Luz tiene 40 años y recuerda que fue a los 9 cuando empezó a darse cuenta de que su cuerpo era "diferente" al de la mayoría de sus amigas. "Era más gorda y sufría mucho bullying. Mi primera dieta, súper estricta, fue a los 12", cuenta. Desde entonces, lucha todos los días contra su trastorno de la alimentación, que va de las dietas a los atracones. Hace un año que viene haciendo un trabajo intensivo con una nutricionista, una psicóloga y una psiquiatra, con quienes se siente muy contenida. Sin embargo, en plena cuarentena por el Covid-19 tuvo una recaída.
"El encierro es el nido perfecto para los trastornos de la alimentación. Estar encerrado en tu casa, con la heladera y las alacenas llenas de comida es mucho. Siento una situación de peligro total, todo el tiempo tengo miedo y le pido a mi hija que esconda, por ejemplo, los paquetes de galletitas", dice Luz, quien hace dos semanas no pudo superar la angustia del aislamiento y tuvo un nuevo atracón. Muchas veces, Luz se levanta en plena noche sintiendo que se despierta "un monstruo" en su estómago y come lo más calórico que encuentra, desde algunos dulces hasta una torta entera. Eso fue lo que le pasó días atrás. "Cada atracón es una frustración muy grande desde lo emocional", se lamenta.
El encierro es el nido perfecto para los trastornos de la alimentación. Estar encerrado en tu casa, con la heladera y las alacenas llenas de comida es mucho
Como ella, son muchos los pacientes con algún trastorno de la alimentación o consumo problemático –desde el alcohol hasta el uso desmedido de la tecnología– para quienes, según advierten los especialistas, la cuarentena implicó retroceder alguno o varios casilleros en su recuperación. Incuso, al aumentar considerablemente los niveles de ansiedad y estrés, el aislamiento volvió más vulnerables a otras personas que, aunque no tenían una patología previa, se encontraban "en el límite".
Según una reciente encuesta realizada por el Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires, el 21% de las personas que consumían alcohol, tabaco, antidepresivos y ansiolíticos desde antes de la cuarentena, reconoció haber aumentado esta práctica en las últimas semanas.
Las cifras más altas se dan entre quienes consumen alcohol (36,5%) y tabaco (40%), seguidas por antidepresivos o ansiolíticos (10,1%).
Juana Poulisis, psiquiatra y especialista en trastornos alimentarios, explica que la cuarentena dispuesta para prevenir la propagación del coronavirus desordenó rutinas como las vinculadas al sueño y a la comida. El exceso de tiempo libre cortó "canales de escape" de pacientes para quienes, por ejemplo, hacer ejercicio formaba una parte fundamental de su recuperación, y "limitó el contacto con familiares o amigos que constituían su red de contención".
Según la psiquiatra y autora del libro Los nuevos trastornos alimentarios, en general, quienes hicieron un tratamiento por tener o haber tenido un trastorno de ese tipo, ansiedad, depresión, abuso de sustancias o juego patológico, "desarrollaron rutinas que tienen que ver con el afuera, el hacer ejercicio y lo social, desplegando habilidades que en una situación de encierro se vuelven difíciles de implementar".
Por otro lado, advierte: "Lo que más se ve en estos momentos, sobre todo en las personas que no estaban diagnosticadas porque no tenían conciencia de que tenían una patología -como los que se ejercitan de forma excesiva o comen obsesivamente sano- es un aumento de la ansiedad, disconformidad, irritabilidad y miedo desmedido a subir de peso".
Más vulnerables
Para la psiquiatra Silvia Ongini, el aislamiento social preventivo, por un lado, amplificó "la vulnerabilidad previa" de muchas personas. Por el otro, nos eleva a todos el nivel de alarma. "Estamos bajo una amenaza invisible, estresados, amenazados y con nuestros recursos y estrategias de afrontamiento en jaque. Encima, aislados del otro. Hay una realidad: la soledad aumenta cualquier sufrimiento", señala.
Estamos bajo una amenaza invisible, estresados, amenazados y con nuestros recursos y estrategias de afrontamiento en jaque
Javier Urra, psicólogo y miembro de la Academia de Psicología de España, habla sobre "atajos" en estos tiempos de confinamiento. "Uno de ellos es el alcohol o el consumo de otras drogas para enajenarse, para no pensar, para no sentir, para no sufrir". Para el especialista, una de las palabras clave en este contexto es el autocontrol: "Cuidar de uno mismo y prevenir es fundamental. En cuanto uno toma un camino que es capaz de ver que podría ser peligroso, hay que parar en seco o pedir ayuda".
