El prejuicio genera una distancia con el otro
A los 11 años le pregunté a mi madre, mientras ella cocinaba: "mamá, ¿por qué somos tan pobres?". En esa época muchas veces no teníamos qué cenar, éramos muchos hermanos y sin mi padre que había fallecido, se complicaba el día a día en casa. Ella se dio vuelta y me dijo:
-Daniel, ¿vos tenés hermanos?
- Sí – le contesté.
-¿Vos amás a tus hermanos?
- Sí.
-Daniel ¿vos tenes amigos?
- Sí, muchos.
- Y, ¿los querés a tus amigos?
- Claro mamá- le dije.
- Hijo, ¿vos me amás a mi?
- Obvio, mamá.
- Entonces, ¿de qué pobreza me estás hablando?
A partir de ese momento me empecé a preguntar qué es ser pobre y qué es ser rico. La mayoría de las personas lo vinculamos a una situación económica pero lo cierto es que hay muchas riquezas y pobrezas en cada uno de los distintos ámbitos en los que nos movemos.
Para mí las pobrezas más comunes son el prejuicio, la soberbia, la de falta de diálogo o la pobreza cultural. En cambio vinculo a las riquezas con aspectos como la amistad, el amor, la solidaridad, la empatía, la diversidad y la familia.
Lo mismo pasa con la vulnerabilidad que es una palabra que utilizamos habitualmente para identificar a los barrios de escasos recursos económicos. Sin embargo, vulnerables somos todos, y lo que haga cada uno haga con su vulnerabilidad es lo que lo va a hacer ser más rico. Por lo tanto, la vulnerabilidad puede ser una riqueza o una pobreza.
Conozco gente que es tan pobre que lo único que tiene es dinero. Y a la vez, conozco gente extremadamente rica que, aunque no tenga cómo llegar a fin de mes, tiene un comedor comunitario en su casa.
Entonces, ¿a qué se adjudica la palabra rico o pobre? La primera idea que se me vienen es el concepto de "tener", porque pareciera que cuanto más tengo, más rico soy: entonces tengo autos, tengo casas, tengo celulares, tengo cuentas bancarias. Tengo, tengo, tengo.
Yo creo que ser rico es tener una amistad o un amor. Es poder sostener estos vínculos que se construyen, se cuidan y se alimentan todos los días. Somos ricos cuando logramos poner en valor todas estas vivencias, cuando entendemos que la felicidad sólo puede ser real cuando se comparte con otros.
Yo puedo sentirme pobre por no tener qué comer, cómo vestirme o dónde dormir o puedo sentirme pobre teniendo todo eso y no contar con nadie que me cuide, que me dedique tiempo o me enseñe.
La sociedad asocia a los barrios que llamamos villas con la informalidad económica, la deficiente urbanización, la falta de acceso a servicios y derechos. Sin embargo, si uno se queda solo con esas verdades, puede perderse la riqueza que existe en la solidaridad entre vecinos, el amor en el grupo familiar, la cantidad de líderes sociales que dedican su tiempo, trabajo y dinero a mejorar la comunidad que los rodea.
Una de las mayores oportunidades que existe hoy es la tecnología, con su capacidad de conectar y traer progreso. Pero hay que tener mucho cuidado con esta riqueza porque atrae una de las peores pobrezas, que es el aislamiento humano.
Muchos creemos estar conectados con el otro por estar en línea o por la cantidad de seguidores o likes que tenemos y sin embargo, nada reemplaza la riqueza de poder abrazar al otro, de mirarlo y saber qué le está pasando, de escuchar su voz y saber si está feliz o triste.
Si bien la pobreza no pasa solamente por no tener dinero es cierto que la pobreza económica existe y erradicarla es responsabilidad de todos: políticos, empresarios y ciudadanos.
Un primer paso, sería preguntarnos como sociedad por qué tiene que existir la pobreza económica. Y a nivel personal, animarnos a pensar, ¿cuáles son mis pobrezas? ¿cuáles son mis riquezas?¿qué estoy haciendo para ser cada día más rico?