¨Empecé yendo a aprender oficios y ahora soy la profesora de ese taller”
Nancy Córdoba no pudo terminar el colegio porque tuvo que empezar a trabajar desde los 11 años como empleada doméstica. En su casa, la situación era crítica y todos los hijos aportaban con lo que podían, en detrimento de su infancia. “Yo no pude estudiar porque mis papás eran de bajos recursos”, dice esta madre de tres hijos que hace unos años se enteró de que en la sede de Haciendo Camino de Monte Quemado, en Santiago del Estero, estaban dando talleres de oficios y se anotó.
Hoy, gracias a su esfuerzo y buen desempeño, trabaja en la entidad dando diferentes talleres de costura y artesanías. "Estoy agradecida de que me dieran esta oportunidad sin tener estudios. No todos tienen esta suerte", dice Córdoba.
Carolina Schahovskoy, directora del centro de Haciendo Camin o la define como la "salvadidas de todo". "Es la que está en el cartel, en la bandera o en los souvenirs. Tiene ese algo especial, esa tranquilidad que a las mamás les hace bien. Porque la mayoría seguro sufrieron violencia en su hogar y Nancy les da alegría y paz".
Su infancia no fue fácil. Eran siete hermanos y sus padres siempre trabajaron para poder mandarlos a la escuela. "No tuve muchas cosas pero sí fui feliz. Yo siempre le digo a mi hijo que siga en el colegio porque eso le va a dar un futuro", cuenta Córdoba, quien se fue de muy chica a trabajar a Buenos Aires y volvió a los 18.
Su vida es una historia de resiliencia. Primero vino la parte oscura: conoció la violencia doméstica, fue madre adolescente y quedó viuda. Después vino su nueva pareja con la que tuvo dos hijos y que la ayudó a ser la mujer segura que es hoy. "Él me acompaña en todo y siempre me da el aliento para salir adelante", cuenta.
De chica aprendió a hacer manualidades junto a su hermana pero siempre se quiso perfeccionar. Junto con una amiga, empezaron siendo unas de las primeras alumnas del taller de oficios y le encantó. "No veíamos la hora que llegaran los 15 días para volver", dice con una sonrisa.
Córdoba fue ganando en conocimiento y también en confianza. Cuando la que era profesora de oficios renunció, desde la entidad sintieron que era el momento de darle una oportunidad a Córdoba. Ahora, ella es la encargada de transmitirle confianza a sus alumnas.
"Justo había salido de una operación y me llamaron para ofrecerme el trabajo y acepté de una. Me dieron mucho nervios porque era una responsabilidad muy grande. No sabía si lo iba a poder hacer bien. Pero después sentí que las mismas madres pedían que yo estuviera más horas porque les gustaba lo que yo hacía",
De a poco, Córdoba fue sumando cada vez más horas hasta llegar a ser parte fundamental del equipo de la entidad. Hoy, por ejemplo, les enseña a las madres a hacer ajuares para sus hijos, a estampar en tela y a manejar la máquina de coser.
"Me gusta mucho poder capacitar a las mamás y me siento orgullosa de ver los trabajos que ellas pueden hacer. Ellas sienten que acá no pierden el tiempo y mejoran su autoestima", dice Córdoba, mientras le explica a 25 mujeres cómo hacer el doblez de la tela, con paciencia infinita.
Córdoba tiene tres hijos, de 30, 22 y 15 años y está convencida de que la educación es el mejor camino para su futuro. "El mayor dejó el colegio y fue criado por mi mamá, mi otra hija está estudiando para ser maestra jardinera y el más chico está en la secundaria. Quiero lograr que estudien para poder quedarme tranquila de que ellos van a poder salir adelante", cuenta.
Esto mismo es lo que Córdoba le dice a todas las madres del centro: que sigan estudiando. Que el ser madres no les impide, seguir aprendiendo. Y eso es lo que les demuestra todos los días. “Las chicas no terminan el colegio y después son mamás, muy jovencitas. Acá siempre les estamos hablando para que retomen el estudio”, agrega.