo en Mendoza o el del pequeño de 10 años con síndrome de Down abusado por un grupo de compañeros en Córdoba, los especialistas consideran que es clave visibilizar esta realidad.
Con respecto a los cambios de conducta a los que hay que estar atentos, Mouesca subraya que pueden ir desde “una excitación exagerada, como por ejemplo conductas masturbatorias en exceso” hasta el rechazo a ir la escuela o encontrarse con determinadas personas y problemas de sueño y de alimentación. Otros específicos son el conocimiento de conductas sexuales “que orienten a que el niño estuvo expuesto a una sexualidad adulta”, la presencia de lesiones y el relato.
“Nunca tuve educación sexual”
“Dentro de la discapacidad englobamos un montón de entidades y subjetividades, pero lo que aúna a todos los chicos y las chicas con esa condición es el encontrarse en una situación de mayor vulnerabilidad para ser violentados y cosificados, algo que lamentablemente ocurrió históricamente”, reflexiona Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del Hospital de Clínicas y cofundadora del Centro de Prevención del Abuso Sexual en la Infancia y Adolescencia (Cepasi). Todos los mitos que atraviesan a la sociedad en torno al abuso sexual, en el caso de los niños, niñas y adolescentes con discapacidad “quedan amplificados: no se les cree y es frecuente escuchar frases como ‘está fantaseando’ o ‘lo vio en otro lado y mezcla cosas’”.
Paula Wachter, directora ejecutiva de Red por la Infancia, suma otro factor: las acciones de prevención no suelen estar dirigidas a los chicos con discapacidad: “Ya de por sí, tenemos un déficit importante de campañas de sensibilización, pero esta es una población a la que nadie le habla ni le da información accesible. Hay una vacancia desde el poder político que no tiene a este grupo especialmente vulnerable como una población objetivo”.
Antonella coincide. Vive en Parque Patricios, tiene 18 años y una condición del espectro autista. A los 8 fue abusada sexualmente por un primo de 26. En esa época, “no tenía amigos”, sufría bullying en la escuela y le costaba interactuar con otras personas y poder comunicar sus emociones. El año pasado logró poner en palabras la violencia que sufrió y la primera reacción de su familia fue pensar que seguramente “había interpretado mal” las acciones de aquel primo.
“De chica nunca tuve educación sexual y al principio no podía entender si eso que pasaba estaba bien o mal”, enfatiza la joven. Sin embargo, los síntomas saltaban por todos lados: desde los trastornos de la alimentación hasta una depresión que la abatía. “Lo peor es sentir que el otro no te entiende, que no te cree”, resume.
Su caso no es aislado. Según un estudio realizado en Reino Unido en 2022, casi 9 de 10 mujeres autistas afirmaron haber sido víctimas de abuso sexual. “Y dos tercios eran muy jóvenes cuando fueron abusadas por primera vez”, subrayan los autores.
¿Cuál es el panorama en la Argentina? Verónica Ríos es psicóloga y coautora del libro Sexualidades y autismo. Además, es la profesional detrás de la cuenta de Instagram Sexualidad.Inclusive y forma parte del equipo interdisciplinario Sexualidad y Vida Afectiva, que trabaja con personas autistas. De diciembre de 2021 a marzo de 2022 realizaron una encuesta online de la que participaron 156 personas diagnosticadas con autismo, de entre 16 a 46 años. Entre otras cuestiones vinculadas a la educación, las experiencias amorosas y las barreras en el acceso a la sexualidad, se les preguntó si alguna vez habían sufrido un abuso: el 64% respondió que sí y, de ese porcentaje, el 75,7% eran mujeres.
“Todavía hay que profundizar los datos porque son pocos representativos para el rigor científico, pero lamentablemente no nos sorprende el porcentaje”, afirma Ríos. Que las personas con autismo no tengan la información adecuada y accesible es uno de los tantos factores que las expone a un riesgo mayor: “Necesitamos profesionales de la salud con una mirada activa. El desconocimiento es un escudo al que recurren muchas veces para no comprometerse a fondo y profundizar. Buscamos que cada vez más se capaciten. Los mitos y prejuicios que infantilizan y le sacan la capacidad a las personas autistas, profundizan esta problemática”.
“Nuestro hijo dejó ser el que era”
El ser creídos incide de forma directa en el pronóstico de las víctimas de violencia sexual, tanto niños como adultos. Ese fue el caso de Juan Octavio Gobet, un joven de 28 años con síndrome de Down que fue abusado por un profesor de golf y amigo de la familia en Bragado. “Un día nuestro hijo empezó a decir cosas que nos llamaron la atención: se desbordaba y comenzó con un vocabulario desconocido para él, muy obsceno. Cuando indagamos, contó lo que había pasado e hicimos la denuncia”, detallan sus papás, Fernando y Leticia.
Y agregan: “Logramos que el juzgado hiciera la Cámara Gesell y el fiscal dijo que fue ‘contundente’. Unos días después, detuvieron al abusador. Eso fue en febrero de 2021 y el juicio será en marzo del año que viene. Esperemos que haya una condena ejemplificadora: queremos que esto se termine”.
Desde ASDRA acompañaron el caso de cerca. Para Crespi fue “un antes y un después”, porque expuso la necesidad de capacitación de la policía y los actores judiciales. Hoy la asociación organiza talleres de formación para funcionarios y familias.
