Elsa Beatriz Sánchez Mosqueda lleva casi cuatro años desaparecida; su hija recibió unos 100 mensajes de personas que dicen haberla visto en barrios porteños y bonaerenses; los investigadores tienen chequeado que en varios casos efectivamente era ella; creen que tiene un problema de salud mental
- 10 minutos de lectura'
La foto de perfil que Fernanda Sánchez tiene en su Facebook es una imagen de su mamá sonriendo y sobre ella se lee una frase que desespera: “Se busca a Elsa Beatriz Sánchez Mosqueda”. Hace casi cuatro años que la vio por última vez.
En todo ese tiempo, Fernanda ha publicado cientos de veces ese rostro sonriente de su mamá. Y por lo menos una vez a la semana, recibe algún mensaje que le renueva la esperanza: “Creo que vi a tu mamá”, suelen escribirle personas que no conoce pero que se topan con esa imagen de Elsa y aseguran haberla visto. Algunos, como pudo comprobar la Policía, eran ciertos, pero la velocidad con la que se movieron no fue suficiente como para dar con su mamá. La esperanza no se pierde, pero lo cierto es que desde el 26 de abril de 2019, el día que desapareció, no han podido encontrarla.
Elsa tenía 58 años cuando desapareció en la zona de su casa en Virrey del Pino, una localidad del partido de La Matanza, en la provincia de Buenos Aires. Unos meses antes, se había mudado sola desde la ciudad de Buenos Aires, donde viven sus tres hijos. “Un poco fue por cuestiones económicas, pero también porque quería que los cuatro perros que tenía como mascotas vivieran más cómodos”, cuenta Fernanda, que es empleada en un comercio, vive en Villa Crespo y tiene 30 años.
El último día que pasó con su mamá, uno antes de que desapareciera, Fernanda la llevó al médico por un problema en la cadera, para hacerse unos estudios y aprovecharon la salida para almorzar juntas. Elsa estaba feliz porque no era un plan que solían hacer. Por lo general, cuando se veían, Benjamín, el hijo de Fernanda, acaparaba toda la atención de su abuela: “Venía mi mamá y yo dejaba de existir”, recuerda. Cuando Elsa desapareció, “Benja” tenía dos años. Este año, cumplió seis y comenzó la primaria.
Por la noche, cuando ambas regresaron a sus casas, hablaron una vez más: Fernanda la llamó para ver qué hacía. “Estaba cocinando un guiso y la noté tranquila, como siempre”, hace memoria.
Cuando empezaron a pasar los días sin saber nada de ella, su familia se preocupó y fueron a hacer la denuncia. “Al principio pensamos que se trataba de un caso de violencia de género, ya que después de que desapareció nos enteramos de que su expareja la maltrataba”, comenta Fernanda. Además, él, con quien Elsa había cortado su relación recientemente por los maltratos, había sido la última persona en verla, pero no les había avisado de su ausencia y cuándo le preguntaron les dijo que asumió que estaba con ellos. “Mi mamá no se iba a ir de la nada y dejar a sus perros solos y sin comida”, afirma.
Con el tiempo esa sospecha quedó en un segundo plano: a fines de ese año Fernanda se enteró de que la mamá de una amiga suya la había visto un par de veces caminando en el barrio de Flores sin saber de quién se trataba. Y cuando su hija le contó que la madre de una amiga había desaparecido y le mostró su foto, ella, que atiende un quiosco por esa zona, le aseguró haberla visto “al menos un par de veces”.
“Empezaron a llegarnos mensajes y llamados de personas que decían habérsela cruzado, sobre todo en zonas donde hay gente en situación de calle”, cuenta. No todos esos avisos eran ciertos, como suele ocurrirle a los familiares que difunden masivamente la búsqueda de un ser querido. Algunos llegan motivados más por la ilusión de las personas de encontrar a una mujer perdida que por la certeza de haberla visto. Otros, por ejemplo, se trataban de mensajes que alertaban sobre mujeres que simplemente se parecían mucho a Elsa
En los casi cuatro años que Elsa lleva perdida, Fernanda y su familia han recibido cerca de 100 mensajes y llamados que afirmaban haberla visto. Incluso algunos aseguraron haber hablado con ella. “Habrán sido 20 más o menos los que pudimos comprobar que eran verdaderos”, dice Fernanda.
Con la información que les fue llegando, construyeron una teoría: Elsa perdió la memoria o tuvo algún problema grave de salud mental y está viviendo en la calle. En ese sentido, una mujer que dijo habérsela cruzado le preguntó si recordaba dónde vivía y ella contestó no saber su dirección ni cómo regresar.
Una frustración constante
Al principio, cada vez que Fernanda abría su Facebook o recibía algún llamado en los números que había colocado en los afiches que pegó por la ciudad y la provincia de Buenos Aires, llamaba a la división Personas Perdidas de la Policía de la Ciudad para que fueran a investigar. Pero con el tiempo sintió que eso no era lo que tenía que hacer: “A veces demoraban mucho en ir a chequear los datos y preferimos ir por nuestra cuenta”, explica. Así Fernanda, alguno de sus hermanos, su tía o sus abuelos pedía un taxi para ir a buscarla.
En una ocasión, una señora que trabajaba en uno de los paradores para personas en situación de calle del Gobierno de la Ciudad se la encontró y la entrevistó. Le tomó algunos datos, como su nombre. Ella respondió que se llamaba “Elsa Beatriz Sánchez Mosqueda” y charlaron un rato. A ella, Elsa le pareció muy simpática y su nombre le recordó al de una familiar. Gracias a eso, tres días después cuando la mujer vio su foto en uno de los afiches que indicaban su desaparición, no dudó en llamar a su familia y avisarles. Pero para ese momento, Elsa ya había dejado la zona.
