Limpiar ríos y playas, reciclar residuos y colaborar en huertas comunitarias entre otros proyectos que suman en la lucha contra el cambio climático
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Versova, el grupo de voluntarios que los sábados limpia la basura en la costa de San Isidro
por Fernando Maldonado
Metidos en el barro y armados con botas, bolsas, guantes, barbijos y unas ganas enormes, alrededor de 50 jóvenes se toman la mañana para limpiar las costas de San Isidro. Predomina el verde, pero también las latas de aluminio, las bolsas de nylon, las botellas de plástico y el telgopor que flotan por el Río de la Plata y se depositan en la costa. Eso que nada tiene que ver con el paisaje natural ribereño es lo que buscan combatir los voluntarios de Versova, una organización que nació en 2020, en plena pandemia. Desde hace seis meses, se organizan para ir todos los sábados a levantar los desechos que contaminan el agua y ya llevan juntadas 10 toneladas de basura.
Se inspiraron, y de allí tomaron su nombre, en Versova Beach, una playa en Mumbai, India, donde voluntarios limpiaron 5,3 millones de kilogramos de residuos y lograron transformar un basural en el nuevo hábitat de centenares de tortugas. “La idea surgió una tarde de cuarentena, cuando me senté frente al río con una amiga, Luz, con la cual compartí voluntariado en la India, y vimos la contaminación enorme que había”, cuenta Lucas Zothner (24), uno de los tres fundadores junto a Luz Estol (24) y Tomas Beccar Varela (22).
Buscaron que no sea un encuentro esporádico de amigos y vecinos sino asumir un verdadero compromiso con la naturaleza y con la comunidad: por eso, se asesoraron, armaron el grupo y se pusieron como objetivo limpiar toda la costa del Río de la Plata de San Isidro para fines de este año. “Queríamos un proyecto sustentable y sostenible en el tiempo, con metas claras”, agrega Lucas. Hasta ahora se sumaron 290 voluntarios, de los cuales 50 lograron transformar las limpiezas en un hábito fijo semanal. “La gran mayoría son jóvenes, pero vienen de edades muy diversas y también familias enteras”, destaca.
Creando Conciencia, la cooperativa que recicla residuos y fabrica muebles
por Teresa Sofía Buscaglia
La cooperativa Creando Conciencia nació en 2005 con sólo seis personas (dos de ellas recuperadores urbanos) preocupadas por la situación de los residuos en Benavídez, partido de Tigre. Lo que comenzó como un proyecto a pulmón se convirtió en la fuente de trabajo de 70 familias. Comenzaron alquilando un terreno a metros de la ruta 27 y lo compraron en 2018. Allí construyeron un espacio de casi 2000 metros cuadrados en donde separan, reciclan y reutilizan los materiales con los cuales actualmente producen, también, muebles y útiles escolares. En julio de 2020, fueron seleccionados por la ONU, en el Día Internacional de las Cooperativas, como “ejemplo de lucha contra la injusticia ecológica y social”, y en octubre los convocó el Papa Francisco para exponer de forma virtual su modelo de empresa en el Vaticano.
En la cooperativa procesan entre 10 y 13 toneladas de materiales por día que traen de barrios privados, escuelas, industrias y grandes generadores del distrito de Tigre y fuera de él. Además, brindan el servicio de recepción y certificación de materiales y tienen un convenio con la municipalidad a través del programa Recicla Tigre, por el cual reciben todos los residuos de sus distritos.
Creando Equipamiento Urbano es la línea de muebles que lanzaron en 2016. Fabrican bancos, mesas y huerteras con madera plástica de alta resistencia al calor y las lluvias. Son muebles urbanos, destinados al uso público, y ganaron el premio Buen Diseño Argentino 2017 que otorga el Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación. Se los puede ver en barrios privados y en las plazas del municipio de Tigre. En el último año, también lanzaron kits escolares fabricados con telgopor reciclado que se venden a un precio muy accesible en su sitio virtual y en supermercados.
Greener: una aplicación para recolectar basura, reciclar y que todos ganen
por Celina Chatruc
Todos ganan: los que reciben la basura y los que la tiran, también. “Reciclar me conviene” es el lema que acompaña la iniciativa Greener, una startup impulsada por tres jóvenes en General Madariaga -Tomás Antonini y Santos Harismendy, de 24 años, y Teodoro Villanueva, de 18- que propone beneficios tangibles para quienes separan sus residuos.
A través de una aplicación que conecta a vecinos con recolectores, los usuarios notifican sus reciclables; el recolector los visualiza en un mapa en tiempo real y entrega puntos por mérito al momento del retiro. Después, la autoridad de cada barrio transforma estos datos en programas de incentivos, descuentos y premios.
“Así, el barrio reduce sus costos, los recicladores aumentan su volumen de trabajo y generan empleo, y el usuario recibe beneficios”, explica un video disponible en YouTube. El municipio bonaerense, que ya tenía una cultura del reciclaje instaurada desde 2013, se convirtió así en pionero del sistema de recolección on demand gracias esta App que valida las recolecciones de forma automática, genera reportes de impacto ambiental, ofrece una guía de reparación de reciclables y entrega comunicados ante imprevistos en el servicio.
Lanzado en octubre del año pasado, el proyecto logró un aumento del 460% en la tasa de reciclaje durante los primeros dos meses y lleva recuperadas 100 toneladas de residuos reciclables. “La basura, separada por material, se convierte en recursos que dejan de ser un costo y empiezan a ser una fuente de ingresos”, explican los emprendedores. Antonioni se entusiasma al anunciar lanzamientos en Mar Chiquita, Santa Clara del Mar, Mar de Cobo y una prueba piloto en Lanús. “Estamos con más de diez negociaciones en paralelo para crecer a nuevas zonas”, asegura el ingeniero ambiental.
