Es arquitecta y con una tarea “muy simple” logra que los chicos de un barrio popular no abandonen la escuela ni repitan
Carolina Roldán tiene 38 años y vive en Rosario; camino a la facultad conoció un barrio en el que muchos niños y adolescentes dejaban el colegio porque no podían entender lo que les enseñaban; se involucró y la historia de esos chicos cambió por completo
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“Qué cerca y qué lejos”, pensaba Carolina Roldán a sus veintipico, cada vez que iba a cursar a la Facultad de Arquitectura en la Ciudad Universitaria de Rosario y veía el barrio popular lindero, República de la Sexta. Para ella, la única forma que tenían esas familias de salir de la pobreza era con educación, pero entre ellas y ese espacio de saberes había una distancia cruel, a pesar de estar ahí nomás, en la otra orilla.
“En un momento me cansé de ser espectadora de la pobreza y de quejarme de esa realidad. Había que hacer algo”, cuenta a LA NACION Carolina, quien hoy es arquitecta, tiene 38 años y junto con unos amigos fundó Orillas, una ONG que trabaja para justamente acercar orillas con la educación cómo motor de cambio.
La organización tiene su sede en el mismo barrio, en el club Defensa y Unión, ya cumplió 13 años, cuenta con unos 20 voluntarios, y cumple día a día su objetivo. Gracias a sus talleres de apoyo escolar para primaria y secundaria, a los que acceden unos 200 chicos y chicas de familias con alta vulnerabilidad socio económica, se logró en esa población una disminución del 95% de la repitencia escolar y un 0% de deserción.
“Llegan negados con la escuela”
Para ponerle cara a esos números, Carolina dice que las historias de la mayoría de los niños de República Sexta es la de chicos y chicas a los que les cuesta leer y escribir por múltiples razones. “Cuando llegan a los talleres suelen estar negados con el colegio. Pero todo eso pasa porque no entienden. Muchos llegan a quinto grado de primaria y escriben por fonética, pero no entienden lo que leen o directamente no saben leer”, cuenta y sigue: “Todo eso les genera una frustración y faltan, se portan mal, se ponen tristes. Y no tienen sueños de futuro. Por eso, dejan la escuela”.
Carolina dice que este fenómeno tiene múltiples razones estructurales. “Suelen faltar mucho porque los padres no los pueden llevar porque trabajan o no están, porque viven en un contexto en el que no debería vivir un niño o niña”, se lamenta. Pero luego vuelve a los resultados que se obtienen gracias al trabajo de los voluntarios, en su mayoría universitarios.
“Desde diferentes estrategias ayudamos a los chicos a que sigan progresando y que no se desanimen. Vos ves que cambian sus modos, son más respetuosos porque ven que alguien los quiere ayudar, además cambia la forma en que se dirigen a las demás personas. Creo que tiene que ver con el ejemplo. Se sienten más seguros, más felices”, dice con orgullo.
Entonces habla de Ezequiel, un chico que comenzó a ir a apoyo escolar y al que le costaba todo. Gracias a los talleres que fueron incorporando, el niño se interesó por el de rap y el básquet. Hoy es un voluntario más y sueña con poder sumar más aulas en la sede de Orillas para cuando pueda vivir de la música y el deporte.
Ese trabajo con los chicos hizo que niños y adolescentes de otros barrios populares, cercanos y lejanos, se acerquen a Orillas, lo que habla de la necesidad de que existan más organizaciones como esa. Incluso, ahora el barrio tiene más relación con la Universidad Nacional de Rosario. El comedor universitario da viandas de comida a los niños que estudian en Orillas y con la ayuda de la Facultad de Arquitectura diseñaron un estudio de grabación que se construirá para el taller de rap, música y podcast.
“Nos piden más capacitaciones”
Carolina reparte su labor de voluntaria en Orillas con su trabajo como empleada municipal y las clases que da en la Facultad de Arquitectura. Dice que creció en una familia de dos hermanas y padres trabajadores (mamá contadora, papá bancario), quienes siempre le inculcaron el valor de la solidaridad. Pero afirma que en el proceso de ayudar fue cuando supo que siempre se aprende del que necesita.
“Muchos suelen creer que la gente que vive en una villa no estudia porque no quiere, pero cuando empezamos a recorrer el barrio, allá por el año 2010, contando que queríamos ayudarlos a través de la educación, fueron ellos mismos los que nos empezaron a pedir más capacitaciones. Cumplir sueños crea caminos, ese es el objetivo de Orillas”, dice Carolina con el entusiasmo de la primera vez de las cosas.
Además de apoyo escolar, Orillas ofrece talleres de oficios como peluquería y barbería; talleres de inglés, arte, ciencia, programación y robótica. Con orgullo, Carolina dice que hace tres años, tras arduos pedidos al Ministerio de Educación de Santa Fe, consiguieron abrir una escuela secundaria para adultos y un jardín de niños para las mamás y papás que asisten a la escuela.
Es que por 2021 empezó a pasar lo que todo soñador como Carolina y los voluntarios de Orillas quieren que se haga realidad, que las ganas de hacer y crecer se contagien. “Hubo un momento en el que los chicos, de primaria y secundaria, empezaron a venir a los talleres de apoyo con sus papás y sus mamás, porque ellos querían terminar la primaria o la secundaria”, cuenta sobre la semilla de otro de sus grandes logros.
Carolina explica algo que evidencia que no se dan todas las garantías desde el sistema educativo para que algunos adolescentes terminen la secundaria. “Hay muchas chicas, principalmente, que van a la escuela con sus hijos o hijas todos los días, que no habían llegado a terminar los estudios porque no podían llevar a los pequeños a cursar porque tuvieron que criarlos o salir a trabajar”, dice.
En estos tres años, ya se graduaron de la secundaria unas 60 personas de 18 años en adelante. De esas 60, ya son 40 las que están estudiando en la universidad.
“Nosotros al principio nos preguntábamos cómo podríamos saber si lo que estábamos haciendo tenía el impacto que esperábamos. Entendimos que a lo mejor el resultado no lo íbamos a ver en un día. Entonces uno de los parámetros que pensamos fue que cuando las personas empezaran a acceder a la universidad, así veríamos que sí, que estábamos ayudando a cambiar su realidad social y económica, sus vidas”, dice emocionada. Así, muchos estudian Enfermería, Medicina, Trabajo Social, Derecho y Programación.
“Ahora nos faltaría abrir una primaria para adultos. Es otro de nuestros sueños”, cuenta la joven. Luego, justifica ese nuevo objetico con el ejemplo de los niños y niñas que logran escribir, leer y ser felices porque pueden soñar con “cruzar la orilla” y llegar a esa Ciudad Universitaria que antes solo era parte de su paisaje. Ya no son meros espectadores.
Cómo ayudar
- Para contactar a Orillas o conocer su obra, podés visitar su cuenta de Instagram.
- Si querés colaborar con donaciones, podés hacerlo desde este link. Lo que más necesitan son sillas, materiales para los talleres y construir más aulas.
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