Cumplió su sueño de ser la primera universitaria de su familia y ahora viaja por el mundo
Ayelén Angulo creció en una villa y gracias al esfuerzo de sus padres y de una oportunidad que le dio una ONG, concretó el sueño de ser ingeniera química; “Quiero volver al país y ayudar a desarrollar las energías renovables”, dice desde Alemania
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En un contexto de pocas oportunidades, los padres de Ayelén Angulo le echaron mano a todas. Ella nació y creció en una casa de material de dos ambientes, en un pasaje de una villa de Lugano, un barrio de calles de tierra que se inundan con un poco de lluvia y de avenidas principales a unas 10 cuadras de su hogar, hasta donde debía caminar para tomarse cualquier colectivo.
Su madre, Arminda, trabajaba en casas de familia, que quedaban a una hora o más de su casa, y su papá, Luis, hacía changas como electricista en el barrio. En ese trajín de horarios cruzados, su mamá se hacía tiempo para llevarla a hacer múltiples actividades, siempre aprovechando la luz del día. Además de ir al colegio público de la zona, Ayelén hacía natación, teatro y computación en un centro cultural barrial en el que las rifas de comida y la buena voluntad de los maestros eran su sustento. Por la tarde, estudiaba inglés a través de un programa gratuito del Gobierno de la Ciudad, en un colegio de la zona. La noche era para estar en casa.
Para Ayelén, ese panorama no era un obstáculo que pudiera interponerse en su objetivo de ayudar a sus padres a tener una mejor realidad y de ser la primera universitaria de la familia. Para ella, ese panorama era algo a cambiar y era algo posible.
“Creo que yo no veía muchos de los obstáculos que sí lo fueron para muchos de mis amigos del barrio, porque mis padres siempre me mostraron todo un abanico de posibilidades para lograr una movilidad social, un trabajo mejor pago y llegar a cumplir mis sueños”, cuenta Ayelén, que con 28 años y un título de Ingeniera Química de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), habla telefónicamente con LA NACION mientras pasea por las afueras de Madrid, donde acaba de terminar una Maestría en Energías Renovables.
En ese abanico de posibilidades que le ofrecieron sus padres con mucho sacrificio, Ayelén destaca que sin una educación pública y sin la ayuda económica que recibió de la organización Puentes para hacer su carrera universitaria su historia habría sido diferente.
La historia de Puentes en la historia de Ayelén
“Estamos convencidos de que la educación superior equipara oportunidades sociales, por eso algo que nuestros jóvenes siempre nos dicen es ´gracias por creer que voy a poder´”, dice a LA NACION Magdalena de Arzuaga, directora de Puentes, la organización que hace 19 años acompaña en sus estudios universitarios a jóvenes de contextos vulnerables.
La organización, que tiene presencia en Buenos Aires, Córdoba, Salta y Jujuy, acompaña a los jóvenes desde que ingresan hasta que se gradúan con un programa de tutorías y becas económicas. La consigna es que sean primera generación de universitarios en su familia y que no trabajen en los primeros años de carrera.
Ayelén no dudó en pedir la ayuda de Puentes cuando referentes de la organización fueron a su colegio secundario a dar una charla sobre el programa de mentorías.
“Me di cuenta de que no iba a ser fácil hacer la carrera de ingeniería química por los costos que implica. Pero ahí encontré no solo una ayuda económica importante, también me dieron un espacio de contención, me ayudaron a armar un currículum y a hablar en una entrevista laboral”, cuenta la joven.
No era la primera vez que Ayelén se abría al mundo sin dudarlo. Como estudiante de violonchelo, a los 16 años y gracias a una beca de la Ciudad, viajó a Alemania. “Imaginate, de Lugano directo a la dureza de Frankfurt. Un policía me vio caminando con el arco del violonchelo en una funda, me paró a los gritos y me preguntó qué tenía ahí, me fue más fácil mostrarle que explicarle en inglés”, se ríe y vuelve a hablar de posibilidades, de lo que disfrutó conocer chicos y chicas de otros países, de tocar con la orquesta infantil de Berlín, de vivir durante una semana en un hermoso barrio, con calles adoquinadas y casas grandes.
