El caso de las gemelas argentinas: qué relación hay entre bullying y el suicidio de niños y adolescentes
Si bien los especialistas subrayan que el suicido es siempre una problemática multicausal, también aseguran que el acoso escolar puede disparar ideas de muerte en muchas chicas y chicos; qué otro impacto tiene en la salud mental la violencia sufrida en la escuela y cuáles son las señales de alerta
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En los últimos días, el caso de las gemelas argentinas de 12 años que saltaron de un tercer piso en Barcelona, lo que provocó la muerte de una de ellas y dejó en grave estado a la otra, conmocionó a nuestro país y a España. Las autoridades locales, que en un primer momento desestimaron que el hecho se enmarcara en un caso de bullying, dieron marcha atrás y empezaron a analizar la hipótesis de acoso escolar, luego de la proliferación de testimonios que apuntan en esa línea y del contenido de las cartas que dejaron las chicas.
El doloroso caso está lejos de ser uno aislado. En los últimos años se conocieron varias historias de niñas, niños y adolescentes que se suicidaron y antes habían sido víctimas de bullying. Uno de los más resonantes por la viralización que tuvo en redes sociales fue, a comienzos de 2022, el de un niño de 12 años de Utah, Estados Unidos, cuya mamá publicó en su cuenta de Instagram imágenes de sus últimas horas en el hospital, con un texto que empezaba: “Este es el resultado del bullying”.
Un factor de riesgo importante. Si bien no todas las niñas, niños y adolescentes que son víctimas de bullying pueden tener ideas de muerte, intentos de suicidio o pasar al acto, sí existe una relación estrecha entre ambas problemáticas, según coinciden varios especialistas consultados por LA NACION. En otras palabras, el bullying es un factor de riesgo importante que puede desencadenar, junto a un abanico de otras circunstancias, que un chico o una chica llegue a la determinación de un suicidio, sin perder de vista que este siempre es multicausal.
Cuál es el grado de relación entre ambas problemáticas. “El bullying por sí solo no explica el suicidio, pero sí existe una relación significativa entre ambos, sobre todo en la adolescencia”, advierte la psiquiatra infantojuvenil de Departamento de Pediatra del Hospital de Clínicas, Silvia Ongini. “Hay muchos trabajos de distintas universidades norteamericanas y europeas que muestran cómo el sufrir bullying aumenta muy significatiamente los riesgos de suicidio, depresión y autolesiones”.
- En esa línea Manuel Vilapriño, presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), agrega: “Alguien que sufre bullying puede decidir suicidarse, pero la explicación es siempre multifactorial. Hablar de un suicidio no implica hablar sí o sí de una enfermedad mental, ya que por ejemplo, no todas las personas que se suicidan sufrían depresión. Pero sí de una anomalía, porque el sujeto tiende a la vida. Un suicidio es algo que se sale de la norma y de lo que habitualmente nuestra mente puede aceptar como lógico, por eso siempre nos sacude. A mí, que hace 25 años que trabajo en esto, me sigue movilizando”.
- Para María Zysman, psicopedagoga y fundadora de Libres de Bullying, este tipo de violencia en las aulas es “un precipitador de cosas”, que puede ser un suicidio o una matanza como las que ocurren a menudo en Estados Unidos. “Las niñas, niños y adolescentes que son víctimas de bullying la pasan horrible, sufren una barbaridad y en ese sufrimiento pueden hacer cantidad de cosas, como tirarse al vacío. Pero nunca es la única causa. Hay chicos que sufren un montón por el bullying pero no toman estas determinaciones”, advierte.
Un proceso. Vilapriño subraya que cuando aparece la ideación suicida o la conducta suicida, hay que tener en cuenta que “no se trata de algo inmediato, sino que hay un proceso que se va gestando y no es unifactorial, sino multifactorial”.
- En ese sentido y en relación a lo sucedido en Barcelona en los últimos días, sostiene: “Me moviliza muchísimo que chiquitas de 12 años hayan decidido eso, porque al suicidio no llegas de la nada. Es siempre un proceso que algunos lo recorren de manera más rápida y otros de manera más lenta, por eso genera confusión”.
- Nunca se lo puede relacionar directamente con una causa en particular: “Por ejemplo, en una persona que tiene un problema laboral grande, que pierde el trabajo y es sostén de familia, eso no será necesariamente una causa de suicidio, sino que es un factor que, si se asocia a otros, implicará un riesgo”. Con el bullying ocurre algo similar.
En qué consiste el bullying. Ongini recuerda que el bullying es una forma grave y específica de violencia que incluye el hostigamiento, la persecución física y psicológica, entre otras, en el ámbito escolar. “Se da de forma intencionada y perjudicial por parte de un estudiante o un grupo hacia otro, que se convierte en su víctima habitual y puede durar semanas, meses o incluso años”.
