#MomentoOrgullo. La delantera de San Lorenzo recuerda lo que sintió la primera vez que fue a una marcha LGBT; cómo fue el camino para pasar de los prejuicios propios y ajenos a empezar a “disfrutar de la libertad”
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Sábado. Noviembre de 2016. Maca Sánchez todavía no es la cara de la lucha por la profesionalización del fútbol femenino en la Argentina ni una de las voces fuertes del feminismo local. Es una piba de 25 años que hace cuatro llegó desde Santa Fe a la ciudad de Buenos Aires persiguiendo el sueño de hacer carrera en el fútbol. Está en su departamento de San Telmo y sale a la calle. No lo piensa demasiado: lo hace. Camina por la Avenida San Juan, va hasta la 9 de Julio y sigue en dirección al Congreso. Hay algo en esa fiesta de banderas arcoíris que la hace sentir abrazada. Se deja llevar. Salió de su casa sola, pero no está sola. En esa Marcha del Orgullo, se supo por primera vez “parte de algo mucho más grande”.
“Sentí que un montón de personas compartían lo mismo que yo, que era un colectivo enorme, que nos acompañábamos y que estábamos juntos y juntas, con los mismos sentimientos, con los mismos miedos también, con la vergüenza en algún momento de nuestra vida. Poder visibilizar todo eso y transformarlo en una gran fiesta para mí fue único”, reflexiona hoy Macarena, jugadora de San Lorenzo (en 2019 firmó el primer contrato profesional con el club) y directora ejecutiva del Instituto Nacional de la Juventud (Injuve).
En el Día del Orgullo, si la delantera de 29 años tuviera que resumir en un recuerdo el quiebre que se produjo en el modo de vivir su orientación sexual, sería esa primera marcha a la que fue en la primavera de 2016. Ese fue su #MomentoOrgullo. Porque si bien abrirse paso como mujer y lesbiana en el mundo del deporte −bastión fuerte del machismo−, no fue fácil, aceptarse a sí misma tampoco. “Antes era una persona que estaba escondida y muy reprimida de todo lo que me pasaba y sentía. Me costó muchísimo cambiarlo”, dice Maca en diálogo con LA NACION. Si bien como sociedad dimos importantes avances en el camino por la inclusión de la diversidad de formas de sentir y de ser, subraya que los desafíos siguen siendo enormes.
¿Qué se movió adentro tuyo ese día en que decidiste ir a una Marcha del Orgullo por primera vez?
Suelo ser muy impulsiva y hago lo que siento en cada momento. Y bueno, ese día surgió así. No fui antes por vergüenza, por miedo. Miedo a ser juzgada o miedos propios también. Me parece que lo que pasó en 2015 con el feminismo y esta cuarta ola, fue también un empujón para darme cuenta y entender que lo importante era la libertad, el amor y el orgullo. Fue sacarme todos esos prejuicios de encima y esa mochila que llevaba desde hacía muchos años, para poder transformarlo en algo lindo, en algo positivo para mi vida.
¿Cómo te fuiste a dormir esa noche? ¿Sentiste que algo cambió en vos?
Sí. Fue hermoso. Me llené de buena energía, de un sentimiento de entender y saber que no iba a estar nunca más sola. Me puede dormir tranquila sabiendo que estoy orgullosa de lo que soy y de lo que siento, y que me encanta. En ese momento me sentí muy en paz conmigo. Pero también tranquila y acompañada de muchísimas personas que ni siquiera conocía y tampoco me conocían a mí. Se vive un clima muy lindo, empático y sororo en esas marchas.
