Solo el 1% de los 6467 barrios populares del país tiene conexión a la red de gas; por eso, la mayoría usa leña para calefaccionar su casa; por el precio de la tonelada, muchos salen a buscar madera de descarte
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Desde que arrancó el frío polar, Malena Miglione no puede dejar agua acumulada en un balde o en la pileta del patio porque se congela. “El otro día me olvidé dos vasos y, a la mañana, parecían recién salidos del freezer”, dice. Cada mañana, cuando sale a dejar a sus hijas a la escuela, el pasto es una carpeta blanca. “Como el barrio es puro descampado, el frío se siente mucho, congela todo”, agrega esta mujer de 27 años, que se mudó con su familia al barrio 17 de Febrero, en Los Hornos, La Plata, hace menos de un año.
Adentro de su casa, reconoce, el frío también se siente mucho. Un balde metálico blanco en donde quema leña es la única fuente de calor para ella, su marido y sus tres hijas. Los cinco viven en una construcción precaria, con paredes de madera y techo de chapa, a la que le improvisaron un cielo raso de madera con la intención de que funcione como aislante. “Si no lo hacíamos, ahora la casa sería un freezer y en verano, un horno”, explica esta joven recicladora urbana junto a su marido.
De una u otra manera, las 5 millones de personas, entre niños, niñas, adolescentes y adultos, que viven en villas y asentamientos del país sufren el frío extremo incluso dentro de sus casas. La precariedad de sus viviendas combinada con el gran déficit de conexiones formales a los principales servicios públicos como gas o electricidad las expone a todo tipo de peligros: no solo a problemas de salud por el frío, sino también a incendios por las malas conexiones de estufas o la manipulación de braseros.
La falta de conexión a la red de gas, sumado al alto costo de las garrafas, convierte a la leña en la forma de calefacción más presente en estas familias. Así lo expone el Observatorio de Barrios Populares del Registro Nacional de Barrios Populares, que detalla que en el 38% de las villas y asentamientos del país la forma más frecuente de calentarse es la leña. Le sigue la energía eléctrica, con el 29%, y el gas en garraba, con el 10%. Mientras que un 12% directamente no tiene con qué calentarse. En tanto, apenas el 1,11% de los 6467 barrios relevados a fines de 2023 utilizan gas de red.
Juan Maquieyra, director ejecutivo de TECHO, el brazo ejecutor de este relevamiento de barrios, explica que desde el inicio del gobierno de Javier Milei muchas de las obras de acceso a servicios quedaron en pausa y sin certezas sobre su continuidad. “Esto representa un gran riesgo para las familias de los barrios, que están más expuestas a los efectos climáticos como la ola polar que estamos viviendo. Por eso, desde TECHO, consideramos que es de suma importancia continuar con las obras de integración sociourbana”, sostiene.
Dormir con cinco frazadas
El calor que emana del brasero improvisado de Malena solo llega a calentar la cocina comedor. “Lo pongo en un lugar apartado, alejado de todo lo que pueda prenderse fuego. Mi mamá me dice que lo ponga en la pieza de las nenas, pero me da mucho miedo. Así que a la noche las hago dormir con cinco frazadas”, dice.
Entonces recuerda que el año pasado, la familia tenía una salamandra que era menos peligrosa que el balde que tienen actualmente. Pero cuenta que la vendió por miedo, después de la muerte de una familia cercana, en un incendio. “Era una pareja con una nena de 3 años. Justo esa noche se había quedado otro nene a dormir con ellos. Tenían casa de chapa, forrada con nylon y alfombras como aislantes. Se ve que, cuando alimentaron la salamandra que tenían, una brasa tomó contacto con una frazada. El fuego se propagó demasiado rápido. Los aislantes convirtieron la casa en un fósforo”, dice con tristeza.
En barrios como el de Malena, la única manera de tener gas es comprando una garrafa. Y cuando se compra una garrafa, se la cuida como oro. Esto quiere decir que no se la utiliza para calefaccionar. Por eso, la leña -o cualquier madera que pueda quemarse- se convierte en el objeto más codiciado cuando hace frío. “La garrafa social está entre 7500 y 9500 pesos, según la planta en la que la compres. Pero el problema es el traslado, porque no siempre las plantas quedan cerca de tu casa”, explica.
