El Asperger y yo: la vida de un joven que quiere ser aceptado
Tengo 17 años y vivo en el barrio de Villa del Parque, aunque siempre me sentí más parte de Devoto, ya que ahí, desde los 8 años, voy al grupo scout San Antonio De Padua. Además, voy al colegio Nuestra Señora de la Misericordia.
Mis viejos me pusieron Diego por Maradona, aunque soy hincha de Independiente. Soy muy fan de los autos y el automovilismo desde que tengo memoria. Veo casi todos los deportes pero no los practico.
Algunos dicen que soy raro. Nací en el año 2002. Según mis padres, fui un niño como cualquier otro, con algunas cosas que llamaban la atención como que comencé a hablar a muy temprana edad y muy correctamente, que conocía a los 2 años y medio la mayoría de los logos de las marcas tradicionales, no me gustaban las actividades propias del jardín, como jugar con plastilina o pinturas y me costaba relacionarme con mis compañeros. Era muy caprichoso y todos lo atribuían a que era hijo único.
El problema se empezó a agravar cuando comencé la primaria, no recuerdo bien qué pasó, pero sí sé que me mandaba macanas como tirarle plasticola a una profesora; una vez, le escribí "apestoso" a un chico en el cuaderno; me tiraba al suelo cuando cantábamos a la bandera, entre otras cosas.
Pero también, si bien me mandaba líos, tenía mis cosas buenas, por ejemplo: aprendí a leer a los 4 años y medio, me sabía todas las marcas y modelos de los autos, los nombres de los países, sus costumbres y sus capitales.
Digamos que, cuando me gustaba mucho algo, me obsesionaba con ello, por ejemplo: la tecnología, la geografía, la política, los deportes. ¿Cómo no ser raro con todo lo que les estoy contando?
Fue en tercer grado cuando la escuela Nro 25 no me soportaba más. En realidad, lo que yo quería era muy sencillo: que me aceptaran. Quería tener amigos, para poder jugar en los recreos y no estar solo, pero eso los docentes no lo veían, logrando que yo me enojara mucho, no hiciera caso y me golpeara la cabeza.
Entonces, mi familia comenzó a buscar una solución. Más de uno pensó que estaba loco. Tanto fue así, que el equipo de orientación escolar me terminaron sacando de la escuela primaria para depositarme en lo que ellos llaman "Centro Educativo para niños con Trastornos emocionales severos", cortándome el acceso a la educación y viéndome como un loco, básicamente.
En este lugar, las cosas fueron peor aún. Es un centro educativo no graduado, por lo tanto, los chicos se agrupaban de acuerdo a sus capacidades intelectuales, sin respetar las edades. Los chicos de mi edad, apenas sabían leer y, como ya dije antes, mi capacidad intelectual, al no estar afectada, era muy superior a ellos.
Entonces, decidieron ponerme con chicos mucho más grandes que yo, que me pegaban, se reían de mí y me maltrataban. Por esto, al cabo de un tiempo, decidieron ponerme una maestra para mí solo, situación que evidentemente no me ayudaba para mi progreso social, al contrario, me aislaba más.
Para todo esto, mi mamá siguió buscando respuestas a lo que me pasaba. Tal vez, lo que sucedía es que ella sí veía las cosas buenas que yo tenía. Así fue que en ese tiempo tuve la suerte de que una psiquiatra, la Dra. Alexia Ratazzi, le pudo poner un nombre a lo que me estaba pasando: lo que yo tenía se llamaba "Síndrome de Asperger". Solamente buscaba que alguien me entendiera, que alguien me enseñara y me ayudara a entender este mundo.
Junto con el diagnóstico llegó el certificado de discapacidad. Al principio no entendíamos muy bien para qué servía, pero ahora sabemos que sin él, no podría ser lo que soy hoy, ya que nos hubiese sido imposible costearnos todos los gastos de las terapias y la escuela especial.
