Desde sus tres años, su tío abusó de ella y hoy busca proteger a otras víctimas con un cambio de ley: “El dolor siempre está”
La semana pasada se presentó en Diputados un proyecto para lograr la imprescriptibilidad de todas las formas de violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes; por qué es clave que la Justicia respete los tiempos de la víctimas y qué cambiaría para quienes consiguen hacer la denuncia tras años de silencio
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Fernanda tenía 44 años el día que se acercó a una fiscalía de la pequeña ciudad donde vive, en la provincia de Buenos Aires, para denunciar a su tío. “Abusó de mí desde que tengo memoria: al menos, a partir de mis tres años y hasta que cumplí 10. Y también de mi hermana”, cuenta a LA NACIÓN.
Habían pasado más de tres décadas cargando el secreto impuesto por su tío y para Fernanda, esa tarde en tribunales, el dolor seguía ahí. Incluso, continúa acompañándola hoy. Tan presente. Tan actual. La frase de que el tiempo todo lo cura, no aplica en estos casos. “Cuando finalmente pude plasmar lo vivido en un papel, me dijeron: ‘Es una tragedia lo que te ocurrió, pero por desgracia hay que archivar el caso, ya que está prescrito’”, detalla. A esa respuesta por parte del Poder Judicial, la resume en cuatro palabras: “La denuncia, al cajón”. Y podrían sumarse otras: Impunidad. Silencio. Revictimización.
La puerta que le cerró la Justicia en la cara dejó afuera, para Fernanda, la posibilidad de proteger a todas las niñas y niños que siguen en contacto con su agresor. Porque su tío sigue viviendo en la misma y pequeña ciudad, haciendo una vida de tipo común: yendo al banco, esperando su turno en la fila del supermercado, tomando mate en la plaza. Es padre de familia. Amigo. Vecino.
¿Qué hubiese pasado si, en lugar de terminar en un cajón, la denuncia hubiese avanzado? “Se habría preservado a las futuras generaciones y cortado una cadena de abusos que seguramente siguieron y quizás siguen sucediendo, porque en estos casos es muy posible que la violencia se repita con nuevas víctimas. No es lo mismo que la Justicia sea quien diga que él es culpable, a que lo diga yo, porque muchas veces el entorno cercano prefiere no escuchar”, asegura Fernanda.
Cambiar esa realidad es lo que se propone un proyecto de ley que se presentó a fines de la semana pasada en la Cámara de Diputados de la Nación. Su objetivo es, entre otros, lograr la imprescriptibilidad de todos los delitos de violencia sexual que hayan sufrido niñas, niños y adolescentes, sin importar cuándo hayan ocurrido.
Se trata de una iniciativa del movimiento Derecho al Tiempo Argentina (DATA), que está integrado por Fernanda y muchas otras personas cuyas infancias y adolescencias estuvieron atravesadas por esta forma de violencia, pero también por profesionales que trabajan en la problemática.
“El dolor no prescribe. El dolor te acompaña siempre”, subraya Sonia Almada, fundadora y presidenta de la organización Aralma, que integra el movimiento. Como psicoanalista, lleva más de 28 años acompañando a víctimas de violencia sexual: “En todo este tiempo, junto con otros profesionales nos dábamos cuenta que, además del trabajo que deben hacer en la terapia para poder recuperarse de las secuelas, todas buscan Justicia”.
Pero acceder a esa reparación no siempre es posible. ¿Por qué actualmente en la Argentina algunos casos de violencia sexual en la infancia y adolescencia prescriben y otros no? Desde el momento en que se creó el Código Penal hasta 2011, cuando se hizo la reforma conocida como ley Piazza (la N° 26.705), el abuso era tratado como cualquier otro delito: prescribía en un máximo de 12 años. Con la ley Piazza hubo un primer y gran cambio: ese tiempo de prescripción empezó a correr desde la mayoría de edad de la víctima. Luego, la reforma de 2015 (la ley N° 27.206) dio otro paso fundamental: estableció que la prescripción se toma desde el momento de la denuncia o desde que se ratifica la misma.
Pero como esa última ley no es retroactiva (es decir, no puede aplicarse hacia atrás), quienes fueron víctimas de violencia sexual en la infancia o adolescencia antes de 2015 (como el caso de Fernanda y tantos otros), quedan afuera de esas reformas. Por eso, el proyecto del movimiento DATA, busca ir más allá.
“En los últimos años, el avance legislativo en esa materia fue grande, pero con las normas actuales miles de víctimas no pueden lograr Justicia. Lo que pedimos es que estos crímenes jamás prescriban y que la persona pueda denunciar en cualquier momento de su vida”, detalla Almada.
Por su parte, Norma Fernández Flores, abogada, docente y también integrante de DATA, agrega que lo que proponen es una ampliación de derechos, basándose en los tratados internacionales, como la Convención de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes, que en Argentina tienen jerarquía constitucional. Subraya que las víctimas necesitan tiempo: para comprender lo que les sucedió, para metabolizarlo, para develarlo ante alguien confiable, para comenzar a recuperarse y, finalmente, para denunciar.
“Me daba miedo que se descubriese el secreto”
Fernanda −su nombre fue cambiado en esta nota para preservar su identidad− tiene hoy 46 años y es psicóloga. Se acuerda de escuchar la voz de su mamá en la cocina, mientras su tío la violentaba sexualmente en su cuarto. O de sentir que el corazón le retumba en los oídos cuando sus padres estaban por servir la comida y ahí mismo, por debajo de la mesa, su agresor aprovechaba cualquier segundo a solas para pedirle que lo tocara.
