En la actualización del Renapab, hecha cuatro días antes de la asunción de Milei, se incorporaron 170 barrios nacidos antes de 2022; en todo el país ya son 6467; ser parte de este relevamiento los ayuda a que se puedan conectar formalmente a la red de agua, gas y energía; además les otorga un paraguas de legitimidad ante eventuales intentos de desalojo
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El Barrio Vicente López, de Pilar, es un triángulo delimitado por las vías del ferrocarril San Martín y el country Sausalito. Pocas casas fueron levantadas con ladrillos y cemento. La mayoría son de madera y chapa y en las calles no hay asfalto, lo que muestra a las claras que nació hace poco.
Lara Cabrera llegó al lugar en 2019, cuando el barrio tenía un año, apenas había unas 15 casas y todo era puro descampado. “Ahora somos 200 familias. El barrio creció un montón, pero nos falta mucho. Espero que estar en el Renabap nos ayude a seguir progresando”, dice, ilusionada, esta mujer de 30 años, que hasta hace un mes se desempeñaba como empleada de seguridad en un bingo y ahora busca trabajo.
El Renabap es el Registro Nacional de Barrios Populares. Es fruto de la ley 27.453 de 2018, más conocida como ley de Barrios Populares, que promueve la inclusión social y urbana de quienes viven en villas y asentamientos de la Argentina. Con ese objetivo, establece que los terrenos habitados que no pertenezcan al Estado nacional serán declarados de utilidad pública y, en consecuencia, expropiados.
La norma también frenó los desalojos de los barrios incluidos en el registro hasta 2022 y, hace dos años, mediante un decreto, se extendió ese plazo por 10 años más, es decir, hasta 2032. Además, estipula que las obras que se realicen en cada barrio deben ser adjudicadas, por lo menos en un 25%, a cooperativas de la zona.
Estar en el Renabap, como dice Lara, significa que el Barrio Vicente López está incluido en la última actualización, publicada el 6 de diciembre último, es decir, cuatro días antes de la asunción del nuevo presidente Javier Milei. Se trata de un relevamiento nacional que, en pocas palabras, contabiliza las villas y asentamientos.
Este reconocimiento estatal no sólo les otorga un paraguas de legitimidad sino que también es el primer paso para que, mediante obras de infraestructura, el Estado los integre al tejido urbano. El nuevo reporte, difundido hace pocos días, revela que son 6467 (170 más que en actualización previa, de 2018), que ocupan una superficie de 648 kilómetros cuadrados y que, en ellos, viven unos cinco millones de personas.
“Si hoy ves el barrio, está muchísimo mejor que al principio, pero todavía nos faltan muchas cosas. No tenemos asfalto, tampoco una plaza para los chicos y ni hablar de los servicios o de una salita”, cuenta Lara. Entonces, relata la lucha que implicó lograr que Edenor colocara medidores prepagos y que AySA extendiera la conexión de agua que había en los barrios vecinos para no depender de ninguna conexión clandestina. “Estar incluidos en este registro nos da otras herramientas para seguir progresando”, se ilusiona.
Cuando un barrio integra el registro, además, lo que sigue es que sus habitantes pueden acceder a un Certificado de Vivienda Familiar. Esto, además de ampararlos ante un eventual intento de desalojo, les permite tener un domicilio formal, un paso fundamental para acceder a diferentes derechos, desde tramitar servicios básicos, hasta generar el CUIT o el CUIL y, con eso, recibir prestaciones en materia de salud, educación y previsionales.
Según el nuevo reporte, se sabe que el 66% de los habitantes de estos barrios no accede a un suministro formal de energía eléctrica, el 92% no cuenta con agua potable, el 97% no cuenta con red cloacal y el 99% no accede al suministro de gas. Casi un tercio de las villas y asentamientos están en la provincia de Buenos Aires: 2065. Le siguen Santa Fe, con 469, Chaco con 442, Misiones con 413 y Tucumán con 370. En la ciudad de Buenos Aires hay 49, en tanto que La Pampa es el distrito con menor cantidad: 9.
“Lo que el resultado de este relevamiento nos dice es que cualquier propuesta de desarrollo tiene que apuntar a la integración social y urbana de estos barrios. No podemos mirar para otro lado ante estas cifras”, sostiene Juan Maquieyra, director ejecutivo de Techo, el brazo ejecutor de este relevamiento, quien considera que es clave un abordaje integral.
El relevamiento de la cantidad de barrios populares del país es una tarea que inició Techo en 2009. Se llamaba Relevamiento de Asentamientos Informales (RAI) y la organización lo realizó hasta 2016. En 2017 se convirtió en una política de Estado que, en los últimos años, dependió formalmente de la Secretaría de Integración Social y Urbana, aunque siempre con Techo como unidad ejecutora. A fines de 2016, la cantidad de barrios registrados era de 6059.
“Las mejoras habitacionales tienen que complementarse con otro tipo de infraestructura que garantice que quien nazca en un barrio popular tenga acceso a un sistema de salud, de educación y de oportunidades laborales de calidad”, agrega Maquieyra.
En el Vicente López, por ejemplo, la escuela más cercana está a 25 cuadras. Ahí van cinco de los seis hijos de Lara. La mayor, de 13 años, ya está en el secundario, que tampoco queda cerca. “Imaginate lo que es caminar 25 cuadras con los cinco chicos. Ahora encontré un atajo que implica atravesar un baldío y una cancha. No es lo ideal, pero así me ahorro muchas cuadras”, cuenta la mujer, que llegó al barrio después de largos años de alquilar en diferentes zonas.
“El papá de mis hijos y yo nunca tuvimos un trabajo estable. Así que se nos hacía muy difícil pagar el alquiler. A veces, también nos pasaba que los lugares que podíamos pagar no eran seguros para los chicos”, recuerda.
Un aviso de Facebook ofrecía en venta el terreno que ahora habita con sus hijos. “Saqué un crédito en ANSES y lo compré. El vendedor me dio un boleto de compraventa y enseguida me mudé. Tenía dos cuartos chiquitos así que hicimos una obra para ampliarlos y tener nuestra primera casa. Era muy precaria, con paredes de chapa y techo de lona. Cada vez que llovía, era un caos”, agrega Lara.
Tiempo después, y mientras Lara trataba de mejorar las condiciones de su casa, Techo comenzó a trabajar con los vecinos del barrio. Fue entonces que ella pudo acceder a una vivienda construida por la organización, que anexó a lo existente. “Ahora tengo cocina comedor, baño integrado y dos piezas”, dice orgullosa. Si bien, en el Vicente López, ninguna calle tiene asfalto, algunas fueron mejoradas con piedra, lo que evita la acumulación de agua cuando llueve. Parte de esa obra fue realizada por la Municipalidad de Pilar.
La de Susana Galarza es otra de las calles mejoradas. La mujer cuenta que llegó también en los inicios del barrio. Venía de alquilar en un barrio muy cercano, que está prácticamente pegado a donde vive ahora. “Ese es un barrio mucho más desarrollado que el nuestro, con casas de material y servicios que llegan con boleta. Ojalá todo eso llegue también acá”, describe.
Susana tiene 64 años, comparte su terreno de 7 metros de frente por 25 metros de fondo con dos de sus hijos. Ella es la encargada de coordinar todo lo que hace falta cada vez que hay alguna movida comunitaria, como una campaña de vacunación o la visita de algún médico.
“El barrio no tiene salita médica ni tampoco recolección de residuos”, se queja. Pero el tema que más le preocupa es la seguridad. “Este es un barrio en el que la mayoría es gente emprendedora. Pero bueno, hay gente mala, como en cualquier barrio. Olvidate de que pase un patrullero. Hasta antes de que mejoraran el asfalto, ni las ambulancias entraban”, cuenta.
Juan Manuel D’Attoli, responsable técnico de la conformación y actualización del Renabap desde la Secretaría de Integración Sociourbana de la Nación, explica que la última actualización toma barrios nacidos antes del 31 de diciembre de 2021. Y que eso tiene un por qué. “La dinámica de generación de un barrio popular tiende a ser muy volátil los primeros años. Hay barrios que se inician y al poco tiempo, ya sea por un desalojo o por problemas entre vecinos, desaparecen”, explica. “El Renabap está integrado por los barrios más asentados”, resume.
Pero aún entre los barrios más asentados el movimiento es permanente. “Hay barrios que se dividen o que cambian de nombre. También están los que se amplían en los márgenes, muchas veces, con familiares de los mismos vecinos. Por eso, contamos con un equipo de censistas, la mayoría del mismo barrio, que va registrando todas estas modificaciones para que el Renabap sea una foto lo más exacta posible”, agrega.
Esa foto hoy muestra que, entre los barrios nacidos hasta 2021, el 87% tiene más de 20 años de antigüedad. “En el país, hay villas y asentamientos desde principios del siglo 20. Las sucesivas crisis socioeconómicas combinadas con la tendencia a urbanizarse hizo que el número de barrios populares creciera en nuestra historia”, reflexiona Maquieyra, quien considera que se trata de una problemática estructural que ha venido atravesando a diferentes gobiernos. “No se puede responsabilizar a un determinado gobierno de esta problemática. Pero sí es responsabilidad de quienes tienen responsabilidad dirigencial revertir esta tendencia”, concluye.