¿Dónde y cómo viven los chicos en la Argentina?
El debate sobre la pobreza en la niñez en la Argentina suele centrarse en la incidencia de la pobreza. Las últimas cifras muestran que el 47% de las niñas y los niños del país residen en hogares cuyos ingresos no alcanzan para cubrir una canasta básica de bienes. Casi la mitad tiene alguno de sus derechos básicos vulnerados: desde la educación hasta el acceso al agua potable para beber.
En particular, las condiciones habitacionales son una dimensión clave de la pobreza en la niñez. Dónde duerme y despierta una niña o niño cada día, dónde come o hace sus deberes, en qué lugar juega e interactúa con sus hermanas y hermanos, con su familia, dice mucho no sólo de su presente sino de su futuro.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) sostienen que la vivienda tiene un rol central para el individuo y la familia: protege de las inclemencias del clima; garantiza la seguridad y protección; facilita el descanso; permite el ejercicio de las manifestaciones culturales; permite almacenar, procesar y consumir alimentos; suministra los recursos de higiene personal, doméstica y el saneamiento; favorece el cuidado de sus miembros.
Sin embargo, en la Argentina hoy casi uno de cada tres niños (31%) reside en viviendas construidas con material considerado técnicamente deficiente para cumplir estas funciones centrales. Esto significa, al menos, 2,4 millones de niñas y niños de los cuales el 42% (1,7 millones) duerme, come y juega en viviendas con techo de paja y piso de tierra.
Otro factor importante tiene que ver con el número de personas con las que duermen los niños y niñas. El hacinamiento tiene alto impacto sobre la autoestima, vulnera los principios básicos de seguridad individual (por pérdida de privacidad), y puede promover malos tratos e intolerancia con los miembros del grupo familiar, minando los vínculos afectivos. Las cifras más recientes muestran que un 9,4% de los niños y niñas residen en situación de hacinamiento crítico; esto es, comparten cuarto con 3 personas o más. Si se suman aquéllas y aquéllos que comparten cuartos con dos personas, el porcentaje aumenta al 40%.
También en la Argentina existen problemas de acceso al baño y al agua potable de red. El agua contaminada puede transmitir enfermedades como la diarrea, el cólera, la disentería, la fiebre tifoidea y la poliomielitis. Además, los insectos que viven o se crían en el agua pueden ser portadores y transmisores de enfermedades como el dengue.
Más de 700 mil niñas y niños en nuestro país residen en lugares que tienen agua, pero fuera de la vivienda. Eso implica un costo en tiempo de recogida de agua que generalmente recae sobre las mujeres, niñas, niños y adolescentes. El acceso al agua dentro de la vivienda no sólo implica una mejora de su salud, e impacta por ende en sus posibilidades de asistir a la escuela, sino también un aumento de tiempo disponible para otros usos, como, por ejemplo, el juego.
Todos estos factores impactan negativamente en la posibilidad que enfrentan niñas y niños de ejercer plenamente sus derechos. Algunas de las condiciones mencionadas, como el acceso al saneamiento o al agua potable, atentan incluso contra el derecho a la vida.
A 30 años de la adopción de la Convención de los Derechos del Niño, esta situación debería resultar inadmisible. No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo pleno de las niñas, niños y adolescentes. No solo es su derecho y obligación de los Estados, sino que de ello depende, además, la supervivencia, la estabilidad y el progreso de los países.
Jorge Paz es consultor de UNICEF Argentina y Carolina Aulicino es oficial de política social de UNICEF Argentina
Carolina Aulicino y Jorge Paz
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