Es científico, tuvo una profunda depresión y por los prejuicios le llevó años aceptarla
Marialo Alló es argentino y vive en Alemania; le llevó ocho años ser diagnosticado con depresión y otros más poder asumirlo, un camino en el que el estigma social jugó un rol clave; recientemente, escribió un libro donde une el conocimiento científico con su propia experiencia para ayudar a otros
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“El estigma social es la principal barrera por la cual uno decide no hablar de depresión. La otra, es el desconocimiento”. Mariano Alló es contundente. Es biólogo molecular, tiene 46 años y desde hace ocho vive en Heidelberg, Alemania, ciudad en la que se instaló para hacer un postdoctorado y donde actualmente trabaja en una multinacional que ofrece servicios para una variada rama de las ciencias.
Su historia arranca en Carhué, un pueblo bonaerense a 200 kilómetros de Bahía Blanca, en 1974; y su historia con la depresión, 18 años después, cuando era un adolescente. Pero le llevó casi una década ser diagnosticado después de su primer episodio severo y otros tantos años más aceptar lo que estaba atravesando. “Para mí la depresión era alguien que estaba a punto de saltar de un décimo piso o que no se podía levantar de la cama. No tenía nada queda que ver con lo que a mí me pasaba”, reflexiona el biólogo, y asegura que los prejuicios y la falta de información “juegan un rol muy importante en que nos cueste muchísimo entender de qué se trata”.
Mariano decidió compartir su experiencia y bucear en las bases científicas de la depresión en el libro Cuando el cerebro dice basta. La trampa de la evolución o por qué nos deprimimos (Editorial Plataforma), pensado con un objetivo claro: allanar el camino de otras personas con ese padecimiento psíquico y que no tengan que atravesar por lo que él pasó. En el marco del Día Mundial de la Salud Mental, advierte cómo la mirada social muchas veces aumenta el sufrimiento de quienes tienen depresión y dificultan el diagnóstico, sobre todo teniendo en cuenta su altísima prevalencia en jóvenes, el impacto que tuvo la pandemia y que, según la OMS, será la principal causa de discapacidad para 2030 a nivel mundial.
“Lo primero que sentí cuando me dieron el diagnóstico, después de años de buscar respuestas, fue rechazo, que me estaban poniendo una etiqueta que en mi propia visión era terrible, cargada de conceptos negativos, los míos y los que se sostenían en la mirada de los otros. Fue una reacción visceral, no racional”, cuenta Mariano en diálogo con LA NACION por Zoom, desde Alemania.
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El primer episodio severo que tuvo de depresión se vinculó con la muerte de su papá, Armando, en un accidente de tránsito. “Con mi mamá se estaban divorciando y él viajaba mucho por trabajo. Ese fin de semana cambió la fecha del viaje porque el equipo en el que yo jugaba al fútbol había ganado un campeonato y teníamos la cena de campeones. Tuvo el accidente esa noche y para mí la culpa fue enorme”, recuerda Mariano. Pero nunca pensó que lo que se le había disparado era una depresión: “Simplemente, pensaba que era un duelo muy largo, en el cual por dos años mi vida se paralizó por completo. Quedé en una especie de limbo, sin saber para dónde salir o qué hacer, sin energía, y entré en un pozo completamente oscuro”, detalla.
¿Ni te imaginaste que podía ser una depresión?
No. Tenía toda la sintomatología que hoy asociamos con esa enfermedad, que va desde cuestiones anímicas y emocionales, que son las que normalmente se ven primero, hasta otras asociadas a cuestiones cognitivas y somáticas. En mi caso, además de la falta de energía, de ganas de hacer cosas, aparecieron cambios en el comportamiento alimenticio como no tener apetito, tenía pesadillas y empecé a tener problemas de memoria, a darme cuenta que mi cerebro funcionaba raro. Un espectro bastante grande que en ese momento no pasó completamente desapercibido, pero sí estaba bajo ese velo impuesto por el duelo en el que me encontraba y, sobre todo y lo más importante, bajo el estigma social que teníamos y tenemos sobre la depresión, que hoy mejoró pero sigue siendo muy, muy grande. Es terriblemente difícil poder decir: “Bueno, sí, quizás me está pasando esto”, cuando ese “esto” no lo tengo definido, cuando tengo una idea en mi mente tan, pero tan sesgada de qué se trata.
