Decir basta y empoderarse: la vida en un hogar para mujeres golpeadas
Llegan junto a sus hijos, escapando de los golpes y amenazas de sus agresores; buscan que funcione como una "casa" y que allí ganen la confianza para salir adelante
Prefiere no decir su nombre. Tiene miedo. En realidad, le tiene miedo. A él, su ex pareja, de la que con mucho valor decidió separarse y hacer la denuncia por hostigamientos psicológicos y amenazas . A pesar de tener una restricción perimetral, el agresor la violó dos veces. De la última, todavía tiene marcas en el cuerpo.
"Una noche salí con amigas para despejarme y volví a mi casa a dormir. Me desperté a la mañana y lo tenía dentro de mi cama", dice en voz baja. Desde ese momento no recuerda nada más. Él la golpeó salvajemente hasta dejarla inconsciente y le desfiguró la cara. "Lo único que agradezco siempre es que ese día no hayan estado mis hijos ahí", agrega.
El juzgado fue el que la puso en contacto con el hogar "Empoderarse" en Hurlingham, en donde encontró las herramientas para salir adelante. "Acá encontré ayuda y desahogo. Me siento protegida por ellos", sostiene la joven.
Ella es una de las tantas mujeres que tienen que refugiarse de alguna persona violenta -en su gran mayoría hombres- para evitar engrosar el número de femicidios. Según la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia, en 2016 existieron 254 femicidios.
En cuanto al vínculo predominante entre víctima y victimario, en más del 90% de los casos corresponde a alguna persona del entorno: pareja o ex pareja (64,5%), familiar (14,5%) y conocido (12,2%) .
Escapando. Así es como llegan a los hogares de protección o a los refugios: huyendo de situaciones límites que ponen en riesgo su integridad física o la de sus hijos. Es que el ingreso a estos lugares es la última instancia de un abordaje integral.
Una vez recuperada, la mujer empezó a colaborar con el hogar haciendo tareas de limpieza. "La incorporamos al equipo. Nosotros no teníamos a nadie que cumpliera esa función y nos pareció importante que pudiera trabajar, como parte del proceso de recuperación", cuente Irene Blanco, directora de Género de la Secretaría de Desarrollo Social de Hurlingham.
Y la víctima agrega: "Para mí es muy importante venir, sentirme útil, poner la cabeza en esto y salir adelante para cuidar a mis hijos. Si yo no hubiese dicho basta en su momento, no sé qué habría pasado con mi vida, y mucho menos con la de mis hijos".
Existen dos tipos de instituciones en las que estas mujeres se albergan: los hogares de protección integral y los refugios. Si bien ambas tienen el objetivo de resguardar a las víctimas, en los 89 hogares que existen en el país, las mujeres pueden entrar y salir durante el día, tomando ciertos recaudos.
Lo hacen cotidianamente para llevar a sus hijos a la escuela, por ejemplo, aunque llevan la pulsera antipánico y si recién ingresan y aún se sienten inseguras un miembro del hogar las acompaña en todo momento.
Más instituciones
Afortunadamente, la cifra de instituciones crece. El artículo 17 del primer Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres 2017-2019 establece la construcción de 36 nuevos hogares, uno por provincia y 12 en la provincia de Buenos Aires. Los que ya existen, sumado a los que se harán próximamente, forman parte de la Red Nacional de Hogares de Protección Integral.
Para Fabiana Tuñez, directora ejecutiva del Instituto Nacional de las Mujeres, la existencia de estas instituciones de protección es muy importante: "Hay que salir de la lógica de que es la mujer quien debe «esconderse» para impulsar modelos que promuevan no sólo la atención integral, sino, principalmente, el empoderamiento".
Y agrega: "Sabemos lo difícil que es para una mujer -junto con sus hijos- salir de una situación de violencia. Es un proceso complejo, de muchas idas y venidas, que en ocasiones se puede volver sumamente peligroso. Es por ello que es tan importante que el Estado ponga a disposición estos dispositivos que brinden seguridad y a la vez sean espacios de empoderamiento", enfatiza Tuñez.
Otra de las víctimas lleva un mes y medio en el hogar. Con mucho valor, cuenta algo de su historia: "Yo sufrí violencia de todo tipo: verbal, económica y física. Hace tres meses el papá de los nenes llegó a mi casa con tres tipos, tiró la puerta abajo y me amenazó. Los dos más grandes presenciaron una situación de violencia muy grave y ya no quieren ver a su papá", dice acongojada.
