En la villa 21-24 de Barracas, la más poblada de CABA, el acceso a la salud mental es una odisea; por la falta de turnos, muchas personas directamente desisten de buscar ayuda en los centros de atención primaria; una fundación armó dispositivos grupales para acompañar a la mayor cantidad posible de jóvenes
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Las dos tragedias ocurrieron con apenas meses de diferencia. En febrero y abril de 2021, dos chicos de 18 y 20 años se suicidaron en la villa 21-24, en el barrio porteño de Barracas. Ambos iban a la escuela de boxeo de la Fundación Temas, un espacio comunitario de contención y acompañamiento para adolescentes, jóvenes y mujeres adultas. Sus muertes provocaron un terremoto difícil de dimensionar tanto para sus compañeros como para el equipo de profesores.
“Se dieron en un contexto de pandemia, en el que transmitir esperanzas era complicado. Además, en el barrio hubo otros suicidios de chicos que no participaban de nuestros espacios”, cuenta Paz Ochoteco, cofundadora y coordinadora de Temas. “Claramente hay que hablar sobre esta problemática, porque está invisibilizada y subregistrada. Hay un montón de sufrimientos que no se están pudiendo acompañar”.
Quienes trabajan en el territorio vienen observando esta tendencia alarmante desde hace tiempo y la muerte de los jóvenes no hizo más que exponer de forma cruda la enorme dificultad que existe para acceder a la atención de salud mental que tienen los vecinos de la villa 21-24, la más poblada de toda la ciudad de Buenos Aires.
El último censo hecho en 2017 por el Instituto de Vivienda de la Ciudad contabilizó 51.000 personas en el barrio, pero las estimaciones de distintas organizaciones indican que, actualmente, serían más de 70.000, y casi la mitad son niñas, niños y adolescentes. En todo ese territorio, no hay un solo psiquiatra (ni de adultos, ni infantojuvenil), mientras que en los dos centros de salud que concentran la atención de la mayor parte de su población, los psicólogos son sólo cinco.
En otras palabras, cinco profesionales de la salud mental en un espacio donde viven 70.000 habitantes, una realidad que contrasta fuertemente con la media del resto del país. Según datos de la Organización Mundial de la Salud y otras investigaciones locales, en la Argentina hay alrededor de 200 psicólogos por cada 100.000 habitantes, lo que la convierte en uno de los países con mayor cantidad de esos especialistas a nivel mundial.
En la 21-24, para los casos graves, hay tres meses de espera para acceder a un turno con un psicólogo y muchos vecinos ni siquiera lo intentan, desalentados por un sistema colapsado y expulsivo. En ese contexto, Temas, que desde 2017 venía trabajando con un equipo de salud mental propio integrado por dos psicólogas, amplió su estrategia de alcance con dispositivos grupales de atención a los que asisten más de 100 personas por mes. Son “rondas de palabras” donde, a partir de compartir experiencias y escuchar a los demás, se van tejiendo redes de pertenencia y sostén.
“No podríamos dimensionar cuánto aumentó la demanda por problemáticas de salud mental a partir de la pandemia: fue muchísimo. Siempre es desbordante. Se agudizó el consumo de alcohol, de psicofármacos, la tristeza, la depresión, la ansiedad y los ataques de pánico”, resume Ochoteco. Todo eso agravado por un contexto donde existe una marcada vulneración en el acceso a derechos.
“Los profesionales están desbordados”
En la zona de la villa 21-24 hay cuatro Centros de Salud y Acción Comunitaria (Cesacs), que dependen del Hospital Penna: el N° 35 y el N° 8 se encuentran en el corazón del barrio, mientras que en el área cercana pero fuera del mismo están el N° 30 (cerca del núcleo habitacional Zavaleta) y el N° 1 (sobre la Av. Vélez Sarsfield al 1200). Todos son parte del sistema de salud del Gobierno porteño.
Ochoteco explica que los dos que, por su ubicación, concentran la atención de la mayor parte de su población, son el 8 y el 35. Una profesional que trabaja en uno de ellos y que pidió reservar su identidad, detalla a LA NACION: “En el Cesac 8 hay una psicóloga infantil que comparte sus horas con otro centro de salud fuera de la villa y un psicólogo de adolescentes. En el 35, hay dos psicólogos de niños y uno de adolescentes, que también comparte sus horas con otro efector”.
Pero en seguida señala que, si bien en total son cinco profesionales de la salud mental, si se cuentan las horas de trabajo que dedican exclusivamente a atender en el barrio, podría hablarse “de tres psicólogos y medio” para todas las niñas, niños y adolescentes de la villa 21-24.
Para dimensionar lo que esto implica, Ochoteco hace hincapié en la “infantilización” del barrio. Sentada frente a su computadora en la sede que Temas tiene en la villa, muestra gráficos con cifras del IVC: “En el barrio hay unos 29.400 niños, niñas y adolescentes. Mientras que en CABA 6,9% de la población son chicos menores de 6 años, en la villa 21-24 ese porcentaje trepa a 19,8%”.
