“No soy nena, soy varón”: cómo acompañar a las infancias trans
Llegó el día en el que a León lo obligaron a usar tutú. Faltaban 20 minutos para la presentación de fin de año y su mamá, Eugenia Prieto, estaba al borde del colapso. Lo había anotado a clases de ballet como a su hermana más grande. En ese entonces, León, que nació en 2012 –meses después de que la Argentina sancionara su pionera ley de identidad de género–, tenía un nombre en sintonía con la F (sexo femenino) de su DNI.
Le gustaba bailar, pero quería ir a las clases con pantalón y remera. “Odiaba ponerse malla, pollerita y esas típicas zapatillitas rosas”, recuerda Eugenia. Durante el año, negociaron que todo fuera negro, pero esa tarde no había lugar para individualidades: sus compañeritas iban a ir de rosa y lila, con purpurina, y no había otra opción. El reloj corría y el pequeño revoleó el tutú. Eugenia hizo lo que hasta el día de hoy se arrepiente con el alma: lo zamarreó. León lloró, le agarró la cara a su mamá, la miró a los ojos y le dijo: “Mamá, mirame. ¿Por qué me hacés esto? ¿No me ves?”. Tenía 3 años.
Las madres y los padres suelen recorrer una montaña rusa de emociones cuando toman conciencia de que su hija o hijo es trans: miedo, desconcierto, culpa, bronca, desilusión, son solo algunas. Están los se apoyan en la violencia en todas sus formas, los que no escuchan lo que las niñas y los niños buscan expresar –con palabras, dibujos, gestos, juegos–, los que pretenden “corregir” porque lo consideran un error de crianza, los que recurren a frases como “es una etapa”, y los que pasan por todas estas esas fases. También quienes, como Eugenia, entienden rápidamente que las categorías tradicionales de lo femenino y lo masculino son insuficientes; que hay muchas formas de ser, de sentir, de estar en el mundo; que el costo emocional de no poder expresar quién uno es, es altísimo; que la familia es clave.
Los referentes en infancias y adolescencias trans aclaran que para acompañar no hay manuales. Cada familia y construcción identitaria es un proceso único e intransferible. Lo que sí señalan como fundamental es la escucha y lo que Adrián Helien, psiquiatra y coordinador del Grupo de Atención a Personas Transgénero (Gapet) del Hospital Durand, llama “la palabra mágica”: aceptación. “Cuando un niño o una niña trans hace su transición, toda la familia sale del closet: hay que acompañarlos en ese proceso, validar sus vivencias y su autopercepción, porque todos tenemos que ser aceptados en nuestra identidad. La aceptación salva vidas”, resume.
Para Eugenia (42) –cofundadora de la agrupación Siendo Humanes– la tarde del tutú empezaron a encajar las piezas que venía juntando desde hacía un año: “Fue el cachetazo de realidad que me faltaba: darme cuenta que no estaba viendo a León. Estaba poniendo en él todas mis expectativas y lo que la sociedad esperaba de su persona. A partir de ahí empecé a cambiar”.
Sugerencias sin recetas
Desde su experiencia, ¿qué les dirían a las familias de infancias y adolescencias trans que están empezando a recorrer su camino? Enfatizando que no hay recetas, estas son algunas recomendaciones de especialistas, madres y padres:
· Romper estereotipos: sacudirse estereotipos y mandatos de género que se nos impone desde que nacemos, no es fácil. Pero ese es el primer y gran paso. Helien explica que antes, para definir la identidad de género de una persona, se miraba sus genitales. “Actualmente, le preguntamos a la persona quién es, cómo se autopercibe, y eso es la identidad de género, que puede ser varón, mujer, o fuera del binario. Es decir, el género puede o no coincidir con la biología, con el sexo asignado en el nacimiento, y esto es producto de la rica diversidad que tenemos los seres humanos”, señala. Así lo establece también la ley de identidad de género. Eugenia, reflexiona: “En nuestro caso, siento que estábamos en una Matrix, conectados a mundo binario. León me hizo ver otra realidad. Eso representa mi hijo para mí: me despertó”.
· Ni un capricho, ni una etapa: Los chicos y las chicas expresan su identidad de género de manera persistente, coherente e insistente a través del tiempo. Lo hacen con sus propias palabras, de acuerdo al vocabulario que tienen, por ejemplo: “No quiero ser varón, quiero ser nena”. Fabiana Reina, tocoginecóloga y médica especialista referente en Tucumán del Programa de Salud Sexual y Reproductiva sobre Atención Integral a Personas con Diversidad de Género, explica que un común denominador que suele darse al principio en las familias es la duda: “Se plantean si será una etapa de transición, si ya se les va a pasar. Pero cuando uno va desovillando el ovillo, se dan cuenta de que había un montón de cosas que se venían mostrando desde hacía tiempo, pero ellos no podían identificar. Ahí es cuando dicen: ¿cómo no me di cuenta antes?”.
· No hay manuales: Valeria Pavan, psicóloga, presidenta de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y referente en la temática, sostiene que trabajan con las familias sin proponer ni sugerirles nada, atentos a lo que las infancias expresan en función de su necesidad o deseo. “No imponemos lo que para nosotros sería esperable o ideal para ese camino. Muchas veces lo que para otros es ideal no termina estando en concordancia con el camino que cada persona necesita hacer en su tarea de construir su femineidad o masculinidad”, detalla.