En esa línea, el director de la Unidad de Toxicología del Hospital Fernández y director científico de la Fundación Niños sin Tóxicos (Fundartox), Carlos Damin, pone el foco en que hay mucha gente que está viviendo el aislamiento de manera más compleja que otra. "En el caso de los que tenían un consumo problemático previo, se ven bajo muchas más presiones. Está habiendo un aumento del consumo de psicofármacos, como hipnóticos y ansiolíticos, y también de alcohol", señala el especialista. Y sigue: "Estamos teniendo noticias de personas que por ahí no tenían un consumo problemático, pero lo están aumentando y ese uso que no era un abuso, se puede estar volviendo tal".
El médico considera que, en el contexto actual, es importante que la familia contenga y evite los conflictos. "Tenemos que ser conscientes que muchas veces las familias no están acostumbradas a la convivencia plena, excepto de vacaciones. Entonces, las vías de escape como pueden ser mirar una serie o leer un libro, muchas veces no alcanzan y empiezan a haber roces, peleas, conflictos. El uso de sustancias nunca es una ayuda, siempre empeora las situaciones", enfatiza Damin.
Otra de las aristas que los especialistas detectaron desde los primeros días de cuarentena fue un aumento de los casos de quienes se consideraban "tomadores sociales", pero que durante el aislamiento empezaron a beber en soledad y más de lo recomendado.
"Muchos dicen: ‘Me tomo una botellita a la noche para irme a dormir tranquilo y transitar esto’. Pero en algunos casos, esas conductas que se utilizan como reguladores emocionales pueden desencadenar una patología o exacerbar síntomas depresivos", subraya Poulisis.
Eso le pasó a Fernanda, que tiene 35 años, es argentina y desde hace seis meses vive en Madrid, a donde se mudó por trabajo junto a su pareja. Como Luz, ella también viene lidiando desde hace años con trastornos de la alimentación. Pero además, en los últimos días y en contexto de la cuarentena, aumentó el consumo de alcohol.
"No es que estoy borracha todo el día, pero tomo mucho y como mucho. Uno de mis mayores problemas con esta patología es que trabajo desde mi casa y estoy muchas horas sola. Esta situación no ayuda. Me la paso comiendo y picoteando. Lo que hacía antes para no estar todo el tiempo sola era irme a un café o un bar", cuenta Fernanda.
Sin embargo, el aislamiento y la imposibilidad de ir al gimnasio o salir a correr al parque –que para ella eran otras actividades de descarga–, la fueron volviendo cada vez más vulnerable.
"El otro gran problema fue la gran cantidad de comida y bebida. Yo, por mis atracones, siempre intenté evitar tener la heladera llena. Pero en este contexto, la tentación es mucho más compleja. Yo siempre me daba permitidos para el alcohol, como tomar un aperitivo a la tardecita, pero ahora en lugar de ser dos o tres copas puede ser una botella. En mi caso, el encierro generó mayor descontrol", describe Fernanda.
Yo siempre me daba permitidos para el alcohol, pero ahora en lugar de ser dos o tres copas, puede ser una botella. En mi caso, el encierro generó mayor descontrol
Dice que en un día abre 70 veces la heladera y su voluntad para decir que no, está disminuida. "Soy mi peor enemigo porque soy yo la que abre una botella o la que se compra los chocolates. Por más que le pido a mi novio que me los esconda, después voy yo y compro más. No tengo la voluntad para dejarlo hoy y el alcohol es mi momento de relax, de liberación", dice Fernanda. "Lo que busco todo el tiempo -afirma- es justificarme o rodearme de comentarios de gente que hace lo mismo".
Múltiples desafíos
La cuarentena implica múltiples desafíos para las familias que tienen un integrante con un trastorno de la alimentación. Los padres de Abril, de 18 años, cuentan que siempre fue "una chica alegre, con muchos amigos, buena alumna, deportista y con un estilo de vida saludable". Hace un año y medio, además de practicar deportes, comenzó a ir un gimnasio. "Progresivamente intensificó su entrenamiento, incluso sumando rutinas físicas en su habitación. Hasta ahí no habíamos notado nada extraño", recuerdan sus padres.
"Sin embargo, al tiempo, dejó de comer carne y, sin saberlo nosotros, salteaba algunas comidas. Fue un proceso muy rápido. En el término de pocos meses pasó de comer normalmente a dejar de comer", agregan.
La adolescente entró en un espiral de descenso de peso que se fue acelerando: aumentaba las restricciones de comida, realizaba más ejercicio, empeoraba su humor y ya no quería sociabilizar.
