Empezar de nuevo después de una inundación
La noche del 13 de enero de 2017 Agustina Ramírez dormía en su cama cuando empezó a escuchar ruidos. Eran sus padres que estaban tratando de salvar lo que podían del agua. Ella solo pudo vestirse y salir corriendo, empapada hasta la cintura.
"Empezaron a sacar las cosas de mi casa y yo no entendía nada. Atamos todo a los tirantes porque nunca pensamos que iba a llegar tan alto", dice Agustina, que hoy tiene 16 años y vive en el Barrio Virgen de Luján, en Arroyo Seco, junto a sus padres y sus dos hermanas.
No había tiempo para nada. Su papá, Alejandro Ramírez, cerró la casa de material y se fueron con la esperanza de que la puerta aguantara y también que las ventanas con rejas retuvieran sus cosas más valiosas. "De todas las inundaciones que pasamos, la última fue la peor. Esa vez no pudimos sacar las cosas. Cuando abrimos la casa estaba todo en el piso destruido porque el agua llegó más alto, casi a la altura de los cuadros", cuenta Ramírez, que trabaja en un frigorífico.
Con la corriente se fueron recuerdos de su infancia, fotos, su carpeta del colegio, calzado y muebles. Pero lo más valioso fue la computadora que utilizaba para hacer los trabajos de la escuela.
Con el tiempo pudieron ir comprando algo de lo perdido pero no lograron juntar la plata para la computadora. Agustina está en 3er año de la Escuela Técnica Profesional Nro 650 y le resulta fundamental para poder hacer los trabajos prácticos que le piden. "Lo que hago por el momento es cargo crédito en el celular, bajar la información y lo esribo a mano. Pero son cada vez más exigentes y el año que viene no sé cómo me las voy a arreglar", cuenta con tristeza.
Agustina y su familia estuvieron casi un mes viviendo en lo de su abuela porque el tiempo seguía amenzando con más lluvias. "Tuvimos que volver a ordenar, limpiar y lavar todo de nuevo. Mi mujer perdió todos los álbumes de fotos que tenía de su familia de Chaco y Agus las cosas del colegio", dice Ramírez.
Recibieron donaciones de personas del pueblo, de la escuela y los ex combatientes de Malvinas les llevaban la comida. "La municipalidad solo acercó cosas de limpieza. Cortamos la ruta para ver si nos podían dar un lugar, nos prometieron un terreno pero nunca pasó. No queremos que nos lo regalen sino que nos lo cobren porque la gente por más changas que haga, de alguna manera lo va a pagar. Está todo loteado pero casas para nosotros, no va a haber", se queja Ramírez.
Agustina ya no duerme tranquila y las imágenes de esa madrugada le invaden su cabeza. "Tratás de no acordarte pero siempre vienen esos recuerdos. Me asusta vivir en el barrio porque el riesgo siempre está presente. Me gustaría poder tener otra casa en otro lugar, para estar más tranquila".
Todos los días tarda 25 minutos en ir caminando a la escuela al mediodía. "Un poco cansa pero cuando te acostumbrás, ya está. Necesitaría una bicicleta para poder llegar más rápido", cuenta. Por las tardes, le pide prestada la bicicleta a su tía para ir a entrenar fútbol. "Me gustaría ser feliz con mi familia y poder terminar los estudios", dice esta joven. En su familia, todavía nadie pudo terminar la secundaria.
Las personas que quieran ayudar a la familia de Agustina a mejorar sus viviendas o equiparlas, pueden comunicarse con Ana Fernández, directora de la Escuela Técnica Nro 650 al 0340-049-9236.