¿Es posible vivir una vejez plena?
Aunque no sea ampliamente conocida y menos aceptada, la tercera edad puede ser una de las etapas mas interesantes de la vida humana, aun siendo la última por la que debemos atravesar y aun cuando disminuyan la potencia o las capacidades del organismo.
Puede constituir un período donde ya no son necesarias luchas frecuentes y muchas veces vanas que solemos librar en etapas anteriores; puede poseerse el tiempo y la claridad para dedicarlo en gran parte a lo que suele ser más importante después de todo, que es el mundo de los afectos. Es una etapa en la que nuestros conocimientos pueden incrementarse y mejorar nuestro bienestar como consecuencia de las conclusiones que la experiencia y la reflexión proveen sobre qué es vivir bien. Y podríamos continuar ejemplificando.
Pero las ventajas de esta etapa no están abiertas a cualquier persona mayor. Como en el resto de los grupos etarios, las posibilidades están signadas por el lugar que se ocupa en la escala social. Y aquí se reproduce la lacerante desigualdad que caracteriza a nuestra sociedad: algunos mayores lograron construir un patrimonio que les permite ingresos para bien estar, otros tienen jubilaciones razonables, la mayoría accede sólo a la jubilación o pensión mínima, y alrededor de medio millón no tiene aún beneficio previsional alguno: son los mayores más pobres de las provincias más pobres y sólo Dios sabe cómo y de qué viven.
Otro tanto vemos en el campo de la salud. Algunos pocos acceden a seguros de salud prepagos, la gran mayoría al PAMI y muchos no tienen otra opción -especialmente en el interior- que un hospital público atestado de gente y pobremente equipado.
Algunos se llevan bastante bien con las nuevas tecnologías de la información y comunicación, viajan y acceden a múltiples ofertas culturales. Otros deben continuar trabajando para subsistir, son analfabetos digitales y limitan su acceso cultural a lo que pueda ofrecerles la televisión.
Durar hasta la muerte
Podríamos seguir con los ejemplos, pero prefiero parar aquí.
Mientras aquellos mayores a los que aludíamos al comienzo pueden vivir intensamente y gozar de su última etapa en la vida, otros tienen como expectativa en su vida sólo durar hasta la muerte, como confesaba casi la mitad de los entrevistados en una encuesta nacional realizada por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación en 2000.
Sin duda una magnífica tercera edad es posible y no necesariamente ligada a altos ingresos. Pero para que sea posible es necesaria la generación por parte del Estado de las condiciones materiales mínimas y además complementadas por una acción de naturaleza cultural realizada por el Estado y la sociedad civil, ayudando a que los vulnerables adultos mayores comprendan todo el potencial que tienen para desplegar.
Esta tarea, paradójicamente con el tema que nos ocupa, está aún en pañales en nuestro país.
El autor es profesor titular de la UBA e investigador principal del Conicet
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