“Decían que fabulaba”
Luisa tenía 12 años y una discapacidad intelectual. Asistía a un centro educativo en una provincia del norte del país cuando le contó a una de las psicólogas los abusos a los que era sometida por un amigo de la familia: “Se hizo la denuncia y yo fui a testificar al juicio, donde finalmente se condenó al abusador. Lo que me sorprendió fue cómo durante el proceso intervinieron varios profesionales que desacreditaban a la niña, desde una ginecóloga que dijo que ‘fabulaba algunas cosas’ hasta funcionarios del juzgado que aseguraban que, por su condición, era muy posible que hubiese ‘inventado’ lo ocurrido”, cuenta la psicóloga.
Asegura que el hecho de que la niña haya podido dar detalles muy precisos en la Cámara Gesell de cómo ese hombre la había violado en reiteradas ocasiones, fue clave para la condena, “pero eso no siempre ocurre”. En ese sentido, Mouesca advierte que durante el proceso judicial, la Cámara Gesell suele ser considerada “la prueba de oro” cuando no hay lesiones. Eso genera enormes dificultades en el acceso a la Justicia: “Si lograr que los chicos puedan expresarse en estos contextos ya de por sí siempre es difícil, cuando se suma la discapacidad es todavía más complejo”.
Hay iniciativas que buscan impactar en esta realidad. Elías Bustos es abogado e integrante del Programa Nacional de Asistencia para las Personas con Discapacidad en sus Relaciones con la Administración de Justicia (ADAJUS), que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. El mismo tiene, entre otros objetivos, el de “proponer a los operadores judiciales ajustes razonables y de procedimiento” para actuar en distintos casos, incluyendo delitos como abuso sexual, explica Bustos. Dice que casi todas las semanas reciben al menos una consulta referida a este tipo de violencia.
“Llegan casos de niños y adultos, muchos de personas sordas y con discapacidad intelectual. Intervenimos con un equipo interdisciplinario conformado por abogado, psicólogo e intérprete de señas cuando se requiere”, cuenta Bustos. “Por ejemplo, cuando se hace una entrevista en una Cámara Gesell a un niño con discapacidad, hay que hacer ajustes en la comunicación, en cómo se pregunta y repregunta. Por otro lado, cuando el habla está muy comprometida, hay que apoyarse en otras cosas, como lo gestual y lo corporal”. Para el abogado, que exista una formación en este sentido desde la universidad, es una cuenta pendiente: “Yo no tuve ninguna materia sobre derecho penal y discapacidad”.
María Fernanda Rodríguez es abogada, fue subsecretaria de Acceso a la Justicia de la Nación y hoy es integrante del Ministerio Público Tutelar porteño. En sintonía con Bustos, advierte: “Tenés un drama humanitario silenciado que es el abuso en la niñez y en ese contexto la obligación de generar mecanismos que permitan la escucha de chicas y chicos con discapacidad: desde la escuela, el ámbito familiar y de la salud, hasta cuando llegás a la Justicia, que es cuando ya llegaste tarde porque los hechos ocurrieron”. En ese sentido, concluye: “Antes de hacer una Cámara Gesell es fundamental realizar una audiencia preliminar acompañada por especialistas para evaluar, por ejemplo si es un chico con autismo, cómo tiene que ser el ambiente o cómo adaptar la comunicación del profesional a un lenguaje claro, concreto y sencillo. Esa entrevista previa es clave porque implica construir un traje a medida”.
Más información
- Hablemos de abuso sexual: en esta guía de Fundación La Nación podés encontrár más información sobre dónde pedir ayuda y señales de alerta.
- Cepasi: trabaja en la concientizar acerca del abuso sexual en niñas, niños y adolescentes. Junto con el Hospital de Clínicas de CABA y con el apoyo de Red por la Infancia, invitan al “Primer Congreso Interdisciplinario de Salud y Justicia: la urgencia de articular prácticas con perspectiva de infancias para el abordaje de la violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes”. Es gratuito y se realizará el 6 de octubre en dicho hospital. Las inscripciones son por mail escribiendo a congresocepasi@gmail.com. Para más información se puede visitar su Instagram.
- Asdra: acaba de cumplir 35 años acompañando a personas con síndrome de Down y sus familias. Se puede consultar llamando a los números (011) 4777-7333 o 11 2156-0402.
- Adajus: el programa está dirigido a las personas con discapacidad, operadores judiciales, agentes penitenciarios, fuerzas de seguridad, funcionarios de la administración pública, colegios profesionales y organizaciones de la sociedad civil. Para más información, se puede llamar al (54-11) 5300-4000 internos 78348 / 78550 o escribir a adajus@jus.gov.ar
- Red por la Infancia: trabaja en la promoción y protección de los derechos de las niñas, niños, adolescentes y mujeres contra las violencias. En su web se pueden encontrar guías y recursos para víctimas. Consultas: info@redporlainfancia.org
- Sexualidad Inclusive: es una cuenta de Instagram que ofrece herramientas para personas con autismo para una sexualidad respetada y libre.
- “Unidos contra las violencias” es una campaña de sensibilización liderada por Fundación Red por la Infancia con el apoyo de la Alianza PesLatam, que busca empoderar a los adultos brindando información y herramientas para prevenir, detectar y abordar las violencias contra niños, niñas y adolescentes. Está disponible el lenguaje de señas haciendo click aquí.