Prejuicio. “El temor de mi mamá era que yo no iba a poder formar una familia”
Cuando Andrea Rivas era una preadolescente, hablar de educación sexual integral en su colegio inglés de Temperley –y todavía en dictadura–, era impensable. Los derechos sexuales y reproductivos no eran derechos, y la orientación sexual, un tema tabú. Sin ningún tipo de información, entender que se sentía atraída por otras chicas fue un proceso lento y difícil.
La misma tarde en que siendo una adolescente juntó fuerzas y le dijo a su compañera de banco que le gustaba, el padre de la chica la llamó por teléfono. Del otro lado de la línea, le llovieron amenazas. “Sos una enferma, una pervertida”, sentenció el hombre. Tenía 13 años. Ese fue su primer contacto con la violencia y la patologización, en una época en la que todavía no se hablaba de lesboodio. “Hoy, en gran parte del movimiento LGBTIQ+ se considera que es importante hablar de homoodio, lesboodio, transodio y biodio en lugar de fobia, porque la fobia de alguna manera excusa a la persona”, explica Andrea. De aquella llamada, su familia nunca se enteró. “No me atrevía a hablarlo”, agrega.
A los 26, cuando pudo contarle a Quela, su mamá, que era lesbiana, los estereotipos y roles de género se tradujeron en miedos. Recuerda frases como “vas a tener una vida dura”, “te van a discriminar, vas a estar sola”, “nunca vas a poder formar una familia”. Faltaban 25 años para que la Argentina tuviese una ley de matrimonio igualitario y cinco para que la Organización Mundial de la Salud (OMS) sacara a la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. La posibilidad de construir una familia por fuera del mandato heteronormativo (del tradicional “los declaro marido y mujer”) sonaba a utopía.
“Sin las leyes que tenemos hoy, a mi mamá el futuro le causaba incertidumbre. Tenía miedo de que no pudiera acceder a derechos, que tuviese que vivir en la clandestinidad. Era una especie de tristeza para ella y eso me ponía mal. Por suerte, fue evolucionando”, cuenta Andrea. También se acuerda de cuando le habló sobre su orientación sexual a su mejor amiga y le transmitió su temor de no poder ser mamá. “No te preocupes: quizás algún día te vuelvan a gustar los hombres”, le respondió. “Ahí dije: ‘No me entiende’. Fue decepcionante, porque yo tenía proyectos de vida que no quería dejar y eso me angustiaba mucho”, asegura Andrea. Esa mirada que proyecta la maternidad únicamente en mujeres cis −cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer− y heterosexuales aparecería con fuerza años después, cuando embarazada empezó a recorrer el sistema médico.
Andrea tiene 48 años, es abogada y mamá de Fran, de 7. Viven en un departamento en la ciudad de Buenos Aires con María Jesús Dellacasagrande, su pareja; y Willy, el perrito de la familia. Quela (70) hoy es una “abuela superorgullosa” que se pone la bandera multicolor del orgullo y participa de las actividades de la asociación civil Familias Diversas, que Andrea preside y cofundó con Sabrina, su expareja y también mamá de Fran. El camino de deconstrucción de Quela, como el de muchas familias, no fue fácil. “Cuando estaba a punto de casarme o embarazada, mi mamá tuvo que decir: ‘Tengo una hija lesbiana’ en sus ámbitos. Fue un proceso en el cual yo la acompañé y la dejé ser. Eso también es importante”, dice Andrea.
Hija única, su papá murió cuando era chiquita, en la casa de Temperley vivía con su mamá y su abuela. La familia de Andrea, sobre todo del lado materno, era muy estructurada. Hablar de su orientación sexual no le parecía una opción y con la adolescencia, vinieron los novios. Son experiencias de las que no se arrepiente, pero su deseo no iba por ahí. Romper con su última relación con un chico, un noviazgo largo, “serio”, y explicarle el motivo, le costó mucho.
Familias diversas
El proyecto de convertirse en mamá implicó también para Andrea explorar y “deconstruir” sus propios miedos. “Mi principal temor era que ese hije sea víctima de discriminación por tener dos mamás”, recuerda. Con Sabrina empezaron a hablar sobre esa posibilidad cuando la ley de matrimonio igualitario tomaba forma. Esperaron para comenzar con los tratamientos de fertilización y, cuando el Congreso le dio luz verde a la histórica norma, se casaron. Todavía no existía la de reproducción asistida ni el Código Civil había incorporado la figura de “la voluntad procreacional”, dándole marco legal a las familias lesbomaternales.
En Internet, los foros de consultas sobre fertilización eran solo de mujeres heterosexuales. “Decidimos que yo fuera la gestante y con el embarazo fue muy difícil encontrar una profesional con la que me sintiera cómoda. La violencia obstétrica es tremenda –sostiene Andrea–. Hay mucha desinformación, un sistema de salud que es muy mecánico, impersonal, centrado en la mujer cis, heterosexual y casada. No se contempla la diversidad de familias e identidades”. Cada vez que entraban a una consulta tenían que explicar que eran pareja, ni amigas ni hermanas. “Entre nosotras teníamos un punto de vista distinto. Yo pensaba que había que hablar y explicar y ella decía: ‘¿Por qué, si las parejas heterosexuales no explican? Se van a dar cuenta’”, recuerda Andrea.