Por eso, a muchos vecinos no les queda otra opción que comprarla en una despensa o en el kiosco más cercano, en donde puede llegar a salir 12.000 pesos. “Si la usás para calefaccionar, la garrafa no te llega ni a una semana”, explica. Lo cierto es que, ya sea al precio social o al de reventa, no todos los habitantes de los barrios pueden acceder a este bien. “Hoy se prende fuego para todo, no solo para calentar tu casa. También para cocinar y hasta para calentar agua para bañarte. La garrafa es un lujo para muchas familias”, agrega la mujer.
Largas distancias en busca de leña
Araceli Ledesma cuenta que en su barrio el frío extremo congela tanques y cañerías de agua. Para hacerle frente a las temperaturas tan bajas, dice que es frecuente ver familias enteras buscando leña, acarreando una carretilla, un carro o cualquier otra cosa que tengan para calefaccionarse. Los que están en condiciones de hacerlo, dice, compran leña o carbón. Pero representa un costo que mucho no pueden asumir: la bolsa de 100 kilos de quebracho cuestan 20.000 pesos y los 10 kilos de carbón no bajan de los 7.500 pesos.
“Las familias hacen un gran esfuerzo físico para conseguir leña. Recorren largas distancias en su búsqueda. Si hay algún descampado, entran a cortar lo que encuentren”, explica Araceli, vecina y referenta comunitaria del barrio Lagomarsino, en Pilar.
Combatir el frío extremo hace que se pierdan de vista los riesgos que asumen con el objetivo de calentarse. " Muchas veces, las familias se van a dormir con el brasero adentro de la casa. Eso es muy peligroso no sólo por los incendios, sino también por la inhalación de monóxido de carbono”, agrega Araceli.
“El frío moja los colchones”
En el Barrio Luján, con la llegada del frío empiezan las bajas de tensión y los cortes de energía eléctrica. “Como la conexión de los vecinos es irregular, apenas quieren enchufar una estufa, se corta la luz o baja la tensión y se te dañan los otros electrodomésticos”, explica Lucía Bogado, coordinadora de la Mesa de Trabajo de TECHO en ese barrio de Florencio Varela.
Si bien hoy cuenta con una casa de material para ella, su marido y sus cuatro hijos, Lucía dice que no se olvida de cómo fueron los comienzos con Alberto, su marido, en una habitación de chapa en la que dormían todos, y en donde la única forma de soportar el frío era tener puesta toda la ropa de abrigo.
“La chapa no solo no te aísla del frío sino que lo condensa. El frío se transforma en humedad y la humedad moja todo, hasta los colchones”, recuerda Lucía. Ahora la familia tiene una estufa eléctrica en el comedor. “A veces prendo el horno un rato para calentar”, reconoce. “Pero para dormir nos abrigamos mucho y nos tapamos con todo lo que tenemos”, agrega.
Lucía cuenta que, lamentablemente, los incendios son cosa de todos los años. “Ahí tenemos otro problema. Cuando los barrios no tienen las calles en buen estado, los bomberos no pueden llegar, lo mismo si no tenés una dirección formal”, agrega Bogado.
En Los Hornos, Malena tiene que dejar agua en la pava desde la noche anterior porque, a la mañana, los caños se congelan y el agua no siempre sale. “Como los días de tanto frío hay baja tensión, a veces ni la pava anda”, reconoce. La buena noticia es que la escuela de sus hijas retrasó una hora el horario de entrada. “Así pueden dormir un poco más, tapaditas y calentitas, da pena sacarlas de la cama”, concluye.
Cómo colaborar:
- Techo colabora con la mejora de las viviendas de muchos barrios populares del país. Reciben donaciones y necesitan voluntarios. Para más información, ingresar a su sitio web.
- La mesa de trabajo del Barrio Luján recibe frazadas y ropa de abrigo para los vecinos. Los interesados deben comunicarse con Lucía Bogado al 11-5739-4361.