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Culpa. Mucha culpa. La sensación se apoderó de Marta González y esa noche, encerrada en el baño, explotó en forma de llanto. Qué hice mal. Cómo no hicimos algo antes. Por qué lo dejábamos ir tanto a la cancha. Por qué no supe identificar los juegos. Por qué. Por qué. Por qué. Estaba merendado en su casa de San Miguel de Tucumán cuando Martín, el más chico de sus tres hijos, le dijo que era un varón trans. Se lo explicó como le salió, sin demasiados preámbulos. Que no se sentía cómodo. Que no quería que lo trataran más como una mujer. Que era Martín.
Marta quedó en shock.
Alberto Caponio reaccionó distinto. Cuando su hijo le habló de su identidad de género estaban en la cancha viendo al Atlético de Tucumán. Se abrazaron todo el partido. Lloraron. Cada uno a su tiempo, Marta y Alberto entendieron que acompañarlo era más sencillo de lo que pensaban. Al principio, el desafío parecía enorme –es cierto– porque implicaba cuestionar la heteronorma, el binarismo sobre el que se estructura toda nuestra sociedad. Pero el primer paso era ponerlo a Martín adelante. Las normas sociales, el “qué dirán”, debían pasar a un ultimísimo plano.
“Alberto me hizo abrir los ojos. Me hizo ver que las cosas las habíamos hecho bien, porque como padres siempre les dijimos a nuestros hijos que ante cualquier necesidad recurran a nosotros, que somos los que vamos a estar siempre ahí, firmes. Martín hizo eso”, cuenta Marta, que tiene 49 años, es ingeniera en sistemas y trabaja en el Hospital de Niños de San Miguel.
Lo otro vino después. O de la mano. El acompañarlo a hacer el cambio de DNI; el sumarse a la organización Trans-formando familias; el ir convirtiéndose, como muchas madres y padres de infancias diversas, en activistas por sus derechos, en expertos en términos como identidad y expresión de genero y en su diferencia con el sexo biológico. Porque aún con ley y los avances, el desconocimiento es generalizado. Se convirtieron “en pedagogos de la diversidad”. Cuando alguien pregunta, responden con paciencia. A ellos mismos les pasó: hasta hace dos años, el mundo arcoiris les resultaba lejano como Marte.
Los Caponio no fingen una sobreadaptación que no existió. Hubo prejuicios de todo tipo. Primero, los propios: deconstruir los estereotipos de género, los mandatos sociales, las expectativas que habían puesto en Martín desde el primer minuto de vida. Después, los de afuera, la mirada del resto. Las cabezas que se dan vuelta cuando entran a algún lugar. La señora del registro civil que el día que fueron a hacer el cambio de DNI, cuando se quedó sola con Marta, le preguntó: “¿Su hijo está con tratamiento psicológico? Porque esto es una enfermedad. Hay muchos que después se arrepienten”. Las vueltas de la obra social para sacar el turno para una ecografía ginecológica porque como Martín es varón, les resultaba impensable que tuviera útero u ovarios. El transodio de un desconocido en la puerta de su escuela.
Martín tiene 17 años y el pelo negro y ondulado. Usa el corte de moda entre los jóvenes: rapadito a los costados, largo en el centro. Su novia, Solana, le regaló un perrito que se llama Pinky. “Como Pinky y Cerebro”, aclara Martín por videollamada, mostrando al cusquito café con leche. En la pantalla también aparece Marco (19), su hermano del medio. Fue con el primero que Martín habló. “La única pared que tuve que derribar fue el tema de la ropa: me usa todo. Pero me preocupaba cómo se lo iban a tomar nuestros papás, que en ese momento tenían una mentalidad muy cerrada, nada que ver con la que tienen hoy”, se acuerda Marcos. Se esperaba una escena de novela, “algo tipo La casa de las flores”. Pero no pasó. En la mesa, Marta y Alberto les dijeron a sus hijos –el mayor es Lucca (22)–: “Martín ya nos contó. Vamos a hacer todo para acompañarlo”.
"La única pared que tuve que derribar fue el tema de la ropa: me usa todo. Pero me preocupaba cómo se lo iban a tomar nuestros papás, que en ese momento tenían una mentalidad muy cerrada, nada que ver con la que tienen hoy"
Marco Caponio
Fue el primer chico trans en hablar de su identidad en su escuela, la de Bellas Artes y Artes Decorativas e Industriales Atilio Terragni, una institución que, lejos de mirar para otro lado, acompañó. Sin buscarlo, le abrió las puertas a otras identidades disidentes que salieron a la luz. Hoy es presidente del centro de estudiantes y el año que viene le gustaría estudiar Ciencias Políticas o Derecho.
Las claves para acompañar a las infancias y adolescencias trans
Entendió desde el primer momento que su familia iba a tener que hacer un camino. “El cambio no es solo tuyo sino de tu entorno. A pesar de que vos digas: ‘Soy Martín’, que te traten así lleva tiempo, y cuando lo lográs es relindo”, asegura. Cuando habló con sus papás, en la tele daban la novela 100 días para enamorarse, donde uno de los personajes es un chico trans. Los hermanos Caponio la veían y Marta alguna vez se había sumado. Pero en el fondo, no sabía bien de qué se traba. “Primero fueron noches sin dormir, después empezamos a buscar en Internet. A la semana, sacamos un turno para ver a una médica referente en el tema”, cuenta Marta.