- Para la psiquiatra, esta forma de acoso en las aulas es un reflejo de lo ocurre a nivel social. “Los testigos de esas situaciones cumplen un rol clave, ya que muchas veces enmudecen por temor a ser ellos quienes ocupen el lugar de víctima, con lo cual sostienen y avalan al violento. Esto es algo que terminamos construyendo como sociedad. Cuando hay bullying, hay una institución y una sociedad que se pone una venda en los ojos”.
- En el caso de aquellos chicos y chicas que tienen dificultades en la socialización, que son más timidos, retraídos, tienen una autoestima baja y necesitan validarse más desde el reconocimiento del otro, “el bullying los llevará, en muchos casos, a tener síntomas que se expresan en frases como ‘me odio’, y cuando no encuentran un red de contención o un tratamiento adecuado, las consecuencias pueden ser graves, tanto como el suicidio”.
Cuán frecuente es el suicidio en chicas y chicos. En la Argentina y según datos del Ministerio de Salud de la Nación, el suicidio es la segunda causa de muerte por causas externas (solo después de los accidentes de tránsito) entre los adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años de la Argentina.
- Las cifras de la Dirección de Estadísticas e Información en Salud (DEIS) muestran que las curvas de los últimos años, en el caso de los suicidios en jóvenes y adolescentes, van siempre hacia arriba, dejando al descubierto lo preocupante de este fenómeno social y de salud pública.
- Por otro lado, según una investigación realizada por LA NACION, en los últimos tres años las consultas por depresión, ideas de muerte e intentos de suicidio, crecieron al menos el doble tanto en los dispositivos de salud públicos como privados.
Qué ven los especialistas en el consultorio. Los profesionales aseguran que, a diario, reciben casos de niñas, niños y adolescentes que son víctimas de bullying y tienen ideas de muerte.
- “Lo veo todo el tiempo. Esta situación aumentó mucho durante el aislamiento social por la pandemia, incluyendo el hecho de que era más fácil hacer bullying a través de la pantalla y más difícil que los adultos pudieran intervenir para poner un freno”, cuenta Ongini.
- “En muchos casos, el enojo de las víctimas por sentirse inermes y sin posibilidades de defenderse, termina volviéndose en contra de sí mismos. Me acuerdo de un paciente al que le hacían un bullying tremendo por las pantallas, y él terminaba sintiéndose tan afuera que lo único que sentía era bronca, inseguridad y el deseo de aislarse más. ¿Quién va a querer estar en un lugar donde te tratan de loser?”, agrega la psiquiatra.
Factores de riesgo y protectores. Hay factores que inciden como “protectores” o “agravantes” en el riesgo de un suicidio. Entre los primeros está el que exista una red de contención. Es decir, que las chicas y los chicos puedan hablar de lo que les pasa tanto en sus casas como en las instituciones, y que además estas aborden la problemática del bullying, por ejemplo, de forma adecuada. Entre los agravantes están el haber atravesado procesos depresivos, el aislamiento, el estar transitando duelos, el tener pocas habilidades sociales o una autoestima baja.
- “En el caso de las niñas, niños y adolescentes hay una vulnerabilidad básica que se vincula con la genética, que no es responsabilidad de nadie, y que hace que uno pueda tener cierta predisposición a determinadas manifestaciones que se pueden hacer presentes a lo largo de la vida en función de estresores, como el bullying, que disparan la genética dormida. Si a eso se suma la existencia de una disfunción familiar, una tendencia al aislamiento, retraimiento o la dificultad en la capacidad de contactarse con sus pares y padres para expresar sus emociones, se van acumulando factores de riesgo”, señala Vilapriño.
Escapar del dolor. El pretendiente de APSA subraya que en los suicidios, lo que hay es una “búsqueda de escape a un sufrimiento muy grande”. Explica que la palabra angustia viene de “estrechez”. “Siempre digo que la decisión del acto suicida, más allá de la desesperanza, viene muy marcada por un angustia severa que estrecha la capacidad de reflexionar sobre todo lo que implica un suicidio, la importancia de la vida y del yo en un sentido amplio, incluyendo lo que implica para los demás. Por eso, cada vez que escuchamos a un paciente hablar de suicidio debemos preguntarnos qué pasó para que sienta que es mejor estar muerto que vivo”.