La cooperativa a cargo de la limpieza de playas y el reciclado en Pinamar
por Darío Palavecino
Carlos Méndez comenzó a seleccionar desechos y darles una segunda oportunidad con el reciclaje, primero con su familia y luego con algún vecino colaborador, con activismo ambiental, tareas sociales, limpieza de microbasurales y luego algo más. Una pasión que creció junto a un grupo de amigos hasta convertirse en 2010 en Reciclando Conciencia, una cooperativa que ahora integran 36 personas en el partido de Pinamar.
Cuentan con un flamante camión que se incorporó al parque vehicular y a la par uno eléctrico, para trabajar en las islas de separación. Además, bajo el lema “No es basura son recursos”, se convirtieron en promotores del cuidado del medio ambiente e invitan a la comunidad a ser parte de la limpieza en las playas.
“La cooperativa tiene algo que no todas tienen: se la reconoce como proveedora de servicio, es casi una experiencia única en el país”, cuenta Méndez sobre esta relación directa que tienen con el municipio de Pinamar, donde se hacen cargo de la planta de selección y transferencia de residuos para su recuperación.
La planta de separación tiene capacidad y recursos humanos para rescatar unos 5200 kilos de residuos reciclables por día. Tienen islas de acopio y selección de residuos, repartidas por las calles de las localidades de Pinamar, Valeria del Mar, Cariló y Ostende. Ajustadas a la estética del distrito, estas 44 estaciones –que se duplican en verano– aportan al cambio de hábitos de la comunidad local, que poco a poco naturaliza esto de separar cartón por un lado, plástico por otro y vidrio en un tercer recipiente.
Durante la temporada de verano salen a hacer campañas de limpieza de playas y a concientizar sobre la importancia de separar y reciclar los residuos.
La cruzada de Yago Lange por liberar ríos y mares de plásticos de un solo uso
por Andrea Ventura
El regatista Yago Lange, hijo del campeón olímpico Santiago Lange, en los últimos tiempos se convirtió en referente del cuidado ambiental. Empezó limpiando la rampa por donde baja el barco al agua en su club de remo, que estaba llena de plásticos hace poco más de dos años y continuó, sin pausa, recolectando kilos de plástico por diversas zonas del país y también en playas de Brasil. Una cruzada que sumó cientos de voluntarios y ayuda de Parley, una asociación internacional, de la que es embajador en la Argentina, que se ocupa del cuidado de los océanos.
Pero cuando llegó el coronavirus y no se pudieron hacer encuentros masivos de limpieza Yago, lejos de quedarse quieto, se diversificó: “Durante la pandemia volqué mi energía a la educación, porque la limpieza ayuda, pero no es la solución final al problema, porque incluso muchos plásticos que sacamos ya no se pueden reciclar y terminan en basurales. Hay que concientizar sobre la importancia de evitar el consumo de plásticos de un solo uso y de cuidar los océanos, porque buena parte del aire que respiramos viene del mar. Di 50 charlas virtuales en escuelas a más de 4000 alumnos y fue de las experiencias más lindas que tuve”, recuerda. Y también comenzó un proyecto social. Construyó con pallets de descarte más de 30 composteras comunitarias que donó en diferentes barrios, muchos vulnerables: “La mitad de los residuos son orgánicos, así que las composteras, las cajas mágicas, como las llamo, son una solución, porque se reduce mucho la basura y además se logra tierra para cultivar una huerta, es un círculo productivo, que se ve. Es impresionante ver a los vecinos interesados, ayudando, cuidando la compostera”. Aunque todavía no puede hacer salidas masivas de limpieza, sigue desintoxicando las aguas de plásticos. Hace dos semanas se encargó de liberar islas del Delta y seguirá durante el año.
Un banco de semillas para que crezca la red de huertas orgánicas vecinales
por Luciana Aghazarian
L a proliferación de huertas vecinales en el Conurbano y la ciudad durante la pandemia puso en primer plano la importancia de cuidar el reservorio de semillas, clave para poder seguir produciendo, intercambiando y regalando a la comunidad. “Tenemos un banco de semillas que consta desde siete variedades de lechugas hasta frutales y árboles nativos, pero hay algunas de las cuales tenemos poca cantidad y necesitamos multiplicarlas. Entonces, buscamos apadrinamientos, es decir, vecinos que puedan comprometerse a reproducir alguna semilla a la cual le vamos dando seguimiento”, cuenta Tamara Caserotto Miranda, fundadora de la Red de Huertas Comunitarias y también miembro de Huerta Viento, que desde 2013 funciona en un terreno de 14 metros cuadrados al costado de la estación de tren, frente a la Plaza Callegari, en Florencio Varela.
Una de las madrinas para reproducir semillas es Adriana Degeneve que hizo espacio en su vereda para seguir apostando a este proceso colaborativo: “Tengo una pequeña huerta en mi casa con aromáticas, plantas de hoja, ajíes, tomates, zapallos. Como ya no me quedaba espacio en mi huerta, decidí sembrar el girasol morado en la vereda con un pequeño tejido alrededor para resguardarlo”, relata la vecina de Florencio Varela.
En la Huerta Viento participan 13 vecinos en forma activa y van rotando los voluntarios. Hay reglas de convivencia y de respeto para su uso adecuado, y una grilla de tareas para regar, supervisar, cosechar, revolver el compost, entre otros. Antes de la cuarentena, se llevaban adelante talleres y jornadas de regalo de plantines con la red (todos los domingos se regalan 200), aunque la comunidad puede acercarse en cualquier momento al espacio teniendo en cuenta la siguiente consigna: “Si te llevás algo, dejá algo”, como semillas, tierra, un brote, residuos orgánicos para compost.