Fernanda y su familia se pasaron estos años turnándose para caminar por los lugares donde afirmaban haberla visto y pegando afiches con su rostro. A veces, aguardaban sentados en esas zonas varias horas, esperando que Elsa simplemente apareciera. Pero siempre que llamaron para alertarlos y ellos iban al lugar, era demasiado tarde: la persona que habían visto pensando que podía ser Elsa, ya no estaba.
“Como varias personas dijeron haberla visto en la Ciudad, la fiscalía de Provincia me recomendó que pida ayuda en Capital”, explica Fernanda. Hoy, la causa sigue abierta en ambos lados, aunque desde la Fiscalía de Instrucción de Distrito de los Barrios de Nueva Pompeya y Parque de los Patricios, que actualmente lleva el caso de Elsa en capital, consideran que “la información debería estar unificada para que no haya datos duplicados y se esté haciendo lo mismo en ambas oficinas”.
“Nosotros por jurisdicción estamos limitados”, explican desde la Fiscalía porteña y agregan que por eso desconocen “lo que sucede con la investigación en la provincia”. Además afirman que si bien ninguna teoría está descartada, como recibieron muchas llamadas de gente que la vio en la calle y en algunas de ellas se pudo comprobar que se trataba de Elsa, la sospecha a la que se suelen inclinar más es que ella se encuentra deambulando por las calles.
En total, Fernanda presentó dos denuncias. La primera la hizo recién el 7 de mayo de 2019 en una comisaría porteña. Esa primera demora se debió a que si bien en esas casi dos semanas, no habían hablado con Elsa, tampoco sospechaban que hubiese desaparecido: “Pasaron los días y alguien me dijo que me había equivocado, que yo debía hacer la denuncia en la comisaría de la localidad donde desapareció. Así que fui a hacer una segunda denuncia con la culpa de pensar que yo había hecho las cosas mal”, dice.
Pero la realidad es otra: hace poco se enteró de que una denuncia puede presentarse en la jurisdicción en donde se produjo la desaparición o en la que resida la persona que hace la denuncia.
En junio del 2019, los abuelos de Fernanda y la mejor amiga de su mamá fueron a pedir información sobre Elsa a la fiscalía que llevaba el caso en la Provincia. “El fiscal les contestó que no entendía por qué había tanto lío por una persona perdida”, recuerda.
“Queremos encontrar a mi mamá”
Como Elsa, en Argentina hay alrededor de 5.000 mujeres y niñas desaparecidas. Mientras que por mes, en promedio 203 mujeres perdidas son ingresadas al Sistema Federal de Búsqueda de Personas Desaparecidas y Extraviadas (SIFEBU). Según una investigación publicada hace pocos días por LA NACIÓN, el Estado, policías, fiscales y jueces saben poco sobre ellas y son ineficientes para buscarlas.
La familia de Elsa cree que se podrían haber hecho más cosas desde un principio. “Fue casi un año y medio en donde estuvimos solos”, explica Fernanda y cuenta que casi no recibía noticias por parte de la policía y las fiscalías que investigan el caso. “Somos nosotros los que vamos a chequear e incluso a llevar información a la policía, ellos no se comunican mucho para contarnos sobre lo que hacen”. En más de una ocasión, Fernanda dice que pidió las imágenes de cámaras de los lugares donde veían a su mamá y llegaban a tardar hasta tres meses en pasarle las grabaciones.
Al año y medio de búsqueda, el caso de su mamá llegó a manos de una voluntaria de la asociación Personas Perdidas de la ciudad de Buenos Aires. “Ayudó mucho a movilizar la búsqueda”, dice Fernanda y agrega: ”Fue quien se sorprendió de que no haya ficha con sus datos para difundir su búsqueda en el SIFEBU”, el organismo del estado nacional que articula la búsqueda a nivel país con las fuerzas de seguridad, áreas de la Justicia y organizaciones de la sociedad civil.
La última vez que supieron algo de Elsa fue hace unos seis meses. Alguien les escribió por redes sociales y dijo haberla visto por Ciudadela. Cuando la tía y la abuela de Fernanda fueron a chequearlo, no encontraron nada. Aunque desapareció en Virrey del Pino, a Elsa dijeron haberla visto en zonas como Retiro, Palermo y San Telmo. Las ubicaciones oscilan entre los barrios de la provincia y la ciudad de Buenos Aires.
Fernanda dice que su mamá es una persona muy sociable y conoce a mucha gente. Sin embargo, las veces que las personas dicen habérsela cruzado por la calle y se acercaron a hablar con ella estaba muy callada y prefería no hablar de ella misma. En caso de cruzarse con ella, su familia pide que le hablen, le inviten una gaseosa o una comida: “Necesitamos que la demoren de alguna forma y nos llamen, queremos encontrar a mi mamá”.
A dónde llamar si tenés un dato sobre ella:
A Elsa se la puede reconocer por un lunar que tiene en el mentón, que es “como una mancha” y otro entre la nariz y la boca. Además, tiene una cicatriz de cesárea en el abdomen y por un problema en la cadera a veces renguea un poco. Actualmente hay una recompensa de un millón de pesos para quien aporte algún dato sobre ella.
- A la línea 134 del Ministerio de Seguridad.
- Si es una urgencia, comunicate al 911.
Más notas de Mujeres perdidas
Más leídas de Comunidad
AMBA. Unos 180 comedores comunitarios están en lista de espera para recibir ayuda del Banco de Alimentos
¿Educación o trabajo? Una encuesta sorprende al revelar qué es lo más imprescindible para progresar
Una carrera de obstáculos. Dime dónde naciste y te diré tus chances de terminar la secundaria
"Por sus fotos y el lugar donde viven". Son jóvenes, estudiaron y buscan trabajo, pero las empresas no los eligen