Casi 8 millones de chicos son pobres en la Argentina
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OJO DE AGUA, Río Negro.– Angie Cheuquellán tiene siete años y vive en una casa precaria en Laguna Blanca, un paraje en la línea sur de Río Negro. Se abriga con una campera para salir de su casa rumbo a la letrina, a 10 metros. Se pone la capucha, se abraza para protegerse del viento y los cachetes se le inyectan de rojo por los -5° que hacen. Ésa, caminar sobre la nieve, es su única opción para ir al baño en invierno. Ella encarna lo que casi ocho millones de chicos argentinos enfrentan cada día: una infancia pobre. Pobre de recursos económicos, pobre de acceso a servicios básicos. Y pobre de oportunidades.
Según el último informe del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, el 62,5% de los menores de hasta 17 años tiene alguno de sus derechos vulnerados. La cifra es de 2017 y representa un alza de 2% respecto de 2016, alcanzando el nivel más alto desde 2013.
El número, basado en el enfoque multidimensional de la pobreza, supera las cifras oficiales, que contemplan solo el aspecto económico, y señalan que el 39,7% de los menores de hasta 14 años son pobres en ingresos y que el 4,8% son indigentes.
"Este gobierno tiene como prioridad reducir la pobreza en nuestro país. El primer paso en este sentido fue sincerar, hablar con la verdad. Creemos que reconocer el problema es la única manera de empezar a solucionarlo", sostuvo la ministra de Desarrollo Social de la Nación, Carolina Stanley.
Consciente de estas urgencias, La Nación puso en marcha Hambre de Futuro, un proyecto para visibilizar cómo viven y con qué sueñan los chicos de las comunidades más vulnerables. En los próximos cinco meses mostrará, en todas sus plataformas, cómo son estas infancias.
El proyecto intenta también plantear potenciales soluciones a los problemas que enfrentan los chicos y mostrar las que acciones ya están en marcha.
En el relevamiento de la UCA, además de los ingresos necesarios para subsistir, se miden índices vinculados con la alimentación, la salud, la vivienda, los espacios de socialización y el acceso a las nuevas tecnologías, entre otros.
"Es claro que todavía tenemos deudas pendientes muy significativas, que los desafíos son superlativos y estamos muy lejos de un ejercicio efectivo de los derechos de los niños", explicó Ianina Tuñón, coordinadora del Barómetro de Infancia de la Universidad Católica Argentina.
Desde el Ministerio de Desarrollo Social, Stanley sostiene que "la pobreza es mucho más que un número. Son hombres, mujeres, niños, niñas, familias atravesando una situación de vulnerabilidad de la que no pueden salir. La emergencia nos interpela, pero también necesitamos trabajar en programas que puedan ayudar a que cada una de estas familias puedan salir definitivamente de esta situación". Desde que asumió, el gobierno afirma tener puesta la prioridad en la primera infancia. "Para darle igualdad de oportunidades, porque de ellos depende el futuro de nuestro país. Esto es entender a la pobreza en todas sus dimensiones y saber que la educación y el trabajo son los dos pilares fundamentales que permiten a cada niño salir de la situación de pobreza", afirma la ministra.
Estas privaciones se manifiestan de manera diferente en cada uno de los rincones del país. En la Patagonia, por ejemplo, están vinculadas al frío y al aislamiento. En Cuyo, en cambio, se notan en el olvido de los pueblos que están en riesgo de desaparecer y en la ruptura de las economías locales. En el Impenetrable Chaqueño, lo que más falta es la comida y el agua.
"Hace años sostenemos que la pobreza infantil es una deuda pendiente: es hora de pasar a la acción. Y para eso necesitamos dimensionar el problema y visibilizarlo. Analizar las privaciones que sufren los chicos, conocer los lugares en los que viven, sus sueños y sus proyectos, es corporizar la desigualdad y traducir las estadísticas en los nombres propios", reclama Sebastián Waisgrais, especialista en Monitoreo e Inclusión Social de Unicef Argentina.
Para él, cuando se mide solo la pobreza monetaria, quedan afuera dimensiones vitales como los controles de salud de la madre y su nivel educativo pero también otras vinculadas con el tiempo libre de los chicos. "La medición multidimensional es vital para desarrollar políticas públicas que además de hacer transferencias monetarias directas, contemplen acciones focalizadas en otras dimensiones como el saneamiento o la exposición a la violencia", agrega Waisgrais.
José Sandovare tiene 15 años y vive en el asentamiento Las Talas, a 5 kilómetros de la ciudad de Caucete, en San Juan. Ni su mamá ni su papá terminaron el colegio. En su casa no tiene ni luz ni agua, por lo que tiene que tomar la del canal o juntar en tachos la que deja la municipalidad. Pero lo que más lo desespera es que ninguno de sus padres tiene trabajo y sobreviven con la AUH. Él, como tantos niños del país, tiene parte de su futuro hipotecado.
"¿Cuáles son las peores situaciones para un chico? Cuando su papá o mamá no tiene trabajo porque la AUH, o cualquier plan, te saca de la indigencia pero no de la pobreza", dice Waisgrais.
La mala noticia es que la coyuntura actual contribuye a profundizar las brechas. Los especialistas coinciden en que la recesión, la inflación, la devaluación y el aumento de tarifas tendrán un correlato negativo en los niveles de pobreza.
"Seguramente la pobreza por ingresos va a tener otro rebote. Los otros indicadores tienen una evolución que es lenta, y son claramente las políticas de gran escala las que cambian las estadísticas. Y lo que se ve es que se van ampliando las desigualdades en el país", dice Tuñón.
La misma tendencia negativa es compartida por Unicef. "Cuando tenemos estos cimbronazos, los pobres estructurales son los más afectados porque tienen menos posibilidades de defenderse", explica Waisgras.
Incluso el gobierno reconoce que si bien 2018 arrancó con una baja de la pobreza, algunos pronósticos indican que esa tendencia podría frenarse. “Esto tiene que ver con un piso difícil de penetrar, como la pobreza intergeneracional”, explican desde Desarrollo Social.