La mamá de un adolescente que es víctima de bullying publicó el escrito en el chat de padres para compartir su preocupación; los consejos de los especialistas respecto a cómo actuar frente a un caso
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Es imposible leer la carta sin conmoverse. A quien la escribió vamos a llamarlo Julián. Es un chico de catorce años, estudiante en una escuela privada del Área Metropolitana de Buenos Aires. Lo hizo hace dos semanas, el día en que sintió que tocaba fondo. En un texto titulado “Cómo me siento”, narrado a modo de diario íntimo, Julián descargó toda su angustia. Entre otras cosas, manifestó que ya no aguantaba más el rechazo, las burlas de sus compañeros y, sobre todo, que nadie quisiera ser su amigo. Incluso, habló de suicidio: “Me quiero matar. Siento que es mi mejor opción”, sostuvo el adolescente.
Los dos compañeros de curso que encontraron la hoja de carpeta prolijamente escrita en letra de imprenta por Julián, se quedaron perplejos. En el lugar de la firma, había un dibujo de una carita triste y el de una soga, igual al del juego del ahorcado. Cuando vieron el papel suelto sobre el pupitre, pensaron que se había olvidado la tarea o que, con algo de suerte, iban a espiar algún secreto personal que les daría una excusa para la próxima “jodita”. Pero lo que leyeron fue algo que no se esperaban. La carta decía así:
“Cómo me siento. Triste. Me quiero matar. Siento que es mi mejor opción. No tengo amigos. Nunca hablo gracias a mi inseguridad y a (lo) que mis ‘amigos’ me causaron, porque con tan solo decir algo me insultaban. Ya llevo tres malditos años soportando los insultos y molestias de ellos. Estoy cansado de llorar y sufrir. Solo necesito decir(le) todo esto a alguien pero tengo miedo a la burla, al rechazo social, a quedarme solo. No quiero estar solo. Ya estoy cansado. Mi mente no está bien. Me siento un enfermo mental. Siento que cada día empeoro. Cada día que pasa siento que me moriré más y más. Y siento que necesito hablar con gente. Creo que me suicidaré a los 18 ya que no tendría ningún objetivo en mi vida de mierda y ahora me pregunto ¿realmente estoy bien? Perdón si no se entiende la letra”.
Buscar ayuda
Los compañeros de Julián dudaron pero, finalmente, tomaron la mejor decisión: pedir ayuda. Les llevaron la nota a sus padres, quienes alertaron al colegio y también se comunicaron con Karina, la mamá de Julián. Ella, a su vez, compartió el texto en el chat de las familias. Karina dice que ese documento tan palpable del sufrimiento que observaba en Julián pero que no terminaba de ponderar, fue el envión que necesitaba para hablar del tema con los padres y madres de los otros chicos. Ya lo venía conversando con las autoridades de la escuela y los docentes, en el contexto de las frecuentes reuniones que suele mantener acerca de los apoyos educativos que el adolescente necesita, dado que tiene un trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Pero jamás se había animado a plantear frente a las familias de los chicos el tema de la relación entre los compañeros.
Desde que empezó el año, Julián volvía a su casa llorando o enojado, pedía cambiarse de colegio y, cuando no se encerraba en su pieza, tapado con la capucha del buzo, contaba que había tenido problemas con los chicos. No quería dar demasiados detalles pero, cuando insistía, Karina lograba que le describiera algunas de las situaciones. El chico le contó que no todos, pero sí algunos de sus compañeros, solían burlarse de él y, en repetidas ocasiones, lo agredían físicamente: desde ensuciarle la ropa con voligoma, hasta arrojarle útiles o agredirlo verbalmente riéndose de las cosas que hacía o dejaba de hacer.