Y agrega: "Yo acá estoy tranquila, me siento segura, siento que a mis hijos no les va a pasar nada. Al principio me costó, pero después me acostumbré. Los chicos están bien, les empezó a ir mejor en la escuela y mejoraron su conducta. Cuando salga de acá no quiero saber más nada con él, estoy convencida de eso. Quiero reconstruir mi vida y vivir para mis hijos".
En su gran mayoría, los hogares tienen la capacidad de albergar a cuatro mujeres junto a sus hijos. Cuentan con una cocina, entre dos y tres habitaciones, baños, algunos tienen el valor agregado de un patio y un comedor, que en general es amplio porque es el espacio en el que confluyen las víctimas, solas o con sus hijos, en momentos especiales, como la cena.
Refugios, sin identificación
El refugio, en cambio, es un lugar totalmente invisibilizado. No tiene ningún cartel ni identificación. Muchas veces, ni los funcionarios públicos saben su ubicación. Pero son pocos los refugios que existen actualmente: sólo tres en el conurbano, uno en la ciudad de Buenos Aires y cinco en el interior del país.
En su gran mayoría, tanto los hogares como los refugios, si bien se adaptan al protocolo del Plan Nacional de Acción, reciben los recursos necesarios para el funcionamiento por parte de cada municipio. Sólo en casos aislados pertenecen a una organización social, como sucede con el de Nuestra Señora del Milagro, ubicado en Florencio Varela, o con el de la Asociación Civil Nanci Uguet, en Almirante Brown.
Durante la permanencia en los refugios, las víctimas no salen del lugar. Están literalmente encerradas. Sus hijos no van a la escuela, porque los agresores muchas veces los usan para amenazar a sus víctimas. Pero el objetivo de todos los que trabajan en esta problemática social es ir cambiando este paradigma. Marcela Ferri, subsecretaria de Inclusión e Integración Social de la municipalidad de San Martín, sostiene firmemente: "Los que tienen que estar encerrados son ellos y no ellas", agrega.
Cada día, cerca de las 23 intentan que sus hijos estén en la cama. Las habitaciones muchas veces se comparten. Al día siguiente hay que empezar de nuevo.
Darles las herramientas para el egreso
No hay un tiempo estipulado de permanencia. Cada mujer es protagonista de su propia historia. Tanto el ingreso como el egreso son voluntarios. Pero es una tarea muy importante evaluar en qué condiciones van a salir del hogar.
"Siempre tratamos de que el egreso sea pronto, pero seguro", relata Irene Blanco, directora de Género de la Secretaría de Desarrollo Social. Y agrega: "Cuando salgan, nadie les puede asegurar que van a estar libres de peligro, pero lo importante es que salen diferentes, más fuertes, saben con qué herramientas cuentan y qué es lo mejor para ellas y para sus hijos".
Además de intentar revincularlas con algún integrante de su círculo íntimo, se les brinda la posibilidad de que puedan trabajar.
Héctor Rouillet, secretario de Desarrollo Social de la municipalidad de Hurlingham, relata: "La única manera en que entendemos el abordaje de esta problemática es articulando fuerzas de distintos sectores".
Es por eso que además de empoderarlas física y emocionalmente, durante el paso por el hogar intentan brindarles herramientas para que puedan insertarse laboralmente cuando salgan. "Existen convenios con empresas para que cumplan jornadas de cuatro horas y puedan salir a la vida de una forma diferente", agrega Rouillet.
Reconstruir la red de contención familiar
Desde el momento en que las mujeres entran al hogar se trata de reconstruir la red de contención familiar para luego asegurar su egreso. Pero muchas veces los lazos están rotos por la misma situación de violencia que vivieron.
"Yo perdí a toda mi familia. Ellos intentaron ayudarme muchas veces. Pero yo dejaba a mi ex pareja y volvía otra vez, una y mil veces, y ellos se cansaron. Viví agresiones de todo tipo. Hasta que hubo agresiones con uno de mis hijos. Un día uno de ellos me contó que mi ex pareja se sobrepasaba con él cuando yo no estaba. Y ahí dije basta. Agarré los bolsos, salí a la calle con ellos y me fui. Me tuve que ir a vivir a la casa de una amiga. Pero no podía estar mucho tiempo ahí con mis cuatro hijos. Como había denunciado a mi ex pareja, el juzgado me puso en contacto con el hogar. Acá recibo todo lo que necesito para mí y para mis hijos", dice una de las víctimas.