Le fue mal y quedó en la calle, pero un panfleto con una dirección le cambió la vida
Walter Viqueyra tiene 43 años, estudió para ser técnico electrónico y jamás imaginó que algún día terminaría viviendo en la calle. "Es un golpe muy duro, algo que nunca creés que te puede pasar. No contar con un baño, con una cama, con plata para comer. No estás preparado", confiesa.
En el día del trabajador , su historia resulta una verdadera inspiración. Todo comenzó cuando las ventas de su local –en el que vendía fuentes que fabricaba– cayeron a causa de las importaciones y se vio obligado a cerrar el negocio que con tanto esfuerzo había montado. Sin ingresos ya no podía pagar el alquiler del departamento que habitaba. "Entrás en pánico, te bloqueás", cuenta Walter al recordar esa dura experiencia que le tocó vivir en diciembre de 2016 y que logró superar hace algunos meses gracias a la ayuda que recibió de la Fundación Cultura de Trabajo.
El primer día durmió en la estación del barrio de Belgrano, en Capital Federal. Un guardia le dio permiso para acostarse en uno de los bancos; luego le preguntó si tenía hambre y le sugirió acercarse a un maxikiosco cercano. La dueña le ofreció un sándwich pero a pesar de que Walter estaba famélico, no lo quiso aceptar. "Yo quería hacer algo para ganármelo, por eso le pregunté cómo podía ayudarla y qué podía hacer", recuerda. Así fue que la mujer le pidió que baldeara la vereda y que acomodara algunas cajas con mercadería. Una vez que terminó, ella le entregó el sándwich y 50 pesos. Walter aceptó el dinero y luego lo usó para pagar la comida.
Este fue el punto de partida de un vínculo de confianza y cariño. Sería esta señora quien tiempo más tarde le financiaría su primera soldadora –que pagó en cuotas con las changas que conseguía– y le abriría las puertas de su casa las últimas dos Navidades. Fue ella también quien le aconsejó buscar cobijo en el parador de Retiro del gobierno porteño, al que Walter describe como "ese lugar adonde va la gente que nadie quiere, que la sociedad no ve y que los gobiernos quieren esconder". Allí vivió durante siete meses.
"Cuando estás en situación de calle tenés dos caminos: la salida fácil o la más complicada, que es la que te da un futuro. Opté por la segunda, nunca pedí plata, siempre pedí trabajo", reflexiona.
Walter sabía que tenía que lograr que la gente confiara en él, que le dieran una oportunidad. "El problema es que cuando vivís en un parador nadie confía en vos, tienen miedo, piensan que sos ladrón o adicto. En algunos casos es así pero no en todos. Yo encontré personas muy buenas que me ayudaron a salir adelante, que confiaron en mí", asegura.
Basado en su experiencia, Viqueyra explica que cuando alguien se queda sin trabajo y sin vivienda es necesario ayudarlo rápidamente a reinsertarse, porque sino se hace cada vez más difícil. "Sin ayuda y sin oportunidades muchos se quiebran y entran en un círculo del que luego les resulta imposible salir", revela.
El gran empujón le llegó de la mano de un panfleto que encontró pegado en la puerta de una iglesia. El papel tenía una dirección de una organización donde realizaban entrevistas laborales.
Así conoció a la Fundación Cultura de Trabajo, una organización social que nació hace nueve años para dar respuesta a la problemática de empleo de la gente que se encuentra en situación de vulnerabilidad sociohabitacional.
"A veces una persona no llega a una entrevista por cosas sencillas como no tener celular de contacto, la vestimenta adecuada o plata para viajar. O simplemente porque no recibe a tiempo la información necesaria acerca de esa oportunidad", cuenta Eugenia Sconfienza (35), investigadora del Conicet, politóloga y fundadora de esta organización social, que creó junto a Alexandra Carballo (36) con quien comparte la misma profesión y pasión por ayudar a los más vulnerables.
"Veíamos que la gente estaba capacitada y quería trabajar pero faltaban oportunidades y mecanismos de intermediación. Vivimos en un país en el que las ganas de trabajar a veces no alcanzan, el acceso a las oportunidades laborales es completamente desigual", explican las politólogas.
Y para demostrarlo hicieron una prueba. Fueron a varios paradores y entregaron a todas las personas en situación de calle unos papelitos que contenían diferentes necesidades que debían ordenar por prioridad. En todos los casos, la primera elegida fue conseguir un trabajo. Incluso la eligieron por sobre la vivienda y la comida.
