El enriquecedor desafío de ser maestro de alumnos con y sin discapacidad
Marcelo Albano es profesor de Geografía egresado del Instituto Joaquín V. González y uno de los primeros docentes que, hace ya casi siete años, aceptó sumarse al singular proyecto institucional de la Escuela de Educación Media N° 2 Rumania, una secundaria porteña de gestión pública ubicada en el barrio de Villa Real.
"Llegué a la escuela sin conocer nada. Tomé las horas de Geografía y comencé casi a la par de la nueva propuesta", cuenta mientras comparte unos mates. Por entonces, Silvana Corso, quien recién asumía como directora, comenzaba a ensayar otras estrategias para profundizar aún más el plan de educación inclusiva que caracterizó a la escuela, creada en los años 90 con el fin de recibir a chicos y chicas provenientes de sectores sociales vulnerables.
Especialista en el tema, Corso implementó talleres de educadores en los que Albano pudo conocer nuevas formas de abordar una enseñanza pensada "para todos y cada uno" y que ahora se proponía, además, ampliar la mirada y trabajar con adolescentes con cualquier tipo de discapacidad. En definitiva, se trataba de llevar a la práctica los ideales que habían forjado su vocación como maestro. "Siempre estuve a favor de la inclusión, de humanizar la tarea del docente. La escuela viene a suplir otras esferas del Estado: acá contenemos, educamos, damos aliento (a veces, hasta psicológico), ya que pensamos en el otro de forma tal que no se frustre ni crea que ‘no es nadie’", subraya el maestro.
En experiencias previas, Albano solo había tenido en el aula algún alumno en silla de ruedas, pero ahora ensayaba maneras de enseñar a estudiantes con problemáticas muy complejas, como trastornos del espectro autista, síndrome de Asperger o patologías psiquiátricas.
"Al principio me planteaba si iba a poder, si esto era para mí, pero el miedo también es un estímulo. Siempre hay cosas chocantes", admite. "Por ejemplo, yo corregía con rojo hasta que un chico, al ver ese color, pensó que había desaprobado y se brotó. Uno se vuelve muy consciente de la práctica, de lo que hace y dice en el aula".
Este año, entre distintos cursos, tiene trece alumnos con discapacidad; cuatro de ellos, en una misma división. La tarea es difícil, pero él no duda: "Todo el que quiera debe ingresar a la escuela, no se le puede negar a nadie ese derecho, al revés, hay que garantizarlo. Somos nosotros lo que debemos recibirlos a todos y arremangarnos a la hora de trabajar". Una noción que, reconoce, se contrapone a muchos "paradigmas que tienen sustratos dentro de la cultura escolar, como la ideología biologicista, la concepción de lo apto y lo no apto". Desde su propia experiencia personal, Albano, de 41 años y gay, recuerda que como alumno sintió esas categorizaciones en carne propia, por lo que se prometió no repetirlo como docente.
Trabajar en conjunto
A la hora de evocar el trabajo en el aula, Albano esboza una postal: "Puede haber un chico que grita y otros compañeros a los que les molesta; están los callados, los que no entienden o los que entienden más y quieren ir más allá… Equilibrar todo eso cuesta, lleva mucho trabajo y hay que tener la decisión y la confianza de hacerlo, sabiendo que a veces se logra y a veces no. Y sobre todo, tener claros los objetivos".
Desde lo pedagógico, los profesores de la EEM N° 2 desarrollan distintas estrategias. Tienen dos proyectos escolares específicos: uno es planificación diversificada, que se trata de trazar diferentes secuencias didácticas a corto y largo plazo, algunas interdisciplinarias, para encontrar nuevas formas de enseñar. "Por ejemplo, me reúno con la profesora de Lengua o Historia para trabajar en conjunto la forma de abordar determinados objetivos académicos con cierto alumno o alumna", ejemplifica.
De esta forma, los docentes buscan una serie de contenidos que se puedan relacionar y articular entre las materias y desarrollan diferentes procedimientos para el aprendizaje; pensamos si el chico o chica tienen mayor habilidad para ver videos o para pintar o trabajar con las manos, etcétera. "También discutimos, debatimos, a veces nos enojamos, pero es muy importante para pensar en nuevos criterios de evaluación", cuenta.
Es que en esta escuela los objetivos también son "para todos y cada uno" y no se subestima a nadie a la hora de calificarlo. Albano escribió un trabajo al respecto que se usa como bibliografía y sobre el que suele dar charlas. "La evaluación es colegiada. Distintos profesores evaluamos a los chicos, y eso corre la centralidad del docente, a veces hay celos, cuestiones de poder, pero fue un proceso muy interesante, un antes y un después en mi carrera", explica.
Sobre el fin de la jornada escolar, los chicos saludan "al profe", muchos de ellos lo tuvieron en años anteriores y le guardan un cariño especial. La mayoría proviene del barrio Ejército de los Andes, más conocido como Fuerte Apache, ubicado a cuadras de la escuela, cruzando la General Paz. A la escuela llegan también casos de violencia familiar, embarazos adolescentes o consumo problemático de sustancias.
En "la trinchera", cuenta Albano, las cosas pueden ser "arduas", pero el desafío de enfrentarlas siempre resulta "fascinante y nada aburrido". No hay recetas, dice, aunque señala que hay que trabajar mucho la convivencia, la emotividad de los chicos; equilibrar la relación de fuerzas, "que por defender a uno no desampares al otro".
Y resume: "Debemos poner en el centro de la escena la convivencia, respetarnos los unos a los otros y humanizar mucho la tarea como docente: pensar que ese que está ahí no es uno más ‘que voy a tener este año’ sino una persona que necesita, que siente, que tiene estima".
Más información
Escuela de Educación Media N° 2 Rumania
(011) 4641-3563