Del dolor a la libertad
A Maca no le molesta hablar de esos temas que en general incomodan. Al contrario. Siente que su visibilidad viene de la mano de una gran responsabilidad. Desde sus redes sociales, busca abrir la conversación sobre cuestiones tan variados como la salud mental (en mayo contó que en 2020 había sido diagnosticada con depresión) o su orientación sexual. Un día como hoy, pero en 2019, desplegó en un “hilo” en Twitter sobre cómo había sido contarles a sus padres, por primera vez, que era lesbiana. “No fue en la mesa familiar mientras cenábamos, sucedió tipo 3 de la mañana cuando tenía el alcohol en sangre suficiente para tomar coraje”, cuenta. “Yo lloraba un montón –continúa– y no decía qué me pasaba y mi vieja, ya harta, me dijo: ‘Macarena, ¿te gustan las mujeres?’, jajajaja cero pedagogía”. Pero llegar hasta ahí no fue sencillo.
En Santa Fe, de niña, Maca no conocía a ninguna persona que fuera abiertamente lesbiana o gay. Esa posibilidad recién se abrió en Buenos Aires. “Cuando me encontré con ese panorama y conocía a amigas y amigos que estaban en la misma situación que yo, dije: ‘Bueno, esto puede ser real, voy a poder vivir bien, me voy a poder querer, voy a poder tener mi pareja, mi familia’. Por eso está bueno que podamos visibilizarlo, porque es algo que sucede y hay que empezar a naturalizar, a destrabar todas esas cuestiones que no le hacen bien a nadie”, señala.
¿Cómo fue el camino de aceptación familiar? Sé que hubo reacciones muy distintas, que a tu papá le costó un poco más.
La verdad es que tuve una buena experiencia con eso, al contrario de lo que pensaba, que por ahí no me iban a querer y todos esos sentimientos que se te cruzan en ese momento. Por el contrario, mi mamá ya lo sabía, simplemente me estaba dando mi tiempo y espacio para que yo lo procesara y también iba a respetar si quería seguir guardándolo. Mis hermanas lo mismo y mi papá también. Si bien a él le costó un poco más, la verdad es que nunca me lo hizo saber. Jamás fue motivo de discusión, jamás tuve una situación violenta de rechazo o destrato por nadie de mi familia. Desde el primer momento me apoyaron, me escucharon, me contuvieron y siempre les voy a estar agradecido por eso, porque fue importantísimo para mí y creo que es importantísimo para cualquier persona que está atravesando por esta situación. El sostén de la familia es fundamental.
En una entrevista dijiste “la libertad la sufrís antes de vivirla”. ¿Cuándo empezaste a vivir esa libertad y que fue lo que más te costó en ese camino?
No hace mucho, hace un par de años que empecé a disfrutar y a tratarme un poco más con amor. La realidad es que cuando empecé a tener todos estos sentimientos, a adentrarme un poco en lo que pensaba, en lo que sentía o en mi propia identidad, y a darme cuenta de un montón de cuestiones, sentí mucho miedo. Miedo al rechazo, al qué dirán, y vergüenza de lo que soy. Me costó muchísimo transformar todo eso y empezar a sentir orgullo, a sentir amor por mí también.
¿Cómo era la Maca antes de ser libre y cómo es la de hoy?
Y... cambió bastante. Sobre todo, no tengo que aparentar ser lo que no soy. Eso lo modifiqué muchísimo. Hago lo que siento y digo lo que pienso. Me siento bien y en paz conmigo misma. Me visto como quiero. No me interesa mucho la opinión ajena. Eso era algo que me afectaba bastante, que me limitaba muchísimo en ser lo que quería ser. Cuando entendés que hay mucha gente que odia y que eso no lo vamos a cambiar, empezás a restarle importancia y a darte cuenta de que lo que realmente importa es la gente que te rodea, que te quiere, que te apoya. Y lo que pensás vos misma de vos, no lo que piensan los demás.
¿Y hoy?
Hoy soy completamente libre. Sí creo que es una deconstrucción diaria que tengo que hacer, no con respecto a mi sexualidad ya, pero sí con otros temas vinculados a cuestiones culturales. Una lucha contra estos prejuicios, esos miedos y esos pensamientos que por ahí te quiere imponer la sociedad. Pero me siento una persona libre, feliz de la vida que tengo, de todo lo que conseguí y de cómo pude transformar todos esos miedos en algo que hoy disfruto muchísimo.