Para la abogada, la heteronormatividad −el sistema de creencias o suposiciones que pretenden idealizar las relaciones sexoafectivas heterosexuales y las identidades de género binarias como las únicas posibles− a la que muchas adolescentes y mujeres lesbianas, bisexuales y varones trans se enfrentan en las consultas de salud, genera una barrera de acceso que se traduce en menos consultas, en una detección e inicio de tratamientos tardíos, por ejemplo, en el área de ginecología.
Fran tiene el pelo largo, rulos, nariz redonda y una sonrisa con dientes de leche. Cuando todavía era un proyecto, el miedo más grande de Andrea era traer al mundo una persona que fuera discriminada. Con Fran en el jardín, como mamás siempre insistieron en que se implementara la ESI. “En algunos lugares la maestras no tenían perspectiva LGBTIQ+ y no querían hablar del tema. Había representaciones de un solo tipo de familia y una gran invisibilización”, recuerda.
Un día, Fran empezó a decirle a Andrea “papá”. Desde sus primeras palabras, la había llamado mamá, pero en el jardín hacían juegos simbólicos con bebés y Fran solo veía que había un tipo de familia, con madre y padre. “Trasladó eso a nuestra casa. Fuimos a ver a la psicopedagoga y le explicamos que la diversidad familiar es un derecho y el ignorarla una forma de violencia”, señala Andrea. Según una investigación que realizaron recientemente desde la asociación, la invisibilidad de las familias LGBTIQ+ y la diversidad sexual en las escuelas es notable: el 86% de las personas entrevistadas respondió que no están representadas en las instalaciones (pasillos, aulas) y el 44% que sus hijas e hijos no tuvieron deberes o libros que trataran el tema.
Familias Diversas nació de un hecho de discriminación concreto. Cuando Fran tenía dos años, Andrea llamó a una pileta para preguntar por clases de matronatación y le explicaron que había un día en que tenía que ir el papá. “Tiene dos mamás, nos vamos a tener que turnar”, respondió Andrea. El tono de la conversación dio un vuelco: en ese club no había lugar para ellas. Colgó y se tragó la bronca hasta que decidió contar lo que le había pasado en Facebook y hacer una denuncia en el Inadi. Los comentarios de apoyo empezaron a llover y la repercusión en los medios fue inmediata. La pileta no solo dio marcha atrás, sino que se marcó un precedente para muchas otras familias.
“Nos dimos cuenta de que en la Argentina había un marco jurídico que era muy bueno pero que el acceso a los derechos seguía siendo desigual. Desde la asociación trabajamos mucho en visibilizar las distintas conformaciones familiares y las diferentes identidades”, cuenta su presidenta.
Subraya que los prejuicios siguen siendo cotidianos. “La violencia que yo experimenté en mi salida del armario hoy la puede transitar otre adolescente aunque tenga más recursos a nivel de información”, reflexiona. Pero también están las desconstrucciones, los pequeños y grandes pasos para derribar estereotipos, para visibilizar y denunciar violencias, para exigir derechos. Lo ve todos los días en las consultas que llegan de distintos puntos del país. “Hay madres y padres que vienen buscando información acerca de las identidades de género y orientaciones sexuales para acompañar a sus hijes. Algunos no saben qué hacer, otros reconocen que no pudieron reaccionar de la mejor manera y están intentando cambiar eso. Quieren conocer sus derechos. Quieren que sean felices. Eso es muy lindo”, concluye Andrea.
Más información
Asociación civil Familias Diversas (AFDA): con la certeza de que las familias diversas actualmente no tienen una real igualdad y viven muchas situaciones de discriminación, AFDA trabaja para lograr la plena igualdad y una sociedad sin discriminación, libre de violencia y estereotipos de géneros. Tienen programas vinculados a educación, salud, niñez y adolescencia, identidad de género, defensa y promoción de derechos, entre otros.
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de una serie sobre diversidades sexuales que publicará LA NACION. El objetivo de este especial es visibilizar y concientizar sobre algunos de los principales prejuicios vinculados a la población LGBTIQA+ que siguen arraigados en nuestra sociedad y son la base de violencias y vulneraciones en el acceso a derechos de todo tipo. El mismo cuenta con las voces de algunos de las y los principales referentes de la Argentina, así como también de testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil. Se buscó que las fuentes fueran representativas de las realidades territoriales y culturales del país, de la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género que existen. El especial cuenta, además, con una producción audiovisual para acercar las voces e imágenes de los protagonistas, donde el foco está puesto en las historias de vida y en el rol de los vínculos afectivos.