Está por cumplir 90 años y se mantiene activa gracias al proyecto solidario que creó con su hija
"Ayudar me hace sentir más vital y con energía", asegura Anita Cesario, a punto de cumplir 90 años y con más de 30 de voluntaria. Además de ser mamá, abuela y bisabuela, tiene un montón de "nietos postizos" desparramados por varias provincias a los que visita y ayuda a través de Sumando Solidaridad, la asociación civil que creó junto a su hija, Mirna, para brindar asistencia a escuelas rurales aisladas en distintos rincones del país. Allí viaja varias veces al año y los chicos la esperan siempre con mucho cariño y emoción, convirtiéndose en uno de los principales motivos del empuje que la caracteriza, y sin que su artrosis se lo impida.
En el Día Internacional de los Voluntarios, entre las incontables anécdotas que Anita atesora como miembro de esta ONG, nunca olvidará la aventura que vivió durante su primer viaje solidario. Movilizada por la situación vulnerable de una escuela rancho en Salta, ella y Mirna decidieron llevar distintas donaciones desde Iruya hasta el paraje San Isidro. Para alcanzar su objetivo se subieron a una mula durante siete horas y, en el camino, se les hizo de noche. Entonces tuvieron que enfrentar un desafío que jamás imaginaron: atravesar precipicios sin linternas en plena oscuridad. "¡Por suerte había luna llena!", dicen Anita mientras se ríe.
Aquella travesía por los cerros salteños fue el puntapié que dio nacimiento a Sumando Solidaridad para comprometerse con distintas escuelas rurales a través de un acompañamiento sostenido a lo largo del tiempo. Les entregan donaciones de todo tipo (desde útiles escolares hasta termotanques), las apoyan para que puedan hacer mejoras en infraestructura y en la construcción de invernaderos, nuevas aulas o baños, la instalación de radios, paneles solares, huertas comunitarias o sistemas para hacer llegar el agua potable. Todo a pulmón y gracias a una cadena de voluntarios y donantes en la que cada uno representa un engranaje fundamental.
"Es una emoción que no se puede describir. Uno se siente renovado, con la satisfacción de hacer algo bueno. Yo no tengo en cuenta mi edad ni pienso que soy una persona mayor, sigo trabajando como si tuviera muchos menos años", cuenta Anita que en su tiempo libre le encanta tejer bufandas y otras cosas para abrigar a los alumnos de las escuelas rurales.
El objetivo es que los chicos de estos lugares aislados puedan tener una educación mejor y las mismas oportunidades que los que viven en las ciudades. "Nos duele tremendamente ver escuelas de adobe que se alumbran con velas, donde no hay teléfono o los techos se recubren con nylon para que el agua no entre cada vez que llueve", explica su hija Mirna que vive en Boulogne y trabaja por hora en casas de familia.
Los pedidos de ayuda llegan a montones, y por eso buscan priorizar a aquellas instituciones educativas que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad. Para poder cubrir estas necesidades, consiguen donaciones que ellas mismas clasifican y embalan para luego transportarlas y entregarlas en mano, entre algunas de ellas: útiles escolares, zapatillas, juguetes y bicicletas. Una vez hasta consiguieron la donación de una silla de ruedas para que un chico de 8 años pudiera ir a estudiar. Era alumno de la Escuela Frontera Argentina N° 4206 Abra de Santa Cruz, un paraje rural en Salta. "La mamá lo llevaba a upa, caminando unos trescientos metros hasta la escuela, por un camino empinado", recuerda Anita.
Esta mujer activa y solidaria también recuerda con ternura una de las escuelas donde los chicos no tenían calzado. "Llevaban envueltos los pies con trapitos o con diarios, los niños iban como podían porque querían estudiar. Así que empezamos a medirles los piecitos para llevarles zapatillas. La verdad es que hay cosas muy tristes por eso buscamos ayudar con lo que haga falta", enfatiza.
Sumando Solidaridad ya alcanzó a 127 escuelas de las provincias de Salta, Jujuy, Formosa, Neuquén, San Juan y Misiones: con todas ellas siguen teniendo contacto. Cada año llegan a 7 instituciones escolares y ayudan a 1450 a 1700 niños y sus familias.
Todas las donaciones las guardan en un depósito ubicado en Munro que siempre está repleto, hasta que viajan a cada una de las escuelas para poder entregarlas. "Dentro de poco se nos termina el contrato de alquiler y no tenemos el dinero para renovar, por eso, toda ayuda es bienvenida", dice Anita con una sonrisa, esperanzada en lograr recaudar lo que les falta para poder conservar este lugar.
Quienes quieran colaborar, pueden comunicarse al 011 4710 - 1723 o ingresar en la web www.sumandosolidaridad.org.ar