El boom de las huertas comunitarias: cómo se organizan los vecinos
Cae la tarde en Florencio Varela y el girasol morado plantando por Adriana Degeneve, docente de 58 años, se estira buscando lo que queda de sol, mientras ella sonríe orgullosa. El gesto, más allá de la satisfacción individual, refleja un acto comunitario: la construcción de un banco de semillas a partir de una pequeña porción de tierra en la puerta de su casa. Un ejemplo de lo que sucede en muchas viviendas de esta localidad al sur de la provincia de Buenos Aires y en los centenares de huertas comunitarias y vecinales que, los últimos meses, se multiplicaron en diferentes espacios públicos del conurbano y la Ciudad.
El proyecto con el que colabora Adriana es parte de la Huerta Viento y de la Red de Huertas Comunitarias, que integran diferentes espacios vecinales. La proliferación de huertas durante la pandemia puso en primer plano la importancia de cuidar el reservorio de semillas, clave para poder seguir produciendo, intercambiando y regalando a la comunidad. “Tenemos un banco de semillas que consta desde siete variedades de lechugas hasta frutales y árboles nativos, pero hay algunas de las cuales tenemos poca cantidad y necesitamos multiplicarlas. Entonces, buscamos apadrinamientos, es decir, vecinos que puedan comprometerse a reproducir alguna semilla a la cual le vamos dando seguimiento”, cuenta Tamara Caserotto Miranda, fundadora de la red y también miembro de Huerta Viento, que desde 2013 funciona en un terreno de 14 metros cuadrados al costado de la estación de tren, frente a la Plaza Callegari, en Florencio Varela.
En la Huerta Viento participan 13 vecinos en forma activa y van rotando los voluntarios. Hay reglas de convivencia y de respeto para su uso adecuado, y una grilla de tareas para regar, supervisar, cosechar, revolver el compost, entre otros. Antes de la cuarentena, se llevaban adelante talleres y jornadas de regalo de plantines con la red (todos los domingos se regalan 200), aunque la comunidad puede acercarse en cualquier momento al espacio teniendo en cuenta la siguiente consigna: “Si te llevás algo, dejá algo”.
Un puñado de semillas, un poco de tierra, un brote, residuos orgánicos para el compost. Todos tienen la capacidad de dar y recibir en las huertas comunitarias. Como el caso de Adriana que hizo espacio en su vereda para seguir apostando a este proceso colaborativo: “Tengo una pequeña huerta en mi casa que empecé a extender especialmente durante la cuarentena donde tengo aromáticas, plantas de hoja, ajíes, tomates, zapallos. La huerta familiar no abastece todas las necesidades, pero es importante aprender e ir cubriendo de a poco la alimentación con productos saludables. Como ya no me quedaba espacio en mi huerta, decidí sembrar el girasol morado en la vereda con un pequeño tejido alrededor para resguardarlo”, relata la vecina de Florencio Varela.
En la Huerta Vecinal de Villa Pueyrredón se respira un aire similar, pero esta vez a la vera de las vías del Ferrocarril Mitre, ramal José León Suárez, en las calles Curupaytí y Argerich. Se trata de un predio de 120 metros de largo que desde 2018 le da color, aromas y un punto de reunión al barrio. Existe una planificación semanal entre los 30 voluntarios activos para el “desyuye”, riego, mantenimiento de los bancales que están realizados con pallet recuperado y el cuidado de las tres composteras. En el largo cordón ferroviario se pueden visualizar acelga, rúcula, variedades de lechugas, tomate, maíz, girasol, calabazas, zapallo plomo, rúcula y más. El espacio también contempla todo el ciclo para recuperar las semillas y conservarlas en un banco para su intercambio y enriquecimiento. Además, el grupo de Villa Pueyrredón trabaja en colaboración con la cooperativa El Álamo para dar charlas y concientizar sobre la separación en origen.
“Con la pandemia explotó el espacio en el buen sentido. Al no ir los chicos a la escuela y haber otra dinámica familiar lo que sucedió es que aparecieron los niños y las familias, en busca de un espacio cercano y seguro, interesados por la huerta y los alimentos”, explica Cecilia Gregoratto, que es parte activa de la propuesta desde sus inicios. En frente de esta huerta, surgió otra llamada La Unión así como en la zona oeste porteña nació, durante en el crítico contexto del 2020, Mataderos Verde con una huerta y un mapeo de composteras cercanas. Y así muchos otros pedacitos de tierra fértil se van multiplicando de a poco en busca de un alimento más sano, en pos de un espacio de participación y de brindar conocimientos para replicar: “Si nos organizamos, comemos todos”, sentencia Tamara. Por eso, ellos también crearon el Bolsón Colaborativo, una red de distribución participativa y solidaria de frutas y verduras agroecológicas. Y en Villa Pueyrredón, parte de lo que se cosecha va a parar a una olla popular. Funciona dos veces por semana y durante los meses más complicados de la pandemia el trabajo se vio multiplicado: “Desde marzo hasta agosto llegaban entre 50 y 60 familias todos los martes y jueves. En agosto empezó a mermar y ahora son menos de 20 familias”, cuenta Cecilia.
“El que viene participa de la manera que quiere y puede”, aseguran. Y, sin dudas, esa participación, esas ideas que se renuevan, ese intercambio, esas manos en la tierra, ese compromiso, hacen de la huerta mucho más que la producción comunitaria de alimentos. “La huerta es muy diversa: genera alimento, integración, es terapéutica, nos ayuda a volver a mirarnos, a intervenir en el barrio”, dice Tamara que cursa la carrera de Agronomía en la UBA. “Es la recuperación de un espacio en desuso de la comunidad para la comunidad. Se dan procesos pedagógicos: recuperar la alimentación y la observación de los tiempos de la naturaleza, en un mundo y una cultura que está atravesada por lo rápido y el descarte. Es un espacio de realidad, de comunidad, del cara a cara, donde se fomenta y se nutren valores”, completa Cecilia.
Tendencia mundial: huertas comunitarias, la apuesta del It´s Now! 2021
El movimiento global de acción climática It´s Now! inició la cuenta regresiva a la COP26 en Glasgow 2021 y propone redoblar la apuesta de lo que fue el 6D It’s Now de 2019, donde miles de personas de todo el mundo participaron de “la cadena de acciones climáticas más grande de la historia” y que continuaron en 2020. Este año, si bien se realizarán diferentes proyectos hasta el 1 de noviembre, el foco estará puesto en activar más huertas comunitarias. En este sentido, Guillermo Scallan, director de operaciones de Fundación Avina, una de las organizaciones participantes, explicó que “a la crisis ambiental se le suman ahora los efectos de la crisis económica y sanitaria más grande la historia reciente” y que, en este contexto, “los huertos comunitarios son una respuesta integral”. Por eso, It´s Now convoca a organizaciones en todo el mundo dedicadas al desarrollo de huertas comunitarias a sumar esfuerzos para la construcción de huertos en las zonas más golpeadas por la crisis sanitaria, climática y social, como “una alternativa eficaz que potencia el trabajo comunitario, la soberanía alimentaria, y la posibilidad de generar nuevos impulsos de desarrollo económico en los territorios”. Más información en https://www.6ditsnow.org