El Señor de los Libros: los recupera de la basura y los reparte por toda Colombia
BOGOTÁ.- "El día que llene a Colombia de libros, me voy a sentir como Ulises cuando rescató a Penélope y salvó Ítaca de la guerra", afirma con aires de estoicismo José Alberto Gutiérrez, un hombre de 55 años que desde hace dos décadas se encarga de nutrir, con libros rescatados de la basura, a más de 450 bibliotecas, escuelas y centros de lectura de aquel país.
Los textos que recogió de la basura bogotana el Señor de los Libros, como es conocido Gutiérrez por sus vecinos en el barrio popular La Nueva Gloria, en Bogotá, sirvieron para que más de 22.000 colombianos de diferentes zonas vulnerables, principalmente rurales, comenzaran a imaginar su entorno de una forma diferente.
Adentrarse en la casa de Gutiérrez es aventurarse a recorrer un laberinto de miles de libros amontonados a lo largo de aproximadamente quince metros cuadrados. Saltan a la vista clásicos de la literatura universal como Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, una edición en inglés de El principito, de Antoine de Saint-Exupéry, y una colección de obras de Miguel de Cervantes Saavedra. Todos rescatados de la basura.
Una biblioteca comunitaria
Los libros comenzaron a llegar de forma intempestiva a finales de 1997. Gutiérrez había empezado su trabajo como conductor de un camión de basura en la antigua empresa de Limpieza Metropolitana de Bogotá y fue en esa ruta por el occidente de la ciudad, la que transitaba todas las noches, donde el brillo de los libros descartados lo encandiló.
Así nació la biblioteca comunitaria que construyó en su propia casa, con la complicidad de su esposa, y luego transformó, hace 10 años, en la Fundación La Fuerza de las Palabras. Desde aquel momento, fueron más de 50.000 los ejemplares de ciencia, literatura, emprendimiento, medicina, entre otros, los que el Señor de los Libros recuperó de los desechos y posteriormente repartió a un centenar de centros comunitarios y escuelas rurales.
¿Cuál es el método de trabajo de La Fuerza de las Palabras? Primero, la fundación recibe un llamado de alguien, en cualquier lugar del país, que busca donar libros o que se los regalen. Luego, si los textos van para una biblioteca o escuela, los Gutiérrez realizan la selección de los ejemplares infantiles, científicos o literarios que serán de mayor provecho para los destinatarios finales.
Posteriormente, dependiendo de la distancia, la organización transporta los textos en su vehículo hasta el lugar de destino o busca de forma impetuosa la manera de patrocinar el envío. Así llegaron a más de 450 lugares del país.
"La mejor herencia que le podemos dejar a un niño siempre será la educación", asegura Gutiérrez, y agrega que decenas de niños pudieron realizar estudios superiores gracias a la fundación.
Según cifras del Ministerio de Educación Nacional de Colombia, cada año, solo cuatro de cada 10 jóvenes que culminan sus estudios secundarios, logra acceder a la universidad. El porcentaje se reduce aún más en territorios afectados por diferentes problemáticas socioeconómicas como el barrio La Nueva Gloria.
A finales de 2017 la fundación mandó por avión cinco cajas repletas de libros a la comunidad indígena Huitotacueimaní, ubicada en una zona selvática y ribereña en el sur de Colombia. Días después, uno de los líderes de ese territorio le respondió con un video en el que asegura que todos los pueblos indígenas de esa región esperan al Señor de los Libros con los brazos abiertos.
Gutiérrez también hizo llegar hasta un grupo de excombatientes de las FARC -la guerrilla que azotó la región durante 50 años y firmó en 2016 un acuerdo de paz con el Gobierno colombiano- decenas de ejemplares de premios Nobel de literatura como el colombiano Gabriel García Márquez. "La lectura es el símbolo de la paz y de la esperanza en nuestro país. Si a mí un libro me cambió la vida, imagínense el impacto de un texto en uno de esos lugares que fue ron víctimas del conflicto armado y del olvido del Estado", señala.
Tras haber sido despedido en febrero de la empresa de reciclaje de Bogotá en la que trabajaba, Gutiérrez y su familia dedican sus días a soñar con la construcción de una biblioteca museo en Bogotá, la cual contaría con un taller de reciclaje, banco de libros y una exposición de reliquias literarias, para seguir llevando el maravilloso mundo de la lectura a los más vulnerables.
"El mundo necesita de más acciones como esta, porque en un territorio donde no hay acceso a muchas cosas, un libro se convierte en el símbolo de la esperanza", dice Gutiérrez. Luego, concluye: "Si los humanos nos tratáramos como en muchos de los libros que leí, a este planeta solo lo regiría el amor".
Julián Vivas Banguera, El Tiempo
Julián Vivas Banguera