Julián fue diagnosticado con TDAH hace dos años, pero las dificultades para el aprendizaje y la socialización comenzaron en sala de tres. Un año y medio atrás su papá murió en forma repentina, en medio de las restricciones por la pandemia, de modo que no se pudo despedir. Un día volvió a su casa, donde vive con su mamá, sus dos hermanas mayores y sus abuelos maternos, y le contaron la noticia. Lejos de encontrar contención y consuelo en su grupo de pares, el bullying no solo no cesó, sino que se incrementó. “Se te nota mucho la falta de padre” fue una frase que se sumó a la lista de agresiones habituales, como el apodo de “niño rata” y la amenaza de “te voy a violar”.
La desesperanza como señal
En el Día contra el bullying, que se celebra en la Argentina el 2 de mayo, los especialistas subrayan la necesidad de trabajar en la prevención, detección temprana e intervención adecuada ante una problemática que no da tregua en las aulas argentinas, evitando así que la violencia escale y llegue a situaciones extremas, como el desesperado pedido de ayuda de Julián o lo ocurrido días atrás en Llavallol, cuando un padre amenazó de muerte a un compañero que hostigaba a su hija con hipoacusia. Hoy, a las 18, en el Instagram de Fundación La Nación, podrá verse una entrevista en vivo con María Zysman, psicopedagoga y referente en la temática, donde se darán recomendación sobre cómo actuar ante un caso, de qué forma identificar las señales de alerta, en otros datos útiles para madres y padres.
Luego de que encontraran su carta, Julián dijo que más allá de las burlas y las agresiones, lo que ya no podía tolerar era otra cosa: la falta de amigos. “¡Ah, pero eso no es bullying!”, “¡Yo no le digo a mi hijo de quién tiene que ser amigo!”, suelen responder algunos padres cuando los del niño marginado les piden que los ayuden a tender lazos, o si desde la escuela se buscan generar dinámicas para revertir la situación. Este es, según los especialistas, otro error de concepto. Ignorar sistemáticamente a un compañero en particular, apartarlo, dejarlo afuera de los juegos y excluirlo de los grupos de estudio, también es considerado bullying o acoso escolar.
“El acoso escolar se aloja en una dinámica del grupo de pares”, explica Candelaria Irazusta, psicóloga, terapeuta familiar, cofundadora y directora del Equipo ABA (Anti Bullying Argentina). Agrega que, al mismo tiempo, es un proceso gradual que se desarrolla dentro de una institución y en una comunidad determinada. Cuando habla de los casos de hostigamiento escolar contra chicos que tienen algún tipo de discapacidad, subraya: “No es una problemática individual ni de los dos involucrados, el agresor y el agredido. Muchas veces la prevención del bullying no se trabaja lo suficiente sino que se interviene tarde, cuando los problemas ya están instalados”.
En ese sentido, y como respuesta al riesgo de suicidio expresado en la carta de Julián, Irazusta enfatiza otro aspecto del problema: la desesperanza. “El bullying es un proceso gradual, que se expresa en el tiempo y que genera un fenómeno de desgaste. Por eso es necesario que la comunidad educativa, los padres y los docentes se formen, que puedan contar con indicadores para advertir los riesgos tempranamente, sin esperar a que el chico se sienta en una situación de indefensión o con una sensación de que eso no va a cambiar”, explica la psicóloga. Por otro lado, agrega que, el que una niña, niño o adolescente sienta que “hagan lo que hagan, nada va cambiar” y aparezcan ideas suicidas, suele darse en casos en que la escalada de violencia se sostuvo durante mucho tiempo y sin intervenciones adecuadas. “El bullying es un factor que está altamente asociado al suicidio adolescente”, advierte la psicóloga.
Un fenómeno frecuente
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), uno de cada tres adolescentes sufre acoso escolar. “Todos los chicos están expuestos al bullying, pero aquellos con discapacidad se encuentran más desprotegidos”, subraya Irazusta, y considera que esa artista de la problemática es una sobre la cual no se suele indagar lo suficiente. Ante la falta de estudios específicos sobre el tema en nuestro país, la psicóloga cita un estudio de Estados Unidos sobre la relación entre el acoso escolar y las discapacidades del desarrollo, que revisa diez investigaciones realizadas en ese país. Todas coinciden en afirmar que “los chicos con discapacidades tienen dos a tres veces más probabilidades de ser intimidados que sus compañeros sin discapacidades”. Ante esta realidad, Irazusta enfatiza la importancia de que las instituciones escolares realicen la prevención en dos niveles: en el general, para todos los alumnos; y, en particular, que atienda las especificidades de este grupo de niños.
