Educación en cuarentena: aprender sin wifi ni computadora
Cuando no se sabe si se va a poder comer ni se dispone de un espacio adecuado para concentrarse y hacer tareas, y tampoco se cuenta con banda ancha o computadora, estudiar se parece a ir contra la corriente. Una corriente peligrosa, que amenaza con doblegar voluntades. Incluso las más firmes. A partir de la suspensión de clases en las escuelas, esa es la sensación de miles de chicos y adolescentes del país que, ya antes de la pandemia, tenían bastante dificultado el acceso a los derechos básicos. Entre ellos, el de la educación.
En tiempos de cuarentena, la situación se complejiza. La reconversión del sistema educativo presencial hacia instancias más virtuales acota las posibilidades de aprendizaje de casi la mitad de los niños y adolescentes del país, que no tienen computadora ni acceso a banda ancha para hacer sus tareas: un 48,7% no tiene PC y un 47,1% no cuentan con wifi en su hogar, según el Observatorio de la Deuda Social Argentina. Esta proporción se eleva a siete de cada 10 en el estrato social más bajo. Por otra parte, de cada 10 chicos, dos viven hacinados y una proporción similar comparte cama o colchón para dormir, haciendo sumamente dificultosa la posibilidad de contar con un espacio adecuado para realizar las actividades escolares. Frente a esta realidad, el ministro de Educación Nicolás Trotta asegura, en diálogo con LA NACIÓN, que "el principal desafío es hacer los máximos esfuerzos para que no se profundice la desigualdad educativa".
Santiago Lazarte, un chico de 17 años que sueña con terminar el secundario para estudiar Turismo y Hotelería, tampoco cuenta con esa posibilidad. Vive con Noemí, su mamá, y su hermanita Emily en un hotel ubicado en Constitución, desde que nació. Antes de la pandemia iba caminando hasta la Escuela República del Líbano, en donde cursa 5° año. Ahora todo es más complicado.
"Unos días antes de que se cortaran las clases, los profesores empezaron a pedirnos los mails. Mandan las tareas por ahí y tenemos que entregarlas también por mail y por Whatsapp. Como en el hotel no hay Internet, tengo que cargar crédito en el celular para recibir los mails. Por suerte, tengo la computadora de Conectar Igualdad que me sirve un montón. Trabajo ahí y después paso al celular y mando por mail", relata Santiago, quien forma parte del programa Futuros Egresados de la Fundación Cimientos, que consiste en una beca dineraria y el seguimiento de un tutor.
"Para cargar crédito, uso la plata de la beca. A veces me ayuda mi papá, que no vive con nosotros. El problema es cuando no consigo cargar por ningún lado, porque tampoco puedo alejarme mucho por lo de la cuarentena", agrega Santiago, quien extraña la posibilidad de trabajar en la escuela. "Vivimos los tres en una pieza chica –continúa–. A veces tengo que pedirles a mi mamá y a mi hermana que hagan silencio para poder concentrarme."
El principal desafío es hacer los máximos esfuerzos para que no se profundice la desigualdad educativa.
Para Marcelo Miniati, director ejecutivo de Cimientos, estudiar es, para los chicos que viven en contextos vulnerables, la posibilidad de superar las dificultades del presente para arribar a un futuro mejor. La cuarentena les complejiza esa posibilidad.
"El 80% de estos chicos cuenta con celular con acceso a Internet, pero en un 60% de los casos, ese teléfono pertenece a un adulto, que también lo necesita y, por ende, se lo puede prestar un rato. Además, la mayor parte de las tareas están pensadas para ser realizadas por computadora, y tener computadora en los contextos más vulnerables es algo excepcional", puntualiza Miniati, quien agrega que muchas veces estos estudiantes desconocen cómo funcionan ciertos aspectos de la tecnología y no cuentan en su entorno con alguien que pueda explicarles.
El referente de Cimientos, organización que cuenta con diferentes programas de acompañamiento a adolescentes y jóvenes para que puedan concluir sus estudios secundarios e insertarse en el mundo del trabajo, cree que la cuarentena tendrá un impacto muy nocivo en la trayectoria educativa de miles de chicos. "No solo va a profundizar la brecha que ya existe. Después de la cuarentena es probable que muchos chicos se hayan alejado de la escolaridad. Por la crisis económica que genera la extensión del aislamiento especialmente en los hogares más pobres, las familias de estos chicos van a necesitar que ellos generen algún ingreso mediante un empleo o que se queden cuidando a los hermanitos. Esto siempre pasa después de una crisis económica", se lamenta Miniati.
No solo va a profundizar la brecha que ya existe. Después de la cuarentena es probable que muchos chicos se hayan alejado de la escolaridad.