· Desterrar mitos: “Es demasiado chico o chica para saber cuál es su identidad de género” es uno de los grandes prejuicios que los referentes buscan derribar. Helien cuenta que según una encuesta que realizaron en el Duran, la gran mayoría de las personas que acompañan se descubrió trans en la primera infancia: el 88% antes de los 10 años y el 67% antes de los 5. “La identidad es un proceso que se va construyendo a lo largo de toda la vida y no se sabe cómo se conforma. Hay niños y niñas que apenas tienen posibilidad de hablar empiezan a manifestar su disconformidad genérica de muchas maneras”, señala.
· Escuchar y dar tiempo: “Lo que siempre les digo a los papás es que tenemos que escuchar a les chiques, que ellos nos van a guiar. Realmente ese es el cambio. Si vos escuchás, te van a decir quiénes son, se van a expresar. Eso es muy fuerte cuando vos lo ves, por ejemplo, en un varón biológico que en contra de todo y todos va a decir que es nena. Si lo castigas te va a seguir diciendo que es nena, y si lo castigas mucho probablemente lo oculte, pero la identidad está ahí, no cambia, ni desaparece”, dice Helien. Habilitar espacios de expresión, es clave. Esa escucha debe estar acompañada de la posibilidad de contemplar los tiempos de cada niña y niño, para que sus experiencias no sean forzadas: “Hay que esperar a que sea le niñe el que nos cuente, por ejemplo, cuál es su nombre si lo tiene o cómo prefiere ser llamade o qué pronombre usar. Es un camino de mucha espera”, dice Pavan.
· Reprimir y negar siempre es violento: “Al aceptar a ese niño, niña o niñe, estamos ayudándolos a que crezcan de forma saludable. Hay trabajos científicos que muestran cómo la no aceptación aumenta el riesgo de suicidio por ocho veces en la comunidad LGBTQ+ y por seis el de padecer depresión. Todos necesitamos ser validados en nuestra identidad: somos muy frágiles los seres humanos y el acompañamiento es fundamental, sobre todo en la niñez y en la pubertad”, apunta Helien.
· Buscar el acompañamiento de profesionales formados en la temática: Helien y Reina coinciden en que la necesidad de capacitación profesional sigue siendo un desafío enorme, porque “no hay formación que integre la diversidad en equidad de derechos y que despatologice. La formación médica sigue siendo binaria, por lo cual seguimos sembrando la semilla de la discriminación. Hay mucho trabajo por hacer”.
· Sostenerse entre pares: Los grupos de acompañamiento entre familias diversas pueden ser un sostén importante para ir sorteando miedos, inseguridades, dudas, compartiendo experiencias, intercambiando información y aprendizajes. Luciana Bustamante, que integra una familia lesbomaternal y es referente de la agrupación Xadres, reflexiona: “Es muy conmovedor ver madres y padres que llaman a la agrupación, que entienden, que quieren ayudar, que buscan sostener el deseo y la construcción de su hije. Para las generaciones más grandes, fue un camino de mucha soledad. Construimos la solidaridad entre pares pero en nuestro marco de origen no teníamos ese acompañamiento”.
· Informarse: Para Reina, que además es cofundadora de la fundación Trans-formando Familias, es clave que cuando los chicos nos preguntan algo y no sabemos qué responderles, investiguemos y averigüemos juntos: “Los papás no tienen porqué saber de esto o tener todas las respuestas. Por eso la educación sexual integral es fundamental. La información en Internet es abundante y peligrosa. Si mi hijo me pregunta algo y no sé la respuesta, no le puedo decir ‘andá a buscar’. Vayamos juntos y averigüemos. Pero lo tengo que acompañar y me tengo que informar, porque me preguntó a mí”, señala Reina.
· Olvidarse del qué dirán: Reina advierte que muchos papás se preguntan qué van a decir otros familiares, los vecinos: “Nada tiene que importar más que el amor a tus hijos, lo que digan ellos es secundario”.
· Exigir el cumplimiento de los derechos: Bustamante advierte que las familias no hegemónicas (aquellas que no responden a los estereotipos y mandatos tradicionales), comparten la lucha por la visibilización y el cumplimiento de sus derechos y que ese paso también es fundamental.
Fuentes
- Grupo de Atención de la Niñez y Adolescencia Trans (Ganat), Hospital Durand.
- Siendo Humanes
- CHA
- Trans-formando familias
- Xadres
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de una serie sobre diversidades que publicará LA NACION. El objetivo de este especial es visibilizar y concientizar sobre algunos de los principales prejuicios vinculados a la población LGBTIQA+ que siguen arraigados en nuestra sociedad y son la base de violencias y vulneraciones en el acceso a derechos de todo tipo. El mismo cuenta con las voces de algunos de las y los principales referentes de la Argentina, así también como testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil. Se buscó que las fuentes fueran representativas de las realidades territoriales y culturales del país, así también como de la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género que existen. El especial cuenta, además, con una producción audiovisual para acercar las voces e imágenes de los protagonistas, donde el foco está puesto en las historias de vida y en el rol de los vínculos afectivos.