Volviendo a la profesional del Cesac que pidió reservar su identidad, sostiene que a la escasez de psicólogos se suma que “no hay psiquiatría ni infantojuvenil ni de adultos en ningún Cesac del barrio, y la única psiquiatra de niñas, niños y adolescentes está en el Hospital Penna: es una sola persona para todo el hospital y su área de responsabilidad”.
En el Centro de Especialidades Médicas (CEMAR) 2, que se encuentra a pocas cuadras de la villa, sobre la Av. Iriarte al 3500, y que también depende del gobierno porteño, “hay una psiquiatra pero está colapsada”. En ese sentido, la profesional consultada, detalla: “El CEMAR es un eslabón intermedio entre el Penna y los Cesac y también tiene devastados sus equipos de salud mental de adultos. Los profesionales que ingresan colapsan y renuncian, los concursos de esos cargos tampoco salen”.
Un ejemplo: al 3 de enero de este año, en el Cesac 35, para psicología infantil, había una lista de espera de 51 chicos. “Los tiempos de espera para casos graves son de hasta de tres meses y en moderados de hasta de seis meses. Se realizan espacios grupales como el taller de crianza con padres y eso permite resolver algunos casos más leves, pero aún así no damos abasto”, asegura la misma profesional.
Con respecto a los profesionales de la salud mental que trabajan en los Cesac 1 y 30 (cercanos a la villa 21-24, pero fuera del barrio), en el primero hay tres psicólogos (dos infantojuveniles y uno de adultos) y en el segundo hay cuatro (uno infantil, dos de adolescencia y uno de adultos). Es decir, que si se suman los psicólogos de los cuatro centros de salud del área, en total son 12.
La profesional que trabaja en territorio enfatiza que “hay concursos de psicología que esperan hace años”. Por ejemplo, en el Cesac 8, “está pendiente uno de psicología para adolescentes desde antes de la pandemia”. En ese sentido, agrega: “Los jefes insisten en la necesidad de más cargos para psicólogos y psiquiatras, pero no reciben respuesta por parte del Ministerio de Salud de la Ciudad, que es de quien dependemos”. LA NACION consultó en varias oportunidades a esa cartera para esta nota, pero no obtuvo respuesta.
“Muchos ni siquiera intentan conseguir un turno”
Los equipos de salud mental de los Cesac 1, 8 y 35 realizaron en abril del año pasado un informe titulado “La problemática de la Salud Mental del primer nivel de atención en la Villa 21-24 y NHT Zavaleta en el contexto de la pandemia: necesidades de respuestas del sistema sanitario”.
En ese momento, los tres centros sumaban 12 psicólogos, dos psicopedagogas y ningún psiquiatra. Además, contabilizaron la cantidad de personas que buscaron atención psicológica y no la consiguieron durante los meses de septiembre, octubre y noviembre del 2021: fueron 136 casos, sin contar a los vecinos que no asisten porque ya saben que no van a conseguir un turno.
Si la realidad era preocupante hace un año, hoy es peor. Ochoteco explica: “En el barrio hay 20 profesionales de la atención primaria de la salud en general, menos en el último año. Muchos dejaron sus cargos porque se jubilaron, por rotación o porque se fueron al sector privado y no fueron reemplazados”.
Celeste Almiron, trabajadora social y coordinadora del Área de Promoción de Derechos y Acompañamiento Social de Temas, se topa con esa realidad a diario: “Acceder a un turno en los Cesac o en el Penna es muy difícil, sobre todo si pensamos en los jóvenes. Yo acompañé a un montón a sacar turnos y cuando llegás, la situación es caótica: te encontrás con una sala pequeña repleta de gente y en la ventanilla de recepción no hay nadie. Tenés que esperar que alguien abra una puerta para, al manoteo, preguntarle. No es un sistema amigable: es expulsivo”.
Una respuesta comunitaria
Ante esa red sanitaria tan limitada, la Fundación Temas, que trabaja en el barrio desde 2004, amplió su propuesta de acompañamiento en salud mental con un equipo conformado por dos psicólogas que trabajan en dispositivos grupales e individuales para niños, jóvenes y adultos, todos ellos gratuitos. Como la demanda los supera ampliamente, en los individuales se prioriza los casos más graves (atienden unos 15 por mes), y el resto se canaliza en los espacios grupales.
Silvana Inveninato, psicóloga de Temas, cuenta que tiene pacientes de hace más de un año que no han faltado a ninguna sesión de terapia. Por otro lado, explica que si bien desde la fundación acompañan el trabajo de los centros de salud, terminan “tapando agujeros con parches, ya que es una realidad que nos excede”.