Una postal que promete agravarse
A fines del año último, la instantánea sobre la situación socioeconómica de los argentinos era por demás alarmante. Según las últimas cifras del Indec, el índice de pobreza alcanzó al 35,5% de los habitantes en el segundo semestre del 2019 y, si se pone la lupa en la infancia, el 52,3% de los menores de 14 años son pobres, mientras que entre los que tienen entre 15 y 29 años alcanza al 42,5%. Además, estimaciones del Observatorio de la Deuda Social Argentina, muestran que un 7,4% de los hogares padecía inseguridad alimentaria severa y el 14% de los hogares los constituían viviendas precarias. El panorama promete agravarse durante la cuarentena.
Para llegar a todos los chicos, pero especialmente a las poblaciones más vulnerables, el Ministerio de Educación desarrolló una estrategia que tiene tanto ingredientes digitales como analógicos. "Por un lado, contamos con el portal Seguimos Educando, que tiene recursos para la familia pero también para el docente y para el estudiante, y, por el otro, armamos contenidos para la televisión pública y para Radio Nacional. Al mismo tiempo, confeccionamos nueve cuadernos que cubren tres semanas de clases, desde el miércoles 1° de abril hasta el viernes 17. Ahí tenemos un cronograma día por día de actividades para cada uno de los momentos del ciclo escolar que se pueden descargar de la web", explica Trotta.
"El portal es de navegabilidad gratuita a partir del compromiso de las tres empresas de telefonía celular y eso para nosotros es un paso importante porque en la Argentina hay más celulares que personas –continúa el funcionario–. Conjuntamente con la televisión son las dos tecnologías que más están presentes en todos los hogares. Que no consuma datos no resuelve, pero ayuda a la posibilidad de ingresar a la página desde los celulares". Por otra parte, detalla que están distribuyendo 7.000.000 de cuadernos a través de las provincias, del ministerio de Desarrollo Social, en los comedores, por los distintos movimientos sociales, y que se pueden retirar en algunos supermercados emplazados en sectores medios y populares.
Sin embargo, Ianina Tuñón, investigadora responsable del Barómetro de la Deuda Social de la UCA, no ve clara la manera en que los chicos que viven en la pobreza podrán capitalizar este tiempo en cuarentena.
"El Estado está llevando adelante un conjunto de acciones a través de programación en los canales públicos muy interesante, pero la televisión es una ventana que está siendo aprovechada más que nada por los sectores sociales que mejor están. Para poder aprovechar ese material tiene que haber hogares con conciencia y capacidad para ello. Si bien es cierto que en casi todos los hogares hay televisión, las condiciones de vida en cuarentena son muy difíciles", sostiene la especialista.
Tuñón detalla que "en los estratos de trabajadores marginales, en donde vive el 30,5% de los chicos de 0 a 17 años, los adultos están acechados por múltiples preocupaciones diarias, especialmente qué comer y en dónde obtener esa comida". La investigadora hace hincapié en que la mayoría de estos adultos son trabajadores informales precarizados que, con la cuarentena están negociando, en el mejor de los casos, su continuidad laboral, probablemente ganando mucho menos que antes, porque en muchos casos trabajan con ingresos por productividad. "Son hogares con propensión a padecer otros problemas como las adicciones o la violencia, que se exacerban en cuarentena. Es difícil pensar que estos adultos puedan garantizar una rutina para el aprendizaje", puntualiza Tuñón.
La realidad educativa de la mayoría de los chicos argentino no es la de las clases virtuales por Zoom u otras plataformas, esa es la realidad de, apenas, un 4%.
La especialista agrega que en el escalón siguiente, el de las clases populares, vive el 40% de los chicos. "Son hogares mejor preparados desde lo psicológico para la cuarentena, con mamás tratando de ayudar a los chicos en las tareas que reciben por Facebook o Whatasapp. Pero también les significa un gran desafío sostener las actividades con regularidad. La escuela tiene recursos pedagógicos que la familia no puede recrear. En muchos de estos hogares hay celular, pero no siempre con conectividad. Además, un celular no es el medio más adecuado para realizar las tareas. En cualquier caso, la realidad educativa de la mayoría de los chicos argentino no es la de las clases virtuales por Zoom u otras plataformas, esa es la realidad de, apenas, un 4%", afirma Tuñón.
Usar Word desde el celular
Para Milagros Cañete, de 16 años, la cuarentena significó, entre otras cosas, el desafío de aprender a usar Word desde el celular. "La mayoría de los profesores manda tareas para hacer por Word, pero yo compu no tengo. No me queda otra que hacer las cosas con el celular, pero me cuesta mucho. Le cargo plata de crédito y descargo las cosas", cuenta Milagros, también becaria de Cimientos, quien, antes de la suspensión de clases se desplazaba en colectivo desde Villa Itatí, en Quilmes, hasta la escuela secundaria ubicada en Barracas, en la que cursa 5° año.
