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Kar Brett estaba de novia con un chico cuando empezó a sentirse atraída por una profesora de la secundaria. Intentaba buscarle una explicación a ese “amor platónico” que no compartió con nadie, salvo con el diario íntimo al que no podía sacarle los ojos de encima en una casa con tres hermanos varones. En esas páginas, le fue poniendo nombres: “cariño”, “obsesión”. Por supuesto, la palabra bisexual no tenía lugar ni en su escuela de Caseros, en Tres de Febrero, y menos en su familia, con una educación “muy conservadora”: su papá, pastor evangelista, y su mamá, criada en el campo. Las opciones conocidas vinculadas a la orientación sexual se reducían a dos: heterosexual u homosexual.
Hablar con su familia de su orientación sexual fue “un escándalo”. Al principio, les dijo que le gustaban los varones y las mujeres. “No les dije todos los géneros de una porque ya era demasiado. No entendían nada: si les estaba diciendo que era lesbiana o si estaba pasando por un momento de transición, una etapa”, cuenta. A la que más le costó fue a su mamá. Se sentía confundida, angustiada, y durante mucho tiempo no podía mirar a su hija a los ojos. Eso para Kar era lo más duro. “¿Por qué no decís que sos lesbiana?, ¿por qué la hacés tan complicada?”, le preguntaba. Como hacía tiempo que su hija no se depilaba, pensó también que podía ser un varón trans. “Tuvimos varias charlas. Yo le contestaba todas las preguntas porque entendía que para ella era un mundo nuevo y si quería que me entendiese, tenía que explicarle. Mi vieja me logró aceptar cuando conoció a mi compañera de ese momento, que era muy dulce y le cayó re bien. Ahí pudo comprender que yo estaba enamorada de una persona”, señala Kar.
La bisexualidad es la potencialidad de una persona de sentirse atraída sexual o afectivamente hacia otras de distintos géneros. “Les bisexuales no hablamos de dos géneros sino que nos manejamos en un espectro y entendemos nuestra sexualidad y deseo como dinámicos”, explica Kar. El tema fue que cuando era una adolescente no tenía la información para entender qué era lo que le pasaba. "Lo que hice fue pensar que mi relación con ese pibe, del que estaba enamorada, era lo normal y el resto estaba mal: pensé que estaba enferma. Es horrible y muy frustrante cuando algo te está pasando y no le podés poner nombre. No sabía que la bisexualidad era una opción legítima para mí”, recuerda Kar. Hoy tiene 31 años, vive en Lomas del Mirador con Dania D’ovidio, su pareja, y milita en el colectivo feminista Mala Junta CABA.
Con su papá el proceso fue distinto, un “acuerdo implícito” en el que no hizo falta ahondar demasiado. Kar sabe que hablar abiertamente del tema, “le incomodaría un montón”. Cada tanto, él le dice: “Estoy orgulloso de tu vida”. Si bien por ahora tienen ese pacto, ella no descarta que vaya cambiando. “Lo importante –dice– es que me acepta”.
Uno de sus hermanos mayores le dijo: “Te quiero igual”, dándole a entender que algo estaba mal, pero que igual la bancaba. Con el tiempo, Kar fue hablándoles de la atracción hacia otras identidades (como personas trans, por ejemplo). “La misma información que me faltó a mí cuando era chica, les faltaba a ellos. Hoy en día ya es distinto, cambió el vínculo, voy con mi compañera a los asados y tenemos otra relación. Pero costó”, detalla Kar.
Otra generación
Gracias al acceso a la información y a la educación sexual integral (ESI), Kar ve que las nuevas generaciones viven la bisexualidad de una manera totalmente distinta. “Sin problematizar, sin patologizar. Como una opción más”, enfatiza. Así fue para Valeria López, que tiene 20 años y estudia licenciatura en Psicomotricidad en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. “No fue que tuve un proceso interno de pensarlo mucho y en el que dije: ‘Algo está pasando’, sino que fue como más natural. Me pasó en 2º o 3º año del colegio que no solo me gustaban los chicos. Lo asumí y listo. No fue algo muy grande para mí”, cuenta Valeria, que vive en Villa Luro con sus papás y su hermana de 24 años, y el año pasado pasado empezó a militar en Mala Junta CABA.