La mirada de los otros
La mirada de los otros, el miedo al “qué dirán”, de alguna forma u otra, siempre están. A la Maca chica y adolescente le pesaba y mucho. Es una mochila tan invisible como agobiante. Porque jugaba al fútbol y no a las muñecas. Porque la ropa que usaba era “de varón” y no “de nena”. Los señalamientos se transformaban en violencia con “apodos” que la hacían dudar de lo que sentía, de quién era.
Hay muchos prejuicios y creencias falsas que siguen instaladas en el imaginario colectivo. Por ejemplo, que, si una chica juega al fútbol, “tiene que ser lesbiana”. ¿Viviste el peso de esos prejuicios?
Sí, la verdad es que me afectó bastante. Desde que era chica me sentía observada, señalada y juzgada todo el tiempo. Me decían “machona”, “marimacho” y todo lo que se te ocurra. Lo sufrí bastante. En la adolescencia también me pasó lo mismo, sentía constantemente que era sapo de otro pozo y no me hallaba en muchos ámbitos y con muchos vínculos. Pero, por suerte, creo que todo eso fue cambiando y hoy estamos debatiendo y discutiendo un montón la estigmatización que en ese momento se daba como natural y la sociedad tenía muy arraigada. Obviamente, siguen existiendo esas cosas, pero en menor medida. Me parece que las generaciones que vienen lo tienen bastante claro.
Cuando reconstruyen su “salida del clóset”, muchos deportistas cuentan cómo durante años tuvieron que vivir una doble vida que los lastimaba, con un costo emocional altísimo. Aparentar ser alguien que no eran en el vestuario, en el club, con los amigos. ¿Te pasó?
No sé si era una doble vida, pero sí me quería convencer a mí misma de que lo que sentía no era 100% así, que estaba “inspeccionando” o que no estaba 100% segura. Inconscientemente, no quería hacer lo que estaba sintiendo y me quería convencer de que eso no era real o de que era pasajero. A medida que pasó el tiempo, sacándome los prejuicios y los miedos propios fui reconociéndome, aceptándome y queriéndome muchísimo.
¿Qué es “el orgullo” para vos?
El orgullo es el sentimiento más lindo que puede tener una persona consigo misma. Creo que es lo que nos hace querernos, respetarnos y sentirnos libres. Es lo primero para tener una vida plena y feliz. Eso es el orgullo para mí, este mes y todo el año.
Más información
En el Día internacional del orgullo LGTBIQ+, la asociación civil 100% Diversidad y Derechos lanzó la campaña #JugáConOrgullo, para visibilizar a deportistas LGBTIQ+ e interpelar a dirigentes, instituciones y público a implementar medidas para erradicar la discriminación por orientación sexual e identidad de género en el ámbito deportivo. Participan deportistas como la campeona olímpica de regata, Cecilia Carranza; Facundo Imhoff, jugador profesional de vóley; Mara Gómez, jugadora profesional de fútbol en el club Villa San Carlos de la primera división de la Asociación del Fútbol Argentino y Vittorio Rosti, jugador de rugby ex integrante de la selección juvenil de Argentina, también conocida como Pumitas; entre otros. Más información: Intagram o Twitter.
Sobre este proyecto
Este artículo forma parte de una serie sobre diversidad sexual y de género que LA NACION publica desde 2020. Este año, el especial se propone poner el foco en el #MomentoOrgullo de las y los entrevistados, esas situaciones en las que pudieron romper barreras vinculadas a la aceptación de su orientación sexual o identidad de género. El objetivo es a través de historias continuar concientizando sobre algunos de los principales prejuicios entorno a la población LGBTIQA+ que siguen arraigados y se basan en el desconocimiento, desnaturalizar las violencias y vulneraciones en el acceso a derechos de todo tipo y, por sobre todo, contribuir a visibilizar la diversidad que nos enriquece como sociedad.