El desafío de acompañar a los chicos en el uso de Internet
Esta semana entró Pedro a mi consultorio muy contento, con ganas de jugar y de enseñarme algunas nuevas aplicaciones en su tablet. Es un niño muy expresivo, le gustan los deportes y encontrarse con sus amigos. Al rato de conversar acerca de la escuela, quiso buscar una canción que están aprendiendo en música y le propuse hacerlo en mi computadora. "No, cuidado, puede aparecer M-O", me dijo, e hizo las letras con sus manitos, sin pronunciarlas. "¿Momo?", le pregunté. "No lo nombres, no lo nombres por favor", respondió asustado.
Pude trabajar con Pedro para ponerle palabras al miedo, explicando y contextualizando algunas cuestiones y me quedé pensando sobre el tema. ¿Cuánta mala información puede circular? ¿Cuántos desafíos y nuevos miedos impactan en los niños y adolescentes de esta época? ¿Cómo podemos afrontar estos cambios sin sumar al caos, pero cuidando con atención? ¿Cómo ponemos palabras a lo innombrable?
Momo, la Ballena Azul y tantos otros monstruos de la actualidad representan todo lo malo que hay en la web. Más allá del nombre de fantasía que adquieran, simbolizan lo peor de este enorme océano digital. Proponen a niños, niñas y adolescentes que se midan a sí mismos, que se pongan a prueba sin evaluar consecuencias, ni tener claros los límites. Invitan a responder y a hacer cosas que jamás –fuera de ese contexto– un niño haría. Lo hacen bajo amenazas y extorsiones.
Son cuentas y propuestas que pocos vimos, pero muchos escuchamos. Y le fuimos creyendo. Por eso, no me detengo en comprobar su veracidad, sino que trabajo con el impacto que están generando y lo que ellas representan. Momo asusta, se mete de golpe en un mundo "cuidado y protegido" como es un canal de niños. Momo ya no necesita ser aceptado, como pasaba hasta hace muy poco cuando se contactaba mediante las redes sociales o Whatsapp, sino que rompe paredes y puertas metiéndose en nuestras casas con mucha maldad. Momo amenaza y quita la voz. Eso es lo más grave. Se roba las palabras. Asusta y cubre de silencio.
Para cuidar a nuestros niños tenemos que restituir la palabra. Muchos son los consejos en relación al uso de los dispositivos, pero siempre serán insuficientes si no devolvemos la voz.
Todas las páginas, aplicaciones y programas son "hackeables". Lo monstruoso puede colarse disfrazado de "amigo", "contacto", "seguidor" o promesa de nuevas vidas en los juegos. Lo único que no podrá vulnerarse es la mirada y el abrazo de la familia.
La autora es directora de Libres de Bullyingy autora de "Bullying. Cómo prevenir e intervenir en situaciones de acoso escolar" y "Ciberbullying. Cuando el maltrato viaja en las redes", de Editorial Paidós.