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Nilo Romero no sueña con grandes cosas. Su mayor deseo es poder tener una cama para él solo porque a sus 14 años todavía sigue compartiendo, espalda con espalda, el colchón de una plaza con su hermano. “Es muy incómodo”, dice haciendo el ademán de ponerse de canto, en posición fetal, sobre la cama.
Vive en Piruaj Bajo, un paraje ubicado en el Salado Norte santiagueño, en un rancho en condiciones muy precarias. "Nos alcanza apenas para la comida", dice su papá que trabaja sacando madera. Su mamá es ama de casa y tiene tres hermanos: Luis, Miriam y Silvia.
"Nos hace falta todo. Necesidades hay de lo que busque", dice Puré, su papá y empieza a enumerar: camas, mesas, un freezer a gas, un baño.
Nilo ama el monte y el oficio de hachero – que aprendió a los 10 años - con la misma intensidad. "Aquí es lo más lindo. No hay mejor vida que la del hachero. Me levanto temprano, me lavo la cara, tomo el desayuno y voy al monte a ayudar a mi papá a hachar la madera", cuenta entusiasmado.
El hermano jesuita Rodrigo Castells de la Parroquia de San José de Boquerón, define a Nilo como un chico emprendedor y conocedor de la dureza de la vida. "Lucha en medio del monte para salir adelante. No es fácil soñarse cuando hay tantas limitaciones", expresa.
Sobre la primera vez que agarró un hacha, Nilo recuerda que se cansó mucho y que también se frustró porque no podía hacer bien el trabajo. Ese día, desde las 8 hasta las 12 del mediodía, solo pudo hacer un poste. Hoy, son muchos más lo que hace de quebracho colorado. "Me enseñó mi papá. Después fui mejorando, hay que aprender a manejar las herramientas. Para hacer un poste primero tenés que ir a limpiar la madera, después lo volteas, después lo medís cómo lo querés cortar, después le sacás la cáscara, después lo hacés redondito y sacás la madera para venderla", explica.
Nilo ya maneja hachas, machetes y motorisierras. Las afila para que corten mejor. Selecciona los árboles que no estén agujereados ni curvos.
"Lo ayudo a mi papá y también saco algo de plata para comprarme zapatillas y golosinas", cuenta Nilo.
Si bien le encanta transpirar en el monte, Nilo sabe que existe otro futuro. Por eso, al mediodía vuelve a su casa para almorzar, ponerse el uniforme e ir a la escuela. Con las zapatillas nuevas, el cierre roto del pantalón, su camisa blanca y su corbata, emprende la caminata. "También estoy estudiando porque se van a acabar los postes. Me gustaría ser profesor de Matemáticas. Desde chico que me gusta cuando sabíamos jugar a ver quién hacía más rápido los ejercicios", dice.
"A Nilo le gustan mucho las matemáticas. Yo siempre les digo a los chicos que cualquier duda que tengan, incluso si es recreo, que me pregunten. Y Nilo siempre me hace preguntas", explica Tobías Samana, preceptor y tutor de Nilo en la Escuela Nro 380, en Piruaj Bajo.
Sobre su desempeño, cuenta que Nilo nunca tiene materias desaprobadas y que siempre se saca muy buenas notas. Y que es muy probable que sea uno de los pocos chicos que siga estudiando una carrera: "Hace poco me estaba comentando que tiene una tía en Santiago del Estero que lo quería llevar para ahí el otro año para seguir estudiando allá".
Cuando los docentes no pueden llegar a la escuela, Samana se hace cargo del curso y los hace hacer ejercicios de matemática o trabajar en la huerta. "Los caminos son un problema y casi nadie tiene camioneta. Si pinchan un goma o se les rompe la moto, los maestros no pueden llegar", explica.
En estos rincones, si bien la educación está universalizada tiene enormes falencias en lo cualitativo. "La oferta es bastante pobre. Los maestros hacen un gran esfuerzo para trasladarse en estos caminos, no todos tienen la misma pasión por la educación, y eso hace que en muchos casos la educación no sea buena", explica Castells sobre la enorme brecha educativa.
Nilo es un chico tímido y bastante introvertido. De pocas palabras. Se le entrecorta la voz y tose cuando cuenta lo que significa la "represa" (una reserva de agua de lluvia en forma de laguna) para él. "Desde chico que voy. Ahí tengo un pedazo de mi vida, momentos de dolor, tristeza y alegría. Cuando estoy enojado o triste, me voy para ahí. Te sentás, escuchás los cantos de los bichitos y estás mejor", cuenta este adolescente de ojos achinados.
Piruaj Bajo es como una gran familia, todos se conocen y los vecinos se visitan todos los días. Cuando Nilo no está trabajando en el monte, sale a buscar a sus amigos. Como no hay señal de celular, si quiere jugar con alguno va directamente para su casa.
"Si no está, la mamá te va a decir a dónde más o menos salió", cuenta este adolescente que escucha todo tipo de música, tiene celular pero solo puede usarlo con Wifi en la escuela y todavía no tiene novia. "Por dónde mire tengo amigos. Nos criamos juntos. Tengo un montón. Me gustaría que todos los chicos de la zona aprendan a disfrutar del monte", dice.
Su actividad predilecta, antes que el fútbol, es jugar a la honda. "La agarro y me olvido de todo", dice Nilo. Para Castells, la siesta es el horario mágico para que los chicos puedan ser libres. "Es el único momento en el que los adultos duermen y no les indican tareas. Durante esas horas pueden meterse en el monte o en su propio mundo de magia".
A Nilo le gustan todas las comidas y sabe cocinar guiso o marinera. Uno de sus hobbies preferidos es ir al monte a cazar lo que encuentre. "La gente caza quirquinchos, cuchi del monte o jabalí para comer. Acá alimento no va a faltar", dice.
Sus papás solo hicieron hasta 7mo grado. Su papá, trabajó desde los 10 años en las cosechas y se iba por varios meses. Se subía a un camión grande con acoplado y viajaba por las diferentes provincias en busca del poroto, la cebolla o la aceituna. "Vivíamos más afuera que acá . A la escuela íbamos poco y nada. Me aprobaban por altura", dice entre carcajadas.
Nilo quiere seguir estudiando y eso va a significar un desafío económico muy grande para su familia, que todavía no saben cómo van a poder encarar ese gasto por problemas económicos y de distancia.
"El futuro de todos acá es muy frágil porque no tienen seguridad sobre el territorio en donde ellos trabajan y pastorean sus animales. Ese es un tema bien complejo que pone en juego la vida de estos chicos en el monte", concluye Castells, preocupado porque el avance de las empresas agrícolas ha puesto en riesgo no solo la tenencia de tierras ancestrales en la comunidad campesino-indígena de Piruaj, sino también sus bosques y su cultura.
PARA AYUDAR:
El mayor deseo de Nilo es poder tener una cama para él solo. En su casa, también necesitan muebles y un freezer a gas. Las personas que quieran saber más sobre su familia y cómo ayudarla pueden comunicarse telefónicamente con Carmen Eswein (Buenos Aires) al 114-049-4000 o por Whatsapp con el Hermano Rodrigo Castells al +54-911-69749665.
Para transferencias bancarias:
Castells Daverede Rodrigo
San José del Boqueron
Caja de ahorro $: 1561/31
CBU: 3210150250000001561312
CUIL: 23-94138667-9