Acá comenzaba un nuevo mundo para mí y para mi familia, en especial mi madre quien de alguna manera es la que llevó adelante todas las cosas que me fueron sucediendo, mi padre la acompaña pero ella es la que hasta el día de hoy se ocupa de hacerme la vida un poco más simple.
¿Qué entendemos como síndrome de asperger hoy? Paso a contarles y me pondré como ejemplo en muchas de las características:
1.Solemos fascinarnos con cosas puntuales y de gran contenido técnico. Por ejemplo, en mi caso, los autos y la tecnología, siendo un experto en estos temas.
2.Nos cuesta socializar. A algunos colegas, no les gusta el contacto con otras personas. También sucede al contrario, como en mi caso, que me gusta relacionarme con la gente, pero muchas veces no sé cómo y termino pasando vergüenza.
3.Usamos un lenguaje distinto, somos muy correctos hablando, aunque no controlamos el timbre de la voz, vivimos las situaciones a flor de piel, por lo que podemos estar muy emocionados contando algo que vivimos y podemos cargarlo de alegría o de angustia. También mi modo de hablar puede ser pedante, ya que no medimos la consecuencia de lo que decimos, ni pensamos si puede caer bien o mal, solo decimos lo que sentimos.
4.Tampoco entiendo mucho el humor, a veces no entiendo los chistes o me río más tarde de algo gracioso que me pasó en algún momento y que no es gracioso para el resto. Cuando me río, lo hago de una manera que a veces llama la atención, o cuento chiste pero nadie se ríe porque no se usar tonos de voces adecuados a la situación.
Con todo esto fui creciendo y hoy, en mi adolescencia, puede llamar la atención cómo hablo y me manejo adentro del aula. Por ejemplo, mis compañeros me dicen que soy raro, porque hablo mucho de cosas que no entienden, participo en clase diciendo datos que la mayoría de mis compañeros no conocen pero yo sí, porque son de mi tema de interés y, además, soy muy memorioso.
Me cuesta prestar atención y tengo que apoyarme en mis compañeros. Soy muy desordenado, es decir, que por un lado soy muy inteligente pero, por otro, no puedo organizarme y por lo general necesito ayuda para saber cuándo hay una prueba, un trabajo práctico o hay que entregar algún material.
También se ven mis pocas habilidades en el deporte y en gimnasia, soy malísimo en fútbol. Mis compañeros dicen que estorbo, no me quieren pasar la pelota, cosa que hace que me frustre y me sienta mal. A mí me gustan mucho los deportes, pero ya entendí que mi fuerte no es jugarlos, así que cuando puedo, en la escuela o en las competencias intercolegiales, el profesor me deja ser DT y así me siento un poco mejor.
Pero lo más importante es que somos personas leales: no conocemos la mentira, ni podemos usarla, pero sí sufrimos mucho la imposibilidad de poder hacer las mismas cosas que los chicos de mi edad, por ejemplo: jugar al fútbol, salir con mis compañeros, ir a bailar. Lo que más sufro es no tener un gran amigo o una novia.
Actualmente, voy a pasar a 5to año, voy al colegio contento, mis compañeros me aceptan como soy, me siento acompañado, ya que no solo me relaciono con mis 32 compañeros, si no que suelo compartir recreos con otros cursos. Pude explicarles a ellos qué es el Síndrome de Asperger, para que me pudieran entender un poquito más, logrando aceptar y soportar mis rarezas.
Para finalizar, yo pienso que, si todos trataran de ponerse por un instante en la piel del otro, tal vez nos costaría mucho menos entender situaciones y tener que vivir y recordar malos momentos. Al fin y al cabo, no podemos gustar a todos, pero tampoco es nuestra obligación, no podemos conseguir que muchos nos entiendan, pero si podemos ser nosotros en cada momento, porque yo soy como soy.
El ensayo de Daniel es uno de los 72 ganadores del 5to Parlamento Federal Juvenil del INADI, del que participaron más de mil jóvenes de entre 15 y 17 años de todas las provincias de Argentina.
Diego Agustín Susselmann