"Es prácticamente imposible reconocerse a uno mismo atravesando una depresión sino sabemos lo que es. Y en general no lo sabemos."
Mariano Alló, biólogo molecular
¿Qué rol juegan los prejuicios en la dificultad de reconocerla?
Enorme. Tenemos esa visión social extremadamente sesgada y estigmatizada en la cual imaginamos, por ejemplo, que la depresión es una dolencia muy asociada con la voluntad, con las ganas que uno le pone a lo que le está pasando y donde la biología queda completamente de lado, como si la salud mental y la física fueran dos entidades separadas cuando en verdad son una sola cosa. Esto de: “Si estás así, lo estás eligiendo, no le ponés suficiente garra. ¿Cómo no te podés levantar de la cama?”. Hubo momentos, en los episodios más severos, en que yo no podía salir de la cama hasta las 7 de la tarde. Es difícil explicarle eso a alguien que no lo vivió. Cualquier persona te va a decir: “Levantáte, es lo único que tenés que hacer”.
¿Qué consecuencias tienen esos señalamientos?
Son un arma muy peligrosa porque nosotros terminamos creyéndonos esa misma historia de que “si no salimos, es porque no le ponemos voluntad” y pasamos a sentir en carne propia que es nuestra propia invención lo que nos está pasando. Uno entra rápidamente en un espiral que termina jugándonos en contra y empujándonos a un montón de emociones negativas, a llenarnos de culpa, a bajarnos la autoestima. Pero si unimos lo biológico con los psicológico, es más fácil comprenderlo. Lo que sentís cuando tenés depresión es como si hubieses corrido una maratón todos los días del año: se siente no solo mental, sino físicamente el cansancio.
¿Creés que hay algunas de esas falsas creencias que pesan más sobre los varones, como considerarla sinónimo de “debilidad”?
Por supuesto, en una sociedad todavía patriarcal y machista, eso juega un rol importante y sin duda hay todo un espectro de asociar a la depresión como sinónimo de debilidad. También con otros aspectos como ser holgazán, con la falta de ímpetu, de querer salir adelante. O que no te crean o sientan que es algo que uno inventa o utiliza para sacar una ventaja, por ejemplo, para no ir a trabajar. Esos son algunos de los más frecuentes. El que te consideren débil o la falta de resiliencia, es algo doloroso y que está completamente alejado de la realidad, porque una persona que está peleando con esos monstruos que desde afuera no son visibles pero que son terriblemente reales, y atravesando cambios físicos en estructuras del cerebro y su forma de funcionar, está luchando las 24 horas, los 365 días del año. Todas las personas que padecen depresión son como mis héroes reales de la vida, porque sé lo que están atravesando.
"Una persona que está peleando con esos monstruos que desde afuera no son visibles pero que son terriblemente reales, y atravesando cambios físicos en estructuras del cerebro y su forma de funcionar, está luchando las 24 horas, los 365 días del año."
Mariano Alló
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Tiempo después de que su papá muriera, Mariano se mudó al sur, igual que lo había hecho su mamá y sus hermanos menores. La “llamita de la ciencia” comenzó a encenderse cuando trabajaba en el área de prensa del Museo Paleontológico de Trelew. Estudió la licenciatura en Ciencias Biológicas en la Universidad San Juan Bosco de esa ciudad y después se mudó a Buenos Aires para hacer un doctorado en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.
“¿Cómo vas a tener depresión, si estás haciendo un doctorado?”, le preguntaban varios de sus conocidos a Mariano. Él sentía que esa falta de comprensión iba generando una brecha más y más grande entre lo que le pasaba y la capacidad de comprensión de los otros. “Es muy doloroso, porque uno siente que es difícil encontrar empatía en los seres cercanos y a la vez es muy difícil para todos los familiares dar ese salto. Primero hay que entender un poco de qué se trata la depresión. Es arduo pero no imposible”, subraya el biólogo.