Si a esa edad la vida era solo posibilidades, en la universidad se dio cuenta de que las cosas podían ser más cuesta arriba, quizás “casi imposibles”. “Creo que en el primer año de la universidad supe de las distancias que había entre mi mundo y el del resto porque mis compañeros habían crecido en un entorno diferente al mío. Ellos tenían a sus papás o abuelos ingenieros. Para ellos, el campus de la UTN de Lugano en donde cursábamos era horrible y yo pensaba, están describiendo el lugar en el que viví siempre”, recuerda Ayelén.
De esos temas, además del estudio, era de lo que hablaba Ayelén con sus tutores de Puentes, del encuentro de dos mundos, o más.
Es por eso que Magdalena de Arzuaga destaca que Puentes forma mentores como tutores también motivacionales, ya que el choque de las diferentes realidades puede ser difícil para muchos jóvenes que provienen de contextos de gran vulnerabilidad económica y social.
“La necesidad económica de algunas familias hace que el discurso de algunos padres gire alrededor del ´tenés que trabajar para ayudar a la familia, no me importa que estudies´. A veces intentan hacer las dos cosas, pero los trabajos a los que tienen acceso generalmente son de una carga horaria extensa, con un salario no muy alto y se les dificulta la cursada”, explica de Arzuaga.
La profesional cuenta el caso de uno de sus becarios cuyo padre lo llevó a trabajar a una obra de albañil porque faltaba gente. Eso hizo que el joven se atrasara mucho en la cursada. Es entonces que el papel del tutor es clave, incluso en la comunicación con la familia de los jóvenes. Ese no fue el caso de Ayelén, cuyos padres tenían muy en claro la importancia del estudio como factor de movilidad social.
De Lugano al mundo
“Ver el crecimiento y la evolución de los estudiantes que se acercan a Puentes me llena de esperanza orgullo y emoción. Sueño con un futuro donde cada uno de ellos alcance no solo su meta académica, sino que se conviertan en agentes de cambio en sus comunidades , demostrando que, con apoyo y esfuerzo, todo es posible”, dice de Arzuaga y destaca que en total Puentes formó 37 profesionales, cuenta actualmente con 40 becarios en 16 universidades del país, con un equipo de 14 tutores.
Mientras habla con LA NACION, Ayelén comenta que está paseando con unos amigos que se hizo en el máster, que le queda una semana más y vuelve al país, a la casa de sus padres, que ahora viven en una zona residencial de Lugano, más segura, más linda, a pasos de las avenidas, explica.
Ayelén recuerda la importancia de su primer trabajo, que consiguió gracias a Puentes, en una empresa de productos farmacéuticos y habla de la beca que consiguió en 2019 en una universidad de Alemania, ya con su título bajo el brazo. Allí fue con un idioma alemán que aprendió al cursar en la facultad y que tuvo que poner en juego en todas y cada una de las clases ya que debía preparar temas, exponerlos y contestar las preguntas de compañeros y profesores. “Es una forma de educar y de aprender diferente, fue todo un desafío y me gustó mucho. Estudiar y viajar te abre la cabeza”, dice con satisfacción.
“En una semana vuelvo a casa, pero más adelante viajo a Francia a buscar trabajo en lo que más me interesa a mí, que son las energías renovables. Quiero tener experiencia para poder volver al país y poner mi granito de arena en lo que es la migración en industrias de combustibles fósiles a energías renovables”, dice. En España son las 20 y recién está por oscurecer.
Ante la pregunta de qué piensan sus padres sobre su trayectoria, contesta: “Mis papás están chochos, me dicen que no pueden creer a todo lo que llegué, pero yo les digo que no tienen de qué sorprenderse, si fue gracias a ellos, a que me mostraron las posibilidades que tenía, yo solo las tomé”.
Ayelén hace una pausa, del otro lado del teléfono se escucha a sus amigos proponerle ir hasta un río. Ayelén les dice que sí, vuelve a la llamada, y dice: “Creo que es importante contar mi historia, de dónde vengo y a qué llegué para que otros chicos como yo vean que hay posibilidades, que hay organizaciones que ayudan, como Puentes. Que sepan que podemos avanzar y salir al mundo”.
Más información
- Para contactarse con Puentes o postular como beneficiario de las becas hay que escribir a comunicación@puentes.org.ar.
- Si sos un empresario y querés colaborar con el programa, se pueden hacer donaciones desde su sitio web.
- En su cuenta de Instagram, podés encontrar el formulario para ser voluntario en Puentes.