Fue un proceso muy rápido. En el término de pocos meses pasó de comer normalmente a dejar de comer
En la primera consulta que realizaron, la especialista les explicó que su hija tenía anorexia. Acompañarla en su recuperación fue un camino largo que, con avances y retrocesos, continúa hasta la actualidad. Se trata de una enfermedad en la que el paciente necesita una rutina de horarios, principalmente en las comidas y sueño, como así también tiempo para ver a sus amigos y hacer actividades que saquen el foco de su aspecto físico."En cuarentena, todo esto es muy difícil de controlar", dicen los papás de Abril.
La familia organizó una rutina para compartir en lo posible el desayuno, el almuerzo y la cena, al mismo tiempo que se respetan los espacios de todos los miembros del hogar. "Tratamos de tener al alcance alimentos frescos y sanos en mayor cantidad y reservar los más tentadores para algunas ocasiones. Por otro lado, al principio estábamos muy atentos a las noticias sobre el avance de la pandemia, pero nos dimos cuenta que eso no era bueno ya que genera más ansiedad, así que conversamos solo lo necesario y buscamos hacer diferentes cosas juntos, como jugar a las cartas o hacer rompecabezas", indican los padres.
Lo que más les preocupa, es una posible recaída. "Sentimos que el avance que había logrado se ve afectado. Perdió la rutina de salir a caminar, que la hacía sentir bien –sostienen– No tiene reuniones sociales, salidas con almuerzos, cenas o meriendas donde ella estaba ejercitado su relación con los alimentos mientras sociabiliza. Tampoco pudo comenzar la facultad. Por suerte, cuenta con la terapia vía videollamadas".
Prendidos a las pantallas
Desde las tablets hasta los celulares, durante la cuarentena el tiempo que se dedica a las pantallas se multiplicó en los hogares del país y el mundo. Aunque muchas de las actividades que estos dispositivos ofrecen son beneficiosas para bajar los niveles de ansiedad, estudiar, ejercitar y ocupar el tiempo libre, el riesgo en quienes sufren una tecnoadicción se vio incrementado.
Laura Jurkowski, psicóloga y directora de ReConectarse, un centro especializado en el tratamiento de estas patologías, señala: "Con el aislamiento, lo que vemos es que a quienes tenían estas problemáticas preexistentes, se les intensifican. En general, a las personas con una adicción le cuesta registrar el problema y es el contexto, como familiares o amigos, el que los ayuda o empuja a hacer algo diferente y lograr un cambio". En esta circunstancias, dice Jurkowski, muchas de las herramientas y recursos que se utilizan en épocas normales, no están.
Quienes tienen una adicción a la tecnología, tienden al aislamiento, a no salir de sus casas y a no hacer otras actividades fuera de las pantallas. "En este momento, hay que ser más creativos: el objetivo es que puedan buscar recursos válidos", explica Jurkowski, autora de Efecto Pantalla. Cómo lograr el equilibrio digital.
Según los especialistas, la adicción a la tecnología genera, a largo plazo, consecuencias similares al abuso de drogas y alcohol: afecta la vida cotidiana, las obligaciones, los vínculos interpersonales, la concentración y la salud.
Jurkowski aclara que no cualquier persona que usa de forma intensiva o excesiva la tecnología se hace adicta: "Las personas que tienen una adicción la utilizan como una manera de escapar de un problema, en lugar de registrar esa angustia y ver cómo manejarla, llenan un vacío. En general son personas vulnerables, impulsivas, a las que les cuesta regular las emociones y la manera que encuentran es por medio del consumo".
Dónde pedir ayuda
- Unidad de Toxicología del Hospital Fernández: Brindan atención telefónica al (011) 4808-2655 o 4801-7767.
- Fundartox se de dedica a la promoción, prevención, diagnóstico, asistencia, docencia e investigación, vinculadas a la toxicología.
- La Casita brinda atención y prevención de trastornos de la alimentación.
- Reconectarse ofrece tratamiento de adicciones a la tecnología.
- Comedores Compulsivo Anónimos: es una cofraternidad sin ánimos de lucro que está destinada a dar respuesta a quienes tienen una obsesión o compulsión a la comida. La organización se rige por un esquema de 12 pasos, al igual que Alcohólicos Anónimos y otros grupos de autoayuda. En la Argentina, funciona hace más de dos décadas y tiene presencia en CABA, Gran Buenos Aires y Córdoba, además de otros grupos por Skype en todo el país. Brinda asistencia gratuita y confidencial.