Enseñar a leer: los proyectos basados en las neurociencias que se aplican hoy en las escuelas
Un modelo sistematizado y progresivo vuelve a poner el foco en el sonido y las palabras; en qué se diferencia del resto de las teorías
El diagnóstico se replica en todos los niveles educativos y rincones del país. Maestros y profesores lo han repetido hasta el cansancio: "Los chicos no comprenden lo que leen". Según las últimas pruebas Aprender, a nivel nacional, el 30% de los alumnos de 4° grado apenas alcanza un desempeño incipiente o básico en las tres dimensiones evaluadas a la hora de escribir un cuento: discursiva, textual y convenciones lingüísticas.
Ante esa realidad y frente a la coincidencia de que la lectura es el pilar fundamental para el resto de los aprendizajes, surgen propuestas que buscan combatir las dificultades en los procesos de alfabetización, como las que incorporan la mirada de las neurociencias y de la conciencia fonológica, una metodología clásica que se enfoca en la oralidad y los sonidos de las palabras. Según sus promotores, estas iniciativas tienen como objetivo reducir la brecha educativa entre los distintos sectores de la sociedad, facilitar el modo en que se enseña y aprende (sobre todo, en aquellos chicos que presentan mayores desafíos, como los disléxicos), y ponerle freno a los alarmantes números de la deserción en el secundario.
"Hace años que los chicos de la Argentina muestran que cada vez tienen mayores dificultades para aprender a leer y escribir", sostuvo Ana María Borzone, investigadora principal del Conicet, especialista en alfabetización temprana e impulsora del programa Queremos Aprender, "pensando para promover de forma integral el desarrollo socioemocional, lingüístico y cognitivo infantil".
Para Borzone, esas trabas iniciales son una bola de nieve cuyo resultado final es el altísimo porcentaje de adolescentes que abandonan el secundario. "¿Por qué lo hacen? Porque no aprenden a comprender y, por ende, no pueden estudiar. Porque no se les enseña a leer de forma sistemática e intensiva desde el jardín de infantes y el 1° grado, y se van retrasando en todo el resto de los aprendizajes", subraya.
En la Argentina, no hay único sistema de alfabetización, y las diferentes metodologías acumulan adhesiones y críticas. La psicogénesis, un método constructivista en el que el aprendizaje parte de la exposición del niño a los estímulos escritos del entorno, predomina sobre todo en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. Pero también están la conciencia fonológica clásica; el aprendizaje estadístico, que toma algunas cuestiones de la técnica anterior pero reformuladas; y el enfoque del lenguaje integral, según el cual los niños son dueños de su propio aprendizaje y leer equivale a buscar significado. En la práctica, los maestros en las aulas suelen combinar un poco de todo.
Guillermina Tiramonti, coordinadora del Consejo de Formación Continua de la provincia de Buenos Aires e investigadora principal del área de Educación de Flacso, opinó que en las currículas y también en los institutos de formación docente hay una ambigüedad –y en muchos casos, una ausencia– respecto de cuál es la pedagogía concreta para la enseñanza de la lectoescritura. "Hay mucho contenido teórico y abstracto, pero pocos instrumentos para la enseñanza", consideró.
Desde el año pasado, Queremos Aprender se está aplicando en todas las salas de 5 años de la provincia de Mendoza, mientras los maestros de 1º grado reciben capacitación. "Para que este programa se pueda llevar a la práctica, se requiere trabajar con los docentes, que tienen un rol fundamental, ya que implica un cambio de paradigma: se les explica cómo enseñar a través de la lectura dialógica interactiva", aseguró Borzone. Esto implica, entre otras cuestiones, que el adulto y el niño reflexionen juntos sobre los textos.
Partir de la experiencia
Cuando su hijo Tito estaba en sala de cinco, Magdalena Zavalía se dio cuenta de que le costaba muchísimo aprender a leer. "A los 6 le hicimos un psicodiagnóstico y dio que tenía dislexia", contó Magdalena, que es abogada y vive en Estados Unidos desde hace 21 años.
Entonces, decidió que Tito fuera a The Windward School, una escuela para niños con dificultades en el aprendizaje basadas en el lenguaje. "Tiene un método de enseñanza que, sustentado en evidencia científica, les da a los chicos las herramientas para convertirse en lectores independientes y que puedan aprender leyendo", recordó la madre. "Fue a 2° y 3° grado ahí y después volvió al colegio al que iba antes y siguió su vida escolar sin dificultad".
Esa experiencia despertó en Magdalena una gran curiosidad por cómo se aprende a leer y decidió inscribirse en el instituto de entrenamiento de maestros de aquel colegio. "Aprendí que hay un porcentaje pequeño de chicos para quienes leer no requiere esfuerzo y otro considerable para quienes es difícil y no van a aprender sino se les enseña de una manera determinada", detalló.
Inspirada por una de sus docentes, Phyllis Bertin, creadora del método Preventing Academic Failure, Zavalía decidió desarrollar una metodología similar para enseñar en español. Le llevó cuatro años hasta que, junto con su equipo de Intelexia, crearon Aprender Leyendo, que enseña en forma explícita –es decir, a decodificar y combinar fonemas (sonidos) con grafemas (letras)–, sistemática –con una secuencia de pasos de dificultad progresiva–, y multisensorial –en una misma lección se enseña a leer un sonido y la caligrafía y ortografía de su correspondiente letra–.
Aprender Leyendo se está aplicando en tres colegios privados bonaerenses. Además, este año empezaron una prueba piloto junto con la Red de Escuelas de Aprendizaje, que depende del Ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires, en cinco instituciones de contextos socioeconómicos vulnerables.
"Lo que se pretende con estos métodos es que los chicos aprendan a leer y luego usen la lectura para aprender; es el paso de aprender a leer a leer para aprender. Está basado en las últimas investigaciones de la neurociencia acerca de cómo convertir un cerebro lingüístico en un cerebro lector", describió Florencia Salvanezza, directora Instituto de Neurociencias y Educación (Ineco). En este sentido, Salvanezza señaló que ahora hay más bases científicas sobre qué hacer y cómo hacerlo: "Se tiene un conocimiento del funcionamiento cerebral que antes no teníamos".
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