Sin embargo, entiende que cada persona vive ese proceso de una manera distinta. “Lo que estaría bueno es no tener esa presión de salir del clóset que no es solo externa, sino que también interna, porque en tu cabeza también carburan esas cosas. Que nos podamos guiar cada vez más por nuestros deseos y sentimientos”, agrega Valeria. En su caso, la forma en que asumió su bisexualidad “sin revuelos” vino de la mano un circulo de amigas y amigos con los que nunca hizo falta tener una conversación solemne ni decir: “Che, soy bisexual”. No fue necesaria ninguna aclaración. “Creo que eso me ayudó un montón. Es algo que vivo muy tranquila y cuando conozco a alguien nuevo lo digo con orgullo. Pero entiendo que para algunas personas puede generar impacto”, dice la joven.
Kar y Valeria coinciden en que hay un montón de mitos y prejuicios asociados a la bisexualidad. La violencia es una realidad cotidiana. Aunque a Valeria no le tocó de cerca, Kar la experimentó, por ejemplo, en amenazas en un trabajo.
Al primero al que Kar le habló de su orientación sexual, a los 23 años, fue a su novio de entonces, con el que convivía. Eran la típica parejita cuyas familias compartían vacaciones y todo el mundo le ponía fichas al casamiento. “Me empezaron a pasar un montón de cosas con una compañera de trabajo y se lo tuve contar. Con mucha culpa, Le dije: ‘Gordo, te amo, pero me di cuenta que estoy enamorada de otra mujer’. Me dijo que estaba bien, que probemos abrir la pareja, que eso existía. Así que conocí la bisexualidad y el poliamor casi en el mismo momento”, cuenta Kar.
El activismo, el asumir la bisexualidad “como una identidad política”, fue para ella clave. "Muchas veces nos preguntan si la etiqueta no nos limita, pero tiene que ver con cómo te paras frente al mundo para pedir por tus derechos. Nombrarse con orgullo es empoderador porque te parás desde otro lugar, no como individuo sino como colectivo, que es mucho más fuerte –dice– Implica dejar de lado la vergüenza, el estigma, el clóset, el avergonzándote o excusarte como si estuvieras haciendo algo malo”.
Valeria coincide. Agrega que la visibilidad abre la puerta a la bisexualidad como posibilidad, algo que muchas veces no ocurre, por ejemplo, en espacios como los consultorios médicos. “Me pasó que siempre que fui a la ginecóloga asumía que yo estaba solamente con chicos. Todo lo que yo quería averiguar si quería estar con otras personas, tenía buscarlo aparte. Visibilizar implica también que haya respuestas en el sistema de salud”, señala.
Antes de dar esta nota a LA NACION, Valeria habló con sus padres sobre su orientación sexual. Lo quería hacer desde hacía tiempo y le pareció que era la mejor excusa. Su hermana Diana fue un apoyo clave. “Pensé que era un puntapié porque siempre tuve ganas de hablarlo con ellos pero me costaba un montón y sabía que su reacción iba a ser como: ¡uf!, un baldazo de agua fría", cuenta. Y concluye: "Me dijeron que no les iba a ser fácil y los entiendo. Tienen temor de que no sea feliz o no pueda tener una relación estable. Es como todo un camino nuevo para mi familia que empieza ahora”.
Más información
Mala Junta CABA: Es una organización de feminismo popular y disidente. Tienen una “línea violeta” donde asisten a víctimas de violencia.
Agencia Presentes: Es una agencia de noticias que busca visibilizar las violencias contra las personas travestis, transexuales, transgéneros, lesbianas, gays, bisexuales, e intersex, pero también dar cuenta de las conquista del colectivo.
Metodología. Cómo lo hicimos
Este artículo forma parte de una serie sobre diversidad sexual y de género que publica LA NACION. El objetivo de este especial es visibilizar y concientizar sobre algunos de los principales prejuicios vinculados a la población LGBTIQA+ que siguen arraigados en nuestra sociedad y son la base de violencias y vulneraciones en el acceso a derechos de todo tipo. El mismo cuenta con las voces de algunos de los principales referentes de la Argentina, así como también de testimonios en primera persona. Además de las entrevistas cualitativas, se realizó un análisis de datos estadísticos y una compilación de trabajos elaborados por distintas organizaciones gubernamentales y de la sociedad civil. Se buscó que las fuentes fueran representativas de las realidades territoriales y culturales del país, de la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género que existen. El especial cuenta, además, con una producción audiovisual para acercar las voces e imágenes de los protagonistas, donde el foco está puesto en las historias de vida y en el rol de los vínculos afectivos.
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