“Recuerdo que pensaba: ‘¡Me van a descubrir haciendo esto!’. Estaba atemorizada y avergonzada de que se supiera el secreto. El abusador te hace sentir culpable, te hace sentir parte. Vos creés: ‘Si lo denuncio, caigo yo también. Estoy sometida a esto’. No tenés el desarrollo evolutivo para entender que eso que está pasando, no es de a dos. Es la persona adulta, alguien en quien confías, quien pone las reglas, y resulta sumamente difícil salir de la encerrona”, explica Fernanda. Y subraya: “El abuso atraviesa todo tu ser”.
Cuenta que los abusos que ella y su hermana sufrieron ocurrieron dentro “de una familia tipo, de padres profesionales, personas de bien”. Y aclara: “Esto lo digo porque muchas veces se sigue vinculando al abuso sexual con la pobreza, como si esto no pasara en todas las familias. En mi caso, ocurría en mi propia casa, muy cerca de donde estaban todos”.
Fue su hermana la que la empujó a dar el paso. “A los 20 años le dije a mis padres: ‘Esto me pasó’. Pero faltarían otros veinte hasta que logré apropiarme realmente de eso e ir a hacer la denuncia. De parte de mis padres, no hubo ningún tipo de acto reparador. Cuando les dije que iba a ir a denunciar, me respondieron: ‘Pasó mucho tiempo, ¿qué querés que hagamos?’. Esa es parte de la oscuridad que hay en muchas familias”, se lamenta Fernanda.
Su tío dejó de violentarlas a ella y su hermana cuando cumplieron los 10 y 11 años. Pero lo siguió viendo hasta que, a sus 18, se fue de su ciudad para irse a estudiar: “Fueron muchas Navidades, Años Nuevos y cumpleaños compartidos. Era terrible. Sentía impotencia e incomodidad. El peso de que había algo que solo nosotros sabíamos. Eso te lleva siempre a un estado de mucha desolación, una sensación de estar sola”.
Almada sabe muy bien de lo que habla Fernanda. No solo por los años de práctica profesional, sino porque lo vivió en carne propia: su infancia también estuvo atravesada por la violencia sexual. Considera que los tiempos de la Justicia, no coinciden con los de las víctimas. El trasfondo es claro: por la modalidad propia del abuso, romper el silencio impuesto por el agresor es una tarea sumamente difícil.
Según una investigación de la organización Child USA, la edad promedio en que las víctimas logran develar los abusos es a los 52 años. “Hablan cuando y como pueden. La mayoría de las veces las niñas y los niños no comprenden lo que les está sucediendo y en muchos casos ni siquiera tienen las palabras para contarlo, porque no tienen la significación, sobre todo cuando son bebés o muy pequeños. Pero siempre, en todos los casos, necesitan mucho tiempo”.
Desde el movimiento DATA buscan que este crimen “no prescriba jamás” porque, según Almada, no se puede comparar con ningún otro: “Es continuo: no sucede solo cuando se comete la violencia en la infancia sino que las secuelas te acompañan a lo largo de todo la vida. Hay algo que rompe el pederasta para siempre: no es que no podés tener una vida digna, pero esa oscuridad queda en tu alma”.
El proyecto presentado en Diputados también propone, entre otros puntos, cambiar la denominación “abuso sexual infantil” por la de “violencia sexual”. “Consideramos que la palabra abuso quedó pequeña para calificar algo tan tremendo. Por otro lado, no tiene nada de ‘infantil’: como dice Eva Giberti, ese término infantiliza una conducta realizada por un adulto, negando la asimetría de poder que existe entre el agresor y su víctima”, reflexiona Almada.
Además, como explica Fernández Flore, ese cambio de terminología busca adecuarse a los tipos de violencias previstos en la Ley 26.485: “Esa norma prevé varias modalidades, entre ellas, la institucional, y hay que tener en cuenta que si bien la mayoría de los abusos son intrafamiliares, muchos otros se producen en instituciones como clubes de fútbol o en la Iglesia”.
Fernanda sabía que su caso había prescrito cuando fue a hacer la denuncia. Pero quiso ir igual. Lo sentía como una reparación para ella y para su hermana. “Cuando miro mis dibujos de aquellos años, veo que manifestaba el abuso por todos lados, pero nadie podía o a nadie le interesaba verlo. Yo logré reconocer y significar lo que me había pasado, de mucho más grande”, asegura. Ahora, busca que el proyecto de ley que presentaron sea sancionado, para que la verdad de muchas otras niñas y niños que lograron romper el silencio en su vida adulta, sea reconocida. Para que ninguna víctima se sienta nunca más sola. Para que las violencias contras las infancias ya no queden impunes.
Más información
Movimiento DATA:
- Nació hace dos años. Sus integrantes empezaron organizando jornadas de concientización y capacitaciones, y eligieron como símbolo un molinillo de viento: “Porque representa a la infancia y se mueve con su propia fuerza. Y el sobreviviente de violencia sexual es eso: cuando lográs vivir, porque no todos lo logran, lo hacés con fuerza propia. Sobrevivir psíquica y físicamente es muchísimo”, detalla Almada.
- Proyecto de ley: para acceder, hacer click aquí.
- Actividad informativa: Mañana miércoles a las 20 realizarán un vivo de Instagram para presentar el proyecto y responder preguntas en @derechoaltiempo
Dónde pedir ayuda y denunciar
- LÍNEA 137. Llamá a esta línea del Ministerio de Justicia de la Nación para que te asesoren sobre los pasos a seguir. También podes enviar un WhatsApp al 11-3133-1000 desde cualquier lugar del país.
- Para otras opciones de denuncia y líneas de ayuda, asesoramiento y contención, ingresá en este link.