Pero, ¿hay alguna causa en particular que provoque el bullying? Ninguna. Los especialistas subrayan que solo los entornos que favorecen el acoso, son la causa del acoso. Nunca es la víctima la que genera el maltrato, por eso la pregunta resulta inadecuada cuando se busca comprender y desterrar este problema. Sin embargo, muchas niñas y niños que sufren violencia tienden a pensar que la culpa es de ellos, al igual que lo creen algunos de sus padres. Ese fue el caso de Julián. Cuando habló con LA NACION para esta nota, hacía una semana que no estaba yendo a la escuela. “De momento tengo tristeza, hoy tuve un poco pero ya no tanta”, comenta durante la charla, y cuenta que escribió ese texto porque se venía sintiendo muy afligido desde que empezó el año. Dice que cree que, el acoso, en parte se relaciona con su forma de ser: “De nunca socializar con gente, ya se me dificultó mucho. Quisiera que me hablaran pero no tanto, porque no soy muy bueno para hablar, me cuesta mucho”.
− ¿Si pudieras darle una pista a tus compañeros de por dónde empezar para hacerte sentir mejor, qué les dirías?
− Que quisiera tener compañía, que me hablen en recreo.
Cuando Karina compartió la carta de su hijo en el chat de padres, recibió críticas por parte de algunos de ellos. “No hago esto para exponerlo, lo hago para pedir ayuda”, le explicó a una de las madres que le dijo: “Lo estás exponiendo más”, como si fuera a aumentar el problema en lugar de solucionarlo. Ahí está, para Irazusta, otro error de concepto en el manejo del acoso escolar: “Nunca podemos decir que la discapacidad es la causa del bullying. Porque de esta manera estaríamos culpabilizando al chico que lo sufre y estaríamos conceptualizando al bullying como una problemática individual cuando sabemos que es una problemática contextual, de los entornos que, por acción u omisión, lo promueven”, concluye la psicóloga.
Más información
Para pedir ayuda ante riesgo de suicidio:
- Centro de Asistencia al Suicida (CAS): 135 línea gratuita desde Capital y Gran Buenos Aires o (011) 5275-1135 todo el país.
- SOS Un Amigo Anónimo: (011) 4783-8888, de 9 a 19.
- En la guía “Hablemos de suicidio” de Fundación La Nación podés encontrar más información acerca de señales de alerta o dónde recurrir en busca de asesoramiento.
Capacitación e información sobre bullying:
- Equipo ABA: brinda un abordaje integral y multidimensional para reducir los índices de violencia, fortalecer la educación en valores y fomentar la sana convivencia escolar. Actualmente, junto a otras organizaciones de la sociedad civil, se encuentra impulsando un proyecto de ley para que en la Argentina se declare “algún día nacional para la prevención del acoso escolar y la construcción de la convivencia pacífica”, para poder así contar con una fecha que “no contradiga las dispuestas a nivel internacional”, teniendo en cuenta que desde 2020 los Estados miembro de la Unesco designaron el primer jueves de noviembre de cada año como Día Internacional contra la Violencia y el Acoso en la Escuela.
- Libres de Bullying: ofrece herramientas para prevenir, detectar e intervenir en situaciones de bullying en el ámbito escolar.
- Argentina Cibersegura: trabaja para crear un espacio digital seguro a través de actividades de concientización y educación.
- Línea Convivencia Escolar del Ministerio de Educación de Nación: tiene como objetivo la recepción, derivación y atención de situaciones conflictivas de convivencia en las escuelas o situaciones de vulneración de derechos. Se puede llamar al 0800-222-1197, de lunes a viernes, de 8 a 20.
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