Alberto, Marta y Martín sentados frente al escritorio de la doctora Fabiana Reina, tocoginecóloga y referente en el NOA en el acompañamiento a infancias y adolescencias trans. “¿Cómo te llamas?”, le preguntó al adolescente. Los padres abrían la boca para contestar. Ella los frenó con una seña. “En cinco minutos, nos hizo recordar episodios de la infancia, ver que Martín había sido Martín desde los 3 o 4 años”, reconstruye Alberto. Un estrella fugaz y el deseo de ser varón. El llanto cuando le querían poner un vestido. La pelota por sobre las muñecas. La bandera de Boca atada a los hombros como si fuera una capa.
"El cambio no es solo tuyo sino de tu entorno. A pesar de que vos digas: ‘Soy Martín’, que te traten así lleva tiempo, y cuando lo lográs es relindo"
Martín Caponio
Abu Negro, 79 años, en la mesa del comedor. Marta y Martín enfrente. “Papá, te tengo que contar algo”, dijo ella. Martín la miró: ¿le iba a decir ahí, delante de él?. “Ya no es más ella. Desde hoy es Martín”. Abu Negro suspiró. “Ya me había dado cuenta de que algo pasaba. ¿Cómo era? Ah, sí, Martín”. No preguntó más nada.
Ese acompañamiento, el de abuelos y tíos, fue clave para los Caponio. Alberto es uno de esos varones que lloran sin vergüenza en un provincia conservadora, criado en una familia ultramachista, católica. Su papá le daba a él y a sus hermanos un beso dos veces al año: para Navidad y los cumpleaños. “La transición no es solo de la persona trans, es de toda la familia. Uno está programado para cierta ruta: ‘Mi hija se va a casar con un hombre y va a tener hijos’. Si esa perspectiva que dabas por hecho cambia, es como un duelo, un proceso de adaptación. Pero cuando te das cuenta de que el mundo no se acaba, que la vida sigue, que los chicos se sienten realizados y son felices, que tu hijo es el de siempre, ahí culmina el duelo”, dice Alberto, que es empleado administrativo.
Marta asegura que lo que ven en el caso de Martín, al igual que en el de Sol, Ariana, Maxi, y todos los chicos y las chicas trans que conocen, es que cuando está la familia a la par tienen otro tipo de transición, una transición feliz. “Si lográs ser lo que querés ser desde chiquito, te desarrollás con una felicidad muy distinta y llegás a la adultez de otra forma. Aquellos cuyas familias no los acompañan, tienen como una mochila, un sufrimiento que cargan por esa no aceptación de quienes son”, dice.
"Cuando te das cuenta de que el mundo no se acaba, que la vida sigue, que los chicos se sienten realizados y son felices, que tu hijo es el de siempre, ahí culmina el duelo"
Alberto Caponio
Hace un par de meses, Marcos le dijo a su mamá: “¡Cómo cambiaron ustedes! Son otras personas”. Ella le preguntó en qué sentido. “Ahora ven las cosas de otra forma”, respondió su hijo del medio. “La realidad es que te hacen ver un mundo que antes no habías visto”, reflexiona Marta. El mundo arcoíris.
Reina, la doctora que los acompañó desde un primer momento, explica que cada vez son más los padres y las madres como los Caponio que contienen a sus hijas e hijos en su construcción identitaria. “Una vez nos pidieron que demos una charla con el título: ‘¿Nace o se hace?’ –cuenta Alberto– Buscamos información y la dimos. Pero después me dio mucha bronca, porque como varón hetero-cis-género no tengo que dar explicaciones de lo que siento o quién soy o por qué me pongo este pantalón con esta remera. Nadie debería dar explicaciones, buscar porqués. Uno es lo que es. Es lo que lo hace feliz. Nada más. Esa es la conclusión de mi investigación”.
Más información
Trans-formando familias: Se dedican a la contención, formación, acompañamiento de familiares, amigos y allegados a niños, niñas, adolescentes y adultos trans, capacitación e investigación. Nació en Tucumán pero está integrada por familias de Entre Ríos, San Juan, Córdoba, Salta, entre otros puntos del país. Realizan encuentros de pares y capacitaciones para profesionales. transformandofamilias.org
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de una serie sobre diversidades que publicará LA NACION. El objetivo de este especial es visibilizar y concientizar sobre algunos de los principales prejuicios vinculados a la población LGBTIQA+ que siguen arraigados en nuestra sociedad y son la base de violencias y vulneraciones en el acceso a derechos de todo tipo. El mismo cuenta con las voces de algunos de las y los principales referentes de la Argentina, así también como testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil. Se buscó que las fuentes fueran representativas de las realidades territoriales y culturales del país, así también como de la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género que existen. El especial cuenta, además, con una producción audiovisual para acercar las voces e imágenes de los protagonistas, donde el foco está puesto en las historias de vida y en el rol de los vínculos afectivos.