- Esa realidad es algo que Zysman también se choca a diario como psicopedagoga: “Los chicos no dimensionan que la muerte es para siempre. Lo que uno escucha a menudo es: ‘quiero dejar de vivir esta tortura’ o ‘no quiero ir más al a escuela’, por ejemplo. Muchos lo dicen claramente y creen que el suicidio es ‘la salida’. Lo que aparece es el deseo de apagar el dolor y por eso es clave trabajar en la prevención”.
El impacto en la salud mental en general. Independientemente de las ideas de muerte, el bullying puede impactar en el desarrollo de problemáticas de la salud mental como la depresión.
- “Hay que tener en cuenta que en las niñas, niños y adolescentes hay un psiquismo que se está conformando y que se termina de constituir recién entre los 20 y 25 años. Eso implica mayor vulnerabilidad, porque cualquier estresor severo, agudo o crónico en la infancia o adolescencia, puede impactar en la huella epigenética que se genera”, dice Vilapriño. El psiquiatra detalla que la epigenética se vincula a cómo los factores internos y externos (sociales, culturales, familiares) modifican en una persona la expresión de los genes.
- Y agrega: “El poder visibilizar lo que implica el bullying va más allá del suicidio, porque la inmensa mayoría de los casos no termina en eso pero sí un porcentaje altísimo de las personas que uno trata diariamente con problemáticas como depresión, trastornos de la conducta alimentaria o de ansiedad, ente otros, han tenido experiencias traumáticas en la infancia y adolescencia, y muchas se vinculan con el bullying o con violencias como el abuso sexual. Esos dos son los factores de riesgo más frecuentes”.
- En esa línea, Ongini agrega que lo que genera el bullying es la sensación de no pertenecer y de ser rechazado, de estar en falta, estar fallado: “Los otros se convierten en un espejo donde nos miramos, y para un adolescente o niño, la imagen de sí mismo está en una etapa de construcción, de quién soy y quién no soy. Si lo que me devuelve la mirada del otro es una respuesta tan distorsiva, por supuesto que eso afectará en esa construcción y puede generar secuelas a lo largo de la vida”.
Por qué es clave hablar del tema. Un punto central en la prevención del bullying y del suicidio, es hablar de la problemática. Conocer y poder identificar las señales de alerta, actuar de forma adecuada y a tiempo, es clave para llegar antes de que sea demasiado tarde. “Es clave la actitud del entorno, abrir espacios de confianza para que el diálogo sea fluido. Es difícil que un padre pueda acceder a un hijo si va siempre con preguntas directas, no comparte experiencias ni nunca tuvo un acercamiento que de lugar a expresar algo tan profundo como las ideas de muerte”, dice Vilapriño.
- Por eso es clave correr a las chicas y los chicos “del lugar de no poder comunicar lo que les está pasando”, por ejemplo, que no quieran ir a la escuela. “A veces a los chicos les cuesta expresarlo, por eso es clave que el diálogo esté abierto siempre y que la escuela actúe como un detector, porque tiene un rol clave”, agrega el psiquiatra.
Las señales de alerta. “El creer que el que se va a suicidar no avisa es un mito: el 80% de las personas de una forma u otra avisa. No hay que esperar que lo hagan con las palabras que nos gustaría para poder ayudarlos rápidamente: a veces es con actitudes, gestos, funcionamientos. Por eso es tan importante animarse a hablar, ofrecer ayuda, abrir la mente y los oídos para escuchar al que está sufriendo, porque podemos ser un vehículo para canalizar la angustia y ayudarlo a que pueda ser acompañado por un especialista”, señala Vilapriño.
- “Si los adultos logramos decodificar los mensajes que los chicos nos van dando, es más probable detectar de forma temprana. Por ejemplo, si vemos que le cuesta ir al a escuela, vemos cambios de conducta, está más retraído, más enojado, disruptivo, si su rendimiento escolar empeoró, no come o no duerme bien, claramente algo nos está diciendo”, agrega.
Trabajar en la posvención. Cuando hay un suicidio, para Zysman es clave “acompañar inmediatamente a toda la comunidad que rodeaba a esos chicos”. “Con 30 años de trabajo, veo una noticia como la de las gemelas en Barcelona y lloro, porque estas chicas sufrían muchísimo. Sin embargo, sin quitarle peso a lo grave de esta situación, que es irreversible, hay que ser muy cuidadosos y evitar sacar conclusiones o hipótesis rápido, porque hay que pensar en el impacto que esto tiene en los compañeritos de las niñas, que también son niños de 12 años: no hay que perder de vista esto”, concluye la psicopedagoga.
Más información
En las guías de Fundación La Nación sobre suicidio, bullying y depresión podés encontrar más información sobre estas problemáticas, desde las señales de alerta hasta dónde pedir ayuda o qué hacer frente a un caso.