"Como mi mamá trabaja algunos días en un comedor del barrio, a veces me toca cuidar a Mateo, mi hermanito de 4 años. Así que trato de hacerme tiempo para cumplir con las tareas más hacia la noche. Igual espero que todo esto pase pronto, porque es mejor tener clases en la escuela. Ahí hay espacio para hacer las cosas y además tenemos un profesor para que nos explique", agrega Milagros, quien sueña con estudiar Ciencias Económicas.
Lo que estamos viviendo es un laboratorio inesperado, sostiene el profesor e Investigador Axel Rivas. "Quizás los alumnos estén viviendo una especie de dolorosa toma de conciencia del valor de la escuela ante su desaparición física. Sospecho que muchos han comenzado a valorar más sus rutinas y sus docentes, además de extrañar a sus compañeros/as", reflexiona Rivas, quien cree que su último libro, titulado ¿Quién controla el futuro de la educación? no podría haber sido más profético.
"Allí propuse que el Estado debía diseñar un sistema educativo digital, una gran plataforma pública de acceso universal para aumentar las fuentes de aprendizaje de los estudiantes. Mi propuesta estaba inspirada en el caso de Ceibal en Uruguay, que fue un caso único en la región, con conectividad total de las escuelas y con recursos digitales de gran calidad de acceso público. En Argentina se había detenido el proceso de avance logrado con Educ.ar, Encuentro y Conectar Igualdad", afirma Rivas, también director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés. Y agrega: "Ahora padecemos esos años en los cuales debería haberse invertido en crear recursos educativos de calidad. Afortunadamente el actual gobierno ha reaccionado muy rápido para crear opciones de acceso a contenidos".
En los últimos diez años, la Vicaría de Educación junto con el Padre Pepe Di Paola iniciaron el establecimiento de escuelas parroquiales en barrios populares de la Ciudad, con la apertura de una escuela de oficios en el barrio de Barracas. Fuentes de esa institución informan que hoy asisten a una población de 4397 estudiantes en jardines de infantes, escuelas primarias, secundarias y de educación para adultos. Son escuelas que funcionan dentro de la Villa 1-11-14, Villa 21-24, Villa 15, Villa Lugano, Soldati, Cildañez, Villa Fraga y en el bajo Flores.
El actual gobierno ha reaccionado muy rápido para crear opciones de acceso a contenidos.
Los hijos de Arminda Herrada, Randy y Gianfranco Jiménez, asisten a la escuela Don Bosco, una de esas instituciones. Vecina del barrio Padre Ricciardelli –ex villa 1-11-14– Arminda cuenta que sus hijos cursan 1° y 3° grado. "Con la cuarentena, Daniel, mi esposo, que es albañil, se quedó sin trabajo. Así que entre los dos ayudamos a los chicos con las tareas. Hacemos lo que podemos porque nos cuesta mucho", explica Arminda, quien agrega que la familia solo utiliza un celular, al que se le carga crédito para bajar las tareas que envían las docentes por Whatsapp.
"Por suerte, la escuela nos dio los libros de los chicos, así que nos van marcando las páginas que hay que hacer. A veces también tenemos que mirar algún video por YouTube. Lo cuidamos el crédito. Tratamos de cargar una vez cada 15 días porque mi esposo se quedó sin trabajo y pagamos alquiler. Solo contamos con las asignaciones de los chicos y con la comida que nos da la escuela. Nos dan desayuno, almuerzo y cena todos los días", agrega Arminda, quien reconoce que los chicos extrañan la escuela, especialmente a sus amigos y maestros.
"Desde una mirada educativa buscamos garantizar la continuidad pedagógica en contextos de adversidad social, donde de hace visible la brecha digital y las desigualdades en materia de acceso. Pero las escuelas parroquiales también se caracterizan por cultivar la vida comunitaria, en este sentido los colegios han emprendido diversas acciones que involucran la participación conjunta de padres y docentes, para enfrentar el aislamiento y la cuarentena obligatoria", explica el Pbro. Pablo Corbillón, delegado episcopal de la Vicaría Pastoral de Educación.
El sacerdote agrega que, en estos momentos, estas instituciones están llevando adelante acciones orientadas tanto a garantizar la alimentación de los estudiantes –mediante la entrega diaria de bolsones de alimentos–, como a procurar la continuidad educativa, a través de diferentes medios de comunicación entre escuela y familia. "Los desafíos son muy grandes en circunstancias normales, es difícil explicar la enormidad de la tarea por la crisis que tenemos por delante", analiza.
Todos los especialistas consultados por LA NACIÓN consideran que, con la cuarentena, el abismo socioeconómico que ya existe entre ambos extremos de la pirámide poblacional se va a profundizar. El optimismo parecería no tener lugar. Pero sí las oportunidades.
"Esta situación nos impone el desafío de pensar cómo podemos llegar a los chicos de maneras alternativas a las que propone la educación tradicional –analiza Marcelo Miniati–. Hacerlos volver a la escuela va a requerir campañas específicas. Y también de una oferta que combine el sistema de clases presenciales con otros recursos. Llegó el momento de repensar la escuela."