¿Cómo llegás al diagnóstico?
El segundo episodio de depresión lo tuve ya muy avanzada mi carrera universitaria, después de cuatro o cinco años espectaculares. Empecé a tener problemas cognitivos que identifiqué fácilmente y de golpe me empezó a costar mucho hacer cosas que antes hacía sin problema y que normalmente disfrutaba. Mi primera visión fue “me está pasando algo físico”. Estuve dos años yendo a médicos hasta que un profesor de la facultad me recomendó ir a ver a un neurólogo del Hospital Italiano. Me hicieron un montón de estudios y el día que me dio la devolución, me dijo: “Mariano, vos tenés una depresión encubierta”. Yo me quedé pensando: “No, ¿de qué está hablando? Se está equivocando de paciente. No puedo ser yo”.
¿Cómo describirías lo que implica atravesar una depresión?
Es como si de golpe te encontraras en la oscuridad, con alguien que te ataca. Te asustás y no sabés a qué te estás enfrentando, dónde está, cómo es, y tampoco sabes qué hacer: si contraatacar o salir corriendo, porque no tenés idea de dónde vienen los golpes y eso te paraliza. Con la depresión, por el desconocimiento que tenemos, pasa algo parecido. Aprendiendo sobre cómo interacciona la biología, la genética, la psicología, entre otros aspectos, es como si de golpe prendiésemos una linterna y arrojásemos luz sobre lo que nos está atacando, lo que nos permite defendernos de otra manera.
¿Qué le dirías a una persona que tiene un ser querido que está atravesando una situación similar?
Me parece que lo más importante es acompañar desde el respeto y no presionar. Debemos tener en cuenta que esa persona vive constantemente bajo unos niveles de presión muy extrema. Es muy importante tratar de entender por qué no quiere hacer ciertas cosas, por ejemplo. Para evitar que se genere una barrera que puede ser inquebrantable entre la persona que está padeciendo la depresión y quien lo está tratando de ayudar. Es muy importante acompañar, hacerle saber que estamos ahí para cuando nos necesite desde un lugar de respeto, “te doy tu espacio, te entiendo”, acompañándolo, por ejemplo, a encontrar especialistas. Pero siempre desde un lugar de acompañamiento y no de empujar.
¿Cómo estás hoy?
Mi presente transcurre entre mi profesión y todo el proyecto que se desencadenó con el libro que es mi cuenta de Instagram. Me apasiona la divulgación y sentir que mi propia experiencia y sufrimiento trasciende en buscar ayudar a otras personas. Muchas veces me preguntan: “Bueno, ¿pero ya te curaste?”. Yo siempre digo que, en mi caso, como en muchos que tienen esta particularidad de ser una depresión resistente, es una lucha constante. Lo que yo tengo son herramientas que he adquirido con el tiempo y que me ayudan a amortiguar esos periodos. Pero es un proceso. Muchas veces la gente tiende a idealizar cuando uno cuenta su experiencia, como si fuera inmune, la realidad es que peleo con los mismos fantasmas que los demás. Mi camino me ayudó a poder entender lo que me pasa, a liberarme de un montón de cosas y a tener herramientas que me ayudan en los diferentes momentos.
Más información
- El libro Cuando el cerebro dice basta. La trampa de la evolución o por qué nos deprimimos (Editorial Plataforma), puede conseguirse en en librerías de todo el país (el distribuidor local es Ediciones Granica). También está disponible la versión digital en Amazon y el audiolibro en Audible.
- El Instagram de Mariano, donde suele hacer vivos y compartir información científica sobre la depresión, es @dr.marianoallo
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de “Hablemos de depresión” una guía de Fundación La Nación que incluye las voces y las recomendaciones de algunos de las y los principales referentes en esta temática de la Argentina, así como testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil. Contó con la curaduría de Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas.