En Mar Chiquita, se construirá la primera escuela sustentable de la Argentina
Mientras afuera el frío se hacía sentir, al ingresar a las inmediaciones, el calor daba la bienvenida sin la necesidad de una estufa. Mientras las aulas se creían el único ámbito de aprendizaje, allí cada panel solar, cada neumático reutilizado, cada botella reciclada era un estímulo de formación para los niños. Mientras las horas de currícula eran la instancia de aprendizaje, el recreo incluía el cuidado de la huerta como divertimento y sabiduría para cada alumno. Lo que en agosto de 2016 conocíamos del otro lado del charco en Uruguay, en marzo próximo comenzará a hacerse realidad en Argentina: una escuela sustentable.
Basada en el principio de “utilizar residuos para generar recursos”, la escuela pública Nº12 de Mar Chiquita será un “Earthship”, una construcción que hace del uso eficiente de los recursos, la energía renovable y el cuidado del ambiente sus ejes básicos. El concepto de “Earthship” o “NaveTierra” fue desarrollado por el arquitecto norteamericano Michael Reynolds quien, cansado de ver que la arquitectura tradicional no respondía a las verdaderas necesidades del hombre y del ambiente, decidió revolucionar el sector con estas construcciones.
“Este tipo de escuelas pueden traer toda una nueva generación de personas a este planeta, porque tendrán principios que ya formarán parte de ellos desde su educación”, aseguró Reynolds ayer en la presentación del proyecto en el Centro Cultural Gral. San Martín.
Constituyéndose como la segunda escuela de este tipo en América latina, la “NaveTierra” conservará las características arquitectónicas, sustentables y educativas de la primera creada en Jaureguiberry, Uruguay, en 2016, y que se sintetizan en siete principios: 1) Utilización de materiales reciclados, como cubiertas de neumáticos, latas y botellas; 2) Cosecha del agua de lluvia para disponerla para otros usos; 3) Reutilización de las aguas al interior de la escuela, incluyendo las consideradas “grises” del lavamanos; 4) Empleo de energías renovables, con paneles fotovoltaicos que llevarán a cero el costo energético; 5) Acondicionamiento térmico pasivo con una temperatura promedio de entre 18 y 25ºC, gracias a la ubicación y la forma estratégica en la que se construye; 6) Producción orgánica de alimentos con huerta interior y exterior; 7) Desarrollo del factor humano, involucrando a los docentes y alumnos que habitan la escuela a diario, pero también a la comunidad que los rodea.
Con 270 m2, un valor aproximado de 1000 dólares por m2 y tan sólo 45 días de construcción, la primera escuela sustentable de Argentina se empezará a construir en marzo. Su localización no es azarosa. En Mar Chiquita se está llevando a cabo el Planmar, que Don Powa, representante de la asociación civil Amartya, define como un “nuevo modelo de desarrollo local sustentable”. Se trata de una propuesta alternativa de educación ambiental que ofrece enfoques de trabajo transversal con los vecinos, los gobiernos locales y los actores socio económicos clave.
De profesión arquitecto, el intendente de Mar Chiquita, Carlos Ronda, asegura: “Para cambiar nuestra manera de vivir es muy importante comenzar por los niños. Esta escuela va a ser un símbolo no sólo para la localidad sino también para la provincia y la Argentina”.
Martín Espósito, director de la iniciativa “Una Escuela Sustentable” de la organización Tagma, recuerda los orígenes del proyecto en Uruguay que se replicarán en territorio argentino: “Surgió desde el deseo de que existiera un edificio escolar donde se educara a los niños día a día según los principios de la arquitectura sustentable del documental que habíamos visto de Reynolds ‘El Guerrero de la Basura’ (‘Garbage Warrior’). Ese fue el inicio de un camino que busca intervenir en la educación pública”.
En diálogo con LA NACIÓN, Reynolds subraya la importancia del sentido de comunidad detrás del proyecto: “Es muy similar a lo que ocurre en África cuando queda un último pozo de agua antes de que llueva, todos los animales van a él por el agua. Eso es comunidad. Cuando todas las cosas sustanciales de los seres humanos están juntas, eso une a las personas. Y esa unión puede empezar en una escuela”.
Un trabajo en equipo
Muchos de los hoy involucrados en la iniciativa creyeron en un primer momento que el proyecto resultaría ser imposible. ¿El motivo? Se necesitaba de la intervención y participación conjunta de distintos actores, procedentes del sector público, privado y civil. “No es un proyecto que surge de una ONG, sino entre varias partes y en donde cada una tiene un rol fundamental en el proyecto”, asegura Espósito.
Como socios estratégicos desde el sector privado, la escuela argentina contará con Ala como principal sponsor y con el apoyo de WaltDisney y DirecTV.
La localidad de Mar Chiquita recibirá a 200 voluntarios para la construcción de la escuela. “20 de ellos son argentinos y formarán el primer círculo de contención”, explica Espósito y agrega: “Las otras 80 personas fueron seleccionadas por la organización de Reynolds ‘Earthship Biotecture’ y son de distintas edades, formaciones y países. Se busca que haya diferencias entre las personas porque el enriquecimiento cultural durante el proyecto es importante”.
Más allá de las 2000 cubiertas, las 4000 botellas y las 800 latas que se reutilizarán como parte de los cimientos, para Reynolds hay un diferencial que tienen estas escuelas por sobre cualquiera de los otros cientos de “Earthship” que construyó alrededor del mundo desde hace más de 45 años: “La clave de todo en este planeta es repensar. La escuela les da a los chicos la posibilidad de repensar. Los niños son los que tienen mayor capacidad de sentir y hacer los cambios, querramos o no nosotros como adultos. Este repensar al cual se los invita desde la escuela es fundamental para mejorar la calidad de vida en este planeta”.
Rita Montans, maestra de la escuela de Uruguay, asegura que “la sustentabilidad de la construcción los fue atravesando a medida que se iniciarion las clases”: “Fuimos descubriendo la escuela con los chicos. Estamos acostumbrados a decir que hay reciclar, reducir, reutilizar, pero la escuela nos enseñó a repensar la educación a través de la sustentabilidad”.
El equipo docente de Uruguay viene trabajando desde mitad del 2017 con el de Mar Chiquita para compartir experiencias pues la sustentabilidad no se trabaja allí como una materia exclusiva, sino transversal a todos los ámbitos y momentos de aprendizaje. En diálogo con LA NACIÓN, Montans hace público un consejo para quienes se encuentran del otro lado del escritorio en las aulas argentinas: “Lo importante es que la práctica, el día a día, se hace teoría. El concepto de que estamos transitando un cambio a nivel ecológico tiene que estar presente en el aula como sea. Hay tutoriales en Internet que te enseñan hasta hacer una huerta colgante y de eso tan micro se pueden diversificar muchísimo los contenidos que vas a trabajar. Y eso se puede dar en cualquier escuela, no sólo en la sustentable”.