Estaba claro. Hacía falta un puente que pudiera conectarlos con el mundo del trabajo y ellas decidieron poner manos a la obra.
Un puente de oportunidades
El primer paso fue armar una red con paradores, merenderos, iglesias y entes de Gobierno, como Buenos Aires Presente (BAP). Actualmente son más de 80 las organizaciones que la integran y que se ocupan de derivar a las personas en situación de calle que están buscando trabajo. El único requisito es que no presenten problemas de adicciones ni patologías.
Una vez por semana, entrevistan a los inscriptos en diferentes puntos de Capital y Gran Buenos Aires, con el fin de relevar los perfiles laborales (la mayoría capacitados en oficios) y volcarlos en una base de datos. Luego, se ofrecen en las búsquedas de empleos de empresas o casas particulares, tal como lo hace cualquier consultora.
Así fue como lo conocieron a Walter: "Me entrevistaron y enseguida me empezaron a ofrecer pequeños trabajos. Cuando vieron que yo cumplía y pudimos establecer un lazo de confianza, me ofrecieron uno en relación de dependencia en la parte de mantenimiento de una empresa", relata. Además, cuenta que se fue capacitando en otros oficios como electricidad, gasista y plomero y ahora llegó a ser prestador y tener su propia página web. "Desde Cultura de Trabajo siempre me acompañaron y estuvieron pendientes de mis necesidades", subraya.
El acompañamiento tanto de los trabajadores como de los empleadores es otra de las características más valoradas del programa. "Dejamos de acompañar cuando vemos que el proceso fue exitoso. Es muy lindo lo que se genera cuando la empresa logra romper con el prejuicio y se anima a dar una oportunidad a quien nunca la tuvo. Van viendo cómo crece esa persona, como va mejorando su calidad de vida. Eso genera contagio y buen clima entre los empleados que valoran la Responsabilidad Social Empresaria (RSE) del lugar donde trabajan", cuenta Eugenia.
Para que estas personas recuperen su autoestima, analizan qué es lo que necesita cada uno e intentan proveérselo. El objetivo es igualar sus oportunidades de acceso al mercado laboral: si necesita ropa adecuada o entrenamiento para una entrevista, plata para pagar el viático para llegar al lugar o herramientas para poder trabajar. "A veces por no tener las herramientas necesarias, por ejemplo, no pueden tomar un trabajo", explican.
Para estas profesionales, el hecho de estar privados de muchas cosas no significa que les falten las ganas y la necesidad de trabajar. Consideran que no hay que estigmatizar y que en cualquier segmento socioeconómico se pueden ver gente con mayor y menor voluntad para trabajar.
Sin embargo, señalan que la labor de las organizaciones civiles no es suficiente para resolver el problema de fondo. "Se necesita que el Estado se comprometa con políticas públicas que contemplen la intermediación laboral como sucede en otras partes de mundo", afirman.
En nuestro país existen 630 oficinas de empleo dependientes del Ministerio de Trabajo de la Nación que tienen entre sus objetivos la intermediación laboral, es decir, hacer de puente entre quienes necesitan trabajo y los posibles empleadores. Sin embargo, opinan que esta función primordial denominada Programa de intermediación laboral (PIL) en la práctica no funciona como debería: "La mayoría de las oficinas de empleo se enfocan en brindar cursos de capacitación. Algunas personas se acercan para dejar su CV pero como no se ocupan de la intermediación laboral, no sirve para que encuentren trabajo".
¿Qué tiene que hacer una empresa o un particular que quiera contratar empleados a través de la Fundación Cultura de Trabajo?
1. Llenar en la web www.culturadetrabajo.org.a r las características del puesto laboral (los principales oficios que tienen son: vigilancia y seguridad, auxiliar de casas particulares, mantenimiento general, maestranza, administración, atención al cliente, ayudante de cocina, camarero, ventas).
2. Un miembro del equipo de la fundación se comunica para ver más en detalle la necesidad de esa vacante.
3. Inmediatamente cruzan el perfil buscado con su base de datos y seleccionan los posibles candidatos.
4. Se coordinan las entrevistas.
5. La Fundación acompaña todo el proceso antes, durante y después de la selección.
6. Si la empresa o empleador particular quedan conformes, pueden optar por hacer algún aporte económico voluntario a la Fundación (pero no es obligatorio).
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