Cultura del trabajo y planes sociales: “Los sectores populares no piensan que la única forma de trabajar es el empleo formal, de lunes a viernes, de 9 a 18”
En una entrevista con LA NACIÓN, la experta en inclusión laboral Alexandra Carballo Frascá considera que las personas que reciben ayuda del estado se las rebuscan de múltiples maneras para sumar dinero a sus hogares y aclara que las oportunidades laborales que se les suelen presentar son inestables y muy precarias como para animarlas a abandonar los programas de asistencia.
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De los 7 minutos de una entrevista, se viralizó un recorte desafortunado de unos pocos segundos que alimenta o agita una idea fuertemente instalada en nuestra sociedad: que los planes sociales conspiran contra la cultura del trabajo.
“¿Qué quieren, que trabajemos de 8 a 5 de la tarde por la misma plata que nos pagan?”, interpelaba Soledad Biotti, una mujer de 28 años, madre de tres hijos, beneficiaria de alguno de los planes sociales que hay en la Argentina, durante una marcha que tuvo lugar el jueves pasado. Su pregunta parecía dirigida a la clase dirigente y, probablemente, al público en general que podía estar viendo la cobertura en vivo del canal de noticias.
Durante esos minutos, la mujer también contó que perdió a sus padres a los 9 años, que vivió en un internado, que no terminó el secundario y que nunca tuvo un trabajo en blanco. Su historia, atravesaba por la falta de oportunidades, desafía cualquier generalización simplista y abre un interrogante clave: ¿qué posibilidades reales de trabajo y progreso tienen las personas de los estratos más vulnerables?
Sobre este tema dialogamos con Alexandra Carballo Frascá, cofundadora junto a María Eugenia Sconfienza de la Fundación Cultura de Trabajo, una organización que trabaja por la salida definitiva de la pobreza de las personas y familias que se encuentran en situación de vulnerabilidad por diversas razones.
La referente, politóloga de formación, sostiene que la existencia (o no) de una cultura del trabajo atraviesa a todas las clases sociales. “Hay gente con y sin ganas de trabajar en todos los estratos sociales. Puede suceder con personas muy humildes como en familias acomodadas, en las cuales puede observarse también la falta de la cultura del trabajo”, afirma.
–En el video que se viralizó hace pocos días, la entrevistada dice: “¿Qué quieren, que trabajemos de 8 a 5 (9 horas) por la misma plata que nos pagan (por un plan)?”. Desde su experiencia, ¿cuáles son las posibilidades reales de trabajo registrado que tiene hoy una persona que vive en un barrio popular y que no tiene el secundario completo?
–Trabajamos a diario con personas que cuentan con credenciales educativas precarias y podemos confirmar que muchos de ellos han tenido experiencias laborales con extensas jornadas, sin seguridad social y especialmente con ingresos por debajo del mínimo recomendado por la ley. Hay distintas investigaciones que revelan que quienes comienzan su trayectoria de trabajo de manera no registrada, luego, en el transcurso de su vida laboral, continuarán de la misma forma.
–¿Qué condicionantes se suman si esa persona es mujer y tiene hijos chicos?
–Si sos pobre y querés trabajar, dependés de que haya un familiar que cuide a tus hijos o de tener suerte de conseguir una vacante en un jardín maternal (que son muy limitadas). Los salarios dentro de la informalidad son bajos y se hace imposible que, con esos ingresos, se acceda a un servicio de cuidado pago. O sea que si no tenés un familiar que los cuide, ni una guardería cerca con cupo, claramente no podés trabajar.
–Desde su experiencia en la fundación, ¿cuáles son las chances de las personas de los estratos más bajos de acceder a un trabajo en blanco, con obra social y un sueldo que les permita subsistir sin la ayuda de un plan social?
–Para quienes cuentan con credenciales educativas limitadas, a excepción de ciertos perfiles de oficios, es prácticamente imposible vivir sin un apoyo estatal complementario. La realidad del mercado laboral argentino es que existe un porcentaje altísimo de informalidad. Esto tiene múltiples factores y no todo tiene que ver con un empresario malo o un trabajador que no quiere tener beneficios porque tiene un plan social. Esta es otra discusión que nos debemos especialmente para las pymes y comercios, que son quienes brindan las mayores oportunidades de empleo y crecimiento.
–En el video, esta mujer también dice: “No es que nos rinde más (tener los planes), que nos guste, porque no nos gusta. No llegamos tampoco a fin de mes, pero es algo que nos sirve”. ¿Cómo se las rebuscan las personas que no tienen empleo formal para comer y satisfacer sus necesidades básicas?
–Quienes hoy reciben asistencia social se las rebuscan de múltiples maneras para sumar dinero a sus hogares. Changas, cartoneo, lo que surja. Todos trabajan de una u otra manera. Incluso las mujeres que cuidan hijos de otras mujeres de la familia para que puedan salir a trabajar. Piden donaciones, venden lo que encuentran en la calle. Asisten a comedores y merenderos, dependen de asistencia directa por parte del tercer sector.
–A veces se piensa que la única forma de trabajar es teniendo un trabajo formal. ¿De qué otras maneras se entiende al trabajo en los sectores populares?
–No consideramos que los sectores populares piensen que la única forma de trabajar es el empleo formal, de lunes a viernes de 9 a 18 horas. El trabajo es trabajo y la mayoría de las personas que se acercan a la fundación destacan el mismo mensaje: “Quiero conseguir empleo para salir adelante”.
–¿Qué otros condicionantes, además de la falta de estudios, dificultan la trayectoria laboral de las personas más pobres?
–Hay muchísimas dificultades, como las que venimos mencionando. Siempre se piensa que la solución es capacitarlos en oficios, en terminar los estudios como primera medida. Y si bien es absolutamente importante y necesario trabajar en esta proyección, debemos entender que la prioridad es resolver las necesidades básicas de estas personas, con un empleo e ingresos que les permitan pagar un techo y tener comida en la mesa todos los días. Luego, podemos trabajar fuertemente en la proyección a futuro. Tenemos el caso de una chica que vivió en la calle con sus hijas durante meses y hoy estudia en la universidad. Pero primero tuvo que tener todas esas herramientas de contención de las que hablamos para luego pensar en la palabra futuro.
–Es frecuente escuchar que en los sectores más empobrecidos no hay cultura del trabajo. ¿Coincide con esta afirmación o entiende que es un concepto que busca otorgarle cierta legitimidad a la desigualdad de acceso al empleo?
–Hay gente con y sin ganas de trabajar en todos los estratos sociales. Puede suceder con personas muy humildes como en familias acomodadas, en las cuales puede observarse también la falta de la cultura de trabajo. Desde la fundación nos consta a diario las ganas y necesidad de trabajar de muchas personas. En los últimos cinco años hemos entrevistado a más de 3.000 personas que no logran trabajar por no contar con un domicilio fijo o vivir en barrios vulnerados, por no tener un teléfono celular con crédito para recibir mensajes, por no tener plata para ir a entrevistas laborales, por no saber cómo presentarse a un trabajo y tantas otras cuestiones que los dejan afuera del sistema.
–Según el Observatorio de la UCA, en agosto de 2021 había más de 1.100.000 de beneficiarios de subsidios al desempleo. En términos de políticas públicas, ¿qué les parece clave para incorporar a esa población al mundo del trabajo?
–El debate que nos debemos es el de un seguro de desempleo ampliado, que tenga en cuenta que debe ser un derecho para los trabajadores registrados y quienes no lo están. Y a esto, sumar un acompañamiento integral en la búsqueda de trabajo. Fortalecer el servicio estatal de intermediación laboral, el trabajo de las oficinas de empleo y su vinculación con el sector privado.
–Si miramos las experiencias de otros países sobre las políticas públicas aplicadas para promover el empleo inclusivo de los sectores más vulnerables, ¿a qué países podemos destacar y por qué?
–Actualmente el gran flujo de la demanda de empleo circula por internet. Aquellos aspirantes que no disponen de una computadora y que no poseen dominio de herramientas informáticas sufren una doble barrera de acceso a los empleos. Para contrarrestar esta realidad, puede citarse la experiencia “Citizen Zone Bus”, desarrollada por la municipalidad de Preston, en el Reino Unido. Es un dispositivo móvil que ofrece cursos gratis a aquellos desempleados que se encuentran en situación de analfabetismo digital. Otro caso es el de Corea, que ofrece asistencia personalizada online mediante una aplicación. Permite el acceso a diversos servicios y la posibilidad de geolocalizar las vacantes de empleo disponibles, todo gratuito y público. Sabemos que son cuestiones muy difíciles y quizás muy lejanas a la realidad local pero es un camino que hay que recorrer.
–Ante la viralización del video, la propia protagonista salió a hablar otra vez y explicó que lo que pretende es “un trabajo digno”. ¿Qué efecto creen que tiene la viralización de un mensaje de esta naturaleza en la propia comunidad de personas que perciben subsidios y en el resto de la sociedad?
–El hecho de que se viralice un mensaje, no significa que sea representativo. Lo que nos consta es que, con la población que trabajamos, el empleo registrado no es una posibilidad frecuente. Y si lo es, suelen ser trabajos que no garantizan estabilidad en el tiempo. Eso hace que, frente a la posibilidad de perder un beneficio, la persona se pregunte si se justifica trabajar 1 o 3 meses en blanco, sin certezas de continuidad y perder el único ingreso que tiene. Tenemos que ponernos en esos zapatos y empatizar, comprendiendo que se trata de personas que muchas veces no tienen ni siquiera el secundario terminado y sus calificaciones no les permiten tener una lluvia de oportunidades laborales.