A la problemáticas que muchos jóvenes de todo el país experimentan en el último tiempo, se suman las propias de vivir en un barrio atravesado por la vulneración en el acceso a derechos. Informes del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA muestran cómo el riesgo a sufrir malestar psicológico aumenta cuanto mayor es la vulnerabilidad económica, social, residencial, educativa y laboral, indicadores que están muy presentes en la 21-24.
“Algunas de las problemáticas más comunes entre los jóvenes se vinculan al consumo de sustancias, ansiedad, depresión, relaciones vinculares, dificultades en el desarrollo pedagógico, trastornos alimenticios e ideas suicidas”, enumera Felicitas Aldatz, que es psicóloga social y suele trabajar en dupla con Inveninato. Pospandemia, observaron además una exacerbación de la violencia, los ataques de pánico y los problemas de socialización. Asegura que aquellos adolescentes del barrio que acceden al sistema de salud mental del Estado, son solo los que están “explotados”. “No puede ser que nuestros chicos y chicas tengan que llegar a situaciones extremas que los lleven a ir a una guardia para ser visibles”, se lamenta Ochoteco.
Espacios de escucha
La escuela de boxeo de Temas funciona en el barrio de lunes a viernes y van entre 60 y 70 chicos y chicas de entre 13 y 24 años. A partir del suicidio de los dos jóvenes, una vez por semana, en el horario de la merienda, se genera un espacio grupal donde la palabra es protagonista, y ponen sobre la mesa todo tipo de problemáticas. “Surgió como un espacio terapéutico para trabajar lo que les venía pasando con las pérdidas de sus amigos, pero después se sumaron más chicos”, cuenta Inveninato.
El programa de salud mental de Temas no es nuevo. Nació en 2017 para dar respuesta a situaciones que empezaron a surgir dentro de los programas que ya desarrollaba la fundación: el de aprendizaje comunitario para niñas y niños de 6 hasta 12 años (al que asisten unos 140); el de promotores comunitarios para jóvenes; la escuela de boxeo; el programa de Albañilas para mujeres y mamás del taller de aprendizaje comunitario.
Hoy todos esos espacios cuentan con dispositivos grupales que funcionan como “rondas de palabras”. “Tienen que ver con una perspectiva de trabajo, somos una organización comunitaria y nuestra construcción es colectiva. Buscamos construir espacios de escucha, de compartir emociones y poner en palabras”, dice Ochoteco.
Volviendo a la escuela de boxeo, Diego Gómez, su entrenador, y Mariano Quintana, educador social del espacio, cuentan que hoy, gracias a ese acompañamiento, las chicas y los chicos fueron “construyendo distintos caminos y empezaron a ver nuevos horizontes”. Y subrayan: “A veces poner en palabras lo que te pasa no es tan fácil y por eso los espacios grupales ayudan, porque otro te presta la palabra para lo que intentas transmitir”.
La falta de psiquiatras
La complejidad de que no haya psiquiatras en los Cesac del barrio ni en el Cemar es enorme. Hasta 2020, este último contaba con una psiquiatra con la que articulaban desde Temas e, incluso, le prestaban su sede para que pudiera atender pacientes.
“Luego de la pandemia se fue y no volvieron a asignar a nadie. Esa falta del recurso siempre nos pone en jaque. Nosotras hemos articulado con psiquiatras del Hospital Penna y del Bonaparte, pero con mucha complejidad para conseguir turnos y darle continuidad al tratamiento”, detalla Aldatz. Su compañera Inveninato agrega que “hay casos en los que se necesita sí o sí un trabajo interdisciplinario con psiquiatría para abordarlos correctamente, por ejemplo en los de abuso sexual o violencia en niños y adolescentes”.
El no poder hacer esas derivaciones le genera “indignación y una responsabilidad desmedida”. Ochoteco, concluye: “Necesitamos que desde la política pública entienda la importancia de que en los centros de salud del barrio haya más psicólogos y psiquiatras, y que se empiece a trabajar en estrategias de salud mental comunitaria en escuelas, con las familias y en los distintos espacios”.
Más información
- Fundación Temas: tiene como objetivo contribuir a la promoción y el ejercicio pleno de los derechos de la comunidad de la Villa 21-24. Más información haciendo click aquí.
- En las guías de Fundación La Nación sobre suicidio y depresión podés encontrar más información sobre estas problemáticas, desde las señales de alerta hasta dónde pedir ayuda.
*La coautora de este contenido es parte del grupo de jóvenes que fueron seleccionados por el Proyecto +Miradas, una iniciativa de Google News Initiative y el Foro de Periodismo Argentino (Fopea) que se lanzó el 25 de junio del año pasado y propone sumar diversidad a las perspectivas de quienes producen las noticias. Lo hace al incorporar nuevas voces en los medios de comunicación, mediante la formación profesional de jóvenes con vocación periodística de barrios populares de Buenos Aires. Varios profesionales de LA NACION formaron parte de los talleres de formación a los que accedieron los jóvenes.